En este sentido no me resisto a citar dos ejemplos de nous (noosfera, cerebro-mente, que no cerebro y mente) alterado por modificaciones en el nivel inferior, el bios. Además, son claros ejemplos de patología porque al transformarse un Holón (cerebro físico) en patológico, el Holón superior cerebro-mente, que trasciende pero incluye al anterior, deviene también en patológico. Nos referimos a los conocidos casos Gage y Elliot que de manera muy didáctica ha descrito Antonio Damasio (Damasio, Antonio R., El error de Descartes, Crítica, Barcelona, 1999).
El caso del minero Phineas Gage puede describirse resumidamente así: En el verano de 1848, en Cavendish, Nueva Inglaterra (USA), este capataz minero atlético, constante, trabajador, perspicaz, capaz, serio, piadoso y admirado por sus subordinados y superiores va a sufrir un grave accidente, del que se recuperará físicamente, pero transformarse en un ser -y cito textualmente el informe del médico Harlow que lo atendió- “irregular, blasfemo, inconveniente, impaciente ante restricciones o consejos cuando estos contrariaban sus deseos,, poco deferente con sus compañeros, obstinado de manera pertinaz, pero caprichoso y vacilante, imaginando muchos planes de actuación futura, que son abandonados antes de ser preparados…Un niño, por su capacidad intelectual y sus manifestaciones, tiene las pasiones animales de un hombre fuerte” ¿Qué había sucedido?
Un barreno estalló al ser “atacado” con una barra de hierro porque las chispas que se produjeron en la roca –por distracción de Phineas, éste había empezado la maniobra antes de que su ayudante hubiese introducido la arena que atasca y protege la operación- prendieron la pólvora. La piedra no se rompió sino que hizo retroceder la barra y al hacerlo, penetró por la mejilla izquierda de Gage, atravesando el cerebro y la parte frontal del mismo y salió a gran velocidad por la parte superior del cráneo.
Todos pensaron que Phineas Gage había muerto pero no fue así; ni siquiera llegó a perder del todo el conocimiento ni tampoco la movilidad, incluso durantes las primeras atenciones que le dispensaron los doctores Harlow y Williams, explicó racionalmente a éstos y a un reducido pero atónito auditorio, el modo en el que había ocurrido el accidente. Realmente, la mayor amenaza durante el periodo post-operatorio y de convalecencia vendría de las infecciones, hábilmente atajadas por la pericia de Harlow. Tras dos meses de convalecencia, Gage, aunque había perdido la visión del ojo izquierdo, experimentó una excelente recuperación de su fuerza física anterior, también hablaba, se expresaba bien y su capacidad de movilidad era plena; en suma, estaba técnicamente curado, pero ¿lo estaba realmente?
La continuidad indisoluble del cerebro-mente
Recurrimos a las mismas expresiones utilizadas por Harlow, el médico que le atendió y a la vez estudioso directo del caso, “el equilibrio o balance, por así decir, entre su facultad intelectual y sus propensiones animales” se había destruido. Ahora sabemos que determinadas lesiones neurológicas afectan al comportamiento humano y, en particular, a las dimensiones personales y sociales de dicho razonamiento. Muchas convenciones sociales y normas éticas adquiridas previamente, podían perderse como resultado de una lesión cerebral, aunque el intelecto básico ni el lenguaje queden afectados. De manera inadvertida, el ejemplo de Gage que algo en el cerebro concernía a propiedades humanas únicas, entre ellas la capacidad de anticipar el futuro y, consecuentemente, realizar planificaciones dentro de un ambiente social complejo; el sentido de la responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás; y la capacidad de orquestar deliberadamente la propia supervivencia, y el control del libre albedrío de uno mismo.
Las consecuencias biofilosóficas de todo esto, hoy comprendemos que son inmensas. La primera consecuencia es que si el Holón cerebral se afecta, el Holón mental, que incluye y trasciende al dicho Holón sin discontinuidad alguna, queda afectado también, no sólo en sus formas más severas que provocan pérdida de motilidad, lenguaje o conciencia, sino también en casos más sutiles, como el de Gage, donde lo que se altera es el comportamiento y, por ende, el libre albedrío.
