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Por varias y muy diferentes razones, hace días que estoy queriendo escribir este artículo. Un primer motivo fue el email de un amigo, lector del blog, Francisco Sánchez Carmona, profesor de filosofía en Avila. Me escribe lo que sigue:
Te vuelvo a cuestionar, como lo hice en otro momento, cómo incluyes la guerra como opción en la solución de conflictos. Si cuando hablas de solución de conflictos te sitúas dentro del ámbito de tu blog "Negociación", como se supone, creo que hay una clara contradicción en los conceptos Negociación y Guerra, para mí opuestos, a no ser que redefinamos.
Además, por otro lado, no creo que la guerra solucione conflictos (quizás los aplace, o los transmute). Me parece un supuesto utópico. Siempre existirán conflictos, en cualquier campo, en los territorios, en las ideologías, en los sistemas económicos, como en las familias, en los amigos, etc. Como ocurre con la medicina, que cura todas las enfermedades, pero no la última. Yo creo que una buena (y realista) gestión de los conflictos tiene que considerar, además de las posibles soluciones (las llamo tales cuando respetan la integridad de las partes), considerar, digo, y muy mucho, el tolerarlos, el convivir con esos problemas…
Por supuesto, redefinamos rápidamente las fronteras entre Negociación y Guerra. Ambos conceptos son cubiertos por un campo teórico más amplio que es el de Resolución de Conflictos. La Negociación es una forma privilegiada de resolución. Pero que no siempre es posible porque el otro no la desea y establece precondiciones inaceptables. Ni siempre tiene éxito la negociación. Entrar incondicionalmente en la negociación sin una preparación de terreno, si hace falta enérgica, es la mejor manera de perderla.
En mi artículo anterior no dije: haced la guerra y así terminamos de manera expeditiva. Preconizo al contrario precaución y relativismo antes de hacerla. Pero intentaré responder a Francisco completando con más matices en este artículo y en los dos sucesivos.
La preocupación por el conflicto israelopalestino persigue a Francisco como a muchos de nosotros. Mi respuesta de hoy pretende prolongar y afinar mis posiciones anteriores. Explicarme algo más, siempre dispuesto por supuesto a modificarlas cuando haya que corregir.
En el momento de comenzar a escribir este artículo, deseo, además de responder al lector del blog, reaccionar ante otras noticias que me están llegando y que me preocupan. Todos los días nos martillean los medios de comunicación empujándonos a condenar moralmente a Hamás o a Israel, a condenar las medidas de gestión de la crisis por el gobierno, la corrupción de los partidos, la de los órganos de justicia, las cacerías, etc., etc.
Primera reacción un ¡ uf ! de saciedad. ¡Déjennos vivir por favor! Segunda, un deseo de protestar alto y fuerte contra esta dictadura social omnipresente de los medios de comunicación. Una innoble dictadura ejercida sobre las gentes que hacen suyas opiniones y juicios morales ligera, precipitada e injustamente, sobre temas muy serios tanto nacionales como internacionales. Y a esto se le llama democracia. ¡Qué razón tenía Tocqueville!
LA TESIS QUE DEFIENDO
Ante tantas situaciones inciertas, mal definidas, parcialmente documentadas y con sesgo político mi primera reacción en forma de tesis es la que sigue: Un cierto relativismo gnoseológico y hasta un cierto relativismo moral son intelectualmente sanos y se justifican tanto filosófica como psicológicamente.
Relativismo significa desconfiar por principio de toda proposición absoluta y de toda posición dogmática, de cualquier borde que sea.
Sin embargo, la actitud relativista no puede ser paralizante a partir de un momento preciso, cuando la verdad inequívoca y la necesidad de acción o de reacción enérgica se imponen sin lugar a dudas.
Dos actitudes a primera vista contradictorias. No lo son. Todo es cuestión de “frónesis”, la prudencia aristotélica. Por eso hablo de “un cierto”relativismo.
El curioso esquema del juicio de Antigona
Antígona es una tragedia de Sófocles y una de las obras monumentales del teatro universal.
Resumo: Antigona ha perdido a su hermano en el campo de batalla. Pese a las leyes de la ciudad que prohíben que se le entierre porque ha sido- supuestamente- traidor a la patria, Antigona decide enterrar a su hermano con los ritos debidos para evitar que sea pasto de perros y pájaros, y peor aún, para que su alma no sea condenada a errar eternamente como es la creencia popular. Antigona es acusada ante el rey Creón, que es además su tío y futuro suegro. Creón la condena a morir enterrada viva. Antígona se suicida.
