CONO SUR: J. R. Elizondo

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Chile debió mostrar más serenidad José Rodríguez Elizondo

La publicación de la nueva cartografía marítima del Perú con la inclusión de un "área de controversia con Chile" provocó las respuestas destempleadas de las autoridades de ese país. La revista DOMINGO buscó a José Rodríguez Elizondo, escritor y analista chileno vinculado al Perú desde los años setenta, para evaluar el presente y la perspectiva de las relaciones de dos estados que conviven en permanente tensión. Su llamado a la tranquilidad en momentos tan cruciales debería ser escuchado en ambos lados de la frontera. Por Enrique Patriau.



–Me mencionó que le parecía un buen síntoma, por parte del Perú, que en la cartografía publicada el domingo se haga referencia a un "área de controversia". ¿Por qué razón?

–La semántica siempre importa. Esta asume que la eventual demanda dará a esa porción de mar el carácter de bien contencioso y que el Perú se atendrá a lo que determinen los jueces. Distinto sería si, por ejemplo, el rótulo fuera "mar peruano" o "falso mar chileno".

Sería una provocación abierta.

–En efecto, tal nomenclatura, nacionalistamente cargada, sería pretexto más para enfrentamientos que para una solución pacífica.

La respuesta oficial chilena puede considerarse de oficio, aunque varios en Lima la han calificado de exagerada. ¿Le parece una reacción desproporcionada? ¿O cree que se justifica plenamente?

–Me sorprendió la sorpresa que produjo la publicación de esa cartografía. Para mí, obedeció a un cronograma perfectamente previsible, desde 2005, con la dictación de la ley con la "lista de las coordenadas de los puntos contribuyentes del sistema de bases del litoral peruano". Si esta es "una cosa preparatoria del camino hacia el tribunal", como sostuvo el jurista Javier Valle Riestra, la cartografía sería una secuela o un intento de "preconstituir prueba".

Pero los términos de la nota de protesta son muy duros, se llamó a consulta al embajador; el presidente de la Cámara de Diputados, Patricio Walker, canceló su viaje al Perú y se le sugirió a la presidenta Bachelet que desista de su gira de noviembre.

–Quizás mi gobierno debió reflejar más serenidad que alarma, dada la solidez de su posición jurídica y su previo reconocimiento de que el Perú estaba en su derecho si quería ir a La Haya.

El clima ha vuelto a calentarse y la impresión es que las relaciones bilaterales –recompuestas desde la llegada al poder de Alan García– se ponen en entredicho nuevamente. Incluso Ricardo Lagos Weber, vocero del gobierno, ha dicho que se "dificultan". ¿Comparte esa opinión?

–Es nuestro sino triste. En vez de volcar energías a la integración para el desarrollo, nos enfrascaremos en un pleito de soberanía, a contramano de un status quo con más de medio siglo de vigencia. Piense usted que un proceso integracionista en la triple frontera, con sus riquezas energéticas, ictiológicas, acuíferas, minerales y de emplazamiento, podría ser el motor de una futura integración sudamericana. Una equivalente, por dimensión y objetivos, a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, germen de la Unión Europea.


"Nuestros militares comprenden la necesidad de una buena relación con el Perú".


El canciller José Antonio García Belaunde ha dicho que la aprobación de la cartografía es parte del proceso que el Perú llevará a La Haya. Sin embargo, se especula mucho sobre la actitud que asumirá Chile. Se dice que no aceptaría la jurisdicción de la Corte.

–Para algunos, si hay tratado no hay controversia. Yo, realistamente, creo que hay controversia cuando uno de dos (o más) países expresa que la hay. Es como en las disputas entre cónyuges: basta con uno para que existan. Recuerdo que, invocando el Protocolo de Río de Janeiro, los peruanos decían que no había controversia con Ecuador. Pues no la hubo hasta que, en 1995, vino la guerra de frentón. Por cierto, no pienso que hoy estemos ante la posibilidad de tamaño despropósito. Simplemente, como ex directivo de la ONU, bajo el liderazgo de Javier Pérez de Cuéllar, comprendo mejor el sentido del capítulo VI de la Carta, sobre solución pacífica de controversias.