Descartes se equivocó y se equivocó gravemente porque la modernidad, en lo que se refiere a cuestiones básicas que le son propias como la filosofía del derecho, el derecho mismo y el concepto de libertad y autonomía de todos, queda puesto severamente en cuestión desde la evidencia empírica; pero también puede ser criticada y puesta en entredicho buena parte de la psicología clásica, especialmente muchas teorías sobre los sentimientos y las emociones. Los neurobiólogos extraen de éste y otros casos posteriores, múltiples consecuencias más finas y precisas que ayudan a interpretar mejor y con mayor extensión y profundidad las neurociencias. Comentaremos solamente, de la mano de Damasio, el caso Elliot, un Phineas Gage de la actualidad.
En primer lugar hay que decir que “Elliot” es un alias utilizado por Damasio para proteger la intimidad de un paciente suyo cuya sintomatología era similar a la de Gage, prácticamente igual diríamos. Elliot, como Damasio convino en llamarle, era un buen marido, mejor padre y excelente trabajador en una empresa comercial, diríase que era todo un modelo para propios y extraños.
En un momento dado, su vida empezó a cambiar: fuertes dolores de cabeza y dificultad para concentrarse; posteriormente, pérdida del sentido de la responsabilidad e incapacidad para finalizar trabajos, a medida que empeoraba su estado general. Las sospechas de su médico se confirmaron y se le diagnosticó un tumor cerebral.
Condición neurológica
Se trataba de un tumor grande que crecía con rapidez. Técnicamente era un meningioma (surge de las membranas que cubren la superficie del cerebro, denominadas meninges), generalmente benigno en cuanto a su naturaleza tumoral pero, que si no es extirpado rápidamente, resulta fatal por compresión del tejido cerebral. Por tanto, se recurrió a la cirugía. El tumor se extirpó y con él una parte del tejido del lóbulo frontal dañado por el meningioma.
La operación fue un éxito en todos los aspectos y las perspectivas excelentes porque se confirmó la benignidad del meningioma y estos tumores no tienden a repetirse, pero ¿estaba Elliot totalmente restablecido? Veamos, en lo físico, lo lingüístico, lo auditivo y en cuanto a comprensión, interpretación e ingenio, totalmente; en cuanto a comportamiento habitual y por muchas razones resultó, como dice Damasio, “que Elliot ya no era Elliot”.
Sin entrar en la prolija explicación de Damasio sobre todos los detalles del nuevo comportamiento de Elliot, bien interesante por otra parte, resaltaremos sus conclusiones (que por cierto sirvieron para restablecerle sus prestaciones sociales por incapacidad). Sus fracasos, parecidos a los de Gage, estaban en realidad causados por una condición neurológica. Ciertamente, todavía era físicamente competente y la mayoría de sus capacidades mentales estaban intactas pero su capacidad de tomar y alcanzar decisiones estaba dañada como también lo estaba su capacidad de planificación. Podemos decir, con conciencia plena del calado e implicaciones de nuestra afirmación, que su libre albedrío estaba afectado. La causa directa, análoga a la de Elliot, una lesión patente y clara en el lóbulo prefrontal.
¿Se atreverá ahora a cuestionar alguien ahora la continuidad cerebro-mente? Evidentemente creo que no. Pero, yendo aún más lejos ¿Podemos condenar penalmente o civilmente a un ser humano si su libertad se halla condicionada fisiológicamente o deberíamos tan sólo ponerlo en un lugar seguro para él y para la sociedad y no someterlo a prisión –institución punitiva e insegura donde las haya- o a penas aún peores como la cadena perpetua o la intolerable –desde todas las perspectivas- pena de muerte.
La naturaleza humana no es esencialmente distintita de otras; no hay tabla rasa, ni fantasma en la máquina. El libre albedrío es una propiedad del ser humano de la que puede disponer a veces, pero no es una cualidad universal y generalizable, como tampoco lo es la libertad. De la misma manera que la determinación no es absoluta, la indeterminación tampoco lo es. Hay un equilibrio y una casuística compleja entre ambas posiciones y mucho espacio entre ambas, un espacio lleno de biopsicología o fisiopsicología, sociología, cultura…
Por otra parte está la controvertida cuestión de que es verdadero y que es falso, porque ¿hay verdades absolutas independientes del tamaño y del tiempo? Una de ellas se ha pretendido sea la universalidad del libre albedrío que vendría avalada por el Principio de Indeterminación que funciona en el Holón de nivel atómico pero sabemos que aquello de lo que las cosas están hechas cambia de propiedades en función del tamaño y el tiempo. En lógica formal, diríamos que el oro nativo en forma de pepitas tiene color amarillo es una proposición verdadera y lo es en la macroescala; pero en la nanoescala, la proposición sería falsa porque aparece invariablemente como rojo.
