Bitácora
El triángulo del gas
José Rodríguez Elizondo
Las leyes de la triangulación son similares en el matrimonio y en la política exterior. En ambas situaciones “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Así, sospechar que el o la cónyuge tiene un simpatizante cercano, es menos grave que saberlo. La certeza obliga al cónyuge engañado a tomar decisiones que no tomaría, en caso de duda. Es lo que ha sucedido, metafóricamente, con el gas boliviano que importa Argentina. En 2004, el ex Presidente Carlos Meza, sospechando que esos envíos servían a Néstor Kirchner para semi-cumplir sus compromisos gasíferos con Chile, lo llevó a un pacto escrito: ni una molécula de ese gas podía ser reexportada a nuestro país. Poniendo cara de marido honesto, Kirchner agachó la testa y juró que Ricardo Lagos sólo recibiría moléculas argentinas certificadas.
Como nadie puede distinguir a simple vista -ni por el acento-, si una molécula de gas es boliviana o argentina, aquello no pasó de ser un gesto político. Mal gesto, por cierto, pues inauguraba una especie de alianza geocomercial contra Chile, en un muy mal momento de las relaciones argentino-chilenas (remember Punta Arenas).
Pero la práctica dulcificó el gesto. Kirchner, criollazo, siguió usando las moléculas bolivianas para mantener –aunque recortadas- sus exportaciones a Chile y nosotros preferimos mirar, diplomáticamente, para otro lado. De paso, la criollada sirvió a los argentinos para seguir consumiendo gas barato. Ahí comenzamos a entender, a plenitud, qué quiso decir el ministro de Planificación Julio de Vido, cuando reconoció que los chilenos éramos su “variable de ajuste”.
El fingimiento compartido duró hasta que reventó la decisión boliviana de sincerar los precios. Esto es, hasta que Evo Morales decidió subir del nivel “precio para los amigos” al nivel “precio del mercado”. En ese momento, Kirchner volvió a avivarse. Creyendo que sin Meza dejaba de regir la molécula cero, alegó que Argentina sólo importaba gas boliviano para vendérselo a los chilenos. Como síntesis de su “confesión”, Chile debía ser el Moya del terceto.
Con ese despanzurro, la triangulación en estado de sospecha se convirtió en triangulación en estado de certeza. Ipsofactamente, Morales se escandalizó de manera oficial y repuso, ante Kirchner, la condición de no triangular sus importaciones de gas boliviano, para abastecer a Chile. Según la información disponible, el Presidente argentino firmará este compromiso renovado el 29 de este mes.
Con esto, Bolivia pretende recuperar, a plenitud, la que estima su mejor baza para negociar su aspiración marítima con Chile. De paso, estaría demostrando que su alianza geocomercial con Argentina puede pesar tanto como la vigente alianza estratégica de Chile con ese mismo país.
Si esto sigue así, tendremos que reconocer que aquí hay gato austral encerrado. Argentina también tiene una baza negociadora inutilizada, contra el Reino Unido y, en su caso, nosotros seríamos los responsables. La clave está en la línea recta que une las islas Malvinas con Punta Arenas y su solo planteamiento indica que las razones del libre comercio pueden ser tan fuertes –o tan débiles- como las razones de la geopolítica.
Artículo publicado originalmente en La Tercera.
Así, sospechar que el o la cónyuge tiene un simpatizante cercano, es menos grave que saberlo. La certeza obliga al cónyuge engañado a tomar decisiones que no tomaría, en caso de duda. Es lo que ha sucedido, metafóricamente, con el gas boliviano que importa Argentina. En 2004, el ex Presidente Carlos Meza, sospechando que esos envíos servían a Néstor Kirchner para semi-cumplir sus compromisos gasíferos con Chile, lo llevó a un pacto escrito: ni una molécula de ese gas podía ser reexportada a nuestro país. Poniendo cara de marido honesto, Kirchner agachó la testa y juró que Ricardo Lagos sólo recibiría moléculas argentinas certificadas.
Como nadie puede distinguir a simple vista -ni por el acento-, si una molécula de gas es boliviana o argentina, aquello no pasó de ser un gesto político. Mal gesto, por cierto, pues inauguraba una especie de alianza geocomercial contra Chile, en un muy mal momento de las relaciones argentino-chilenas (remember Punta Arenas).
Pero la práctica dulcificó el gesto. Kirchner, criollazo, siguió usando las moléculas bolivianas para mantener –aunque recortadas- sus exportaciones a Chile y nosotros preferimos mirar, diplomáticamente, para otro lado. De paso, la criollada sirvió a los argentinos para seguir consumiendo gas barato. Ahí comenzamos a entender, a plenitud, qué quiso decir el ministro de Planificación Julio de Vido, cuando reconoció que los chilenos éramos su “variable de ajuste”.
El fingimiento compartido duró hasta que reventó la decisión boliviana de sincerar los precios. Esto es, hasta que Evo Morales decidió subir del nivel “precio para los amigos” al nivel “precio del mercado”. En ese momento, Kirchner volvió a avivarse. Creyendo que sin Meza dejaba de regir la molécula cero, alegó que Argentina sólo importaba gas boliviano para vendérselo a los chilenos. Como síntesis de su “confesión”, Chile debía ser el Moya del terceto.
Con ese despanzurro, la triangulación en estado de sospecha se convirtió en triangulación en estado de certeza. Ipsofactamente, Morales se escandalizó de manera oficial y repuso, ante Kirchner, la condición de no triangular sus importaciones de gas boliviano, para abastecer a Chile. Según la información disponible, el Presidente argentino firmará este compromiso renovado el 29 de este mes.
Con esto, Bolivia pretende recuperar, a plenitud, la que estima su mejor baza para negociar su aspiración marítima con Chile. De paso, estaría demostrando que su alianza geocomercial con Argentina puede pesar tanto como la vigente alianza estratégica de Chile con ese mismo país.
Si esto sigue así, tendremos que reconocer que aquí hay gato austral encerrado. Argentina también tiene una baza negociadora inutilizada, contra el Reino Unido y, en su caso, nosotros seríamos los responsables. La clave está en la línea recta que une las islas Malvinas con Punta Arenas y su solo planteamiento indica que las razones del libre comercio pueden ser tan fuertes –o tan débiles- como las razones de la geopolítica.
Artículo publicado originalmente en La Tercera.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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