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Una nota marginal sobre los razonamientos paradójicos
En este blog de negociación nos interesamos por las construcciones argumentales. En ese contexto nos ha llamado la atención un acontecimiento reciente: la querella de Gallardón contra Jiménez Losantos, que, desde el punto de vista meramente lógico, merece un ligero comentario, una simple nota al pie de página.
La primera sesión oral del 28 de mayo 2008, recela un fuerte tufo de contradicción que recuerda la clásica paradoja del cretense Epiménides.
« El cretense Epiménides afirmaba que todos los cretenses mienten en todas las ocasiones.
Por consiguiente, si tu preguntas a un hombre si es cretense y lo es, te dirá que él no es cretense, porque siempre miente. Pero si no lo es, te dirá igualmente que no lo es. Con lo cual te será imposible saber de cualquier hombre si es o no es cretense e inútil preguntarlo y aún plantearse la cuestión ».
La paradoja en el caso Gallardón versus Losantos
Entremos en el dilemma: O Gallardón cree que hay que cerrar el caso del 11-M, o no lo cree.
- Si lo cree así, no se ve por qué se siente injuriado por Losantos que le acusa precisamente de eso, de abogar porque se cierre el caso del 11-M.
- Si por el contrario, Gallardón no cree que haya que cerrar el caso del 11-M – como parece pretender ahora – al mantener su querella contra Losantos, está incurriendo en una patente contradicción de fondo. Se queja de que Losantos le acuse de pensar como él mismo pensaría bajo esta hipótesis. (Pero, ¿qué es que realmente piensa Gallardón ?).
La solución del caso G vs. L
La teoría de tipos de Bertrand Russell le da una salida a las paradojas del tipo de la del cretense que conllevan autoreferencia y lenguaje sobre el lenguaje. (Recuérdese el nada elemental teorema de Gödel).
Para escapar de las contradicciones, Gallardón no tiene más remedio que quitarse la soga al cuello en que le encierra el dilema : O cree que hay que obviar el 11-M o no lo cree… porque entonces incurre en contradicción. La salida en este caso está en razonar sobre el planteamiento. (Que es una manera de entrar en el dominio del metalenguaje como aconseja Russell).
La manera de romper el círculo, es distinguir y definir claramente que la querella es sobre la forma, y no sobre el fondo.
Lo malo es que en ese caso la querella deviene insustancial. A menos que sean más importantes las maneras y entonces la cuestión se reduciría a un infantil « este señor me ha pegado ». Si así fuera, el fondo, que es lo esencial, quedaría totalmente eclipsado por un problema de forma sobre la que se puede opinar si es adecuada o no. Pero entonces el nudo del proceso Gallardón versus Losantos quedaría en una anécdota insignificante y ridícula. Y hasta obscena si se piensa que tiene por tela de fondo la sangrienta tragedia nacional del 11 de marzo de 2004. Hay que buscar un contexto en el que no sea tan indecente querellarse.
En vista de las contradicciones de fondo, lo más que pudiera decir la juez en el caso Gallardón versus Losantos es : « Losantos se ha podido exceder en sus expresiones ». Y aún eso es discutible. Es casi una cuestión de técnica periodística, que de ser sancionada generaría daños incalculables a la práctica de la democracia.
Los demás, que no somos jueces, no podemos dejar de pensar, desde el mero punto de vista del análisis lógico, que, en los posicionamientos esenciales, Gallardón está en plena contradicción consigo mismo. Y que parecen importarle más las maneras que el doloroso problema de la resolución del 11-M. A lo mejor es que esas prioridades del fondo sobre la forma no son propias de un político de talla.
La falacia del maestro sofista
A título de curiosidad y juego le propongo al lector curioso otra paradoja que oculta también una contradicción interna y que es en realidad una falacia.
Un estudiante pobre pidió a un maestro de Atenas que le enseñase el arte oratorio con la condición de que le pagaría las lecciones a la primera ocasión en que ganase un juicio. El maestro accedió, y lo formó en las astucias oratorias. Pasó el tiempo y el alumno no pagaba. El maestro le reclamó el pago que le era debido. El alumno, que había aprendido bien el arte de la Retórica, le replicó : « Llevemos el caso a los tribunales. Si pierdo el juicio, no habré ganado y por consiguiente, no tendré aún obligación de pagarte según lo convenido; habrá que esperar a mi primer éxito. Pero si gano el juicio, la resolución del juez invalida tu pretensión, y tú, querido maestro, no recibirás nada ».
Es evidente que el maestro puede montar un razonamiento simétrico con la misma fuerza argumental. Dejo al lector encontrar una solución.
Nótese que en el caso G vs L, no existe esa simetría. La paradoja que estrangula a G no es constructible para la posición de L.
Blas Lara
Viernes, 30 de Mayo 2008 - 13:05
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Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.
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