La emergencia de la evolución
Wilber establece una metáfora muy útil para explicar la emergencia de la evolución. Ésta habría emergido como un juego de ajedrez o de damas que en vez de jugarse en dos dimensiones –plano- se jugase en tres –espacio tridimensional-. Si tenemos sobre un tablero veinte damas negras, la profundidad será 1 y la extensión 40. Si mediante un dispositivo cualquiera, sobre este tablero se coloca otro pero sin ninguna ficha, la profundidad de este será 2 y la extensión 0.
En la evolución, el nivel 2 sólo se puede alcanzar a través del nivel 1 y de hecho las damas del nivel 2 están compuestas en parte de damas del nivel 1; todas ellas son holones o individuos compuestos. Tomemos una dama negra del primer nivel y situémosla en el segundo; añadamos posteriormente una dama roja sobre ella. El nuevo “holón total” del nivel 2 incorpora así a su predecesor (la dama negra) y añade sus propias propiedades distintivas (la dama roja). Si hacemos esto tres veces, los holones del nivel 2 tendrían una profundidad 2 y una amplitud 3.
Los holones individuales o damas de nivel 1 (fisiosfera) dependen para subsistir de complejas redes de interrelaciones con todas las demás damas negras de su entorno, es decir depende de redes de sus propios holones sociales –coevolución de lo micro y lo macro-; existen dentro de complejas redes de intercambio con otros holones de su misma organización estructural. Recordemos que siempre, lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad.
Pero la situación en el nivel 2 (biosfera) es mucho más complicada porque el nuevo holón -la dama compuesta negra y roja- depende para su existencia de complicadas relaciones en ambos niveles. Las damas rojas y negras del nivel 2 dependen en parte de sus relaciones con otras damas rojas y negras, es decir, dependen de relaciones ecológicas o macrorrelaciones con otros holones vivientes en el mismo nivel de organización estructural. En otras palabras, el componente “rojo” de los holones rojos y negros depende de interrelaciones de interrelaciones con el componente “rojo” de los demás holones rojos-y-negros; depende de relaciones de intercambio tales como la reproducción sexual, relaciones que no se encuentran en el nivel negro ni pueden ser mantenidas en él.
Sin embargo, como las damas rojas-y-negras tienen también un componente negro, dependen también de las intrincadas relaciones que mantienen los holones negros entre sí; es decir, dependen de todas las relaciones y procesos de mantenimiento mutuo que constituyen el nivel 1 de los holones. Los holones de nivel 2, por lo tanto, dependen no sólo de las relaciones “rojas” u holones sociales encontrados únicamente en el nivel 2, dependen también de las relaciones “negras” anteriores y de las estructuras sostenibles en el nivel 1; pero no al revés: destruye el nivel 1, y el nivel 2 será destruido; destruye el nivel 2, y el nivel 1 de damas negras seguirá existiendo.
De esta forma, cualquier holón o compuesto individual, depende de toda una serie de complicadas relaciones de intercambio con el entorno social en su mismo nivel de organización estructural para cada nivel del holón individual. Esto significa que un holón de nivel 3, por ejemplo, tiene que existir en un entorno que contenga otros holones de, al menos, esa misma profundidad. Cualquier holón es fundamentalmente un individuo compuesto en un entorno compuesto, en el que intercambian rojo con rojo, negro con negro, y así sucesivamente.
Biosfera, no fisiosfera
Preciso es aclarar un punto. Las damas rojas-y-negras no están en el universo negro, lo único que hay en el nivel 1 son más damas negras. La damas rojas-y-negras están de alguna forma más allá del universo de nivel 1 –este es el significado de “emergencia”-. En su “rojeidad” están más allá de la negrura del nivel 1. Son un buen ejemplo del impulso evolutivo, de la emergencia creativa de lo “rojo” que no puede ser reducido “a”, ni encontrado “en”, el universo negro.
En cierto sentido es justo lo contrario: las damas rojas-y-negras contienen “rojo” y “negro”. Los holones de nivel 2 incluyen a los holones del nivel 1 y van más allá de ellos con sus propios emergentes definitorios según quedó establecido en el principio expresado en la primera parte: Cada Holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Como la dama roja-y-negra depende para su existencia de su propio componente negro, y como las damas negras dependen en última instancia para su existencia particular de todas las demás damas de su universo, entonces el nivel 2 esencialmente abarca a todo el nivel 1 gracias, simplemente, a su individualidad compuesta. Así, una célula viva incluye todo su universo físico. Los muchos se han convertido en uno mediante una “unificación aprehensiva” en la que participan, en cierta medida, todas las situaciones reales anteriores.
