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Es cuestión de sensibilidad de los individuos y de la inteligencia colectiva. Ya el Club de Roma, a fines de los 60, alertó de la gravedad y la inminencia de la expansión demográfica.
Las soluciones del corazón
¿Acogerías o, ayudarías de alguna manera a un inmigrante clandestino sin papeles que llegase a tu puerta? Hace unos años, en Francia hubieras incurrido en un delito tipificado curiosamente como «delito de solidaridad», que podía ser castigado hasta con cinco años de cárcel y 50 mil euros de multa (1).
En estos años últimos las leyes francesas se han ido suavizando y las mentalidades han evolucionado. Porque la prensa y la televisión sensibilizan a sus públicos difundiendo noticias sobrecogedoras. Y somos muchos los que protestamos ante tales situaciones de horror. ¿Pero hasta el punto de estar dispuestos a acoger en nuestros hogares a estos infortunados?
Ius sanguinis
Un bebé humano recién nacido es el ser más indefenso que se pueda imaginar. Y tiene derecho como cualquier otro bebé a su parte de la Madre Tierra. ¿Por qué los bebés no habrían de ser todos iguales en derechos independientemente del país en el que nacen?
Un niño africano que llega a las costas occidentales es tan ser humano como un pequeño suizo, alemán, o español . Y al nacer en tierra europea debería tener los mismos derechos fundamentales. Sin embargo, no lo reconocen así los países en los que está en vigor el derecho de sangre.
Acogidos con el corazón pero también con la cabeza
Un acontecimiento que ha tenido un considerable eco mediático ha sido la llegada del Aquarius a las costas españolas. Italia le había rechazado el permiso para desembarcar. Este rechazo conmovió profundamente la opinión pública. (¡A pesar de que ya antes se habían ahogado en las costas mediterráneas miles de personas y entre ellas niños!).
Tras el gesto humanitario de la acogida del Aquarius, era de prever lo que ha seguido. Varios miles de personas embarcadas en frágiles pateras se han presentado ante las costas andaluzas durante estas últimas semanas. Es el efecto de llamada. Entre tanto, hay que constatar tristemente que Andalucía no está dotada de infraestructuras, ni siquiera de presupuesto, para acoger a tantos inmigrantes de manera digna. (La TV nos lo muestra cada día).
Y es que no se puede abrir las puertas de par en par sin distinguir las urgencias ni pensar en la futura inserción.
No basta con poner el corazón. Hay que poner la inteligencia para clasificar a los solicitantes y tratar a los emigrantes caso por caso. No se puede tratar de la misma manera, ni con la misma urgencia, a las víctimas de guerras, a los perseguidos, a los que buscan la supervivencia para sí y para sus familias, y por otro lado a los que los que buscan la mayor prosperidad económica en un país donde además no sobreabundan los puestos de trabajo.
Una aporía irresoluble
Confrontados con tales situaciones, aparecen de nuevo las emociones y las pasiones de las personas, lo mejor y lo peor del alma humana. La maravillosa generosidad de algunos, junto a la criminal rapacidad de los comerciantes de carne humana en Nigeria y en Libia. Así como también entran en funcionamiento los mecanismos de autodefensa de algunos países que conducen a la xenofobia y al racismo. Y hasta asoman los oportunistas que falsean los buenos sentimientos mezclándolos con el mercantilismo político.
Ni inhumanos, ni simplistas
Pero menos aún mercaderes de carne humana o traficantes con los buenos sentimientos de la gente. El problema es de difícil solución en la teoría y en la práctica. ¿Qué actitud adoptar y qué disposiciones tomar? Estamos ante un problema mundial irresoluble a corto plazo.
Es de nuestro deber y a ello nos incita el corazón aliviar al « prójimo » próximo. Aunque solamente sea con « parches » a corto plazo.
Pero pongamos en funcionamiento la inteligencia para el LARGO PLAZO, sabiendo que será necesaria una voluntad coordinada de los países para implementar los planes. Al nivel planetario.
