Para nombrar el salto de consciencia que estamos experimentado, hemos de nombrar el umbral que se abre hacia el espíritu, hemos de nombrar las nuevas cualidades emergentes, hemos de nombrar las nuevas percepciones que se alcanzan, hemos de nombrar lo que nos transforman esas percepciones, hemos de nombrar la voluntad que se impone, hemos de nombrar las nuevas creaciones que tratan de nacer, hemos de nombrar las criaturas que de ellas nacen…
Para nombrar lo nuevo hemos de recurrir a un nuevo lenguaje que brote del corazón, que tenga sus raíces en el Alma. Hemos de despertar a las nuevas expresiones orales, a movernos con otros ritmos que no distorsionen la esencia de lo que se manifiesta, a dejar que la imaginación navegue por otros espacios dimensionales que la inspiren.
Las nuevas formas de relación que se imponen colectivamente, como consecuencia de los cambios que vivimos, buscan objetivos consensuados que satisfagan los profundos anhelos, aquellos que están inspirados por el ser.
Esos objetivos promueven nuevos valores: reconocen a cada uno de los participantes en las nuevas relaciones; vinculan las diferencias que cada una y cada uno aporta; respetan y armonizan los procesos individuales; cuidan de los tiempos y las velocidades que requieren esos procesos; propician que se contemplen con los ojos internos como, paso a paso, va surgiendo la creación común. Y, de esta manera, reconocer que lo expresado adquiere una perfección que trasciende el poder meramente humano e individual.
Para llegar a comprender el lenguaje con que nos habla la conciencia hoy, hemos de considerar que:
Para nombrar lo nuevo hemos de recurrir a un nuevo lenguaje que brote del corazón, que tenga sus raíces en el Alma. Hemos de despertar a las nuevas expresiones orales, a movernos con otros ritmos que no distorsionen la esencia de lo que se manifiesta, a dejar que la imaginación navegue por otros espacios dimensionales que la inspiren.
Las nuevas formas de relación que se imponen colectivamente, como consecuencia de los cambios que vivimos, buscan objetivos consensuados que satisfagan los profundos anhelos, aquellos que están inspirados por el ser.
Esos objetivos promueven nuevos valores: reconocen a cada uno de los participantes en las nuevas relaciones; vinculan las diferencias que cada una y cada uno aporta; respetan y armonizan los procesos individuales; cuidan de los tiempos y las velocidades que requieren esos procesos; propician que se contemplen con los ojos internos como, paso a paso, va surgiendo la creación común. Y, de esta manera, reconocer que lo expresado adquiere una perfección que trasciende el poder meramente humano e individual.
Para llegar a comprender el lenguaje con que nos habla la conciencia hoy, hemos de considerar que:
- Son las leyes de la evolución y no las del mercado las que rigen en la vida
- Es la cooperación y no la competencia la que enriquece nuestro devenir por ella
- Es la solidaridad y no el acaparamiento la que propicia el bienestar
- Es la comunidad y no los individuos la que logra las metas mejores para la especie
- Es el dar y no el controlar lo que propicia que la naturaleza dé buenos frutos
- Es el cimentar en el alma, y no sobre los objetos, los ideales con los que alimentamos nuestra existencia humana
- Es el sentir que los otros me complementan y que soy porque ellos también son
- Es mirar la historia como presente construido y el futuro como presente por construir
- Es dejar que el movimiento de los ciclos de la vida nos conduzcan para que cada estación nos transforme y nos renueve
- Es el dejar de creerse temporal lo que permite conocer en la eternidad
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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