Bitácora
América Latina y el nacionalismo
José Rodríguez Elizondo
En Madrid apareció, hace algunos meses, el libro "De la conquista a la globalización. Estados, naciones y nacionalismos en América Latina", del periodista Luis Esteban González Manrique (LEGM). Sería un estupendo regalo para los desintegrados de la región, si nuestros supuestos líderes de opinión se preocuparan de leer.
Con este libro LEGM culmina una tarea que comenzó en 1989, a escala del Perú, su país natal. Hoy toda la región está en su enfoque, desde la época precolombina y “el encuentro”, hasta la coyuntura actual, signada por “ejes” eventuales y la reactivación de viejas hipótesis de conflictos.
La empresa era desafiante, pues pocos periodistas de investigación osan traspasar el espacio-tiempo de su comarca con visión integradora, tratando de comprender el pensamiento de los otros, lejos de las sicosis conspirativas y eludiendo la tergiversación patriotica. Este atrevimiento lo coloca en el reducido equipo de los periodistas-ensayistas de trote largo, como el norteamericano Paul Johnson, el francés Jean Lacouture y el español Miguel Angel Bastenier.
El eje de análisis de LEGM es el nacionalismo, en cuanto soporte acomodaticio del “patriotismo indiano” y de las ideologías importadas. Desde ahí, nutre al lector con rica información sobre los fenómenos económicos que recorren las venas nacionalistas de sus sujetos. Su enfoque sobre los límites del extremo-liberalismo regional es especialmente agudo. Ejemplificando con la Bolivia pre Evo Morales, concluye que pasó de ser “un país pobre e hiperinflacionario a un país pobre pero con precios estables”.
Respecto a Fidel Castro y su revolución, levanta la alfombra de las mentiras y oportunismos escondidos. Así, las izquierdas chilenas tendrían que reconocer que nada han dicho sobre la falsificación de la muerte de Allende, concebida como una “astucia” para sostener la tesis de la revolución armada sesentista.
Asimismo, los supérstites del guerrillerismo “foquista” tendrían que asumir que esa “revolución continental a la orden del día” fue sólo una maniobra para dispersar la atención del “enemigo principal”. Richard Nixon, para quien el líder cubano fue siempre un comunista ortodoxo, enrojecería de vergüenza ante esta nueva demostración de que su marxismo-leninismo fue sólo un artefacto de conveniencia nacionalista.
Entre otros grandes temas tratados está el singular revolucionarismo de los militares peruanos; la experiencia chilena de Salvador Allende, con su secuela “pinochetista”; los gobiernos de seguridad nacional amparados por los EE.UU; el sandinismo-castrista y la “guerra de Centroamérica”; el agotamiento de la “dictadura perfecta” del PRI mexicano y el retorno del peronismo. Todo esto, hasta empalmar con la crónica contemporánea.
Entre las reflexiones que motiva la lectura selecciono una discrepancia y una extrañeza. La primera se relaciona con la aseveración de que Chile comenzó el siglo XXI jugando “un papel determinante” en el gran reto de la integración hemisférica. La verdad, dicha con tristeza, es que no fue así. Como lo consigno en un libro del 2006, los chilenos entonces vivimos la angustia de tener conflictos simultáneos con Argentina, Bolivia y Perú. Es decir, revisitamos los fantasmas nacionalistas de la historia que LEGM historiza con maestría.
La extrañeza radica en el desconocimiento de la habilidad política del general Francisco Morales Bermúdez, en cuanto conductor de la primera transición compleja a la democracia, en Hispanoamérica. Más compleja que la española, pues debió sortear una crisis institucional del Ejército gobernante y hasta la amenaza de una guerra, para terminar entregando el poder al mismo Presidente que su Ejército derrocara.
Publicado en La Republica el 12.1.08.
Con este libro LEGM culmina una tarea que comenzó en 1989, a escala del Perú, su país natal. Hoy toda la región está en su enfoque, desde la época precolombina y “el encuentro”, hasta la coyuntura actual, signada por “ejes” eventuales y la reactivación de viejas hipótesis de conflictos.
La empresa era desafiante, pues pocos periodistas de investigación osan traspasar el espacio-tiempo de su comarca con visión integradora, tratando de comprender el pensamiento de los otros, lejos de las sicosis conspirativas y eludiendo la tergiversación patriotica. Este atrevimiento lo coloca en el reducido equipo de los periodistas-ensayistas de trote largo, como el norteamericano Paul Johnson, el francés Jean Lacouture y el español Miguel Angel Bastenier.
El eje de análisis de LEGM es el nacionalismo, en cuanto soporte acomodaticio del “patriotismo indiano” y de las ideologías importadas. Desde ahí, nutre al lector con rica información sobre los fenómenos económicos que recorren las venas nacionalistas de sus sujetos. Su enfoque sobre los límites del extremo-liberalismo regional es especialmente agudo. Ejemplificando con la Bolivia pre Evo Morales, concluye que pasó de ser “un país pobre e hiperinflacionario a un país pobre pero con precios estables”.
Respecto a Fidel Castro y su revolución, levanta la alfombra de las mentiras y oportunismos escondidos. Así, las izquierdas chilenas tendrían que reconocer que nada han dicho sobre la falsificación de la muerte de Allende, concebida como una “astucia” para sostener la tesis de la revolución armada sesentista.
Asimismo, los supérstites del guerrillerismo “foquista” tendrían que asumir que esa “revolución continental a la orden del día” fue sólo una maniobra para dispersar la atención del “enemigo principal”. Richard Nixon, para quien el líder cubano fue siempre un comunista ortodoxo, enrojecería de vergüenza ante esta nueva demostración de que su marxismo-leninismo fue sólo un artefacto de conveniencia nacionalista.
Entre otros grandes temas tratados está el singular revolucionarismo de los militares peruanos; la experiencia chilena de Salvador Allende, con su secuela “pinochetista”; los gobiernos de seguridad nacional amparados por los EE.UU; el sandinismo-castrista y la “guerra de Centroamérica”; el agotamiento de la “dictadura perfecta” del PRI mexicano y el retorno del peronismo. Todo esto, hasta empalmar con la crónica contemporánea.
Entre las reflexiones que motiva la lectura selecciono una discrepancia y una extrañeza. La primera se relaciona con la aseveración de que Chile comenzó el siglo XXI jugando “un papel determinante” en el gran reto de la integración hemisférica. La verdad, dicha con tristeza, es que no fue así. Como lo consigno en un libro del 2006, los chilenos entonces vivimos la angustia de tener conflictos simultáneos con Argentina, Bolivia y Perú. Es decir, revisitamos los fantasmas nacionalistas de la historia que LEGM historiza con maestría.
La extrañeza radica en el desconocimiento de la habilidad política del general Francisco Morales Bermúdez, en cuanto conductor de la primera transición compleja a la democracia, en Hispanoamérica. Más compleja que la española, pues debió sortear una crisis institucional del Ejército gobernante y hasta la amenaza de una guerra, para terminar entregando el poder al mismo Presidente que su Ejército derrocara.
Publicado en La Republica el 12.1.08.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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