Notas
Escribe Antonio Piñero
Como conclusión a esta miniserie de presentación del libro que anuncio en el título de esta postal, y de acuerdo con lo que prometí, voy a presentar un esbozo de las conclusiones del libro, que lleva como título “Caminos seguros o sendas perdidas en la investigación sobre Jesús de Nazaret”, que señala lo que creo son conquistas bastante seguras de la historiografía sobre Jesús, o bien caminos muy probablemente equivocados en esa pesquisa. 1. El debate sobre el Nuevo Testamento y los evangelios ha de apoyarse en la razón, el único criterio aceptable de conocimiento. Hay que seguir el camino que impone una metodología analítica, que ha de comenzar por rechazar de antemano la sumisión a intereses dogmáticos preestablecidos, sean cuales fueren de tipo religioso, sociológico o político. 2. No es seguro un método de investigación que supone la posibilidad de mantener unidas una rigurosa aproximación histórica y la admisión de los principios de la Pontificia Comisión Bíblica, la cual postula que “el justo conocimiento del texto bíblico no es accesible sino a quien tiene una afinidad vivida con aquello de lo que habla el texto”. 3. No es indiferente tener o no tener en cuenta los resultados aceptados por consenso entre los investigadores sobre cómo fue el Jesús histórico; por el contrario, tales resultados tienen muchas consecuencias sobre la fe en Jesús. Por ejemplo, no es lo mismo aceptar como histórico que Juan Bautista fue simplemente el precursor consciente de Jesús y éste el mesías enviado desde lo Alto, que aceptar que Jesús fue un discípulo del Bautista y que su marco teológico fue básicamente el mismo que tuvo luego Jesús, a menos al principio de su ministerio. 4. La abstracción del Jesús histórico no coincide con la plena realidad de Jesús de Nazaret (el Jesús real), pero se acerca mucho más a ella que cualquier estudio puramente cristológico o teológico. Y si el Jesús de la historia es el resultado de una tarea de reconstrucción, nuevos documentos o nuevas perspectivas, sobre todo aquellas que suscitan un amplio consenso, pueden hacer cambiar la imagen reconstruida de ese Jesús. 5. No parece sensato postular que la diversidad de las imágenes del Jesús histórico entre los estudiosos –sobre todo desde finales del siglo XIX hasta hoy– haga que tales reconstrucciones no sean aprovechables. Entre los investigadores serios, sean confesionales o no, hay mucha menor disensión que lo que se imagina la gente normal. 6. El camino seguro para la reconstrucción del Jesús de la historia es centrarse en los testimonios más antiguos sobre el personaje. Estos coinciden con los cuatro evangelios aceptados como canónicos por la Iglesia, sobre todo los tres primeros, denominados “sinópticos”. El Cuarto Evangelio, al ser un escrito simbólico-místico, solo es aceptable como venero de datos históricos en pasajes aislados y deben estudiarse caso por caso. 7. Los principales “criterios de historicidad”, es decir, los instrumentos filológico-históricos para dilucidar la autenticidad, o no, de hechos y dichos del Jesús de la historia, son válidos a pesar de la discusión de hoy día sobre ellos. Pero solo una utilización cuidadosa y conjunta de varios criterios, que permita una corrección mutua entre ellos, puede producir resultados convincentes para la reconstrucción histórica. 8. La recuperación de los rasgos históricos de Jesús no es tarea fácil. Las fuentes primarias muestran a veces un grado de tergiversación histórica tal, que resulta difícil para la mayoría de los lectores sencillos tornar su mente hacia un Jesús original. Pero no hay lugar para un escepticismo y desánimo extremos, ya que existen posibilidades reales de recuperación gracias al análisis y a la crítica. A pesar de muchos inconvenientes, la reconstrucción es factible aunque no se pueda llegar al dibujo de una semblanza completa de Jesús. Existen, sin embargo, los medios para saber ciertamente qué no fue Jesús, y para conocer los rasgos esenciales de su figura y misión. 9. El punto de partida para la reconstrucción, admitido por un consenso casi general, es el análisis interno y externo del evangelio de Marcos con la ayuda de los métodos de investigación usuales. Un instrumento útil para esa reconstrucción es descubrir la tendencia ideológica de este escrito (y del de cada evangelista), pues ya se dieron los pasos desde el siglo XIX para llegar a la convicción de que este escrito –y los demás evangelios– no es el producto de la percepción personal de su autor, sino de tradiciones recibidas, reelaboradas y manipuladas por él según una “agenda teológica” previa. 10. Hay que tener también en cuenta, sin embargo, que no deben admitirse sólo y exclusivamente los datos sobre Jesús que contradigan al judaísmo normativo de la época o a las creencias de la iglesia posterior, porque el rígido empleo de esa norma daría una imagen de Jesús unilateral y sesgada, ya que no permitiría incardinarlo en su época, aunque tales datos fueran indudablemente ciertos. El método sería imperfecto si se rechazara todo el material en el que Jesús aparece compartiendo o divergiendo razonablemente de la fe judía de su tiempo. 11. Una vez descubierto el material interesante para una reconstrucción del Jesús histórico, es preciso formular hipótesis o explicaciones objetivas de las rupturas lógicas, de las sorpresas narrativas que derogan la verosimilitud de un relato en concreto, o de las nuevas informaciones que rompen la aparente lógica interna de un relato o del conjunto. Las hipótesis propuestas deben apuntar al intento de aclarar los mecanismos de tergiversación de los posibles datos primigenios. 12. Si, gracias en parte al material recogido honestamente por los evangelistas a pesar de que iba en contra de sus intereses teológicos, se puede reconstruir lo suficiente de la imagen del Jesús de la historia, lo básico al menos con poca posibilidad de error, no parece cierto lo que se afirma comúnmente sobre que “sabemos muy poco, o nada, del Jesús histórico”. Sabemos lo suficiente como para enmarcarlo en su tiempo y entenderlo correctamente. 13. Para reconstruir el pensamiento del Jesús histórico tienen valor metodológico (en una marcha hacia atrás desde el pensamiento de los discípulos hacia el del maestro), aunque indirecto y referencial, las actitudes e ideas de aquellos que convivieron con Jesús durante mucho tiempo frente, por ejemplo, a las concepciones acerca de Jesús de un discípulo tardío y lejano, Pablo de Tarso, procedente de un ambiente ideológico muy diverso al del Nazareno, y del que algunos dudan de que lo conociese ni siquiera personalmente. 14. Sin embargo, parece segura la noción de que el trabajo de redacción que rodea y presenta los dichos y hechos de Jesús, incluso los recogidos o “recordados” previamente en la Fuente Q (no paulina, sino judeocristiana), la tradición sinóptica previa y el material especial de los evangelios de Mateo y Lucas, nos llega luego de manos de evangelistas que pertenecen al círculo ideológico paulino en lo básico al menos, incluidos Mateo y Juan. 15. No es camino seguro sostener que los temas y aspectos característicos de las distintas tradiciones hayan sido establecidos sin ninguna influencia de la reflexión sobre los acontecimientos pascuales filtrados a través del pensamiento 16. Es seguro todo el camino que extraiga las consecuencias de que Jesús no fue un cristiano, sino un judío religioso dentro del pluralismo teológico del judaísmo de la época del Segundo Templo. Por tanto, la idea de que el Nazareno se mantuvo siempre fiel al judaísmo. 17. Es posible que la autoconciencia de Jesús y la idea de su misión evolucionara a lo largo de su ministerio público. Pero dado que este fue muy breve, todo lo más un año, a pesar de las tres pascuas del Evangelio de Juan, no hubo tiempo para demasiados cambios de mentalidad. Hay que descartar una mutación radical de su pensamiento en su última etapa. Por ejemplo, parece imposible que un Jesús profundamente judío, afecto a su religión, que jamás intentó fundar un culto nuevo, estableciera –aunque fuera solo de modo provisional hasta la llegada del reino de Dios– un culto, la eucaristía, que suponía la práctica eliminación de gran parte de la razón de ser del Templo, actuar como el lugar de propiciación y expiación por los pecados del pueblo. Y sobre todo cuando había intentado purificarlo a riesgo de su vida. 18. Consecuentemente es inseguro que Jesús hubiera asumido las ideas de que fue a Jerusalén para morir voluntariamente; que su muerte fuera salvadora, expiatoria por los pecados no solo de Israel, sino de la humanidad entera; que la cruz inaugurara una alianza, estrictamente nueva, sellada con su sangre. 