Base de la columna de Antonino Pío con la apoteosis del emperador y su mujer Faustina. Tomado de
Wikipedia.
Para comenzar a tratar el tema de la secular veneración cristiana por los santos de la Iglesia, quizá sea interesante fijarse en algunas características que, unidas a los comentarios de las últimas entregas, basarán una correcta comprensión de los hechos.
La creencia en una relación especial entre los difuntos y las divinidades conoció una variante de sumo interés en el caso de los emperadores romanos. No todos, por supuesto, ya que algunos reinaron poco o lo hicieron demasiado cruelmente. El caso es que la costumbre de reverenciar al emperador muerto, e incluso considerar que había ascendido al Olimpo, hunde sus raíces en la más tradicional religión de la Roma Republicana.
Los datos que los antiguos romanos de los siglos III-I antes de nuestra era recopilaron son para nosotros de inmenso valor. Entre ellos destaca, para nuestro actual tema, el concepto que tuvieron de
genius. El
genius era en principio una fuerza intermedia entre humanos y divinidades que, asociada a la tendencia natural a procrear (
genius-genética) debía proteger la continuidad vital de la estirpe de cada varón. Se trataba de un ser que amparaba el impulso por dejar descendencia y al propio varón, de manera que era su salvaguarda para cumplir con la fuerza de la estirpe.. Además, era individual, pues cada varón tendría a su lado a un
genius. Las mujeres, por el contrario, disfrutaban en común del amparo que les proporcionaba la diosa Juno.
Este genius aparece en la mitología y el arte romanos de muchas maneras. Está asociado a la felicidad de la casa,
felicitas que tenía un sentido mucho más cercano a nuestro español “estar de buen año” (es decir, tener prosperidad evidente) que a la idea de vivir en un estado de permanente alegría. La alegría sería la consecuencia de la felicidad, no la felicidad misma. El
genius, por tanto, funcionaba como un favorecedor de las familias formadas por cada varón. Es esa función aparece en varios frescos de
Pompeya y Herculano en los que se muestra a dicho
genius como una serpiente que, enroscada en el altar que venera la familia, hace crecer la hierba que simbolizaba la prosperidad de la economía agrícola.
En cuanto al caso de los emperadores, este culto se desarrolló en varias facetas:
Por una parte, se veneraba en vida el
genius del emperador para que protegiera a éste y le permitiera gobernar a su pueblo de la mejor manera posible. En algunas ocasiones la imagen del
genius del emperador aparecía en monedas asociada a la leyenda FELICITAS.
Además, ese
genius podía asociarse también a figuras divinas concretas, caso de algunas monedas que representan el
genius como un joven desnudo observando la cabeza del dios Serapis, divinidad asociada a los difuntos y a la productividad de los campos. Esta
moneda de Licinio es un ejemplo.
En otros casos, sin embargo, la imagen se prefirió una más potente: para conmemorar el buen reinado de Antonio Pío se dedicó un obelisco cuya base mostraba a éste y a su esposa Faustina ascendiendo hacia el Olimpo sobre la espalda del
genius del emperador. Desde allí, y acompañando a los dioses sempiternos, el difunto mandatario podría seguir interviniendo en favor de su pueblo.
Para terminar, un enlace con la entrevista que, sobre los orígenes de la veneración a María, me hizo Gabriel Andrade:
https://www.youtube.com/watch?v=eEod-WZ8iWE Saludos cordiales.