Bitácora
La mochila castrista de Chavez
José Rodríguez Elizondo
Tras un inverosímil endoso a Bolivia, Hugo Chávez retiró la candidatura de Venezuela para un puesto en el Consejo de Seguridad y reconoció a Panamá como país de consenso.
Tal derrota ante Guatemala, más personal que nacional, demuestra que su veneración por Fidel Castro -outsider emblemático de la región- terminó enfrentándolo al pecado estratégico por antonomasia: la pérdida del factor sorpresa en su accionar. Esto energizó el rechazo de George W. Bush, aisló a sus amigos, permitió concentrar fuerzas a sus enemigos y polarizó a todos, como se vio claramente en Chile.
Por lo mismo, los antichavistas son hoy más poderosos. Aprendieron de sus errores propios y de los de Chávez. Bush ya sabe que no debe embestir contra el trapo rojo, como hiciera Richard Nixon respecto a Castro y casi todos captaron que el hombre ignora dos obviedades: Una, que si Simón Bolívar nos soñó integrados, sin merma de nuestra diversidad, está lejos del líder cubano, quien quiso integrarnos tras un modelo único de sociedad. Otra, que si un revolucionario no atina a diferenciarse de sus modelos, éstos mutan en “mochilas”. Desprenderse de ellas marcó el éxito de Lenin frente a Marx, de Mao respecto a Lenin y de Castro ante los cuatro.
Desde el corral ideológico izquierdista, algunos se preguntarán si Chávez dio o no ese gran salto diferencial. Creo que las respuestas estarían divididas. Quienes pongan el énfasis en su emergencia armada, su copamiento del sistema mediático nacional, su concepción militarista del poder, su injerencia en otros procesos políticos de la región y su antagonismo con “el imperio”, dirán que sólo es un apóstol aplicado. Pero, quienes lo aprecien como un revolucionario original , jurarán que ya dio el gran salto. Este consistiría en su conciencia del valor de las elecciones democráticas y su uso disuasivo del petróleo.
Cambio de época
Pero, sorry, ocurre que esa pregunta es pueril. El izquierdismo actual no depende de los modelos ni de los paralelismos plutarquianos, sino de asumir el cambio de época. El fin de la Guerra Fría, la implosión de la URSS y el hecho de la globalización, hoy hacen insostenible una mochila de estirpe marxista-leninista-castrista. Daniel Ortega ya botó el uniforme verde oliva y hasta los comunistas vietnamitas saben que el mundo cambió de base, pero no porque se hundiera “el imperio burgués”.
Emular a Castro, entonces, será romántico, pero es un absurdo práctico. Es cierto que fue capaz de sostener un gallito de medio siglo con los Estados Unidos y hasta pudo disuadirlos con una Tercera Guerra Mundial, de carácter termonuclear. Ahí está la esencia de su historicidad global. Pero, a despecho de que él mismo se haya absuelto ante la Historia, no pasará a ésta como el gran líder del desarrollo nacional, la integración regional ni la unidad de los reformadores. Su “injerencismo” –que comprende hasta la falsificación de la muerte de Salvador Allende- catalizó una gran polémica al interior de las izquierdas, preludiando el cataclismo del socialismo real.
En síntesis, el coronel Chávez no tiene quien le escriba dos verdades: Castro es irrepetible y cualquier mochila es una maldición.
Publicado en La Tercera el 5.10.06.
Tal derrota ante Guatemala, más personal que nacional, demuestra que su veneración por Fidel Castro -outsider emblemático de la región- terminó enfrentándolo al pecado estratégico por antonomasia: la pérdida del factor sorpresa en su accionar. Esto energizó el rechazo de George W. Bush, aisló a sus amigos, permitió concentrar fuerzas a sus enemigos y polarizó a todos, como se vio claramente en Chile.
Por lo mismo, los antichavistas son hoy más poderosos. Aprendieron de sus errores propios y de los de Chávez. Bush ya sabe que no debe embestir contra el trapo rojo, como hiciera Richard Nixon respecto a Castro y casi todos captaron que el hombre ignora dos obviedades: Una, que si Simón Bolívar nos soñó integrados, sin merma de nuestra diversidad, está lejos del líder cubano, quien quiso integrarnos tras un modelo único de sociedad. Otra, que si un revolucionario no atina a diferenciarse de sus modelos, éstos mutan en “mochilas”. Desprenderse de ellas marcó el éxito de Lenin frente a Marx, de Mao respecto a Lenin y de Castro ante los cuatro.
Desde el corral ideológico izquierdista, algunos se preguntarán si Chávez dio o no ese gran salto diferencial. Creo que las respuestas estarían divididas. Quienes pongan el énfasis en su emergencia armada, su copamiento del sistema mediático nacional, su concepción militarista del poder, su injerencia en otros procesos políticos de la región y su antagonismo con “el imperio”, dirán que sólo es un apóstol aplicado. Pero, quienes lo aprecien como un revolucionario original , jurarán que ya dio el gran salto. Este consistiría en su conciencia del valor de las elecciones democráticas y su uso disuasivo del petróleo.
Cambio de época
Pero, sorry, ocurre que esa pregunta es pueril. El izquierdismo actual no depende de los modelos ni de los paralelismos plutarquianos, sino de asumir el cambio de época. El fin de la Guerra Fría, la implosión de la URSS y el hecho de la globalización, hoy hacen insostenible una mochila de estirpe marxista-leninista-castrista. Daniel Ortega ya botó el uniforme verde oliva y hasta los comunistas vietnamitas saben que el mundo cambió de base, pero no porque se hundiera “el imperio burgués”.
Emular a Castro, entonces, será romántico, pero es un absurdo práctico. Es cierto que fue capaz de sostener un gallito de medio siglo con los Estados Unidos y hasta pudo disuadirlos con una Tercera Guerra Mundial, de carácter termonuclear. Ahí está la esencia de su historicidad global. Pero, a despecho de que él mismo se haya absuelto ante la Historia, no pasará a ésta como el gran líder del desarrollo nacional, la integración regional ni la unidad de los reformadores. Su “injerencismo” –que comprende hasta la falsificación de la muerte de Salvador Allende- catalizó una gran polémica al interior de las izquierdas, preludiando el cataclismo del socialismo real.
En síntesis, el coronel Chávez no tiene quien le escriba dos verdades: Castro es irrepetible y cualquier mochila es una maldición.
Publicado en La Tercera el 5.10.06.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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