Esto es a lo que nos referimos cuando decimos que un holón del nivel 2 no está en el nivel 1, pero que el nivel 1 está en el nivel 2 total y completamente incluido por él. Resumiendo, todo esto significa que la biosfera no es la fisiosfera. La biosfera no es una parte o componente de una totalidad mayor llamada fisiosfera; y la única cosa mayor de la fisiosfera es su extensión, no su profundidad o totalidad. El bios no es parte del cosmos, sino al revés: el cosmos es parte, un componente, del bios.
Una parte de la biosfera –su componente físico- es evidentemente parte de la fisiosfera mayor; pero las cualidades emergentes que la definen no están en el conjunto de determinantes físicamente determinables que gobiernan las formas sin vida –la autopoiesis no se encuentra en el mundo mineral; la autopoiesis es una cualidad de las damas rojas que no se encuentra entre las damas negras. La biosfera no está en la fisiosfera, pero esta, evidentemente, está en aquella, contenida como parte de ella.
Al igual que un átomo está en una molécula pero la molécula no está en el átomo –incluso a pesar de que la extensión de los átomos es mecho mayor que la de las moléculas-el cosmos está en el bios, pero el bios no está en el cosmos, a pesar de que la extensión del cosmos es inmensamente mayor.
El bios es parte del Kósmos, pero no del cosmos. Esta afirmación, debidamente argumentada como creemos se ha hecho pone en cuestión el reduccionismo radical al afirmar que la física es la más fundamental pero a su vez la menos significativa de las mal llamadas “ciencias duras”. El neurobiólogo Francisco Varela ha venido a afirmar que una dimensión dada dentro de una holarquía es interna a sus mayores y externa a sus menores, lo que es lo mismo que decir que el cosmos es interno al bios y el bios es externo al cosmos: a partir del mundo físico se trasciende e incluye.
Una visión simple de las cosas pude llevarnos al error de pensar que sólo porque el cosmos es mayor que el bios es más significativo que este último. No, solamente es más fundamental. El bios es mucho más significativo que el cosmos porque contiene en su interior “mucho más de eso que venimos llamando realidad”, porque abarca una totalidad más profunda y más rica en el sentido de variedad, complejidad y posibilidad. De hecho, asume a todo el cosmos –léanse los fundamentos del universo físico- en su ser, trascendiéndolo e incluyéndolo. Ahora bien, si hay un hecho básico: la continuidad, el fluir de la evolución…
De manera similar, y a ver esto como se entiende, la noosfera, es decir el cerebro-mente, no es parte de la biosfera, sino al contrario: el bios es un componente inferior, una parte de la noosfera. Es evidente que la biosfera tiene más extensión –es mayor”-, de la misma forma que el cosmos es más grande que el bios.
Y precisamente porque la biosfera es un componente de la noosfera, si se destruye la primera se destruirá o dañará a su vez la segunda en función de lo ocurrido en la primera, tal y como hemos visto en los casos Gage y Elliot. Esta es una orientación profundamente ecológica sin absolutizar la biosfera de forma regresiva, ni tampoco la biosfera.
El número de holones –la extensión- de un nivel superior de desarrollo será siempre menor que su número en un nivel precedente. El numero de damas rojas y negras será siempre menor que el de negras. No hay excepciones porque el número de totalidades será siempre menor que el número de partes contenidas en ellas. Siempre habrá menos encinas que bellotas. Es la pirámide del que indica también con precisión que la biosfera no está en la fisiosfera. Allí donde la materia es favorable emerge la vida; allí donde la vida es favorable, emerge la mente. Mayor profundidad, menor extensión.
Llegados a este punto de la discusión, podemos afirmar que los planteamientos holárquicos constituyen un gran desacierto ontológico: confunden lo micro con lo macro, profundidad con extensión, totalidad y parte.
