CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
143-02 “Yo destruiré este Templo” (y II)


Hoy escribe Antonio Piñero


Como prometí, expresaré mi opinión sobre el libro cuyo resumen fidedigno procuramos presentar en la postal anterior. Mi primera idea es: me parece que en líneas generales el trabajo filológico de interpretación del pensamiento del evangelista Marcos es correcto. Está bien realizado metódicamente, los análisis de vocabulario y estructuras literarias, la comparación con el pensamiento del evangelista en el resto de su obra y el contraste con Mateo y Lucas van en la dirección correcta según el método ya bien desarrollado. En líneas generales creo que el lector puede estar seguro de que Biguzzi ha sabido entender bien a Marcos y exponérselo.

Segunda observación: como caerá en la cuenta el lector, el análisis de Biguzzi demuestra cuán paulina es la teología de Marcos. De modo indirecto queda reflejado en este estudio la verdad de nuestra idea desde siempre: los evangelios reflejan el pensamiento del apóstol Pablo sobre todo y no el del judeocristianismo jerusalemita de la Iglesia madre.

Tercera: Biguzzi no hace, salvo que se me haya escapado algo, ninguna observación acerca de la propiedad o no del pensamiento deL evangelista Marcos respecto a la imagen histórica de Jesús que se ha ido formando a través de dos siglos de estudios por medio de la crítica interna del evangelio mismo y de la comparación con los demás escritos paralelos. Y como en este blog nos interesa más la historia que la pura teología –sin desdeñar esta, por supuesto-, nos parece de nuevo que no debería ser lo mismo para un creyente, -no debería serle indiferente- el que el Jesús de la historia fuera de una manera o de otra.

Cuarta: opino que la interpretación radical de Marcos, a saber que Jesús subió a Jerusalén y al Templo para anunciar su destrucción y sustitución por una adoración espiritual (oración más fe) no se corresponde en absoluto con el pensamiento del Jesús histórico. Tampoco la idea de que “Jesús se enfrentó positivamente al judaísmo”, globalmente, para superarlo. Tampoco me parece conforme a la historia y la investigación esta interpretación. Será la propia del evangelista Marcos…, pero hay que avisar al lector de que es una opinión no procedente con otros datos sobre que él mismo ofrece.

Un creyente del siglo XXI debe ser consciente de que esta imagen marcana de Jesús y la interpretación de sus intenciones es pura teología exegética del propio evangelista. Éste, a partir de hechos y dichos de Jesús que él mismo transmite, ofrece una interpretación que luego continúa durante siglos, hasta hoy. Pienso que si el creyente quiere pautar su vida conforme a esta teología, además de las modificaciones que él mismo introduce para formarse así también su imagen propia de Jesús, pues… allá cada uno. Es esta una queja repetida contra los historiadores críticos.

Otra crítica (en quinto lugar): Biguzzi insiste en exceso en la primera parte de la sentencia de Jesús “Yo destruiré este Templo…”, que entiende de un modo material, una destrucción material por obra de los romanos como agentes punitivos de la divinidad, y apenas habla de la segunda parte de la sentencia, repetida en varios testimonios “Y construiré otro (Templo) no hecho por mano de hombres”.

Aparte de no insistir apenas en esta segunda parte, Biguzzi interpreta que Marcos lo entiende en un sentido puramente espiritual. Es decir: la primera parte tiene un sentido material y la segunda parte del mismo discurso, sin cambio alguno, ¡tiene un sentido espiritual! Puede que así sea para un hombre moderno, pero no para un profeta apocalíptico del siglo I de nuestra era.

Jamás dice Biguzzi que el Jesús histórico, como buen apocalíptico judío, nunca lo entendió así. Tanto Jesús, como otros profetas desde Ezequiel, profetizaron una destrucción del Templo con la idea de que Dios habría de construir otro milagrosamente. Por tanto, la segunda parte “Construiré otro no hecho con mano de hombres” no significa un templo espiritual, en el interior de los corazones (según Biguzzi literalmente “una economía salvífica no hecha por manos humanas” p. 187), sino un templo material, visible, palpable, etc., pero construido en la tierra milagrosamente por Dios.

Esta noción del Templo no construido por manos humanas va unida a la instauración del Reino de Dios y en el mismo sentido. El Reino futuro será material/espiritual, será instituido milagrosamente por Dios, pero es un Reino en la tierra de Israel, palpable y sensible. Igualmente, el nuevo templo del final de los tiempos.

Sexta: otra crítica que hago al libro es la suposición de la mayoría de los intérpretes –Biguzzi entre ellos- de que los profetas posteriores al exilio babilónico, sobre todo el Deuteroisaías, predicaron un universalismo igual o muy parecido al que el evangelista Marcos atribuye a Jesús, o bien el Biguzzi cree leer en este evangelio aunque lo analice seriamente. Y creo que no es así. Ese “universalismo” que postulan los profetas cinco siglos antes de Jesús no es tal como lo entendemos hoy, ni mucho menos.

Se trata de un “universalismo”…, pero después de que Israel haya vencido en la batalla escatológica, con la ayuda de Dios a su pueblo elegido, a todas las naciones. Estas, derrotadas, reflexionan y aceptan como Dios a Yahvé, aunque sin convertirse naturalmente al judaísmo; se trata de una aceptación de respeto, más que de corazón, por parte de los demás pueblos de la tierra, vencidos, ya que no hay una entrega total al Dios judío.

Por ejemplo, se suele decir: el profeta Isaías dice que el Templo se abre a los sacrificios de los paganos. Es cierto; pero ello no significa universalismo alguno como se entiende hoy. También Julio César e incluso Augusto pagaron para que se hicieran sacrificios en su beneficio ante la divinidad judía. Eso no significaba ningún universalismo de apertura de la fe judía a los paganos.

Igualmente puede decirse del Templo como la “casa de oración para todos”, incluidos los paganos. Evidentemente esto era un desideratum en tiempos en los que Israel estaba históricamente controlado por el Imperio persa, pues suponía que se declaraba un cierto respeto por la religión judía…, pero no significaba de ningún modo tampoco un universalismo en el sentido de una apertura de una religión –que era esencialmente étnica- a todos los pueblos. Significaba que los pueblos podrían ir a rezar sin retraerse de ningún modo a lo que más tarde habría de ser el atrio de los gentiles. Nunca se dio otro "universalismo" en el judaísmo…, y los tímidos intentos en ese sentido fueron cortados de raíz por la Revolución Macabea.

Por tanto creo que el universalismo que Marcos cree ver en la figura del Jesús histórico que él dice dibujar en su evangelio en esas acciones de Jesús para quebrar y superar, presuntamente, la religión judía, no se corresponden a la realidad histórica qe él mismo indirectamente ofrece. Creo que Biguzzi debía manifestárselo al lector. Más bien parece asentir a la visión marcana.

Así pues, en síntesis, creo que Biguzzi es un buen intérprete de Marcos, es un buen ejemplo de “historia de la redacción”, pero pienso que debería haber sido más sincero con el lector moderno. Si no se dice nada, opino que la inmensa mayoría de los lectores, al leer este libro piensa que así pensaba el Jesús histórico realmente. Y no es así, en opinión de muchísimos historiadores. Es como Marcos dice que hay que interpretar a Jesús, lo cual es diferente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com



Miércoles, 26 de Mayo 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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