19. Es camino seguro adoptar una postura prudente, en extremo crítica, con los datos ofrecidos por los evangelios canónicos sobre la vida oculta de Jesús. Y con más razón no pueden utilizarse los evangelios apócrifos. 20. Es segura la noción de que si Jesús fue un judío galileo, su pensamiento religioso estuvo condicionado por la situación social-religiosa de la Galilea de su tiempo. Por ejemplo, en su espiritualidad un tanto despegada del Templo y en su tratamiento de las normas de pureza ritual considerándolas muy inferiores a la pureza interior. 21. Es seguro enmarcar el pensamiento de Jesús en la senda de la doctrina de su mentor y maestro Juan Bautista; igualmente segura es la reconstrucción del verdadero carácter mesiánico de Jesús comparándolo con la figura de Juan e insertándolo dentro de su movimiento; hay en los evangelios indicios suficientes como para afirmar que ambos personajes muestran asombrosas semejanzas como judíos del siglo I y profetas apocalípticos los dos. 22. Por el contrario, no es seguro exagerar las diferencias entre el Bautista y Jesús, de modo que este aparezca como un únicum en la historia de la religión y religiosidad judías, pues el marco fenomenológico de las relaciones entre Juan y su discípulo Jesús no permiten las conclusiones de singularidad de este último. 23. No es segura la idea de que el reino de Dios hubiera llegado efectivamente a la tierra de Israel con el ministerio de Jesús, sino que es segura la noción de que el reino de Dios era una entidad esencialmente futura. No deben confundirse los prolegómenos del Reino con su venida real. 24. No parece posible que Jesús tuviera en mente una posible idea de la evangelización de los paganos. Jesús fue un estricto nacionalista judío. 25. Es inseguro enmarcar el juicio contra Jesús dentro solo de la mentalidad religiosa de las capas superiores de los fariseos, escribas, legistas o de la aristocracia sacerdotal de Israel, e insistir en que su condena y muerte se debió a motivos de puro carácter religioso, como el cargo de blasfemia, por ejemplo. 26. Parece más cierta la vía que interpreta el juicio y condena de Jesús como un acto de estricta política del Imperio Romano en la provincia romana de Judea. La actividad religiosa de Jesús y su predicación del reino de Dios, que se iba a instaurar de inmediato en tierras de Israel, no era compatible con el gobierno de Roma. Por ello, la consideración de Jesús como un sedicioso desde el punto de vista del Imperio es correcta y su condena como tal, también. 27. Sin embargo, parece senda perdida reducir la figura de Jesús a un “galileo armado”, pues esta visión no da cuenta de su figura global. Incluso la noción de un Jesús que nunca condenó la violencia y que estuvo implicado en algún tipo de resistencia antirromana no supone que su objetivo fuera la expulsión de los romanos por medios guerreros. 28. La resurrección no entra dentro de la investigación histórica sobre el Jesús de la historia; no es un invento repetible ni controlable. Pertenece al ámbito de la fe. 29. Las concepciones sobre Jesús que defiende la investigación independiente han sido ya publicadas en español, en libros o en Internet, con suficiente difusión para quien esté de veras interesado en no ignorarlas; tales ideas pueden ser leídas, discutidas, rebatidas, o confirmadas con argumentos sin necesidad de recurrir a otras lenguas. 30. La investigación independiente no se “saca nada de la manga”, sino que lo que hace son análisis de los textos del Nuevo Testamento, o del judaísmo de la época dentro del marco general proporcionado por el conocimiento del siglo I de la era común. Es evidente que las fuentes cristianas, o exteriores al cristianismo, y otros recursos para investigar la figura de Jesús están a disposición de todos; no hay información privilegiada, sino intelección apropiada o aventurada de las fuentes. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Jueves, 4 de Octubre 2018
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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