Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy esta serie. La consecuencia evidente de la investigación conjunta del Nuevo Testamento a partir de la emergencia imparable del Jesús histórico es --para GPO-- la denuncia de la gran mistificación que fue la interpretación paulina de este Jesús, desde el punto de vista de la historia. Pablo, que era un místico, un apocalíptico, un judío profundo pero helenizado, convirtió, con la predicación de su “evangelio”, al Jesús de la historia en el Cristo de la fe. GPO es poco propenso a ver en la facción de los “helenistas” (Hch 6-7), y sobre todo en Esteban, un precedente serio de la teología paulina, pues el análisis del discurso del Protomártir en Hch 7 apunta todo lo más a una leve disidencia en el interior del judeocristianismo dentro de un respeto absolutamente evidente hacia la vigencia de la ley de Moisés. Según GPO debe releerse este discurso y se verá que es ante todo una “larga” historia del pueblo de Israel con leves críticas a la figura del Templo y apenas a la función esencial de la Ley. En el fondo sigue admitiendo, no se discute el valor salvífico de la ley mosaica. Pablo recibió su “evangelio” ex novo a partir de unas revelaciones personales y de una elección divina ("llamada") al estilo del profeta Isaías que creyó especiales y determinantes. Pero ello no impidió desde luego que posteriormente combinara la proclamación de su interpretación de Jesús con ciertos datos recibidos de la tradición que eran imposibles de negar. Este nuevo “evangelio” de Pablo anuncia a un Jesús/Cristo, cuya vida terrenal carece prácticamente de importancia, salvo su muerte y resurrección. Sólo importan estos dos últimos sucesos porque caracterizan su naturaleza como el salvador universal de todos los hombres por medio de su sacrificio personal. Este sacrificio era voluntad de Dios y fue voluntariamente previsto y aceptado por Jesús, puesto que estaba unido esencialmente a Dios Padre. El esquema sacrificial que subyace a la muerte de Jesús era, por otro lado, esencialmente el mismo que el de la religión semita y grecorromana mediterráneas: las "cuentas" entre Dios y la humanidad se arreglan con sangre. Este Cristo fue en todo caso para Pablo un mesías absolutamente pacífico, enemigo de la violencia, totalmente despegado y ajeno a la política y a las preocupaciones materiales de su tiempo, un Jesús al que las circunstancias sociales del Israel de su tiempo no le interesaban ni entraban en su consideración, alejado en absoluto de cualquier “ruido de sables” y de todo lo que pudiera parecerse aun de lejos al espíritu revolucionario frente al orden vigente y celoso de la Ley al estilo de un Juan Bautista. Un Cristo, por supuesto, que no fue ni siquiera el Hijo del Hombre –expresión que no aparece en Pablo- al estilo de los evangelistas sinópticos, sino ante todo un ser preexistente que desciende del empíreo cielo, se humilla y anonada al encarnarse naciendo de mujer, opera la redención de los pecados de toda la humanidad por su sacrificio en la cruz según el designio divino, resurge de entre los muertos y asciende luego a los cielos. Desaparece de la mentalidad de este Cristo todo concepto del reino de Dios bien provisto de bienes materiales en la tierra de Israel, y su segunda venida en majestad será el comienzo de una felicidad ultraterrena y mística que consistirá sobre todo en “estar siempre con él”, ya que es “el Señor” (1 Tes 4,17). La imagen de este Cristo pacífico y extraterrenal, cuyo reino no es de este mundo (Jn 18,36), pasó pronto a ser, gracias a una conveniente convergencia ideológica entre la Iglesia y el Imperio romano en la doctrina del poder (convergencia iniciada en Romanos 13 y en escritos como 1 Pedro y 1 Clemente), uno de los puntales que sostuvieron al Imperio romano y otros poderes a lo largo de la historia. Y con esto hemos concluido este resumen, bastante descarnado ciertamente, pero al que creo no le falta ninguna de las ideas que han gobernado los resultados de la investigación sobre el Jesús de la historia de Gonzalo Puente Ojea. (Ideología e historia, 79-232. 233-279; Imperium Crucis, 17-50; Fe cristiana, 5-160; Evangelio de Marcos, passim; Mito de Cristo, passim; Vivir la realidad, 283-350; Existencia histórica de Jesús, passim). Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 23 de Agosto 2011
Comentarios
|
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
Secciones
Últimos apuntes
Archivo
Tendencias de las Religiones
|
Blog sobre la cristiandad de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |