Notas
Escribe Antonio Piñero
Sigo con el artículo de Sabino Perea, del libro de Signifer, “Ideología y Religión en el mundo romano” sobre inscripciones que alaban a Augusto como benefactor, protector, aportador dela paz universal. El siguiente texto interesante es una inscripción de Halicarnaso, la actual Bodrum (turco por Petrum, porque había allí una capilla dedicada a san Pedro). Dice así: (líneas 2-14) La naturaleza eterna e inmortal del universo ha perfeccionado sus inmensos beneficios a la humanidad otorgándonos un beneficio supremo para nuestra felicidad y bienestar: César Augusto, Padre de su propia Patria, la divina Roma, Zeus Paterno y Salvador de toda la raza humana, en quien la Providencia no sólo ha cumplido, sino que ha sobrepasado las plegarias de todos los hombres. Mar y tierra están en paz, las ciudades florecen bajo el imperio de la ley en mutua armonía y prosperidad. Todos están en la cumbre de la fortuna y abundan en riquezas. La humanidad entera está llena de alegres esperanzas para el futuro y contenta por el presente: Por ello, [es conveniente honrar al dios] con juegos públicos y con estatuas, con sacrificios e himnos. El texto siguiente es de la ciudad de Mira, situada en una bahía al sur de la antigua Licia y dice así: Al dios Augusto, hijo del dios César, imperator de la tierra y del mar, benefactor y salvador de absolutamente todo el mundo, el pueblo de Myra. Comenta el Dr. Perea: «Los textos epigráficos de Asia proclaman la divinidad de Augusto sin ambages. Y se dirigen a él no con el frío formulismo epigráfico de las inscripciones del Occidente romano, sino con la exuberante verbosidad de la literatura laudatoria griega, estableciendo mediantes las palabras ―y los hechos, las leyes― unοs juramentοs sagrados de fidelidad a la persona del príncipe-dios. Es un concepto que no debe de extrañarnos, pues lo encontramos también en la poesía. O si no, veamos el juramento que hace el poeta Ovidio dirigiéndose al princeps, desde el exilio, en Tristias II, 53-60: »Juro por el mar, por las tierras, por las divinidades de los tres mundos, por ti, dios protector y visible (per mare, per terras, per tertia numina iuro, per te praesentem conspicuumque deum), que mi ánimo ha sido siempre favorable a ti, el más grande de los hombres, y que con mi mente, que es con lo único que pude, fui siempre tuyo. Yo he deseado que tu ingreso en los astros celestes fuera tardío y formé una mínima parte de la muchedumbre que hacía esta misma súplica; por ti ofrecí piadosamente incienso y, formando un todo con los demás, yo mismo también secundé los votos públicos con los míos. »Las palabras de Ovidio en este fragmento, puesto en primera persona son impresionantes: tras un juramento, le muestra respeto, sumisión («fui siempre tuyo», asegura) y devoción, pues hace ofrendas y secunda votos públicos en honor del emperador. Esta idea de la sumisión al hombre divinizado se percibe todavía más rotundamente en un texto de Gangra, antigua Neapolis, en Paflagonia. La inscripción, verdaderamente excepcional, transmite la prestación de un juramento, mezcla de la fórmula de juramento civil helenístico y el sacramentum militar romano occidental. A los españoles el texto siguiente nos recordará la práctica de la devotio impropiamente llamada «ibérica». El documento se data el 6 de marzo (ἔτους τρίτου, π[ροτέραι] νωνῶν Μαρτίων) del año 6 a.C., «siendo Augusto, hijo del divinizado César, cónsul por XII vez (Αὐτοκράτορος Καίσ[αρος] θεοῦ υἱοῦ Σεβαστοῦ ὑπατεύ[σαντος τὸ] δωδέκατον)». Dice así: Juro por Zeus, por la Tierra, por el Sol, por todos los dioses y las diosas y también por el mismo Augusto, que durante toda mi vida seré leal a César Augusto, a sus hijos y descendientes de palabra, de obra y de sentimiento, porque consideraré mis amigos a los que él considere amigos, y enemigos míos a los que él considere enemigos; y que por su causa no ahorraré ni mi integridad corporal ni mi vida ni mi fortuna ni mis hijos, sino que, para cumplir las obligaciones sobre ellos recaídas, asumiré sobre mí cualquier peligro; y que si yo advirtiera u oyera que contra él se dice, planea o hace algo, lo denunciaré y me convertiré en enemigo del que tal dice, planea o hace; y que a aquellos que se consideren enemigos suyos los perseguiré y castigaré por tierra y mar con armas y espada. Y si yo hago algo que vaya contra este juramento o no esté de acuerdo con las obligaciones que de él derivan, pido la ruina y la aniquilación plena para mi persona, calamidad para mi integridad corporal y la de toda mi familia hasta el día de mi muerte y la de mis hijos, y que ni el mar ni la tierra acojan los cuerpos de los míos ni de mis descendientes ni les den sus frutos. «Esta conducta de reverencia hacia el emperador divino se hace a nivel privado (texto de Gangra) y también a nivel público (político)». Creo que sobra casi todo comentario. Un hombre considerado dios. Una atmósfera espiritual preparada para recibir la predicación de Pablo. Y en Egipto pasaba igual: lo que se proclamaba del monarca, el faraón, como encarnación de Horus en la tierra (el faraón es humano y divino a la vez), y el pueblo seguía teniendo presente en época de la conquista romana, con Julio César, fue aplicado sin más a Jesús como Cristo. Sólo había que cambiar el nombre de faraón – rey y sustituirlo por el de Jesús, Cristo. Es de agradecer al Dr. Perea el que nos recuerde estos textos impresionantes que son inmediatamente anteriores a la era cristiana. Concluiremos enseguida. Saludos cordiales de Antonio Piñero Www.ciudadanojesus.com
Lunes, 6 de Noviembre 2017
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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