El coro en la tragedia de Sófocles enuncia un simple silogismo que pone en evidencia los dos pilares en que se funda el razonamiento legal de Creón: “Antígona ha transgredido las leyes de la ciudad enterrando a su hermano. (Un hecho establecido). El que transgrede gravemente las reglas de la ciudad merece la muerte (Un principio indiscutible regulador del comportamiento). Luego Antígona merece la muerte.”
En esta forma de silogismo se distinguen:
1) El enunciado de un hecho o situación factual, incontestables.
2) Una proposición de ley universal aplicable al caso.
3) La conclusión.
De dos maneras se puede atacar la conclusión. O bien se cuestiona la veracidad de las proposiciones relativas a los hechos enunciadas en la premisa menor. O se hace tambalear la aplicabilidad universal de la premisa mayor, la ley.
Confrontados con la necesidad de posicionarnos ante un caso o escenario político, o de la vida de todos los días, conviene que nos planteemos dos preguntas: la primera sobre la veracidad de las alegaciones, o interpretaciones acusatorias; y después, una segunda y muy diferente, sobre las bases éticas o legales de valoración de esos casos o escenarios.
No es ni mucho menos evidente que el hombre real, no el ser humano teórico y abstracto, funcione siempre de acuerdo con las dos condiciones de validez del silogismo.
PRIMERA PREGUNTA: ¿INTERPRETAMOS CORRECTAMENTE LOS HECHOS Y SITUACIONES?
Nuestras representaciones del mundo exterior que nos rodea, están muy lejos de ser un exacto retrato de lo real.
Es ya un milagro que llegue a organizarse el caos originario de los muchos millones de señales electroquímicas que las sensaciones del mundo exterior, fuente del conocimiento, desencadenan en nuestro cerebro. ¿Cómo lo hace? Son posibles muchas maneras y muy variadas, porque entre las asociaciones disponibles, muchas conexiones son posibles. No es el cerebro una máquina fotográfica que produce el retrato único y fidedigno de lo que tiene delante. El cerebro añade mucho de su parte.
La tarea es mucho más problemática cuando lo que se requiere es una interpretación de los hechos que sirva para guiar la acción.
Pensamos -y vivimos - mayormente de oídas. Nuestro cerebro, en cada operación de lo que se llama “reconocimiento de forma” y para cada interpretación de una situación a la que se enfrenta, necesita el concurso de memorias asociativas precedentemente almacenadas en sus redes neuronales. Concretamente, necesitamos de algo que ya habíamos leído u oído a los demás. Pero de algo que no hemos podido verificar y validar por nosotros mismos.
Por inercia, aceptamos sin control el concurso de estas memorias preexistentes, confiando por ejemplo en las nociones de Historia que tenemos alojadas en memorias recónditas y aprendimos quizás sumariamente. Aceptamos acríticamente las opiniones que leímos en algún periódico. Y es que para el manejo de nuestra vida diaria tenemos que confiar en conjuntos de nociones que poseemos, aunque sean frecuentemente elementales e infundadas como por ejemplo las nociones de medicina que el que no es médico posee. (Y a veces el que lo es).
Del mismo modo nos basamos, aun sin ser conscientes de ello, en explicaciones religiosas, cosmológicas, metafísicas, morales, etc. Sin esta confianza en memorias no verificables, quedaríamos estancados para la acción y no seríamos capaces de elaborar prácticamente nuestras acciones y reacciones.
De hecho, lo que en su estado normal de funcionamiento, nuestro cerebro realmente controla no es la verdad de los enunciados - que pudiera aceptar o no- sino la plausibilidad de cada enunciado según si es o no es compatible y coherente con otros contenidos de memoria que el propio cerebro había ya previamente almacenado.
Justo un granito de filosofía
No tenemos conciencia plena del carácter efímero de nuestra actividad cerebral. Tendemos ontológicamente a no admitir la inestabilidad de la contingencia, porque hay en el hombre la obsesión de anclarse en lo permanente, en la eternidad. Pero no hay verdades eternas, inamovibles, como quería Platón y la inmensa cohorte de pensadores sobre los que él ha influido. (“Toda la filosofía occidental es una nota al pie de página de la obra de Platón”, decía N. Whitehead).