¿Acogerías o, ayudarías de alguna manera a un inmigrante clandestino sin papeles que llegase a tu puerta? Hace unos años, en Francia hubieras incurrido en un delito tipificado curiosamente como «delito de solidaridad», que podía ser castigado hasta con cinco años de cárcel y 50 mil euros de multa (1).
En estos años últimos las leyes francesas se han ido suavizando y las mentalidades han evolucionado. Porque la prensa y la televisión sensibilizan a sus públicos difundiendo noticias sobrecogedoras. Y somos muchos los que protestamos ante tales situaciones de horror. ¿Pero hasta el punto de estar dispuestos a acoger en nuestros hogares a estos infortunados?
Ius sanguinis
Un bebé humano recién nacido es el ser más indefenso que se pueda imaginar. Y tiene derecho como cualquier otro bebé a su parte de la Madre Tierra. ¿Por qué los bebés no habrían de ser todos iguales en derechos independientemente del país en el que nacen?
Un niño africano que llega a las costas occidentales es tan ser humano como un pequeño suizo, alemán, o español . Y al nacer en tierra europea debería tener los mismos derechos fundamentales. Sin embargo, no lo reconocen así los países en los que está en vigor el derecho de sangre.
Acogidos con el corazón pero también con la cabeza
Un acontecimiento que ha tenido un considerable eco mediático ha sido la llegada del Aquarius a las costas españolas. Italia le había rechazado el permiso para desembarcar. Este rechazo conmovió profundamente la opinión pública. (¡A pesar de que ya antes se habían ahogado en las costas mediterráneas miles de personas y entre ellas niños!).
Tras el gesto humanitario de la acogida del Aquarius, era de prever lo que ha seguido. Varios miles de personas embarcadas en frágiles pateras se han presentado ante las costas andaluzas durante estas últimas semanas. Es el efecto de llamada. Entre tanto, hay que constatar tristemente que Andalucía no está dotada de infraestructuras, ni siquiera de presupuesto, para acoger a tantos inmigrantes de manera digna. (La TV nos lo muestra cada día).
Y es que no se puede abrir las puertas de par en par sin distinguir las urgencias ni pensar en la futura inserción.
No basta con poner el corazón. Hay que poner la inteligencia para clasificar a los solicitantes y tratar a los emigrantes caso por caso. No se puede tratar de la misma manera, ni con la misma urgencia, a las víctimas de guerras, a los perseguidos, a los que buscan la supervivencia para sí y para sus familias, y por otro lado a los que los que buscan la mayor prosperidad económica en un país donde además no sobreabundan los puestos de trabajo.
Una aporía irresoluble
Confrontados con tales situaciones, aparecen de nuevo las emociones y las pasiones de las personas, lo mejor y lo peor del alma humana. La maravillosa generosidad de algunos, junto a la criminal rapacidad de los comerciantes de carne humana en Nigeria y en Libia. Así como también entran en funcionamiento los mecanismos de autodefensa de algunos países que conducen a la xenofobia y al racismo. Y hasta asoman los oportunistas que falsean los buenos sentimientos mezclándolos con el mercantilismo político.
Ni inhumanos, ni simplistas
Pero menos aún mercaderes de carne humana o traficantes con los buenos sentimientos de la gente. El problema es de difícil solución en la teoría y en la práctica. ¿Qué actitud adoptar y qué disposiciones tomar? Estamos ante un problema mundial irresoluble a corto plazo.
Es de nuestro deber y a ello nos incita el corazón aliviar al « prójimo » próximo. Aunque solamente sea con « parches » a corto plazo.
Pero pongamos en funcionamiento la inteligencia para el LARGO PLAZO, sabiendo que será necesaria una voluntad coordinada de los países para implementar los planes. Al nivel planetario.
(1) Jaques Derrida escribía en Le Monde en 1995 “Que devient un pays, que devient une culture, que devient une langue quand on peut y parler de « délit d’hospitalité », quand l´hospitalité peut devenir aux yeux de la loi et de ses représentants, un crime »
Blas Lara
Martes, 24 de Julio 2018 - 10:46
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Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.
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