Bitácora
EL CONTAGIO DE SU SANTIDAD
José Rodríguez Elizondo
En Bolivia el Papa Francisco hizo un "aparte" teatral en su discurso, para pronunciar la palabra "mar". Ahí mismo supo Evo Morales que había ganado un punto importante contra Chile
Publicado en El Mostrador de 13.7.2015
La visita del Papa Francisco a Bolivia ratifica lo que escribiera Ortega hace una porrada de años: “la opinión pública es un estado de contagio”. Agréguese que, en un mundo interconectado, ese contagio se propaga mucho más rápido que antes y, sin ser filósofo, Evo Morales lo sabía.
Por eso era tan previsible que Evo aprovechara la visita del Papa Francisco para seguir contagiando a la opinión pública mundial con sus grandes temas contra Chile:
Sucede que incluso el Papa Francisco se ha contagiado con esos tres “artefactos” de Evo. Por eso, tras aludir a un diálogo tan imprescindible, diplomática y cristianamente, hizo lo que se llama en teatro un “aparte”, para pronunciar la palabra mágica: MAR...
Francisco no podía ignorar que, gracias a la estrategia de Evo, esa palabra evoca de manera automática la frase “mar para Bolivia”. Es decir, configura un artefacto complejo, con un significado político decodificable: transferencia de soberanía territorial y marítima para Bolivia, con cargo a Chile.
Tan claro es eso que el gobierno boliviano puede desentenderse –y se desentiende- de que ese mar debe ser tema de un diálogo diplomático formal, sin condiciones previas, que conduzca a una negociación factible. Y si de Arica se trata, esa factible negociación involucra, obligatoriamente para Chile, a un tercer país.
Por lo señalado, Chile tiene la razón, pero va preso. Todo lo expresado es verdadero y razonable, pero no permea la opinión pública. Ni siquiera permea la opinión del Papa, que se arriesga a conceder un éxito mediático a Evo, incluso al costo de ser manoseado con regalos de dudoso gusto para cualquier católico. Tal vez piense que quien se humilla será ensalzado
MEA CULPA
Pero cuidado, que en todo esto también hay responsabilidad nuestra.
Desde hace muchos años y gobiernos, Chile está huérfano de una política vecinal de Estado que sea pública y docente. El secretismo, bajo la cobertura de “cautela” y con la excusa de la judicialización a que hemos estado sometidos los últimos siete años, ha ido mucho más allá de lo permisible. Esto es, más allá de los avatares diplomáticos, llevándonos al punto de carecer de una doctrina clara sobre el tema boliviano.
Los chilenos, tal como los extranjeros, sólo tenemos “versiones” –más o menos autorizadas- de lo que piensan nuestros gobernantes sobre el conflicto con Bolivia (y antes con el Perú). Mientras Evo multiplica sus dichos, apariciones y agresiones, en vivo y en directo, nuestra Presidenta mantiene una compostura muy digna, pero que se ha revelado mediáticamente disfuncional.
Beneficiándose de ese vacío de doctrina y de presencia, vino recientemente a Chile el mismísimo vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, para decirnos a domicilio que éramos un mal vecino. Lo hizo ante una audiencia de unos 300 jóvenes que gritaban “mar para Bolivia” y luego se explayó por televisión. Ante ese desplante, nuestro gobierno explicó que se trataba de una visita “no oficial”.
Es que en Chile no se sabe hasta qué punto el conflicto con Bolivia es bilateral y cuando podría ser trilateral. Tampoco se sabe que la estrategia boliviana, lejos de ser errática, es coherente y rectilínea desde 1950. Por lo mismo, se ignora que ese año pisamos el palito al acceder a una negociación directa con Bolivia sobre un “corredor” por Arica. También se ignora que si Pinochet ofreció en Charaña ese mismo “corredor”, fue por estrategia militar –evitar la HV3- y no por planificación diplomática.
Sólo así se explica la extraña extrañeza de nuestra opinión pública, cuando el canciller Heraldo Muñoz planteó restablecer relaciones diplomáticas con Bolivia. A demasiados chilenos les pareció un despropósito, olvidando que es una posición tradicional. Porque, si de diálogo entre países se trata, la mejor manera de organizarlo –y así se entiende en el mundo- es mediante relaciones diplomáticas incondicionadas. Por lo demás, es lo que planteara el ex Presidente Ricardo Lagos al ex Presidente Carlos Mesa hace sólo 11 años, en una cumbre internacional.
En definitiva, ignoramos que, por desprolijidad, nuestros propios gobiernos alentaron la tesis del “tema marítimo pendiente”. Y, como decía Francois Mitterrand respecto a la reunificación de Alemania, si en diplomacia un tema no se excluye, significa que es aceptable. Como consecuencia penosa, hoy también somos víctimas del efecto-contagio de las campañas de Evo.
Por lo menos, esto obliga a reconocer la eficiencia mediática con que se está manejando el Presidente de Bolivia.
La visita del Papa Francisco a Bolivia ratifica lo que escribiera Ortega hace una porrada de años: “la opinión pública es un estado de contagio”. Agréguese que, en un mundo interconectado, ese contagio se propaga mucho más rápido que antes y, sin ser filósofo, Evo Morales lo sabía.
Por eso era tan previsible que Evo aprovechara la visita del Papa Francisco para seguir contagiando a la opinión pública mundial con sus grandes temas contra Chile:
- Chile invadió Bolivia para mutilarle su “cualidad marítima”.