Telecomunicación biológica
Hemos considerado la emergencia de eso que llamamos cerebro-mente –la noosfera- a través de un elemento biosférico esencial, el cerebro. Comenzaremos por indicar que la comunicación en la biosfera es de varios tipos:
-Genética. Actúa en intervalos largos de tiempo si los comparamos con la vida de un individuo. Hace que sea posible la filogenia y la evolución coherente a través de muchas generaciones. A corto plazo, y en el interior de las células, hay una comunicación compleja, basada en la conservación del genoma y en su expresión génica –replicación, trascripción y traducción- cuyo estudio compete a la genética molecular
-Metabólica. Transmitida por el organismo a través de unas moléculas mensajeras especiales que son las hormonas, realiza dos funciones: la primera de ellas es la regulación del desarrollo de organismos pluricelulares, tanto en plantas como en animales; la segunda es la de amortiguar las consecuencias de las fluctuaciones medioambientales en el organismos, es decir, reforzar su autonomía. Recuérdese que reza, Autonomía relativa creciente. La comunicación metabólica basada en hormonas actúa con relativa lentitud, de segundos a minutos. A su vez el metabolismo, o conjunto de reacciones químicas que se producen en un organismo vivo y que define el hecho de vivir, lo constituye un conjunto de reacciones químicas que requieren de unos catalizadores naturales de naturaleza fundamentalmente proteica, los enzimas y los sistemas enzimáticos, según el grado de complejidad, y de aporte energético en forma de un vector químico de energía, nucleótidos como el ATP o el GTP.
-Neural. Transmitida a través del sistema nervioso. Actúa en los organismos a una velocidad de una centésima a una décima de segundo y, por tanto, unas mil veces más deprisa que la comunicación metabólica. Esta comunicación es mixta: eléctrica y química
-Inmunológica. En mis conversaciones con el Dr. García Barreno este tuvo la amabilidad de explicarme con detalle que los sistemas metabólico, endocrino, nervioso e inmunológico “hablan” constantemente entre si específicamente; se puede hablar de comunicación y más precisamente creo yo de telecomunicación puesto que es una comunicación orientada a fines concretos y que obtiene respuestas.
Como quizá la comunicación inmunológica se conoce menos por el gran público, voy a dedicar al tema una explicación que juzgo necesaria en la explicación de ese irrepetible y complejo entramado de conexiones, inclusiones, agrupaciones y superaciones que llamamos vida. También pido disculpas por la proliferación de citas pero como no me gusta “adornarme con plumas ajenas” he querido ser muy preciso y documentarme bien ya que no soy especialista en inmunología sino en filosofía evolucionista, como a estas alturas mi lectores saben bien.
La interacción entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunitario es uno de los elementos clave que intervienen para mantener la homeostasis de los vertebrados, siendo particularmente imprescindible en los mamíferos (Véase Besedovsky H.O., Del Rey, A. Immune-neuroendocrine interactions: factors and hypotheses. Endo Revs, 1996; 17: 64-102). La capacidad del sistema inmunológico para discriminar entre lo propio y lo no propio está basada en un amplio espectro de especificidad expresada por las células inmunológicas (Coutinho A, Hori S, Carvalho T, Caramalho I, Demengeot J. Regulatory T cells: the physiology of autoreactivity in dominant tolerance and "quality control" of immune responses. Immunol Rev 2001; 182: 89-98).
Esta característica del sistema inmunológico implica que puede percibir una imagen interna de los componentes del organismo y reaccionar a las distorsiones particulares de esta imagen, es decir contemplar como son transformadas las células propias (ibid) La respuesta inmunológica, como una respuesta homeostática bajo control fisiológico, contribuye al mantenimiento de la integridad de las células corporales y de los tejidos (Véase Armstrong MD, Klein JR. Immune-endocrine interactions of the hypothalamus-pituitary-thyroid axis: integration, communication and homeostasis. Arch Immunol Ther Exp (Warsz) 2001; 49: 231-7).
Funcionamiento armónico
Las hormonas y neurotransmisores que están presentes en el micro-ambiente de las células inmunológicas pueden restringir su autonomía, probablemente por su acción sobre los receptores de estos factores neuroendocrinos (ibid) La comunicación eficiente de estos tres sistemas implica la existencia de vías aferentes y eferentes que constituyen un sistema complejo de retroalimentación. Cuando se producen alteraciones en esta red, se desencadenan patologías que involucran a los diferentes componentes de la misma.
