CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Dos obras habitualmente poco leídas por quienes se interesan por los orígenes del cristianismo ofrecen novedades de consideración sobre lo que supuso la Ley, las Leyes, de Dios. Colosenses y Efesios, cartas falsamente atribuidas a Pablo, en realidad de sus seguidores, son el tema de hoy.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


094.La Ley de Dios (5): la visión de los herederos de Pablo.
"Silla de Moisés", réplica de la hallada en la sinagoga de Korazim. Fotografía del autor.

Colosenses, escrita tras la muerte de Pablo, posiblemente poco después del año 80, resulta ser una carta muy importante por varios aspectos. El que nos interesa hoy, cómo concibió la Ley de Dios, o qué Ley de Dios quiso aceptar, si la mosaica o la reducida a los mandamientos, revela sorpresas.

Podemos decir una primera idea fácil: no aparece la palabra Ley (nómos) en la carta. La Ley como concepto y nombre, por tanto, no merece ser nombrada. Es más, deja de ser un elemento cósmico, universal, de intervención divina para mejorar el mundo. Ya sólo hay un elemento de tal categoría: Jesús, que es convertido en pacificador de cielo y tierra (Col 1, 20). El autor, el grupo que lo respalda, acaba imputándole algunos de los valores que Pablo había atribuido a la Ley de Moisés.

La omisión de la Ley parece ser más que casual: podemos pensar que el autor fue completamente consciente de su olvido. La razón para esta certidumbre es que sí se alude a la Ley de Moisés, es decir, es aludida pero no mencionada. La alusión es doble, en un caso, como decíamos, con la transferencia de sus poderes hacia Jesús considerado Cristo: “gracias al cual (Cristo) habéis sido también circuncidados con una circuncisión no hecha por manos humanas con el despojo de un miembro de la carne, sino con la circuncisión de Cristo”.

El paso dado respecto a lo que las comunidades gentiles habían oído de Pablo es notorio. En Rom 3, 30 el de Tarso dijo: “pues no hay más que un solo dios. El que absolverá a los circuncisos per medio de la fe y a los incircuncisos a través de la fe”. En Rom 15, 8 escribió: “Pues afirmo que el Ungido se hizo ministro de la circuncisión por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres”, sentencia que deja claro el papel subordinado de Jesús atendiendo a las promesas hechas a los padres, que obviamente eran los padres del pueblo hebreo.
En Colosenses sí hay alusión a la Ley, indirecta, a propósito de las famosas reconvenciones hechas por los integrantes del grupo de Jerusalén años antes. En Col 2, 16-17: “que nadie os condene por lo relacionado con comida y bebida o fiestas, novilunios o sábados. Estas cosas son sombra de futuro, pero el presente es el cuerpo de Cristo”. Queda eliminada la importancia de la Ley de Moisés, derogada su vigencia para la vida cotidiana. Y hay una posible alusión a una idea griega muy pesimista sobre el género humano en general, una posible alusión a una frase del poeta Píndaro, que en el siglo V a. C. escribió: “el hombre es el sueño de una sombra” (Píndaro, Pítica 8, 95). Si el futuro no existe, ¿cómo va a proyectar sombra? La irrealidad absoluta es lo que se atribuye a la Ley de Moisés.

Se puede deducir que los grupos gentiles de seguidores de Yahvé como único dios, creyentes en Jesús como desencadenante de un cambio total en el discurrir de los tiempos y el mundo, para los años 80-85 ya habían empezado a caminar por sendas intelectuales que a Pablo no le hubieran gustado demasiado. Ya se les hacía conveniente incluso no nombrar una idea vital para su maestro.

Efesios. Esta carta, normalmente asociada por la investigación moderna a Colosenses y también considerada como falsamente atribuida a Pablo, ofrece una perspectiva parcialmente distinta sobre la Ley. Si bien en muchos aspectos sigue las líneas de la primera, al hablar de la Ley de Moisés ofrece unas reflexiones que pueden estar más cerca de Pablo que de Colosenses. El núcleo que nos interesa es Ef 2, 11-21 (Traducción tomada de Los libros del Nuevo Testamento, pp. 1190-1):

11 Por ello, recordad que en otro tiempo erais gentiles según la carne, llamados prepucio por la que se llama circuncisión, hecha a mano en la carne. 12 Estabais en aquel tiempo lejos de Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora, en Cristo Jesús, los que en otro tiempo estabais lejos os habéis situado cerca por la sangre de Cristo. 14 Pues él es nuestra paz, el que ha hecho de dos pueblos uno solo y ha derribado la pared medianera que los separaba, borrando con su carne la enemistad. 15 Abolió la ley de los mandamientos con sus decretos para crear en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo haciendo la paz, 16 y para reconciliar con Dios a los dos en un solo cuerpo por la cruz; ha matado en sí mismo la enemistad. 17 Cuando vino, os anunció la paz a los que estabais lejos y también a los que estaban cerca. 18 Porque por medio de él tenemos unos y otros el acceso al Padre en un solo Espíritu. 19 En consecuencia, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois conciudadanos de los santos y familiares de Dios, 20 edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, del que Cristo Jesús es la piedra angular. 21 Construida sobre él toda la edificación, crece hasta convertirse en un templo santo en el Señor. Sobre él también estáis edificados vosotros para ser morada de Dios en el Espíritu.

El autor de Efesios, como se puede apreciar, quería recordar una “historia común” con los judíos. Intentaba repetir los argumentos de Pablo para hacer ver que no se trataba de un olvido completo del mundo judío, de una innecesaria memoria de un pasado que no debía ofrecer sombras de futuro. El texto buscaba incidir en lo explicado en Romanos a lo largo de todo su texto: dos antiguos pueblos, con sus peculiaridades raciales, convertidos en un solo pueblo.

Pero el texto habla de la abolición de la Ley de los mandamientos (ton nómon tôn entolôn), que no es la de los simples diez mandamientos sino la de los 613 preceptos, es decir, la de Moisés. Y es de tener en cuenta que se hable de que Jesús la abolió, es decir, que no mantuvo para unos una ley y para otros otra, que dejó de ser ministro de la Ley para convertirse en quien superaba la Ley. Además, esta frase está precedida y continuada por sendas menciones a la paz, lo cual debería precisar el contexto previo de disputas con Jerusalén y la consecuente paz “alcanzada” tras la primera guerra contra Roma, la destrucción del templo de Jerusalén y la reconstrucción del judaísmo tras estos hechos. Esto permite al menos considerar que el autor pensaba en la actitud judía como superada en la historia universal por la actitud ofrecida por los gentiles que permitían el avance de la nueva noticia. La idea de un Jesús pacificador respondería también a los hechos históricos recientes.

Jesús habría sido convertido, también para el autor y la comunidad destinataria de Efesios, en la culminación de la historia, como muestran los últimos versículos, en los que se desarrolla la idea de edificio convertido en templo, un edificio convertido en templo por obra del venerado Jesús Cristo (en hô en griego con valor de causa o medio). Es Jesús el autor de la paz universal, es Jesús el autor de la unidad de los hijos de Dios.
Para resumir, estas dos cartas, escritas entre los años 80-90, ofrecen ideas sobre la Ley de Moisés que el “padre” de estas comunidades nunca hubiera mantenido. Según avanzamos hacia el año 100, estamos más cerca de ver constituido y consolidado el cristianismo.

Saludos cordiales.
 

Domingo, 19 de Febrero 2023


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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