La filosofía analítica ha abierto la veda contra las verdades absolutas al analizar las bases de la construcción de la ciencia. Ni siquiera hay proposiciones de valor absoluto en Matemáticas, porque sus teoremas desde D. Hilbert sólo tienen validez sintáctica, es decir, validez de consistencia en función de los axiomas y reglas del sistema axiomático en el que se derivan. El teorema que se enuncia: ”Por un punto P no situado en la recta AB pasa, en el plano, sólo una recta no secante (una paralela) con AB” es válido para Euclides pero no es válido en la geometría de Lobachevski.
Tampoco hay enunciados estables y definitivos en Física – puesto que al modelo estándar de los tres campos de fuerza sucederá dentro de unos años otra teoría que incorpore además gravedad, espacio y tiempo. Como la mecánica de Einstein ha remplazado la de Newton.
Abandonemos toda esperanza de encontrar enunciados científicamente eternos en Ciencias sociales.
No es para desesperar. Hay que aceptar las cosas como son. La última raíz de todo ello - ya lo hemos dicho- es la tendencia a no admitir la contingencia de nuestro ser y de los productos de nuestras actividades cognitivas.
Primera conclusión: seamos precavidos al formarnos una opinión
Por todo eso, hablando no ya de ciencias, sino de las interpretaciones que aparecen en una alegación judicial por ejemplo, no es aventurado decir que no existe la verdad única inapelable.
Cualquier posición respecto al problema palestino, o a los nacionalismos, o en nuestras relaciones de familia debiera pasar por el filtro del análisis de las fuentes de información y en el relativismo gnoseológico.
Relativismo gnoseológico quiere decir que el carácter de verdad absoluta de nuestras percepciones e interpretaciones es cuestionable ya de principio. Mucho más si partimos de presupuestos filosóficos, religiosos o históricos que no hemos verificado ni podemos verificar.
El relativismo es el remedio a la credulidad ciega del dogmatismo inculto e inmaduro que podemos observar en toda la amplitud de nuestro espectro político, tanto en las derechas como en las izquierdas. El dogmatismo del ciudadano perezoso y futbolero, que vive no de sus propias ideas sino a costa de las ideas que le venden otros.
Pero hasta los propios Quijotes de alma limpia se equivocan infinitas veces porque interpretan mal el entorno y ven gigantes donde hay molinos. La culpa de los desvaríos de Alonso Quijano la tenían los mitos de caballería. Hay aún Quijotes en el XXI. La culpa de sus desvaríos la tienen hoy las leyendas de caballerías y los mitos inconsistentes de nuestro tiempo que las ideologías y los medios de comunicación hacen consumir las gentes. Y que las gentes consumen, muchas veces con buena voluntad, pero sin ningún discernimiento.
Respecto a alegaciones tales como si Hamás disparaba cubriéndose con escudos humanos y en qué condiciones los israelitas bombardearon las escuelas, o las acusaciones mutuas de marido y mujer o entre partidos políticos, etc. ¿Cómo condenar a unos u otros si las alegaciones no están bien establecidas y si las fuentes de información que poseemos no ofrecen garantías de imparcialidad y de seriedad?
Lo menos que la seriedad intelectual nos puede exigir es que formulemos juicios condicionales. No absolutos.
Nota. Una cosa es la veracidad de las alegaciones y otra la calificación ética y legal de esas alegaciones. Por eso este artículo tiene una Parte II.
SEGUNDA PREGUNTA: ¿QUE ES JUSTO Y QUE ES INJUSTO? UN CIERTO RELATIVISMO MORAL.
Te vuelvo a cuestionar, como lo hice en otro momento, cómo incluyes la guerra como opción en la solución de conflictos. Si cuando hablas de solución de conflictos te sitúas dentro del ámbito de tu blog "Negociación", como se supone, creo que hay una clara contradicción en los conceptos Negociación y Guerra, para mí opuestos, a no ser que redefinamos.
