CONO SUR: J. R. Elizondo

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OTRA ENTREVISTA José Rodríguez Elizondo

La demanda boliviana contra Chile me esta dando una lección práctica: las buenas entrevistas pueden no reflejar, exactamente, lo que uno escribiría, pero son un excelente sucedáneo. Sobre todo cuando, como en el caso en cuestión, las demandas de comunicación oral me están dejando sin alternativa. Sobre esa base, presento a continuación la entrevista que me hiciera Verónica Foxley, excelente periodista de Cosas, días antes de que la Presidenta Michelle Bachelet decidiera presentar excepciones preliminares ante la Corte de La Haya


Revista  COSAS, 11 de julio 2014
 
 “CHILE DEBE DECIRLE A LA CORTE QUE NO PARTICIPARÁ”
 
Por: Verónica Foxley
 
El 15 de julio es la fecha en que Chile deberá mostrar algunas de sus cartas ante la demanda de Bolivia en La Haya. Eso, siempre y cuando decida hacerlo en esta ocasión. Porque el otro camino es esperar un año más e impugnar al tribunal junto a la presentación de la llamada contramemoria. Sobre este tema, el analista internacional, académico y experto en estos asuntos José Rodríguez Elizondo tiene otro punto de vista. Para él, Chile no debiera comparecer ante la Corte sino, más bien, demostrar, sin litigar, por qué ésta es incompetente y la demanda de Bolivia es jurídicamente es inaceptable. “Si Chile espera un año para impugnar la competencia de La Haya sería legal, pero políticamente inconveniente. Eso nos comprometería a respetar cualquier fallo. Con respecto a la demanda peruana llegamos a decir que respetaríamos cualquier fallo y eso estuvo bien, ya que si bien su demanda era una construcción, tenía carácter jurídico. Ahora me pregunto si estamos en condiciones de decir que acataremos un fallo que nos ordene negociar una salida soberana al mar para Bolivia por Arica. Si lo estamos, interpongamos la excepción preliminar lo más tarde posible y que la Corte la trate junto con el fondo del asunto. Pero, si no estamos dispuestos a eso, hay que ir creando las condiciones de inaceptabilidad desde ya, desde ayer. Habría que decirle al mundo que Chile no va a fragmentarse ni a regalar territorio ni a aceptar que se interponga un estado tercero en la frontera con Perú, porque eso significaría violar, por mandato de un organismo ONU, la propia Carta de la ONU y lo que pactamos con ese país en 1929.
Y agrega: “Es que el tema de Bolivia está absolutamente vinculado a la relación entre Chile y Perú. De facto es un tema trilateral, no bilateral. Hemos soslayado esto desde que  aceptamos negociar directamente con Bolivia un corredor por Arica, en 1950. Inauguramos ahí un sistema de fingimientos según el cual Chile comenzó a decir que el tema era bilateral, Bolivia nos convirtió en deudores políticos únicos y Perú apareció siempre dispuesto a apoyar la justa causa de Bolivia… excepto si se tocaba Arica, que era precisamente lo que Bolivia pretendía. En definitiva, mientras chilenos y peruanos nos desentendíamos de la alianza que pactamos en 1929, con base en un estatuto especial y “blindado” para Tacna y Arica, Bolivia volvía a jugar con las contradicciones entre Perú y Chile.
 
-       ¿Por qué no protestó Perú en 1950?
 
Digamos que protestó con silenciador. Su Cancillería, que ya comenzaba a ser sofisticada,  entendió perfectamente que Chile y Bolivia habían convertido su previo acuerdo con Chile en una “anuencia” posterior. De tal manera Perú se veía dueño de un veto que por definición es antipático.
 
-       Es claro que los peruanos no están dispuestos a perder su frontera con Chile.
 
- Así lo planteó el Presidente peruano Augusto Leguía en 1929 y así lo aceptó nuestro Presidente Carlos Ibáñez, cada uno por distintos motivos internos. En términos generales fue una transacción clásica, por la cual Perú evitó que Bolivia se transformara en un Estado tapón y Chile legitimó la ocupación de territorios conquistados, colocándolos bajo su soberanía. Por eso sostengo que, para ser consecuentes con nuestro principio de respeto a los tratados, cualquier negociación con Bolivia debe contemplar el respeto a lo pactado con Perú.
 
-        En ese sentido, ¿la estrategia de los gobiernos post recuperación de la democracia ha sido poco eficiente en dejar en claro que el tema de la demanda boliviana pasa sí o sí por Perú?
 
