NEGOCIACIÓN: Blas Lara

Me interesa el relativismo moral porque su contrario, el dogmatismo moral es un serio obstáculo en Negociación. El absolutismo que lo subtiende es refutable desde las perspectivas histórica, filosófica y biológica.
El relativismo es retención antes de formular un juicio definitivo. La ligereza y la precipitación conducen a posicionarse cómodamente en función de estándares morales absolutos y genéricos. En definitiva las normas abstractas generales son un refugio fácil para el que no se molesta en ir al fondo de los problemas.
La actitud relativista frena las condenas morales precipitadas. Facilita la apertura al Otro. Y es indispensable para poder sintonizar con empatía. Por todo ello, el buen negociador necesita además de un espíritu crítico liberado de prejuicios, una fuerte dosis de relativismo moral. Que no es lo mismo que nihilismo. Ni conlleva necesariamente la parálisis para la acción.

Preámbulo
La moral, la virtud, la ética, la honradez,…, todo el mundo parece saber de qué se trata sin necesidad de más explicaciones. Sobre los aspectos positivos del comportamiento, el consenso y la aprobación son unánimes, eso es “justo”, es “bueno”. Las cosas no parecen estar tan claras cuando se trata de apreciaciones negativas, es decir, qué es lo que es real y últimamente malo e injusto. Me explicaré.

Se puede uno preguntar también de dónde vienen esos criterios de conducta y quién nos ha fabricado esas reglas. Algunos opinan que es la propia sociedad - incluyendo en ella a la familia - la que impone las normas de conducta para su estabilidad y propia regulación. Como si fuera una forma del contrato social a la que han de ajustarse los individuos para el buen funcionamiento de los grupos humanos.

Pero no vayamos a imaginar que esas reglas, -las fundamentales, las básicas- han sido siempre las mismas en todas las sociedades y en todas las épocas. Las reglas morales por las que se regían los griegos y los romanos eran en efecto bastante diferentes de las nuestras, como distintas eran las de los pueblos incas o mayas, como lo son las de los judíos y las de los musulmanes, los chinos y los esquimales. Se pueden naturalmente multiplicar los ejemplos de las grandísimas diferencias que ha habido en la moral económica, en la moral cívica, en la de las relaciones intrafamiliares, y mucho más aún en la moral sexual.

BASE EMPIRICA DE PARTIDA

Hechos atroces, los ha habido a lo largo de la historia humana.
El hombre mata sin razón ni corazón y más fácilmente de lo que pensamos las personas que vivimos en un mundo bien ordenado. Decirlo es un tópico. Pero hay que decirlo. No hay excusa para no recordar esos hechos tan enraizados en nuestra manera de ser, y menos aún si son atroces. Aunque afirmo que mi propósito no es directamente moral, sino el de estudiar y comprender algo tan repleto de significación.

Los relatos históricos de la antigüedad griega y romana están plagados de atrocidades. Herodoto cuenta que los medopersas hacían desollar vivos a los enemigos, y cortar nariz y orejas de las mujeres. Tucídides en sus Guerras del Peloponeso cuenta matanzas en Corfú, en Milos, masacres de decenas de miles de prisioneros al filo de la espada en Sicilia.
En la Edad Media y después en las guerras de religión europeas de la Edad Moderna, se mató sin misericordia en nombre de Dios o de Alá.

Muchos de nosotros hemos vivido los años de la increíble barbarie soviética en supuesta defensa de los ideales más altos de la solidaridad humana. Hemos vivido las atrocidades nazis en nombre de la ciencia y de unos conceptos antropológicos. La guerra civil de España y las sucesivas guerras balcánicas han demostrado hasta dónde puede llegar el hombre. Después han venido los genocidios del Sudeste Asiático, las matanzas en Africa, y no han cesado aún en Oriente Medio. Para qué continuar. Materia hay para ser muy escépticos sobre la altura ética del ser humano.