Además, por otro lado, no creo que la guerra solucione conflictos (quizás los aplace, o los transmute). Me parece un supuesto utópico. Siempre existirán conflictos, en cualquier campo, en los territorios, en las ideologías, en los sistemas económicos, como en las familias, en los amigos, etc. Como ocurre con la medicina, que cura todas las enfermedades, pero no la última. Yo creo que una buena (y realista) gestión de los conflictos tiene que considerar, además de las posibles soluciones (las llamo tales cuando respetan la integridad de las partes), considerar, digo, y muy mucho, el tolerarlos, el convivir con esos problemas…
Por supuesto, redefinamos rápidamente las fronteras entre Negociación y Guerra. Ambos conceptos son cubiertos por un campo teórico más amplio que es el de Resolución de Conflictos. La Negociación es una forma privilegiada de resolución. Pero que no siempre es posible porque el otro no la desea y establece precondiciones inaceptables. Ni siempre tiene éxito la negociación. Entrar incondicionalmente en la negociación sin una preparación de terreno, si hace falta enérgica, es la mejor manera de perderla.
En mi artículo anterior no dije: haced la guerra y así terminamos de manera expeditiva. Preconizo al contrario precaución y relativismo antes de hacerla. Pero intentaré responder a Francisco completando con más matices en este artículo y en los dos sucesivos.
La preocupación por el conflicto israelopalestino persigue a Francisco como a muchos de nosotros. Mi respuesta de hoy pretende prolongar y afinar mis posiciones anteriores. Explicarme algo más, siempre dispuesto por supuesto a modificarlas cuando haya que corregir.
En el momento de comenzar a escribir este artículo, deseo, además de responder al lector del blog, reaccionar ante otras noticias que me están llegando y que me preocupan. Todos los días nos martillean los medios de comunicación empujándonos a condenar moralmente a Hamás o a Israel, a condenar las medidas de gestión de la crisis por el gobierno, la corrupción de los partidos, la de los órganos de justicia, las cacerías, etc., etc.
Primera reacción un ¡ uf ! de saciedad. ¡Déjennos vivir por favor! Segunda, un deseo de protestar alto y fuerte contra esta dictadura social omnipresente de los medios de comunicación. Una innoble dictadura ejercida sobre las gentes que hacen suyas opiniones y juicios morales ligera, precipitada e injustamente, sobre temas muy serios tanto nacionales como internacionales. Y a esto se le llama democracia. ¡Qué razón tenía Tocqueville!
LA TESIS QUE DEFIENDO
Ante tantas situaciones inciertas, mal definidas, parcialmente documentadas y con sesgo político mi primera reacción en forma de tesis es la que sigue: Un cierto relativismo gnoseológico y hasta un cierto relativismo moral son intelectualmente sanos y se justifican tanto filosófica como psicológicamente.
Relativismo significa desconfiar por principio de toda proposición absoluta y de toda posición dogmática, de cualquier borde que sea.
Sin embargo, la actitud relativista no puede ser paralizante a partir de un momento preciso, cuando la verdad inequívoca y la necesidad de acción o de reacción enérgica se imponen sin lugar a dudas.
Dos actitudes a primera vista contradictorias. No lo son. Todo es cuestión de “frónesis”, la prudencia aristotélica. Por eso hablo de “un cierto”relativismo.
El curioso esquema del juicio de Antigona
Antígona es una tragedia de Sófocles y una de las obras monumentales del teatro universal.
Resumo: Antigona ha perdido a su hermano en el campo de batalla. Pese a las leyes de la ciudad que prohíben que se le entierre porque ha sido- supuestamente- traidor a la patria, Antigona decide enterrar a su hermano con los ritos debidos para evitar que sea pasto de perros y pájaros, y peor aún, para que su alma no sea condenada a errar eternamente como es la creencia popular. Antigona es acusada ante el rey Creón, que es además su tío y futuro suegro. Creón la condena a morir enterrada viva. Antígona se suicida.
El coro en la tragedia de Sófocles enuncia un simple silogismo que pone en evidencia los dos pilares en que se funda el razonamiento legal de Creón: “Antígona ha transgredido las leyes de la ciudad enterrando a su hermano. (Un hecho establecido). El que transgrede gravemente las reglas de la ciudad merece la muerte (Un principio indiscutible regulador del comportamiento). Luego Antígona merece la muerte.”
En esta forma de silogismo se distinguen:
1) El enunciado de un hecho o situación factual, incontestables.
2) Una proposición de ley universal aplicable al caso.
3) La conclusión.
De dos maneras se puede atacar la conclusión. O bien se cuestiona la veracidad de las proposiciones relativas a los hechos enunciadas en la premisa menor. O se hace tambalear la aplicabilidad universal de la premisa mayor, la ley.