En los últimos años se ha avanzado en forma notable en el conocimiento de las múltiples funciones del sistema inmunológico, una de ellas ha sido la adaptación biológica, a través de la eliminación de patógenos y células extrañas del organismo (Savina, N.P., Immunoendocrine homeostasis in mice after local irradiation of immune and endocrine system organs, Radiats Biol Radioecol, 1996; 36: 68-77). Estas funciones requieren a su vez de sistemas de control delicados que permitan la adaptación a las diferentes situaciones fisiológicas y patológicas por las que puede atravesar todo ser biológico durante su vida, siendo necesaria la interacción con los otros sistemas del organismo (ibid).
Esta interacción es constante y hace posible el funcionamiento armónico de estos tres sistemas, esto implica la existencia de mensajeros y receptores comunes que participan al mismo tiempo en un sistema muy complejo de retroalimentación. La alteración de la comunicación entre estos sistemas conduce al desarrollo de patologías diferentes. Tal es el caso de los trastornos neuropsiquiátricos que causan inmunosupresión como es la depresión, (Wilder, R.L., Neuroendocrine-immune system interactions and autoimmunity, Annu. Rev. Immunol. 1995; 13: 307-38) los trastornos inmunitarios que causan problemas endocrinos (como la tiroiditis de Hashimoto y la diabetes mellitus tipo 1, que ejemplifican la interacción funcional entre el sistema inmunológico y el neuroendocrino (Jurankova, E., Immunoendocrine interactions and autoimmune diseases, Bratisl Lek Listy, 1994; 95: 51-6).
Numerosos datos experimentales demuestran que, al igual que otras células corporales, las células del sistema inmunológico se ven influidas por el sistema neuroendocrino, ya que existen diversos niveles de control, tanto en el metabolismo como en la división celular, reguladas por las hormonas y los neurotransmisores (. Rook, G.A., Hernandez-Pando, R., Lightman, S.L., Hormones, peripherally activated pro-hormones and regulation of the Th1/Th2 balance. Immunol. Today 1994; 15: 301-3).
La respuesta inmunológica es, tal vez, el único fenómeno fisiológico, en el cual la amplificación de su respuesta está basada en la proliferación celular y la transformación específica de sus componentes. Este proceso requiere cambios metabólicos y factores de crecimiento que hacen a esta respuesta dependiente del control neuroendocrino (Chikanza, I.C., Grossman, A.B., Reciprocal interactions between the neuroendocrine and immune systems during inflammation, Rheum Dis. Clin. North Am. 2000; 26: 693-711).
Si nos centramos en el sistema nervioso y lo contemplamos desde un punto de vista evolutivo, vemos que éste emerge holárquicamente y, después se produce una subdivisión holárquica también de las estructuras neuronales mismas, según la influyente noción de Paul McLean del “cerebro trino” por la que el hombre se encuentra en una situación tal como si la naturaleza le hubiese dotado de tres cerebros que, a pesar de sus diferencias estructurales, deben funcionar juntos y comunicarse entre si. El más antiguo de estos cerebros es el reptiliano; el segundo ha sido heredado de los mamíferos inferiores; y el tercero, desarrollado por los mamíferos superiores culminando en los primates, es el que proporciona la especificad de lo humano.
Comprensión básica de la fisiología
En conclusión, podemos decir que hasta hace unos años el sistema inmunológico ha sido visto como un sistema aislado de los otros sistemas corporales. Es evidente que los sistemas inmunológico y neuroendocrino comparten numerosos ligandos y receptores, lo que resulta en una constante e importante comunicación bidireccional. De hecho, se ha postulado que una nueva e importante función del sistema inmunológico sería la de servir como un órgano sensorial para los estímulos no cognoscitivos que para el sistema nervioso central pasan inadvertidos, como pueden ser los agentes infecciosos.
Lo que en la actualidad estamos proponiendo es la reintegración de un sistema importante en el contexto fisiológico de todo el organismo. Esto, indudablemente nos llevará a una mejor comprensión básica de la fisiología y a generar cambios en la práctica de la Medicina moderna. Para entender aún más el proceso de la comunicación bidireccional del sistema inmunológico y el neuroendocrino será necesario continuar con la búsqueda de ligandos y receptores comunes de los dos sistemas, así como ahondar en las similitudes y diferencias en su regulación funcional.
Eventualmente se encontrarán nuevas funciones del sistema inmunológico sobre los neuropéptidos o las neurohormonas, así como otras propiedades endocrinas de las citocinas. Además, será un reto para los fisiólogos integrar esta información en el contexto del organismo como un todo. Por otro lado, los avances en el conocimiento básico de la interacción inmunoendocrina, debe llevarnos al diseño de nuevas terapias para el tratamiento y diagnóstico de enfermedades en humanos, tanto de aparente origen inmunitario como endocrino. Dos recientes descubrimientos ilustran fehacientemente las posibilidades futuras del uso de este conocimiento.