Estándares morales
Los hechos que acabamos de recordar hablan por sí mismos. Son la vergüenza de la humanidad. Pero decir que son una vergüenza es ya un juicio moral. Precisamente de eso queremos hablar, de los juicios, enunciados y estándares morales, y de su evolución a lo largo de los tiempos.
La moralidad se puede definir como un sistema de reglas que sirven para juzgar el comportamiento de los individuos en una sociedad.
¿Qué es un juicio moral? Es un simple enunciado de la forma: “X es Y”, donde X es una acción, por ejemplo, “un robo”, e Y una calificación,”injusto, malo”.

Un libro, aún hoy entretenido de leer, porque no ha envejecido a pesar de sus 2500 años, son las Historias de Herodoto. Este fantástico viajero, geógrafo y narrador, fino observador de las sociedades humanas, nos hace notar que cada pueblo de los que él recorrió considera sus propias creencias y costumbres como mejores que las de todos los demás. Un aire de relativismo moral.
Hablemos de la esclavitud en nombre de creencias y principios morales. Hoy nos escandaliza la permisividad de aquellos dos grandes monumentos del pensamiento y de la moralidad que fueron Platón y Aristóteles. Aristóteles justificaba la institución de la esclavitud porque según él
“responde a una necesidad de la condición humana. Hay trabajos inferiores que envilecen y demandan obreros de condición inferior. La naturaleza los depara, son los esclavos. El esclavo está casi desprovisto de inteligencia; se le reconoce gracias a ciertas marcas físicas, su vigor animal, su cuerpo curvado hacia la tierra. Se le recluta ante todo entre los prisioneros bárbaros. Y sería injusto reducir a la esclavitud a personas nacidas libres”.
Han tenido que transcurrir siglos desde el nacimiento del cristianismo para que la esclavitud haya sido abolida, a pesar de ser tan contraria a la doctrina del amor cristiano. Hoy nos parece increíble que durante miles de años se haya sido lícito poseer otros seres humanos como se poseía un rebaño.

Otro estándar moral de primera línea es “No matarás”. Un mandamiento del decálogo de Moisés que así enunciado parece indiscutible. Pero, ¿cómo justificar entonces la defensa propia, la pena de muerte o la guerra? Habría que retocar el mandamiento y decir algo así como “no matarás injustamente”. Lo que no deja de ser paradójico. Porque qué es justo y qué es injusto. La guerra no es una licencia general para matar con impunidad. Las acciones que una guerra justifica es algo que es y ha sido percibido diferentemente. El bombardeo de la población civil de Guernica por la aviación alemana, fue considerado como un horror y sigue siendo condenado. Sin embargo, muy pocos años después Churchill ordenó que Dresde fuera arrasada y Truman ordenó el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. En ambos casos, los dirigentes contaron con la aprobación explícita de la mayoría de la población de sus países. (John M. Chrisman).

Otro estándar: “No robar”. ¿Y robar para poder comer y sobrevivir?
En nuestros días, las prácticas del aborto son aceptadas por muchos, así como la libertad de suicidarse para acabar con una enfermedad terminal. Pero aborto y eutanasia siguen siendo inaceptables para otros.

Hay por consiguiente abiertos varios frentes de interrogaciones fundamentales, las verdaderamente importantes para el razonamiento moral:
• Si existen normas absolutas y si pueden quedar abiertas a acomodación en caso de circunstancias excepcionales. Ejemplo: “no matarás versus guerra, aborto,…”
• Si hay jerarquía entre las obligaciones y entre los derechos.
• Cuándo los estándares morales deben traducirse en leyes y preceptos.
• De dónde emana la obligatoriedad de obligaciones y preceptos.
Tomás de Aquino: En moral, los principios generales no sirven a gran cosa porque la moral se sitúa siempre al nivel del caso particular.
Anna Arendt: A las cuestiones particulares, les son necesarias respuestas particulares… No existen normas generales para determinar nuestros juicios (morales) de manera infalible.