Confrontados con la necesidad de posicionarnos ante un caso o escenario político, o de la vida de todos los días, conviene que nos planteemos dos preguntas: la primera sobre la veracidad de las alegaciones, o interpretaciones acusatorias; y después, una segunda y muy diferente, sobre las bases éticas o legales de valoración de esos casos o escenarios.
No es ni mucho menos evidente que el hombre real, no el ser humano teórico y abstracto, funcione siempre de acuerdo con las dos condiciones de validez del silogismo.
PRIMERA PREGUNTA: ¿INTERPRETAMOS CORRECTAMENTE LOS HECHOS Y SITUACIONES?
Nuestras representaciones del mundo exterior que nos rodea, están muy lejos de ser un exacto retrato de lo real.
Es ya un milagro que llegue a organizarse el caos originario de los muchos millones de señales electroquímicas que las sensaciones del mundo exterior, fuente del conocimiento, desencadenan en nuestro cerebro. ¿Cómo lo hace? Son posibles muchas maneras y muy variadas, porque entre las asociaciones disponibles, muchas conexiones son posibles. No es el cerebro una máquina fotográfica que produce el retrato único y fidedigno de lo que tiene delante. El cerebro añade mucho de su parte.
La tarea es mucho más problemática cuando lo que se requiere es una interpretación de los hechos que sirva para guiar la acción.
Pensamos -y vivimos - mayormente de oídas. Nuestro cerebro, en cada operación de lo que se llama “reconocimiento de forma” y para cada interpretación de una situación a la que se enfrenta, necesita el concurso de memorias asociativas precedentemente almacenadas en sus redes neuronales. Concretamente, necesitamos de algo que ya habíamos leído u oído a los demás. Pero de algo que no hemos podido verificar y validar por nosotros mismos.
Por inercia, aceptamos sin control el concurso de estas memorias preexistentes, confiando por ejemplo en las nociones de Historia que tenemos alojadas en memorias recónditas y aprendimos quizás sumariamente. Aceptamos acríticamente las opiniones que leímos en algún periódico. Y es que para el manejo de nuestra vida diaria tenemos que confiar en conjuntos de nociones que poseemos, aunque sean frecuentemente elementales e infundadas como por ejemplo las nociones de medicina que el que no es médico posee. (Y a veces el que lo es).
Del mismo modo nos basamos, aun sin ser conscientes de ello, en explicaciones religiosas, cosmológicas, metafísicas, morales, etc. Sin esta confianza en memorias no verificables, quedaríamos estancados para la acción y no seríamos capaces de elaborar prácticamente nuestras acciones y reacciones.
De hecho, lo que en su estado normal de funcionamiento, nuestro cerebro realmente controla no es la verdad de los enunciados - que pudiera aceptar o no- sino la plausibilidad de cada enunciado según si es o no es compatible y coherente con otros contenidos de memoria que el propio cerebro había ya previamente almacenado.
Justo un granito de filosofía
No tenemos conciencia plena del carácter efímero de nuestra actividad cerebral. Tendemos ontológicamente a no admitir la inestabilidad de la contingencia, porque hay en el hombre la obsesión de anclarse en lo permanente, en la eternidad. Pero no hay verdades eternas, inamovibles, como quería Platón y la inmensa cohorte de pensadores sobre los que él ha influido. (“Toda la filosofía occidental es una nota al pie de página de la obra de Platón”, decía N. Whitehead).
La filosofía analítica ha abierto la veda contra las verdades absolutas al analizar las bases de la construcción de la ciencia. Ni siquiera hay proposiciones de valor absoluto en Matemáticas, porque sus teoremas desde D. Hilbert sólo tienen validez sintáctica, es decir, validez de consistencia en función de los axiomas y reglas del sistema axiomático en el que se derivan. El teorema que se enuncia: ”Por un punto P no situado en la recta AB pasa, en el plano, sólo una recta no secante (una paralela) con AB” es válido para Euclides pero no es válido en la geometría de Lobachevski.
Tampoco hay enunciados estables y definitivos en Física – puesto que al modelo estándar de los tres campos de fuerza sucederá dentro de unos años otra teoría que incorpore además gravedad, espacio y tiempo. Como la mecánica de Einstein ha remplazado la de Newton.
Abandonemos toda esperanza de encontrar enunciados científicamente eternos en Ciencias sociales.
No es para desesperar. Hay que aceptar las cosas como son. La última raíz de todo ello - ya lo hemos dicho- es la tendencia a no admitir la contingencia de nuestro ser y de los productos de nuestras actividades cognitivas.
