Bitácora
El Caso de Fujimori pone a prueba las ya difíciles relaciones entre Perú y Chile
José Rodríguez Elizondo
José Rodríguez Elizondo es una figura que cabalga en la frontera. Es chileno y durante la dictadura de Pinochet se exilió durante varios años en el Perú. Entonces laboró como editor internacional en CARETAS. Luego de una temporada en Alemania, volvió a Chile y se desempeñó como diplomático. Hoy es un analista independiente. En su último libro, Las Crisis Vecinales del Gobierno de Lagos, Rodríguez Elizondo formula una dura crítica al todavía popular ex presidente y antecesor de Michelle Bachelet. Por allí comienza a entenderse la percepción del caso Fujimori en su país. Entrevista realizada por Enrique Chávez.
–¿Por qué sostiene que Fujimori no calculó bien las discrepancias entre Lagos y Toledo?
–Creo que Fujimori es un hombre muy inteligente. Es uno de los pocos políticos latinoamericanos que tienen estrategias intercambiables. Maneja las situaciones con mucha planificación y su viaje a Chile fue sumamente estudiado. Inclusive hay escalas que todavía no se conocen y trucos que no se han descubierto. Por lo tanto él lo escogió. Solo que lo hizo en base a un cálculo correcto, pero incompleto. La mala relación entre Lagos y Toledo, se dijo, me va a servir como protección.
–Se ponía a sí mismo en posición de botín.
–Con lo cual reflejaba su posición frente a un Poder Judicial que, en su caso, hubiera manipulado. Pensó que, de alguna u otra manera, los jueces son todos vulnerables. Pensó que el poder político iba a tener más que decir y que Lagos podía jugar a su favor.
–¿Y de estar en su poder, Lagos lo hubiera hecho?
–Lo ignoro. Pero en Chile existe la percepción en un buen sector de la prensa que con Fujimori la relación bilateral fue buena. Pero en realidad fue buena en una etapa y mala en otra. Fujimori tomó la iniciativa de terminar con la incordia de los puntos pendientes del tratado del 29 y se inició la llamada Convención en Lima. Para nosotros era importante porque perfeccionaba, y afirmaba, el tratado del 29. Fujimori tuvo una posición bastante audaz. Rompía con la tradición de Torre Tagle y trataba de decirnos: conmigo se pueden hacer negocios. Las primeras conversaciones avanzaron rápido. Pero luego vino un proceso electoral y se dio cuenta de que eso lo había perjudicado. Entonces (después de firmarla en Palacio de Gobierno en 1993) retiró la Convención del Congreso y el embajador chileno ni siquiera lo supo. ¿Cómo se podía hacer esto en diplomacia? Javier Pérez de Cuéllar me dijo, cuando candidato, que Fujimori había manejado las relaciones bilaterales de una manera errática. Luego vino la guerra del Cenepa, que a mi juicio se perdió política y militarmente y llegó el escarmiento de Fujimori. Sucede eso para que lleguen ministros profesionales a la Cancillería. Primero nombra a Francisco Tudela y luego a Fernando de Trazegnies. En ese momento (1999) se consiguió firmar el Acta de Ejecución, y ese es el punto que muchos esgrimen en Chile, con memoria de corto plazo, para sostener que la relación con Fujimori fue buena. Pero primero vino un bofetón diplomático.
–¿No es de pensar que la intuición de Fujimori hubiera ido más allá para establecer contactos con actores políticos que le garantizaran un buen trato? Ese misterio persiste hasta hoy.
–Te respondo con un aforismo: posible pero improbable. Hubo un eslabón débil, el del policía de turno en aduanas. Si hubo un eslabón débil, fue burocrático. No te olvides que la que puso el grito en el cielo fue la candidata Bachelet. El aparato administrativo hubiera preferido no hacer mucho ruido.
–Pero sí era evidente la enemistad entre Toledo y Lagos.
–Y muy fuerte, a pesar de que empezó muy bien. Entrevisté a Toledo para mi libro “Chile-Perú” a principios de su gobierno. Él me hablaba con mucho afecto de su amigo Ricardo. Lo mismo me manifestó Lagos por entonces, una sana admiración por el coraje de Toledo para manejar la economía en términos correctos pese a los sacrificios que podía implicar. El primer año de romance se desmoronó con el caso Lucchetti. Y en mi libro establezco lo que a mi juicio son las responsabilidades de Lagos.
