CONO SUR: J. R. Elizondo

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Triste éxito de los hermanos Castro José Rodríguez Elizondo

Este texto, publicado en el diario chileno La Tercera del 25.2.10, fue escrito cuando en Cuba agonizaba el albañil Orlando Zapata y su dramática huelga de hambre no era (aún) noticia mundial. Creo que, tras la culminación de esa protesta terrible contra el régimen, difícil sería producir una prueba más contundente de mi diagnóstico final. JRE



Raúl Castro cumplió ayer el equivalente a medio período presidencial chileno. Durante ese lapso mantuvo incólume la estructura de esa empresa semisecular y de conservación total, conocida –vaya paradoja- como Revolución Cubana.

Tamaño éxito es un bofetón para quienes lo soñaron como el líder pragmático de la coyuntura. Uno que supo esperar décadas, para iniciar la transición hacia la democracia; el que comenzó por la comunicación social restrictivamente liberada; quien, para ese efecto, abrió a los cubanos el mundo de los celulares, computadores personales e internet (previo pago en dólares, negros o no); de yapa, quien les permitió acceder a los grandes hoteles, antes reservados a los “burgueses”, donde podían colgarse del Wi Fi. La corajuda bloguera Yoani Sánchez ya no estaría más sola.

Raúl no fue ese hombre del destino. La pirámide sociopolítica de Cuba, compuesta por una base sin opciones, una gerontocracia coral al medio y un dios discapacitado en la cúpula, sólo admitía “engañitos” para mejor administrar el congelamiento. Esto quedó clarísimo cuando el Hermano Máximo indujo la purga de una docena de jerarquitas, que ejercían la mofa crítica. Entonces hicimos, desde esta columna, una observación para politólogos: en Cuba había “una falsa dualidad de poder, donde el poder viejo no quiere desaparecer y el menos viejo no quiere asomar nariz”.

Por otra parte, estos dos años confirmaron a Fidel Castro como el más importante dictador que haya parido la región. Desde 2008, en silla de ruedas, con chandal y zapatillas Adidas, ha demostrado que no necesita uniforme ni títulos para seguir dominando. Le basta dictar textos que llevan como epígrafe “Reflexiones del compañero Fidel”, para que los jefes subalternos sepan cómo deben pensar. Si durante los años guerrilleros sus huestes gritaban “comandante en jefe, ordene”, hoy podrían gritar “comandante en jefe, reflexione”.

Por lo mismo, es impensable que Fidel anciano autorice cambios sustanciales. Su inmutabilidad ahora dejó “pagando” a José Miguel Insulza, Barak Obama y todos quienes, de buena fe, buscaron allanar a Cuba el retorno a la sociabilidad hemisférica. El jamás se comprometerá con la Carta Democrática Interamericana.

Tampoco cambió su incombustible aversión política hacia los gobernantes democráticos de Chile. Eduardo Frei Montalva fue, para él, un falsario que prometió revolución sin sangre y dio sangre sin revolución. Respecto a Salvador Allende siguió una estrategia indirecta, de socavamiento ideológico, para “demostrar” lo inviable de su vía revolucionaria sin armas. A Ricardo Lagos le disparó de mampuesto, a través de Chávez, denostándolo como falso socialista. Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, advertidos, supieron mantenerlo a raya. En cuanto a Michelle Bachelet, fresca está la crueldad con que destruyó su idea romántica sobre el Fidel de la Sierra Maestra.

En definitiva, el otoñal patriarca ni transita ni permite transitar, a Raúl ni a nadie, pues es consecuente con su divina inmovilidad. Su inevitable antiéxito será, entonces, compartir espacio histórico no con nuestros dictadores subdesarrollados, sino con los dictadores máximos de las sociedades desarrolladas. Esos que, mezclando autismo con megalomanía, identificaron su destino personal con el de sus naciones, para desgracia de la humanidad.

Por eso, Raúl pudo suspender la pena de muerte, pero no ha podido suspender la muerte en vida. En Cuba, ésta sigue estando en otra parte.

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 28 de Febrero 2010



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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