Bitácora
Violación de alta complejidad
José Rodríguez Elizondo
Los machistas suelen acusar a las mujeres violadas cuando las violan. Dicen que provocan los siniestros con sus faldas cortas, sus escotes largos o por reirse en la fila. Indignante, sin duda, pero… no hay que excluir que alguna vez suceda. Por eso las leyes penales obligan a investigar cada caso, para determinar si hay atenuantes de responsabilidad.
Algo como eso olvidó Michelle Bachelet, en su primera declaración sobre el fulgurante conflicto colombo-ecuatoriano. Sólo aludió a la frontera violada, sin mentar los “santuarios” de las FARC colombianas, ni el provocativo intervencionismo de Hugo Chávez. A esa altura, ya se sabía de 47 campamentos en tierra ecuatoriana y del apoyo militante de Chávez a esos guerrilleros que secuestran personas y colaboran con el narcotráfico (y que, agreguemos, no necesitan santuarios para circular por Venezuela).
Luego el canciller Alejandro Foxley matizó. Tras consultas con su colega de Brasil, convocó a investigar los hechos. En definitiva, reconoció la necesidad de incorporar al debate el rechazo a los santuarios, más la condena al terrorismo y el secuestro. Todo con la tácita advertencia a Chávez de que “este asunto corresponde en estricto rigor a Ecuador y Colombia”.
Así, aunque entre la OEA y el Grupo de Río lograron desactivar el conflicto, quedó claro el peligroso carácter que hoy tiene la petroinfluencia del líder venezolano. Si logró que Nicaragua rompiera con Colombia, sin que haya fronteras de por medio, es de imaginar los estropicios que podría inducir en nuestro propio vecindario.
Es que, en su “fuga hacia adelante”, Chávez parece creer que la guerra entre terceros países es la etapa superior del foco guerrillero castrista. Tal vez por eso sacó su insultadera portátil (“criminal de guerra” llamó a Alvaro Uribe), rompió relaciones con Colombia y, cual Mambrú contemporáneo, ordenó ¡por televisión! la marcha de sus tropas a la frontera con ese país.
Con ello bloqueó una solución inmediata, dejó a sus propios generales con la boca abierta y al Presidente de Ecuador Rafael Correa sin piso. De hecho, lo zambulló en la intransigencia patriótica, para no aparecer como “blando” en su propio país. Sin ese intrusismo, José Miguel Insulza habría podido abuenar a ambos contrincantes al segundo día.
Por lo señalado, nunca estuvimos ante un “monstruoso crimen del imperialismo (…) contra hombres que dormían”, según reflexión de Fidel Castro. El horno regional no está para esas engañifas de guerra fría. Todos debiéramos imaginar lo ingrato que sería tener una guerrilla interna secuestrante, narcoprotectora y mimada por los gobiernos vecinos.
O el estupor que nos provocaría el que jefes de Estado como Nicolás Sarkozy esgriman la “coartada humanitaria”, para legitimar relaciones cordiales con los secuestradores y participar en los shows mediáticos de Chávez.
En síntesis, tanto la complejidad del caso como su lado farsesco, obligan a organizar las fuerzas de la paz, exigir la liberación incondicional de los secuestrados, ratificar los compromisos democráticos y nunca más hacer la vista gorda ante las FARC.
Para Chile, esto ratifica que nuestra actual relación con Ecuador no puede reducirse a la búsqueda de apoyo ante la demanda del Perú en La Haya (La Tercera, 5.3.08). Bachelet tendrá que conversar largo con su colega Correa, sobre el origen y las secuelas del conflicto. Brindarle un pecho fraterno supone ayudarlo a ampliar su margen de autonomía respecto a Chávez. Por su responsabilidad de gobernante democrático, él no debe seguir pisando los palitos que le están colocando bajo los pies.
Publicado en La Tercera el 9.3.08.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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