Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
A lo largo del siglo XX, diversos estudiosos (George Foot Moore, Samuel Sandmel, Charlotte Klein o Ed Sanders, entre otros) denunciaron repetidamente –a veces, expresando comprensible hartazgo– la existencia de prejuicios antijudíos en la exégesis y la teología cristianas (incluyendo a los autores más representativos de estas), y la caricaturización del judaísmo concomitante. En 2006, la estudiosa judía Amy-Jill Levine, en su libro The Misunderstood Jew (El judío malentendido) mostró cómo en las últimas décadas, exegetas y teólogos cristianos siguen caricaturizando el judaísmo de tiempos de Jesús (una magnitud, añadamos, en buena parte desconocida). Levine no se refiere a fundamentalistas ignorantes y cerriles o a teólogos dogmáticos ultramontanos, sino que pone ejemplos de retórica antijudía extraídos de las obras de gente considerada tan progresista como los teólogos de la liberación Gustavo Gutiérrez o Leonardo Boff, o de teólogas cristianas feministas. Como afirma Levine, “el mal de la interpretación antijudía bíblica y teológica es tan pernicioso, tan omnipresente, que afecta incluso a aquellos que buscan su erradicación […] el antijudaísmo es promovido incluso por las mejores instituciones, los teólogos más progresistas y los más sensibles de entre quienes trabajan por la justicia y la paz”. En una palabra, estamos hablando de un aspecto que forma parte del hardware cristiano. Hace algunas semanas, un conocido teólogo de nuestro país, con fama (según creo) de progresista –y cuyo nombre, dado que no voy a hacer un elogio ni una crítica individualizada, prefiero omitir–, dejaba constancia en una entrevista reflejada en las páginas de Religión Digital de las disputas entre cristianos católicos en la España contemporánea. El párrafo, refiriéndose a católicos conservadores que critican a otros, terminaba de esta guisa (literal): “En el fondo, reproducen hoy los mismos procedimientos y calumnias con que hace dos mil años otros amargaron la vida a Jesús de Nazaret... hasta asesinarlo.” Dado que las fuentes disponibles no nos dicen que los romanos “amargaran la vida” a Jesús de Nazaret (excepto, claro, en sus últimos momentos) y dado que no dice que lo calumniaran, pero dado que sí dicen que esto lo hicieron algunos de sus correligionarios, si la transcripción de la entrevista está bien hecha, nuestro teólogo parece estar efectuando una comparación de algunos cristianos contemporáneos con los adversarios judíos de Jesús. O sea, el teólogo en cuestión está afirmando que Jesús no solo fue “asesinado” (aunque el poder romano habría dicho que fue ejecutado por un crimen de lesa majestad: que si la pretensión de ser rey de los judíos, que si una intervención violenta en el Templo de Jerusalén en plena Pascua, que si las armas del grupo… ya saben), sino que fue asesinado por sus adversarios judíos. Ciertamente, se dirá, esto es lo que se espera que diga un teólogo cristiano –tanto más si es un eclesiástico–, pues no en vano los cristianos llevan un par de milenios distorsionando la historia de este triste modo. Y, en efecto, esto es lo que uno espera de un teólogo, por muy progresista que se declare (o los demás le declaren): que reproduzca los mitos fundamentales derivados de las Escrituras que juzga sagradas y que sostienen su visión del mundo, y la de aquellos que lo leen. Al mismo tiempo, sin embargo, es la propia intelligentsia cristiana la que no deja de presumir de haber sido alcanzada de lleno por la Ilustración, de saber qué es eso de la crítica histórica y las Tendenzen, y de haber dejado atrás los más burdos prejuicios antijudíos. El aserto del teólogo es tanto más elocuente, cuanto que no está escribiendo sobre el judaísmo explícitamente, y por tanto lo que sale de su boca es sin duda lo que realmente piensa (y lo que sabe que los suyos comparten con él) en el fondo de su corazón y de su cabeza. Tal vez el teólogo no quisiera decir lo que dijo, pero el caso es que es eso exactamente lo que dijo, perpetuando de este modo una de las distorsiones más repulsivas, aberrantes y deletéreas que debemos a la concepción cristiana del mundo, y que ha sembrado en este (y seguirá sembrando) inacabables males. Este es solo un ejemplo –entre los miles que podrían mencionarse- del antijudaísmo que forma parte del hardware cristiano, que sigue operativo hoy en día y que seguirá siéndolo, tal vez, durante siglos. Pero si esto lo hace un teólogo cultivado, que sin duda lee muchos libros, y al que hay que suponer una cierta inteligencia e incluso tal vez una cierta sensibilidad moral (digo “tal vez”, porque lamentablemente ambos valores no siempre van parejos), uno puede deducir fácilmente qué (no) harán los demás. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 30 de Noviembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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