–Luego hubo una suerte de incidentes que Lagos le enumeró a Toledo como fuentes de molestia: el video de LAN, el caso de los grafiteros, el revivir el episodio de la venta de armas de Chile a Ecuador.
–Lo que llamo el baile del pisotón. Había un problema que era agrandado hasta que llegaba la razón y los hacía bajar. Acciones y sobre-reacciones.
–El fallo del juez Álvarez provocó aquí un escándalo. Más que por negar la extradición, porque parecía una defensa de Fujimori. Si el poder judicial chileno es tan independiente, ¿cómo interpretar ese fallo?
–Aquí estamos frente a un problema político clave. Es una situación insólita, por lo que Chile, que no tiene excelentes relaciones con el Perú, está juzgando a un actor político fundamental para este, y el Perú está pendiente del fallo de Chile. Por lo tanto hay una situación de equilibrio en la cornisa. Y en segundo lugar, este actor político clave no ha provocado en el Perú señales decisivas para Chile. Los jueces son independientes pero también son seres humanos. Cuando ven que los dos candidatos presidenciales, Alan García y Ollanta Humala, tienen un tête à tête y ni se menciona el proceso de extraditable, llega a Chile una señal muy curiosa: este proceso es grave, pero los máximos actores políticos no dicen nada.
–Pueden ser independientes, pero olfatean hacia dónde va el viento.
–Claro. ¿Qué señal hay de que sea grave desde el punto de vista del homo politicus? Ninguna. Por lo tanto, cualquier versión de los defensores de los derechos humanos con respecto a la gravedad de lo que ha hecho Fujimori acá llega atenuada allá. Un juez tiende más a creerle a la defensa que al impugnador que pide la extradición. Ese es un factor político y psicológico que juega a favor de Fujimori.
–García comenzó con muchas ganas de recomponer las relaciones e interpretó el proyecto de ley de la región Arica-Parinacota como una bofetada. Luego vino la ley de delimitación marítima. ¿Cómo es que el caso Fujimori puede afectar las relaciones bilaterales en ese contexto?
–Va a tener efecto se lo extradite o no se lo extradite. Pero no esencialmente en política bilateral, sino en la simpatía o antipatía entre ambos países. Porque la base fujimorista peruana encuentra escandaloso que Chile maltrate a un presidente que fue tan bueno para las relaciones bilaterales. Caso contrario, las víctimas de violaciones a los derechos humanos y la centro-izquierda peruana dirán que Chile es inconsecuente con su historia y que todavía pesa el poder pinochetista. No va a ser bueno en ningún caso. Pero el problema de la relación bilateral no va a estar marcado por Fujimori, sino por lo que yo llamo la ley de “redelimitación” marítima.
La extradición espolvorea rocoto sobre un mar ya picado.
Rodríguez Elizondo reconoce que las buenas intenciones iniciales de Alan García frente a Chile se fueron al traste con la promulgación de la ley sobre la región Arica-Parinacota (“allí saltó la liebre y le volaron la cabeza”, sostiene). Si bien en un principio AGP estaba dispuesto a congelar el tema de la delimitación marítima, llevar el caso a La Haya significará “una prueba muy seria. Veremos si somos lo bastante inteligentes para encapsular la relación y si podemos continuar negociando y haciendo proyectos mientras equipos de abogados extranjeros llevan nuestras causas”.
Para Rodríguez Elizondo el reclamo peruano se desprende recién de los últimos treinta años y del propósito de otro vecino de acceder al mar. “Bolivia es el actor del cual casi siempre han dependido las relaciones de Chile y el Perú. Son mejores cuando no están en la agenda las negociaciones para la salida al mar y peores cuando sí lo están”. En un reciente artículo resumió: “García llegó a su segundo mandato con intenciones amistosas, pero pronto vio que la ley de Toledo sobre límites marítimos le cortaba la retirada, mientras Bolivia volvía tras territorios ex peruanos y un error chileno lo empujaba a la fuga hacia delante”. ()
Entrevista publicada en la revista peruana Caretas el 23.9.07.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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