Bitácora
UNA PIZCA DE PENSAMIENTO CRÍTICO, POR FAVOR
José Rodríguez Elizondo
La demanda de Bolivia contra Chile tiene aristas coyunturales de carácter jurídico, pero también tiene aristas de interés doctrinario permanente. Po ejemplo, ha hecho claridad sobre los límites del Derecho, en los conflictos en que se disputa soberanía y sobre el rol que deben cumplir la diplomacia de negociación y la disuasión defensiva. En ese contexto ha surgido una importante polémica pública sobre el talante "salomónico" de la Corte Internacional de Justicia, que no garantizaría fallos "en estricto derecho" y sobre la necesidad de desvincularse del Pacto de Bogotá. Importa consignar que este tipo de debates antes sólo se dan en el secreto de las oficinas ministeriales.
Publicado en El Libero 25.9.2018
Se abriga en las cancillerías la ilusión de creer que no existen más derechos para las naciones que aquellos que los tratados les confieren.
Jules Cambon
Jules Cambon
En vísperas del fallo, los jueces de la Haya desempolvan sus pelucas, altos funcionarios chilenos elogian nuestra “sólida posición jurídica” y el énfasis en el deber ser legal vuelve a dejar en la penumbra al ser de la realidad.
Esa realidad, como todas, está hecha de matices. Quien entiende de política no cree que Evo Morales pensara, en algún momento, arrebatarnos territorio mediante una demanda judicial. Si sabe de leyes, entiende que nuestra concepción del derecho internacional no es idéntica a la de los quince jueces de La Haya. Además, si sospecha de estrategia, no subestima el apoyo que suscita la causa de Bolivia en otros países y personalidades, contrastado con la simple neutralidad que manifiestan hacia Chile.
Morales es tosco, pero no vive en una nube. Lo que quiere es seguir avanzando en una estrategia de mediano y largo plazo, bajo cobertura jurídica, para crear las condiciones que un mal día le permitan obtener territorio chileno, con una correlación de fuerzas a su favor y sin el costo de un encontronazo. Es una variable de lo que se conoce como "aproximación indirecta" y, obviamente, es indisociable de su ambición de perpetuarse en el poder.
EL DEBATE QUE NO FUE
Por eso, algunos advertimos (“oportunamente”) que si ya existía una decisión política de no ceder un centímetro de territorio a Bolivia, había que proyectarse más allá de la coyuntura. Esto implicaba no someter esa decisión a una Corte que podía mediatizarla. Además, había base jurídica para ello. Desgraciadamente, no se abrió debate al respecto, se optó por recusar la competencia de la Corte desde dentro, mediante excepciones preliminares… y ya sabemos cómo nos fue.
Pero, como el juridicismo es inmune a la realidad, pronto se dijo que la Corte nos hizo un favor al darnos en la cabeza, pues había acotado la demanda boliviana al solo trámite de negociar “sin comprometer resultado”. En lo sucesivo, Morales tendría claro que los jueces no podían endosarle territorio chileno. Habíamos ganado de carambola.
Sin embargo, aquello era too much e indujo un brote de pensamiento crítico en el alma nacional. Calificados diplomáticos aludieron a lo equívoco de llamar “Política exterior de Estado” a aplicaciones que nacen sin debate conocido. Otros recordaron que había distintas alternativas de solución pacífica en la Carta de la ONU. Incluso surgió una opinión multidisciplinaria y transversal pidiendo el retiro del Pacto de Bogotá, que tan funcional ha sido para entramparnos en el juridicismo.
Con buen criterio, el canciller Roberto Ampuero no ha descalificado esa opinión y ha manifestado, sugerente, que Chile no está disponible para “nuevas concesiones ni imposiciones”. El presidente Sebastián Piñera, por su parte, ya no reduce la defensa de Chile al solo factor legal. Hoy, está hablando de “la fuerza de la historia y la fuerza del derecho”… y no elude hacerse cargo de la agresividad de Morales.
LEONES SORDOS
Con todo, aún quedan leones sordos y autocomplacientes. Funcionarios que, según el análisis de Max Weber, configuran “una administración de sesiones secretas, que oculta a toda crítica sus conocimientos y acciones”. Desde ese refugio, ignoran el arte de la diplomacia, niegan con acritud la desviación juridicista -reconocida por nuestros historiadores mayores- y mutan en proezas los errores que nos encadenan desde 1949. Son quienes sostenían, en 2002, que Chile “no reconoce controversia jurídica alguna con el Perú”, para terminar diciendo que “la controversia con el Perú es estrictamente jurídica”.