El primero es la observación de que la corticotropina es un agente proinflamatorio (Karakalis K, Sano H, Redwin J, Litswak S, Wilder RL, and Chorusos GP. Autocrine or paracrine actions of corticotrophin-releasing hormone in vivo. Science 1991; 254: 421-3) y el segundo es la disminución del rechazo a un injerto renal en ratas tratadas con el antagonista opiáceo, naltindrolona (Arakawa K, Akami T, Okamoto M, Oka T, Nagase H, Matsumoto S. The immunosupressive effect of?-opiod receptor antagonist on rat renal allograft survival. Transplantation 2001; 53: 953-9) Hace algunos años hubiera resultado difícil de imaginar que se pudiera tratar una inflamación periférica con un antagonista de una hormona liberadora hipotalámica o el usar un antagonista de un opiáceo para facilitar un trasplante de tejido.
El cerebro como holón humano.
Hablando alegóricamente de estos tres cerebros –holones, naturalmente- cuando el psicoanalista le pide a un paciente que se recline en un diván, le pide que lo haga junto a un caimán y un caballo…El cerebro reptiliano está lleno de saber y recuerdos ancestrales y trata fielmente de hacer lo que decían los ancestros pero no sirve para enfrentar nuevas situaciones; autonomía relativamente baja expresada en comportamiento reflejo e instintivo.
En treinta años, hemos visto que el cerebro de los mamíferos inferiores juega un papel fundamental en el comportamiento emocional. Tiene mayor capacidad que el cerebro reptiliano para aprender nuevos enfoques y aportar soluciones a los problemas basándose en la experiencia inmediata. Pero al igual que el cerebro reptiliano, no tiene la capacidad de expresar los sentimientos con palabras.
En su evolución el cerebro humano retiene la organización jerárquica de los tres tipos básicos que se pueden denominar como reptiliano, paleomamífero y neomamífero. El tronco cerebral representa el cerebro reptiliano heredado de los reptiles. El sistema límbico representa el cerebro paleomamífero, heredado de los mamíferos inferiores; el sistema límbico de los humanos está mucho más estructurado que el de los mamíferos inferiores pero su organización básica, su funcionamiento químico…son muy similares. Se puede decir lo mismo de los otros dos tipos básicos. Y hay pruebas de que los tres tipos básicos tienen su propia memoria subjetiva, cognitiva –capaz de resolver problemas- y otras funciones paralelas.
Es decir que podríamos considerar a cada uno de estos tres cerebros como un holón relativamente autónomo. Y como cada uno de ellos es un holón, no podemos decir que una función específica esté localizada en uno de los holones; todos ellos interactúan influyéndose en ambas direcciones, hacia arriba y hacia abajo. Pero, en general los tres cerebros tienen las siguientes funciones básicas:
a) Cerebro reptiliano o tronco cerebral: Filogenéticamente esta es la parte más antigua del cerebro, su núcleo o chasis, se corresponde aproximadamente con las estructuras básicas del cerebro de los reptiles. Contiene el aparataje esencial para regular las funciones internas –viscerales y glandulares-, las actividades primitivas basadas en los instintos y en los reflejos, y también los centros que ponen al animal en estado de alerta o bien lo adormecen. Podemos referirnos a él como el que determina el nivel general de inteligencia sensoriomotriz rudimentaria y los impulsos instintivos.
Tronco cerebral y sus conexiones
b) Cerebro paleomamífero o sistema límbico. El sistema límbico está íntimamente conectado por caminos neuronales de doble vía con el hipotálamo y otros centros en el tronco cerebral que se ocupan de las sensaciones viscerales y las reacciones como hambre, sexo, miedo y agresión; tanto es así que el sistema límbico era anteriormente llamado “el cerebro visceral”. En resumen, el sistema límbico procesa información de tal forma que es experimentada como sentimientos y emociones, y se convierten en fuerzas que guían nuestro comportamiento.