–¿Cómo cree que reaccionará la sociedad chilena cuando Perú presente la inminente demanda ante la Corte?

–Temo que la sociedad chilena esté mal informada. Hemos tendido a identificar la práctica reservada de la diplomacia con una política exterior secreta. Esto hace que reaccionemos solo a tenor de una historia ideologizada y de los grandes titulares, lo cual facilita la sobrerreacción.

Se ha planteado desde Chile que los presidentes peruanos se apoyan en la controversia marítima para ganar adhesión popular. Eso se dijo de Alejandro Toledo, pero Con García no parece ocurrir lo mismo: mantiene una importante cuota de respaldo, aunque haya disminuido su aprobación.

–Aquí hay jurisprudencia. García, el inventor de la tesis de la no delimitación marítima, no agitó el tema durante su primer mandato, cuando su popularidad doméstica comenzó a bajar. Toledo, por el contrario, cuando bajó su rating sacó del cajón la invención de García y la convirtió en ley. A mayor abundamiento esa ley cortó la retirada al segundo García: su "propuesta" de 1986 es, ahora, norma jurídica y él debe buscar la manera de acatarla sin romper la buena relación que quería construir con Chile. Si lo consigue, se doctora como estadista-mago.

Usted sostiene que "la motivación real de la nueva oceanografía peruana es enfrentar, en mejor pie, la recurrente aspiración boliviana para salir al mar por territorios que fueron del Perú". ¿Porque así Bolivia se vería obligada a esperar la solución a la controversia marítima entre Chile y Perú?

–Mi hipótesis es más compleja. Creo que García hizo su propuesta de 1986 con tres objetivos relacionados: negociar con Pinochet el finiquito de las cláusulas pendientes del Tratado de 1929; equilibrar esa negociación –que parecía concesiva a muchos peruanos– con una iniciativa respecto a la frontera marítima; y disuadir a los gobiernos bolivianos respecto a su pretensión de acceder al mar por territorios ex peruanos. Como no siempre buenas razones hacen buenas políticas, todo eso falló. Fue Fujimori quien liquidó el tema de las cláusulas pendientes. Toledo, para fastidiar a Ricardo Lagos, exhumó la propuesta de García y la transformó en ley. Por último, Evo Morales ha reiterado la pretensión de soberanía marítima por la frontera común con Chile.

A futuro, ¿cómo rebajar la tensión? ¿Cómo deberían llevarse las relaciones entre Perú y Chile, ahora que han ingresado a un punto clave? ¿Qué gestos deberían darse?

–Suelo decir que hay dos posibilidades polares: una, que Michelle Bachelet y Alan García se aboquen a una estrategia común que encapsule el tema y nos devuelva a la ruta del desarrollo en competencia y colaboración. Otra, que sin querer queriendo crezcan los enanos del conflicto. Es decir, que extremistas de ambos lados aprovechen la oportunidad.

Eso va a ocurrir de todas maneras.

–Lo curioso es que, cada vez que me planteo algo así, la información que aparece es la siguiente: "Analista chileno reconoce que puede haber conflicto bélico entre Chile y Perú".

Sobre eso, existe un tema que preocupa a los peruanos y tiene que ver directamente con el gasto militar chileno, que, se calcula, triplica al nuestro.

–El tema supone información confidencial y un conocimiento de primera mano sobre las previsiones estratégicas de varios países. Como no estoy en esos secretos y no soy un diletante, opto por no responder.

La hipótesis de un conflicto armado no tiene sentido, ¿pero se puede hablar de relaciones normalizadas con una diferencia tan notable en el poderío militar?

–Por mi actividad académica, he podido apreciar un fenómeno nuevo en mi país: el alto grado de comprensión que tienen nuestros oficiales superiores, de las tres armas, sobre la necesidad de que Chile y el Perú conquisten la mejor relación posible.


Entrevista publicada en La República, Perú, revista DOMINGO, el 19.8.07.


José Rodríguez Elizondo
Martes, 21 de Agosto 2007



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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