Primera conclusión: seamos precavidos al formarnos una opinión
Por todo eso, hablando no ya de ciencias, sino de las interpretaciones que aparecen en una alegación judicial por ejemplo, no es aventurado decir que no existe la verdad única inapelable.
Cualquier posición respecto al problema palestino, o a los nacionalismos, o en nuestras relaciones de familia debiera pasar por el filtro del análisis de las fuentes de información y en el relativismo gnoseológico.
Relativismo gnoseológico quiere decir que el carácter de verdad absoluta de nuestras percepciones e interpretaciones es cuestionable ya de principio. Mucho más si partimos de presupuestos filosóficos, religiosos o históricos que no hemos verificado ni podemos verificar.
El relativismo es el remedio a la credulidad ciega del dogmatismo inculto e inmaduro que podemos observar en toda la amplitud de nuestro espectro político, tanto en las derechas como en las izquierdas. El dogmatismo del ciudadano perezoso y futbolero, que vive no de sus propias ideas sino a costa de las ideas que le venden otros.
Pero hasta los propios Quijotes de alma limpia se equivocan infinitas veces porque interpretan mal el entorno y ven gigantes donde hay molinos. La culpa de los desvaríos de Alonso Quijano la tenían los mitos de caballería. Hay aún Quijotes en el XXI. La culpa de sus desvaríos la tienen hoy las leyendas de caballerías y los mitos inconsistentes de nuestro tiempo que las ideologías y los medios de comunicación hacen consumir las gentes. Y que las gentes consumen, muchas veces con buena voluntad, pero sin ningún discernimiento.
Respecto a alegaciones tales como si Hamás disparaba cubriéndose con escudos humanos y en qué condiciones los israelitas bombardearon las escuelas, o las acusaciones mutuas de marido y mujer o entre partidos políticos, etc. ¿Cómo condenar a unos u otros si las alegaciones no están bien establecidas y si las fuentes de información que poseemos no ofrecen garantías de imparcialidad y de seriedad?
Lo menos que la seriedad intelectual nos puede exigir es que formulemos juicios condicionales. No absolutos.
Nota. Una cosa es la veracidad de las alegaciones y otra la calificación ética y legal de esas alegaciones. Por eso este artículo tiene una Parte II.
SEGUNDA PREGUNTA: ¿QUE ES JUSTO Y QUE ES INJUSTO? UN CIERTO RELATIVISMO MORAL.
Blas Lara
Martes, 17 de Febrero 2009 - 16:57
Comentarios
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¿Cómo interpretar los movimientos estratégicos de los agentes en el conflicto de Gaza? ¿ Cuáles pudieran ser sus movimientos previsibles?
PROPOSICIÓN 1: La diferencia de percepciones es causa del conflicto.
En toda negociación y en todo conflicto entre A y B, en último análisis, más que dos adversarios lo que se enfrentan son dos percepciones diferentes de una misma situación S. De que estas dos percepciones sean o no compatibles, total o parcialmente, depende el que se pueda llegar, o no, a un acuerdo estable y justo.
Si las percepciones de la situación son irreconciliables en todo punto, entonces no hay a priori solución ni acuerdo posible. Salvo si los agentes, superando sus ideologías y prejuicios en tanto que seres dotados de sensibilidad, muestren flexibilidad y, mejor aún, empatía, es decir, aptitud para ponerse en lugar del otro. En todo caso es indispensable que sean negociadores abiertos y que muestren al menos capacidad de autocrítica, es decir, de relativización y cuestionamiento de sus propias percepciones.
PROPOSICIÓN 2: El dogmatismo desemboca en la confrontación.
En este artículo, a la incapacidad absoluta de autocrítica la llamaremos simplificando actitud dogmática, sin referencia obligada a lo religioso sino más bien al dogmatismo gnoseológico en Filosofía, y a la etimología griega de la palabra, que sugiere creencia o parecer.
Esta Proposición 2 enuncia que el dogmatismo intransigente inhibe la posibilidad de negociar, imposibilita el acuerdo y desemboca necesariamente en la confrontación.
PROPOSICIÓN 3: El dogmatismo de una o de las dos partes induce al uso de la Fuerza como útil de confrontación.
El uso de la Fuerza se caracteriza precisamente por la exclusión de otros instrumentos de interacción como es el razonamiento, la persuasión, los gestos de buena voluntad.