Sistema límbico
c) Cerebro neomamífero o neocortex. El crecimiento explosivo del neocortex en la última fase de la evolución es uno de los sucesos más trascendentales de la historia de la vida sobre la tierra. Actúa como una inmensa pantalla neuronal sobre la que aparecen las imágenes simbólicas del lenguaje y de la lógica –incluida las matemáticas-. El neocortex es el lugar donde la información se procesa de la forma que le es característica a la mente autorreflexiva.
Valgámonos de una imagen literaria. El cerebro reptiliano representa las figuras y roles básicos que subyacen a toda literatura. El sistema límbico aporta las diferencias emocionales, la selección y el desarrollo de las escenas de la obra. Y, finalmente, el neocortex produce sobre este sustrato tantos poemas, cuentos, novelas, ensayos y obras teatrales como autores existen. Vemos de nuevo a lo inferior estableciendo las posibilidades y a lo superior estableciendo las probabilidades o realizando los potenciales.
Las áreas somestésicas o áreas de la sensibilidad general, se localizan en la circunvolución central posterior. En esta zona se registran las sensaciones de calor, frío, tacto, presión, dolor y la sensibilidad propioceptíva (sentido de la posición y equilibrio muscular). Cada circunvolución recibe las sensaciones procedentes del lado opuesto del organismo. La disposición de las partes del cuerpo representadas en la circunvolución sigue también un orden inverso, de manera que las áreas sensitivas de los pies se localizan en el extremo superior del córtex, mientras que las áreas para la cabeza ocupan el extremo inferior.
Las áreas del lenguaje, o áreas de Broca, se localizan en el lóbulo frontal. En una persona diestra las áreas del lenguaje están mejor desarrolladas en la corteza cerebral izquierda. En un zurdo están más desarrolladas las áreas del lenguaje derechas.
Las áreas visuales se localizan en el lóbulo occipital. En el lóbulo occipital izquierdo se registran los impulsos que se originan en la parte izquierda de cada globo ocular, mientras que en el lóbulo occipital derecho se registran los impulsos que se originan en la parte derecha.
Las áreas auditivas se localizan en la circunvolución temporal superior. Cada lóbulo temporal recibe impulsos auditivos procedentes tanto del oído derecho como del izquierdo. Ello se debe a que un número considerable de neuronas encargadas de transmitir los impulsos auditivos no siguen la vía contra lateral, sino que se dirigen al lóbulo temporal del mismo lado.
El área primaria olfativa se localiza en la superficie medial del lóbulo temporal, y el área primaria gustativa en la cara anterior de la circunvolución central posterior del lóbulo parietal.
Las áreas motoras se localizan en las circunvoluciones centrales superiores. Cada circunvolución controla la actividad del músculo esquelético que ocupa el lado opuesto del organismo. Las diversas partes del organismo representadas en la circunvolución se disponen escalonadamente, de arriba abajo, de modo que la porción superior de la circunvolución controla los movimientos de la extremidad inferior opuesta, mientras que la zona inferior de la circunvolución controla la cabeza y el cuello. Algunas partes del organismo, como la mano y la cara, están más representadas que otras. Ello se debe a la capacidad de tales partes para efectuar movimientos más delicados.
El área promotora, relacionada también con la actividad motora, ocupa una posición inmediatamente anterior a la circunvolución precentral. La estimulación de esta área se traduce en la aparición de una serie de movimientos de naturaleza generalizada, como la rotación de la cabeza, giros del tronco y movimientos generales de las extremidades.
Existen otras áreas llamadas áreas de asociación. Las situadas en el lóbulo parietal participan en la integración de la información sensitiva procedente de las áreas somestésica, auditiva, visual y gustativa. Las áreas de asociación parietales correlacionan información acerca de las diversas partes del organismo. Las áreas asociativas situadas en la región posterior del lóbulo temporal se relacionan con la integración de datos sensitivos.
La afasia visual y auditiva (incapacidad para comprender la palabra oral y escrita) puede asociarse a lesiones de estas áreas asociativas. Las áreas de asociación localizadas en la porción anterior del lóbulo temporal se relacionan con gran variedad de experiencias, aparte de las audiovisuales. Esta porción anterior del lóbulo temporal se ha denominado corteza psíquica a causa de su relación con experiencias pasadas.
Las actividades superiores tales como el discernimiento, razonamiento y abstracción dependen también de la corteza cerebral. La parte anterior del lóbulo frontal, denominada área prefrontal, se halla en relación con estos procesos mentales característicos del ser humano. La corteza cerebral ejerce también una influencia de carácter inhibitorio sobre las partes inferiores del sistema nervioso central.