- No sólo poca eficiencia de esos gobiernos. Remontándonos atrás llegamos, como dije, hasta 1950, gobierno de Gabriel González Videla y pasamos por todos los años del general Pinochet. También hay aquí un error compartido por chilenos y peruanos, al no conseguir que el pasado se historice o, dicho de otra manera, por tratar de manejar la Historia como un arma arrojadiza.
 
-       Usted ha sostenido en sus libros que cometimos muchos errores en el conflicto con Perú… ¿qué aprendimos de ellos?
 
- Tenemos un problema estructural serio para poder sacar las enseñanzas de lo que nos pasó con Perú.  Es el déficit histórico y comparativo de nuestra cancillería. No responsabilizo de eso a nuestros diplomáticos, sino a los jefes de Estado y al liderazgo político, que no han levantado como prioridad construir una Cancillería tan profesional como la peruana de Torre Tagle o la brasileña de Itamaraty. Es una “desinversión” que nos está costando caro. Como efecto inmediato, nos ha impedido sostener una política exterior realmente de Estado. Autosostenible y única. Respecto al último conflicto con Perú, por ejemplo, he detectado al menos cuatro políticas de Estado consecutivas, con volteretas bastante espectaculares.
 
-       El tono de nuestras autoridades ha ido subiendo. De hecho, el canciller Heraldo Muñoz calificó la demanda boliviana como “artificiosa”.
 
-Con hito en 1950, nuestra diplomacia había optado por administrar el conflicto con Bolivia de manera ambigua. Haciéndolo, facilitó que este vecino construyera la imagen externa de un  Chile deudor. A esta altura, ya no es posible mantener la política de la ambigüedad y hay que mostrar las cartas políticas con transparencia. Con la fuerza que lo ha hecho el canciller. Además, no hay alternativa. Evo Morales, elegido Presidente  con una agenda revolucionaria, ya eligió voltear el tablero y le importó un rábano la opinión técnica de los mejores juristas bolivianos.
 
-       ¿Hay conciencia de la artificiosidad dela demanda en Bolivia?
 
La elite boliviana sabe perfectamente que la demanda judicial de Morales pretende sobrepasar el tratado de 1904 y que ello contraviene el Pacto de Bogotá de 1948. También sabe que su Presidente tiró por la borda las ventajas que venía consiguiendo mediante negociaciones, tanto con Chile como con Perú. Y, por supuesto, no ignora que el ruido comunicacional de Morales tiene relación directa con su mantención como Jefe de Estado.
 
-        Entonces ¿cuál sería su apuesta para resolver el tema?
 
-Primero, hay que entender que “no hay soluciones simples para problemas complejos”. Luego, habría que apelar a la transparencia de los grandes momentos. Esos en que las partes se ven obligadas a poner todas sus cartas sobre la mesa. En ese marco, sería básico aceptar que la solución depende de tres países, que no están en las mismas condiciones políticas. Chile y Perú, por el peso de sus tratados, son una primera instancia necesaria. Entre otras cosas, deben definir si mantienen o no su talante excluyente de 1929 hacia Bolivia, o si la irreductible diplomacia boliviana los obliga a mejorar sus condiciones de acceso al océano Pacífico. Fruto de ello debiera ser una política común, integracionista, hacia Bolivia. De ser valorada por este país, tal política -que yo llamo de “trilateralismo diferenciado”- lo integraría como tercer actor de ese reparto.
 
TEMOR A NEGOCIAR
 
-       Ahora Perú dice que el fallo de La Haya incluye costa seca. Eso genera nuevas complicaciones en la relación bilateral. Así, esa trilateralidad que usted menciona se pone en duda, ¿no?
 
-Los hechos preceden al Derecho y no entenderlo oscurece la realidad. Los hechos dicen que existe un microespacio terrestre que Perú disputó a Chile, soslayando el sentido práctico de la demarcación, con el objetivo de establecer una línea de base que respaldara su pretensión de una nueva frontera marítima. Tras el fallo de La Haya esa línea de base dejó de ser válida, pero Perú mantiene su pretensión sobre ese espacio, pues, dice, la Corte no se pronunció sobre el límite terrestre. Podríamos pasar décadas discutiendo, con base en textos legales, quién es el soberano sobre esas 3,7 hectáreas, sin asumir que en el fondo lo que existe, al parecer, es un problema geopolítico: ese microespacio configura una pieza en disputa entre el país que tiene soberanía sobre Arica y el país que tiene presencia en Arica y eso, obviamente, complejiza aún más la pretensión boliviana: sería la última pieza de un lego que bloquea su eventual salida al mar por Arica. Lo más sencillo sería transparentar el tema de fondo y negociarlo diplomáticamente pues, al fin de cuentas, al final del camino está Bolivia, de nuevo.
 