ENFRENTAMIENTOS DOCTRINALES
La querella sobre la inmutabilidad de los principios del derecho, su obligatoriedad y origen atraviesa los siglos. Lo que nos interesa a nosotros, que enjuiciamos a los demás en contexto de interacción y de negociación, es saber si hay unas reglas absolutas a las que podamos referirnos en nuestros juicios morales. O si por contrario, los principios son discrecionales y adaptativos a los tiempos y las culturas.
Cicerón se preguntaba sobre la legitimidad de la esclavitud, una práctica tan extendida como natural en las sociedades griega y romana. Cicerón era fiel a la tradición estoica y al pensamiento de Platón, admite el carácter superior - y divino - de la ley natural.
Los jurisconsultos romanos han dejado una marca indubitable en la Historia y en la práctica del Derecho. Uno de ellos, Gayo, admite la práctica de la esclavitud. Sin embargo Ulpiano, otro jurisconsulto del siglo III p.C pone de manifiesto cómo el ius naturale se opone al ius gentium, al derecho positivo, que decimos hoy. Para Ulpiano queda claro que puede haber contradicción entre un derecho y otro, entre las leyes y las necesidades vitales.

En la historia del pensamiento hay que distinguir dos grandes corrientes. Por un lado están los que llamamos, - simplificando forzosamente -, defensores del absolutismo moral: Sócrates, Platón, Aristóteles, los estoicos, San Agustín, Tomás de Aquino, etc… hasta Kant. Para Kant en su Crítica de la Razón Práctica. Dios ha grabado el imperativo categórico, la forma a priori de todas las leyes morales, en lo más recóndito de cada ser humano.
Por otro lado están los que rehusan el absolutismo moral y son partidarios de alguna forma de relativismo. Entre ellos los sofistas, la espléndida filosofía epicúrea y sobre todo la corriente “emotivista”. Los emotivistas parten, no de la lógica, sino de las emociones. Empezando por Spinoza - a pesar del título de su obra De Ethica more geometrico demonstrata- , localiza en las emociones el origen de la norma moral. Continuando por Hume, que afirmaba que los fundamentos de la moralidad son algo innato que se encuentra profundamente inscrito en sentimientos de la persona. Y tras Hume, Bentham, John Stewart Mill y los utilitaristas. Recordemos en el mismo XIX, Nietzsche niega la existencia de una ley moral universal. Dostoievski pone en boca de Ivan Karamazov las ideas nihilistas que representan una de las corrientes de pensamiento prevalentes en la Rusia del XIX.

Planteamientos de la filosofía analítica
Para Hume, la norma moral, contrariamente a los enunciados cognitivos, se refiere no a un “es así” (la mesa es redonda), sino a un “debe ser así”(matar es una mala acción). Las normas morales carecen por consiguiente de base empírica.
La filosofía analítica del siglo XX fragiliza aún más el pretendido carácter absoluto de los juicios de valor moral, decorticando su estructura. Wittgenstein afirma que un enunciado sólo tiene sentido si se le puede validar mediante la lógica o la experimentación científica. Por eso las proposiciones de carácter metafísico, al no poder ser validadas, no son ni incorrectas ni correctas; simplemente carecen de sentido.
Los positivistas lógicos como Carnap o Ayer van más allá que Hume. Los enunciados morales (“el robar es malo”) son ante todo la expresión de unas preferencias morales, vacías de contenido cognitivo, y por consiguiente imposibles de validar en cuanto tales. Las proposiciones morales no son juicios de carácter científico, y por tanto no pueden tener valor universal. Sería falso pretender que la ciencia puede determinar lo que es moral y lo que no lo es. Verdad moral y verdad científica no son de la misma naturaleza.

Conclusión provisional
Hay que ser muy cautelosos antes de enjuiciar moralmente a una persona, en nombre de principios absolutos de moralidad. Aunque hay casos tan claros (p. e. los hornos crematorios) que no permiten la abstención. De ello hablaremos.

Nota
En el próximo capítulo expondré cómo en los últimos decenios se ha convocado a la ciencia biológica, la neuropsicología y la antropología para que aporten nuevos enfoques que esclarezcan la emergencia y evolución, vida y desarrollo de las normas morales. En el debate sobre el relativismo la Biología tendrá la palabra. Quizás no la última. Pero sí una palabra importante y digna de ser escuchada.


Blas Lara Jueves, 5 de Marzo 2009 - 13:04



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Blas Lara
Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.

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