Los ideales -del espíritu-, las creencias -o interpretaciones del conocimiento experiencial- y las leyes -ritmos que de la naturaleza adoptamos- se convierten en ideologías, dogmas y normas de funcionamiento cotidiano al ser instrumentalizados por una voluntad de acción y de transformación que emana de una conciencia humana aún en estado infantil.
De tal manera que, para materializar un ideal inspirador de nuevos pasos de la especie, ha de ser necesario que cada ser humano lo asuma y lo visibilice a través de su propia experiencia, transformándose en dicho ideal, hasta encarnarlo (“hacerlo carne”) en esta dimensión de la materia.
Por lo tanto, lo que vemos como contradicciones humanas, entre lo que se piensa y cómo se actúa, no son otra cosa que manifestaciones de un proceso en marcha (para cada individuo y para toda la humanidad) que no culminará hasta que el aprendizaje no se haya logrado en este estadio y en todos y cada uno de los individuos que integran la sociedad humana.
Cuando logramos comprender y aceptar la complejidad de este movimiento –en espiral multidimensional-, la espera de la “nueva aurora” se hace esperanzada, amorosa, compasiva y respetuosa hacia todos y hacia todo. La historia humana esta abarrotada de acontecimientos plenos de tragedias y de sufrimientos, pero llenos de aprendizajes y de nuevos horizontes, soportados por aquellas experiencias que resultaron, posteriormente, cumbres emergentes, construidas con el valor humano de seguir siendo vida a pesar de todo.
Mientras cada ser humano no se sepa copartícipe de una creación absoluta y, al mismo tiempo, no reconozca lo que le complementan todos los miembros de su especie, no se conocerá a sí mismo.
De tal manera que, para materializar un ideal inspirador de nuevos pasos de la especie, ha de ser necesario que cada ser humano lo asuma y lo visibilice a través de su propia experiencia, transformándose en dicho ideal, hasta encarnarlo (“hacerlo carne”) en esta dimensión de la materia.
Por lo tanto, lo que vemos como contradicciones humanas, entre lo que se piensa y cómo se actúa, no son otra cosa que manifestaciones de un proceso en marcha (para cada individuo y para toda la humanidad) que no culminará hasta que el aprendizaje no se haya logrado en este estadio y en todos y cada uno de los individuos que integran la sociedad humana.
Cuando logramos comprender y aceptar la complejidad de este movimiento –en espiral multidimensional-, la espera de la “nueva aurora” se hace esperanzada, amorosa, compasiva y respetuosa hacia todos y hacia todo. La historia humana esta abarrotada de acontecimientos plenos de tragedias y de sufrimientos, pero llenos de aprendizajes y de nuevos horizontes, soportados por aquellas experiencias que resultaron, posteriormente, cumbres emergentes, construidas con el valor humano de seguir siendo vida a pesar de todo.
Mientras cada ser humano no se sepa copartícipe de una creación absoluta y, al mismo tiempo, no reconozca lo que le complementan todos los miembros de su especie, no se conocerá a sí mismo.
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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