Bitácora
IN MEMORIAM
El día que Gabriel Valdés nació, Dios estaba de buenas a nivel universo. Por eso, dijo a su arcángel mayor que el recién nacido sería tocayo suyo (del arcángel) y tendría dotación completa. Esto significaba, entre otros rubros, cultura para saber, inteligencia para discernir, generosidad para admirar, sensibilidad para incluir, sentido del arte para disfrutar, elocuencia para convencer, coraje para enfrentar a los malos, elegancia para ennoblecer a los buenos y una piel de rinoceronte contra los chaqueteros. Paralelamente, le diseñó un entorno familiar Premium, con una esposa troncal (un“cable a tierra”, dijo, con celestial ironía), una hija muy hermosa, un hijo muy musical y otro hijo canciller.
Hablando en plural, según vieja costumbre, el Supremo se adelantó a la observación que el arcángel tenía en la punta de la lengua: “También le daremos la virtud del equilibrio, para que no se nos especialice”. Es decir, explicó, “para que nunca se crea el mejor en todo y quiera ser cantante, actor de cine o santo, que para lo último ya tenemos a su hermano Maximiano”. Sintetizó diciendo que el hombre sería “para Chile en el mundo” y no un gustito individual.
- Esta vez los chilenos no se podrán quejar, masculló.
- Mmmm – comentó el arcángel, con bicentenario escepticismo.
Los exégetas dicen que, durante los 92 años siguientes, las cosas sucedieron como suelen suceder aquí en la tierra: un gallito entre el perfeccionismo divino y la humana chapuza. Así, Don Gabriel debutó en la vida pública en 1964, como inédito Canciller Mayor. En ese rol, fue el campeón de sus pares latinoamericanos ante la dupla Nixon-Kissinger, la más poderosa que ha tenido el país más poderoso del planeta. En 1973, cuando Chile estaba incendiándose, el cardenal Raul Silva Henríquez y el Presidente Salvador Allende debatieron la posibilidad de integrarlo al gobierno, para atajar la catástrofe. Luego, en la diáspora, el líder comunista Volodia Teitelboim descubrió su clave de humor: “en Gabriel aflora el lenguaje asertivo y ciertas irreverencias que contribuyen a hacer un poco más respirable el contaminado aire nacional”. Tras ese largo paréntesis, los chilenos aceptaron que les diseñara una salida democrática de la dictadura, mediante una alianza política amplia. El prócer radical Enrique Silva Cimma lo reconocería hidalgamente: “cuando se haga un balance de aquella época, será imposible desconocer el desprendimiento y honestidad con que él guió los primeros pasos de esta nueva experiencia”.
Desgraciadamente, siempre más cómodos en el subdesarrollo exitoso, los chilenos no atinaron a colocarlo en el supremo sillón. Hoy, muy chilenamente, culpan del estropicio a los Presidentes que llegaron y hasta al propio Don Gabriel: “le faltó ambición”, confidencian. “Le sobró soberbia”, susurran. Ni siquiera sospechan que en esto hubo una responsabilidad de altísimo nivel. Una omisión notoria del Creador, que su arcángel no se atrevió a representar. Es que, por confiar demasiado en la excepcionalidad chilensis, el Altísimo no quiso aperar a Don Gabriel con ese mix de agresividad y pillería, en cuya virtud los politicos tragan sapos crudos diciendo que saben a centolla, creen que el desprendimiento es ingenuidad y juran que en política “todo vale”.
Pero el tiempo pondrá las cosas en su lugar. Gracias a ciertos contactos especiales, tengo en mi poder el texto de la entrada “Valdés Subercaseaux, Gabriel”, de la futura Enciclopedia General de America Latina Integrada. Bajo el subtítulo “Enigma político”, allí se exponen las tres versiones básicas sobre el bloqueo a su candidatura presidencial. Cito:
"A fines del siglo XX, una corriente autocrítica estimaba que Chile no estaba maduro para un Presidente como él. Otro sector, llamado binominalista, sostenía que, por su aceptación en las izquierdas, centros y derechas, destruiría las ventajas del empate político. Un tercer sector, vinculado al anterior, alertaba que, con un Presidente como Valdés, Chile no podría mantener su bajo perfil tradicional”.
Con base en ese reconocimiento del futuro, sé que Dios seguirá bendiciendo a Don Gabriel. Sobre todo ahora, que lo tiene a mano.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850