-       ¿No habrá por parte de Perú la intención de “enredar” el tema para generar un clima desfavorable hacia Chile, sabiendo que faltan pocos días para que acá se defina si se va a impugnar al tribunal de La Haya o si se va a esperar un año para hacerlo?
 
-No me gusta suponer intenciones en política exterior. Prefiero ir al hecho de que Gonzalo Gutiérrez, el nuevo canciller peruano, dijo en una entrevista que este tema “implicará un proceso de negociaciones”. Es decir, en vez de apelar a sus abogados, propios o externos, llama a negociarlo con nuestros diplomáticos, “a calzón quitado”. Sin togas ni pelucas.
Pero aquí chocamos con un tabú penoso y es que Chile le tiene miedo a palabra negociar, cuando la soberanía está en juego. Eso es abdicar del principal rol de la labor diplomática, para delegar la solución de los conflictos en los abogados internos o externos. Y esto resulta más grave, aún, si se enfrenta otra realidad pos fallo de La Haya: Hernán Felipe Errázuriz, Presidente del Consejo de Relaciones Internacionales, está impulsando una especie de Consejo de Defensa del Estado para pleitos en el exterior, con el fin de mitigar la falta de expertos nacionales y la ausencia de jueces chilenos en las cortes internacionales. Es decir, nos hemos puesto en el peor de los mundos: no queremos negociar, no tenemos juristas competitivos para pleitos internacionales y los asesores externos sólo nos miran como un cliente. Importante, pero sólo cliente. Incidentalmente, por eso mismo jamás van a recomendarnos utilizar el artículo 53 del estatuto de la Corte, que permite a un país demandado no comparecer a proceso, en una especie de excepción definitiva y no sólo preliminar.
 
-       -¿Qué habría que hacer, entonces?
-        
-Las excepciones preliminares, tal como se están discutiendo, nos involucran en un pleito político con formato judicial y dejan la decisión del tema en manos de la Corte. Si seguimos esa vía, deberemos redactar una contramemoria, una dúplica, ir a los alegatos orales y después frente a un fallo eventualmente aberrante o “equitativo”… ¿que va a decir Chile? ¿Yo ahora no sigo jugando? ¿Podría hacerlo después de haber jugado durante años?
Ahí está el mérito del artículo 53. Según éste,  “cuando una de las partes no comparezca ante la Corte o se abstenga de defender su caso, la otra podrá pedir a la Corte que decida a su favor”. Entonces, existe la facultad del Estado demandado para no comparecer, sin que se le declare en rebeldía. Y en ese caso, sin que el Estado demandado se involucre en el proceso, la Corte debe pronunciarse sobre si es competente o no y si la demanda está bien fundada. Entonces me pregunto: ¿qué impide que Chile diga: “Señores jueces, con todo respeto digo que ustedes no tienen competencia para ordenarme negociar con Bolivia”. Este es un tema esencialmente político y el Presidente Evo Morales lo sabe y actúa en consecuencia. Si pretenden seguir con el pleito, estarían poniéndose incluso en contra de la Carta de la ONU. Por cierto, parto de la base de que una buena burocracia técnica ya debiera tener el expediente preparado, pues sabemos, al menos desde 2011, que la demanda boliviana venía.
 
-       -¿Cómo ve el manejo del canciller chileno?
 
Tengo confianza en la experiencia y conocimientos diplomáticos del actual canciller Heraldo Muñoz. Desde que asumió, fue claro en decir que “esta demanda es artificiosa” y fue duro al agregar que, al judicializar su aspiración, Bolivia se había cerrado para siempre una salida soberana al mar. Eso lo define como un canciller de la realpolitik.
Esas tres posiciones de Muñoz me parecen idóneas para marcar una nueva pauta respecto a la defensa de nuestros intereses nacionales.
Yo no estoy en contra de que Bolivia tenga una mejor salida al mar. A lo que me opongo es a que esto signifique destrozar la política exterior de Chile con sus otros vecinos.
 
–     ¿Hay algo que hacer en términos comunicacionales?
–      
– Ante un presidente como Morales, que está desatado en su labor comunicacional, no bastan los pequeños productos y ni siquiera la voz de los ex presidentes unidos. Nuestra Presidenta en funciones,  Michelle Bachelet, debiera ser nuestra comunicadora máxima. No sólo tiene un carisma reconocido, sino un alto prestigio internacional tras su paso por la ONU. Ella podría usar ese capital acumulado para defender nuestros intereses en juego y nuestra imagen-país. Un mensaje suyo a la nación sería el equivalente a un cañón de largo alcance.
 

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 14 de Julio 2014



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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