Un milagro de la Ermita-Santuario de San Tirso y San Bernabé (Merindad de Sotoscueva). Foto de M. J. Valiño.
Podemos distinguir al menos dos detalles en la tradición milagrosa cristiana. Uno de ellos es la pronta aparición de semejanzas entre los héroes paganos y los santos cristianos, por ejemplo, una pareja de santos que curiosamente es muy similar a lo que la tradición clásica afirmaba sobre los médicos más famosos de la mitología. Cosme y Damián eran dos gemelos médicos nacidos de padres cristianos y fechados en el s. III. Ejercieron la medicina en Cilicia, concretamente en Egea (moderna Ayas), incluso se dice que gratuitamente. Si sus saberes no alcanzaban, su fe en Dios les otorgaba el plus sanador necesario, al punto que lograron convertir a numerosos paganos. Su muerte ocurrió durante la persecución de Diocleciano: fueron apresados junto a sus tres hermanos menores y sometidos a tortura, lapidación, crucifixión, pero de todo ello salieron vivos. Finalmente, se decretó su decapitación, cosa que, al parecer, sí fue efectiva.
La leyenda sobre estos mártires no sólo incluye el milagro de su persistente resistencia a los tormentos. Resulta muy interesante observar cómo, una vez muertos, actuaron como lo hacía otro médico inmortal, Asclepio, que durante el sueño realizaba la curación o inspiraba el remedio. Así, el milagro más conocido de estos santos quizá sea la curación de una pierna afectada de isquemia crítica. El diácono Justiniano, adscrito a la basílica en Roma de estos santos, sufría de peligrosa gangrena en una de sus piernas. Durante una noche, tras mucho rezar a los hermanos,
éstos se le aparecieron en un sueño discutiendo cómo curar el problema. Decidieron amputar y después sustituir la pierna con una de un etíope recientemente muerto que “ya no iba a necesitar la suya”. Al despertar, el diácono se sintió restablecido y comprobó que su mal ya había desaparecido de su cuerpo.
La similitud con el milagro de Asclepio que mencioné en el post 049 es grande. Y más lo es el hecho que los santos fueran hermanos, como los míticos Macaón y Podalirio, que en la Ilíada aparecen como los médicos del ejército griego. La curación más conocida de éstos es la que lograron para Filoctetes, uno de los caudillos griegos que, durante el viaje a Troya, fue mordido por una serpiente en la isla de Ténedos. El incidente le produjo una horrible infección putrefacta y maloliente que llevó a sus compañeros a dejarlo abandonado en la isla. Cuando, de resultas de un oráculo, Filoctetes fue llevado a Troya para conquistar la ciudad, los hermanos lo curaron de esa especie de gangrena.
El segundo detalle interesante de la tradición cristiana sobre santos milagreros (en realidad casi todos), es la existencia de muchos santuarios de los mismos que celebran las extraordinarias curaciones: mediante pintura, esculturas y poemas que relatan (a veces en forma de precedente de los cómics modernos) la historia de esas curaciones, costumbre que tenemos perfectamente registrada en Epidauro, donde Asclepio inspiraba durante los sueños la curación. Un ejemplo entre muchos es la imagen que encabeza este post, tomada en el
santuario de San Tirso y San Bernabé en las cuevas de Ojo-Guareña. El techo de la cueva y las paredes desde cierta altura están cubiertos de frescos que representan milagros ayudados de poemas para explicación de las imágenes.
Sobre el particular de los milagros, en esta ocasión ligados a la figura de Jesús de Nazaret, he aquí un enlace a una entrevista que me hizo Gabriel Andrade unos meses atrás:
https://www.youtube.com/watch?v=oLi5z89f4XQ Saludos cordiales