Contra el dogmatismo hermético e intransigente, las primeras y más evidentes formas de respuesta son las que se engloban en la panoplia general de las estrategias y tácticas de uso de la Fuerza.
En efecto, la Fuerza se ejerce de muchas maneras, desde la provocación y la agresión verbal, el insulto y la amenaza, hasta el hostigamiento incesante y la confrontación física. La violencia generalizada y abierta es la guerra.
PROPOSICIÓN 4: La victoria total, aniquila al adversario y resuelve inmediatamente el conflicto.
El uso de la Fuerza conduce el conflicto a una primera salida posible que es la imposición de una de las partes por victoria total sobre la otra: la rendición sin condiciones. La solución será justa o injusta, según se mire, pero constituye sin duda la solución radical, inmediata y definitiva del origen del conflicto.
PROPOSICIÓN 5: El concepto de victoria total ha de ser matizado, porque las confrontaciones se desarrollan sobre una pluralidad de terrenos.
Sin embargo, la rendición sin condiciones es una visión restrictivamente militar, y aún primitivamente militar, de lo que es un conflicto. El conflicto es frecuentemente algo más complicado y que conviene matizar. Todos sabemos que en los conflictos familiares, negociaciones comerciales, deportivos, etc., la batalla se puede desarrollar simultáneamente sobre varios frentes. (Según los casos: el de la confrontación física, el de la confrontación psicológica, el duelo de personalidades, una batalla frente a terceras personas espectadoras, sobre el universo mediático, etc.).
La consecuencia de que exista esta pluralidad de campos es que en los conflictos complejos se puede ganar perfectamente sobre un frente y al mismo tiempo perder sobre otro. Tan es así que una aparente victoria militar total puede convertirse en una victoria pírrica como ha sucedido tantas veces en la historia. (Valga la comparación, hay ventas de las que el comprador sale con la vanidad halagada y el bolsillo malparado, mientras que el vendedor obtiene el dinero a costa de una lisonja servil: dos planos por tanto, el económico y el psicológico).
En el caso de la batalla de Gaza se superponen varios frentes. Entre ellos, el de la confrontación armada, en el que el triunfo de Israel va de por sí; el de la confrontación ideológica y de representaciones de hechos y realidades; el de la opinión pública, donde la victoria de Israel es mucho menos que evidente; el de la confrontación permanente entre palestinos de El-Fatah y de Hamás, cuyo resultado hasta hoy es tan impredictible; el de la guerra entre suníes y chiíes, los unos apoyados por Irán y los otros por Egipto y algunos países árabes. (Es éste último un gran problema de dimensiones históricas que trascienden probablemente al conflicto israelopalestino).
PROPOSICIÓN 6: El uso limitado de la fuerza como método para traer a la otra parte a una actitud de autocrítica y de mayor apertura.
Como una alternativa a la de la solución definitiva por la guerra, tal como expuesta bajo la Proposición 4, se presenta otra variante: el uso de la Fuerza no es llevado hasta la victoria total sino que es una primera etapa de una secuencia estratégica multietapas. Tras la exhibición de fuerza, se reconduce la negociación, pero replanteando los términos de la misma. Con la idea de que quizás tras la fase guerrera, sería concebible que las intransigencias se ablanden.
La estrategia en dos fases tiene de positivo que permite inducir en el oponente dogmático, un incentivo para su propio cuestionamiento que le lleve a replantearse la veracidad de sus “dogmas” o la oportunidad de sus posiciones.
El concepto de estrategia en dos fases, es propio del jugador razonable que no quiere o a quien no conviene la eliminación completa del adversario por alguna de las varias razones imaginables.
PROPOSICIÓN 7: El método de las ganancias incrementales.
Pero si después del cese del uso de la fuerza, y ya en segunda fase, el jugador dogmático persiste y mantiene su percepción inicial de la situación, no hay más que tres salidas posibles:
O se vuelve a la condición de insolubilidad descrita en la Proposición 2 y con ello entramos en un ciclo sin fin, de tensiones y violencias acumuladas.
O se repite ciclo descrito de la Proposición 3 a la 7, con posibilidades quizás crecientes de atenuación y flexibilización de las posiciones iniciales.
O entramos en otra lógica, propuesta en el artículo precedente. Lógica que consiste en abandonar la búsqueda de soluciones de fondo, inmediatas y definitivas, y entrar en un proceso abierto y continuado de lo que hemos llamado ganancias incrementales y simétricas por ambas partes, cuya esencia es que se vaya ganando paso a paso con relación a la situación precedente.
