TRABAJO Y EMPLEO

Bitácora

16/06/2008

Hace algún tiempo que no nos ocupamos en estas páginas de cuestiones “puras” de teletrabajo, preocupados como estamos por resaltar los elementos fundamentales para su difusión y sus aportaciones al bienestar de los ciudadanos, especialmente en los países en vías de desarrollo.

Cuestiones como la capacidad para teletrabajar, la motivación, los requisitos ambientales, la lucha contra la posible soledad… Temas elementales que muchas veces se dan por sabidos, inadecuadamente. Siempre en los cursos que me tocó organizar o dirigir, otorgamos a estas cuestiones importancia fundamental, confirmando que hacíamos lo adecuado el interés que los alumnos ponían en ello y, sobre todo, sus comentarios sobre la utilidad que les aportaba cuando ya estaban teletrabajando.

Solían atender esta parte del curso buenos profesionales y amigos, como Gema Rollón Blanco, Javier Iraeta Araiztegui y Mª Carmen Camacho Gil, de quienes soy deudor en mucho de lo que sigue y que incluyo, además de por su valor intrínseco, como homenaje a Javier, gran profesional y excelentísima persona, ya desaparecido.

Decían en sus cursos –dirigidos no a teletrabajadores autónomos, sino a personas que ya estaban trabajando en una empresa y cambiaban de régimen de trabajo- que “el teletrabajo es algo más que un cambio de instalaciones”, porque el impacto del teletrabajo en la vida de las personas que pasaban a trabajar en casa no sólo afecta al modo de relacionarse con la empresa y gestionar la carrera profesional, sino que altera otras parcelas humanas, como son la del espacio en la casa, la de la relación familiar y la del tiempo de ocio.

Por eso, insistían, el éxito o el fracaso de esta experiencia depende de la habilidad de cada teletrabajador para adaptarte a los cambios y superarse personal y profesionalmente. (Otra cuestión a tener muy en cuenta es la de contar con un buen directivo de teletrabajadores, pero de eso nos hemos ocupado y nos seguiremos ocupando en otros artículos).

Para tener éxito, lo primero que tiene que hacer el aspirante a teletrabajador es examinarse a si mismo y a sus circunstancias vitales. Qué cualidades de las que se suelen considerar adecuadas para teletrabajar tiene, y cuales no tiene, cual es su entorno familiar y físico, cuales son sus aspiraciones a corto, medio o largo plazo, que posibilidades ve de alcanzarlas. Y cuales son sus puntos débiles con los que deberá luchar (¡a diario!) para no fracasar en la experiencia.

Una vez tomada la decisión, resulta imperativo, por ejemplo, evitar el aislamiento, crear y mantener redes de apoyo social. Organizar y gestionar el tiempo (priorizar y controlar los “ladrones” del tiempo). Recomiendo a este respecto la lectura de una obra cuya versión española está a punto de publicar Pearson España, titulada Como arreglártelas para conseguir hacer más cosas, de Fergus O´Connell (How To Get More Things Done, por si algún lector no tiene la paciencia de esperar a la publicación de la versión en español).

Se trata, señala el autor, de hacer una relación de las cosas que se tienen que hacer y del tiempo de que se dispone para hacerlas. La proporción es siempre favorable a las cosas sobre el tiempo: todo el mundo tiene más cosas que hacer que tiempo para hacerlas. Por consiguiente, hay que priorizar, centrarse en las cosas que más importan y relegar, e incluso no hacer, las que menos importan. Y esto tanto en las cuestiones que se refieren a la vida laboral como a la vida personal de cada uno. Lo que resulta vital para un teletrabajador, que va a prescindir de las fronteras entre ambos tipos de vida que le marcaba antes la ida al lugar de trabajo.

Seguiremos este tema fundamental en artículos sucesivos.

Francisco Ortiz Chaparro


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