Con base en lo señalado y como irreductible aficionado a los pronósticos, termino con el siguiente:
Si la Corte comete el despropósito de obligarnos a negociar, Morales embandera Bolivia y nosotros iniciaremos un debate, muy inoportuno, sobre quienes tuvieron la culpa. Por esa vía seguiremos soslayando el debate de fondo, que es el de potenciar nuestra Cancillería al nivel que exigen nuestra historia, nuestra geografía y nuestra seguridad. Es decir, seguiremos ignorando la advertencia de ese sabio amigo que fue Luciano Tomassini, para quien “en el mundo actual, un país que ahorre en política exterior está expuesto casi con certeza a incurrir en grandes pérdidas y a desperdiciar muchos beneficios”.
Es nuestra gran asignatura pendiente. Para asumirla hace falta una fuerte dosis de unidad nacional y transversal, una pizca de pensamiento crítico y muchas gotas de humildad.
Esa realidad, como todas, está hecha de matices. Quien entiende de política no cree que Evo Morales pensara, en algún momento, arrebatarnos territorio mediante una demanda judicial. Si sabe de leyes, entiende que nuestra concepción del derecho internacional no es idéntica a la de los quince jueces de La Haya. Además, si sospecha de estrategia, no subestima el apoyo que suscita la causa de Bolivia en otros países y personalidades, contrastado con la simple neutralidad que manifiestan hacia Chile.
Morales es tosco, pero no vive en una nube. Lo que quiere es seguir avanzando en una estrategia de mediano y largo plazo, bajo cobertura jurídica, para crear las condiciones que un mal día le permitan obtener territorio chileno, con una correlación de fuerzas a su favor y sin el costo de un encontronazo. Es una variable de lo que se conoce como "aproximación indirecta" y, obviamente, es indisociable de su ambición de perpetuarse en el poder.
EL DEBATE QUE NO FUE
Por eso, algunos advertimos (“oportunamente”) que si ya existía una decisión política de no ceder un centímetro de territorio a Bolivia, había que proyectarse más allá de la coyuntura. Esto implicaba no someter esa decisión a una Corte que podía mediatizarla. Además, había base jurídica para ello. Desgraciadamente, no se abrió debate al respecto, se optó por recusar la competencia de la Corte desde dentro, mediante excepciones preliminares… y ya sabemos cómo nos fue.
Pero, como el juridicismo es inmune a la realidad, pronto se dijo que la Corte nos hizo un favor al darnos en la cabeza, pues había acotado la demanda boliviana al solo trámite de negociar “sin comprometer resultado”. En lo sucesivo, Morales tendría claro que los jueces no podían endosarle territorio chileno. Habíamos ganado de carambola.
Sin embargo, aquello era too much e indujo un brote de pensamiento crítico en el alma nacional. Calificados diplomáticos aludieron a lo equívoco de llamar “Política exterior de Estado” a aplicaciones que nacen sin debate conocido. Otros recordaron que había distintas alternativas de solución pacífica en la Carta de la ONU. Incluso surgió una opinión multidisciplinaria y transversal pidiendo el retiro del Pacto de Bogotá, que tan funcional ha sido para entramparnos en el juridicismo.
Con buen criterio, el canciller Roberto Ampuero no ha descalificado esa opinión y ha manifestado, sugerente, que Chile no está disponible para “nuevas concesiones ni imposiciones”. El presidente Sebastián Piñera, por su parte, ya no reduce la defensa de Chile al solo factor legal. Hoy, está hablando de “la fuerza de la historia y la fuerza del derecho”… y no elude hacerse cargo de la agresividad de Morales.
LEONES SORDOS
Con todo, aún quedan leones sordos y autocomplacientes. Funcionarios que, según el análisis de Max Weber, configuran “una administración de sesiones secretas, que oculta a toda crítica sus conocimientos y acciones”. Desde ese refugio, ignoran el arte de la diplomacia, niegan con acritud la desviación juridicista -reconocida por nuestros historiadores mayores- y mutan en proezas los errores que nos encadenan desde 1949. Son quienes sostenían, en 2002, que Chile “no reconoce controversia jurídica alguna con el Perú”, para terminar diciendo que “la controversia con el Perú es estrictamente jurídica”.
Con base en lo señalado y como irreductible aficionado a los pronósticos, termino con el siguiente:
Si la Corte comete el despropósito de obligarnos a negociar, Morales embandera Bolivia y nosotros iniciaremos un debate, muy inoportuno, sobre quienes tuvieron la culpa. Por esa vía seguiremos soslayando el debate de fondo, que es el de potenciar nuestra Cancillería al nivel que exigen nuestra historia, nuestra geografía y nuestra seguridad. Es decir, seguiremos ignorando la advertencia de ese sabio amigo que fue Luciano Tomassini, para quien “en el mundo actual, un país que ahorre en política exterior está expuesto casi con certeza a incurrir en grandes pérdidas y a desperdiciar muchos beneficios”.
Es nuestra gran asignatura pendiente. Para asumirla hace falta una fuerte dosis de unidad nacional y transversal, una pizca de pensamiento crítico y muchas gotas de humildad.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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