- Chile no quiere un diálogo de buena fe, que repare ese estropicio.
- Corresponde a la justicia humana y divina desfacer ese entuerto.
- Bolivia tiene acceso amplio, aunque no soberano, al mar de Chile y a sus servicios portuarios
- Evo habla de invasión para ocultar que Bolivia participó en la guerra del Pacífico, como aliada del Perú.
- En 1904 Bolivia aceptó lo que Evo llama “mutilación”, mediante un tratado que sigue vigente.
- Con la “mutilación” como lema, Bolivia trata de acceder a soberanía sobre todo o parte de Arica, que antes perteneció al Perú y está sujeta a un estatuto especial chileno-peruano con base en el tratado de 1929.
- Para obtener ese objetivo, diversos gobiernos bolivianos han identificado el diálogo con Chile con una presión impositiva respecto a un tema bilateral, soslayando el interés del Perú.
- Para ejercer esa presión, Bolivia ha roto relaciones con Chile más de una vez y condiciona su reanudación a que se le ceda lo que exige.
- Hoy Bolivia ha delegado en la Corte Internacional de Justicia la misión de imponer ese diálogo impositivo vía negociación obligatoria.
Sucede que incluso el Papa Francisco se ha contagiado con esos tres “artefactos” de Evo. Por eso, tras aludir a un diálogo tan imprescindible, diplomática y cristianamente, hizo lo que se llama en teatro un “aparte”, para pronunciar la palabra mágica: MAR...
Francisco no podía ignorar que, gracias a la estrategia de Evo, esa palabra evoca de manera automática la frase “mar para Bolivia”. Es decir, configura un artefacto complejo, con un significado político decodificable: transferencia de soberanía territorial y marítima para Bolivia, con cargo a Chile.
Tan claro es eso que el gobierno boliviano puede desentenderse –y se desentiende- de que ese mar debe ser tema de un diálogo diplomático formal, sin condiciones previas, que conduzca a una negociación factible. Y si de Arica se trata, esa factible negociación involucra, obligatoriamente para Chile, a un tercer país.
Por lo señalado, Chile tiene la razón, pero va preso. Todo lo expresado es verdadero y razonable, pero no permea la opinión pública. Ni siquiera permea la opinión del Papa, que se arriesga a conceder un éxito mediático a Evo, incluso al costo de ser manoseado con regalos de dudoso gusto para cualquier católico. Tal vez piense que quien se humilla será ensalzado
MEA CULPA
Pero cuidado, que en todo esto también hay responsabilidad nuestra.
Desde hace muchos años y gobiernos, Chile está huérfano de una política vecinal de Estado que sea pública y docente. El secretismo, bajo la cobertura de “cautela” y con la excusa de la judicialización a que hemos estado sometidos los últimos siete años, ha ido mucho más allá de lo permisible. Esto es, más allá de los avatares diplomáticos, llevándonos al punto de carecer de una doctrina clara sobre el tema boliviano.
Los chilenos, tal como los extranjeros, sólo tenemos “versiones” –más o menos autorizadas- de lo que piensan nuestros gobernantes sobre el conflicto con Bolivia (y antes con el Perú). Mientras Evo multiplica sus dichos, apariciones y agresiones, en vivo y en directo, nuestra Presidenta mantiene una compostura muy digna, pero que se ha revelado mediáticamente disfuncional.
Beneficiándose de ese vacío de doctrina y de presencia, vino recientemente a Chile el mismísimo vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, para decirnos a domicilio que éramos un mal vecino. Lo hizo ante una audiencia de unos 300 jóvenes que gritaban “mar para Bolivia” y luego se explayó por televisión. Ante ese desplante, nuestro gobierno explicó que se trataba de una visita “no oficial”.
Es que en Chile no se sabe hasta qué punto el conflicto con Bolivia es bilateral y cuando podría ser trilateral. Tampoco se sabe que la estrategia boliviana, lejos de ser errática, es coherente y rectilínea desde 1950. Por lo mismo, se ignora que ese año pisamos el palito al acceder a una negociación directa con Bolivia sobre un “corredor” por Arica. También se ignora que si Pinochet ofreció en Charaña ese mismo “corredor”, fue por estrategia militar –evitar la HV3- y no por planificación diplomática.
Sólo así se explica la extraña extrañeza de nuestra opinión pública, cuando el canciller Heraldo Muñoz planteó restablecer relaciones diplomáticas con Bolivia. A demasiados chilenos les pareció un despropósito, olvidando que es una posición tradicional. Porque, si de diálogo entre países se trata, la mejor manera de organizarlo –y así se entiende en el mundo- es mediante relaciones diplomáticas incondicionadas. Por lo demás, es lo que planteara el ex Presidente Ricardo Lagos al ex Presidente Carlos Mesa hace sólo 11 años, en una cumbre internacional.
En definitiva, ignoramos que, por desprolijidad, nuestros propios gobiernos alentaron la tesis del “tema marítimo pendiente”. Y, como decía Francois Mitterrand respecto a la reunificación de Alemania, si en diplomacia un tema no se excluye, significa que es aceptable. Como consecuencia penosa, hoy también somos víctimas del efecto-contagio de las campañas de Evo.
Por lo menos, esto obliga a reconocer la eficiencia mediática con que se está manejando el Presidente de Bolivia.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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