EN RESUMEN
1) Queda establecido que, de todas maneras, el dogmatismo intransigente que busca soluciones unilaterales, impide absolutamente toda solución. El dogmatismo es una actitud de fuerza y lleva necesariamente a estrategias de uso de la fuerza.
2) Un conflicto sin solución racional como el de Palestina no puede ser resuelto con la intransigencia dogmática ni de unos ni de otros. No tiene más salidas que:
a) La utilización de la Fuerza hasta las últimas consecuencias por uno u otro de los agentes. O la imposición sin contemplaciones, con medios políticos y militares que hagan falta. De la parte de un agente exterior.
b) La entrada en un proceso bien conducido de ganancias incrementales simétricas, quizás patrocinado, diseñado y vigilado por un agente exterior.
3) El agente exterior, o tercero, debe ser neutro. Un interviniente tercero que no fuera neutro e independiente, no llevaría a soluciones aceptables y menos aún durables.
4) La opinión pública constituye un frente de batalla, y es también un “tercero” en cierta manera. Los radicalismos y fanatismos de la opinión, no construyen soluciones sino que las obstruyen. Los medios de comunicación creadores de opinión pueden tener una influencia nefasta en el proceso, a no ser que aboguen decididamente por soluciones de racionalidad, y de acercamiento de posiciones, adoptando una actitud similar a la de los mediadores y facilitadores.
5) El ciclo demostración de Fuerza (militar o batalla de ideas) - replanteamiento, arriba descrito, parece resumir los despliegues estratégicos de las últimas décadas. Y los resultados han sido: El-Fatah ha revisado posiciones, aceptando la existencia de Israel y ganando un territorio; Hamas no ha transigido, pero tampoco ganado; los israelitas han flexibilizado sus posiciones en el terreno ideológico y de representaciones.
Artículos
“Tienen derecho a la tierra de sus abuelos”. “Tienen derecho a vivir en paz”. “Un pueblo tiene derecho a una tierra”. “La guerra se justifica cuando es en legítima defensa”. “La proporcionalidad y los límites en los actos de guerra son hipócritas, van contra la naturaleza misma de la guerra, cuando no son una exigencia suicida”. Estos y otros muchos argumentos, todos discutibles, se confrontan en estos días nuestros periódicos y en nuestras pantallas de televisión y de ordenador.
Cuestiones jurídicas radicalmente insolubles: ¿En este conflicto, como en otros, cuál es el momento cero de referencia en la Historia para reivindicar la soberanía sobre un suelo ? ¿La época de los filisteos, la de Jacob o Moisés, la de los árabes o los otomanos,…? ¿Por qué antes y no después? No hay razón alguna para que Roma reivindique ahora en el siglo XXI ninguna parte de lo que fue su imperio durante medio milenio.
Decir que los unos o los otros tienen razón, toda la razón, es equivocado. Como sucede en la mayoría de los conflictos, cada parte tiene su parte de razón, seguramente.
Lo que podemos hacer
Ni aún pasando meses en Israel y Palestina para observar directamente los hechos, y muchos días en las bibliotecas estudiando los orígenes históricos y el desarrollo del conflicto, creo que llegaría a una conclusión muy diferente: cada uno tiene su parte de razón. No pienso al cabo de largas investigaciones que podría aportar argumentos nuevos, concluyentes e irrefutables que convencieran de manera definitiva a las dos partes contendientes.
Por todo ello, lo que en este artículo modestamente pretendo es simplemente analizar la situación desde el ángulo neutro de la teoría de la negociación. Algunas lecciones pienso que se pueden sacar.
LIMITES DEL METODO RACIONAL
En las negociaciones personales, binarias, a través de un proceso racional se llega en muchos casos a una solución aceptable para cada uno. El equilibrio teórico se encuentra tras la búsqueda de la racionalidad conjunta. Enunciaré las fases del proceso racional que son :
Primera fase: Desvelar la “inteligibilidad” de la situación generadora del conflicto. Generalmente no es simple a desenmarañar. Hay que clarificarla, y ante todo, descontaminarla de todo sesgo interesado. Acercarse en la medida de lo posible a la objetividad completa sería lo ideal para garantizar la independencia de juicio. La objetividad absoluta haría que las partes contendientes podrían compartir el mismo análisis e interpretación de la situación, si son intelectualmente honradas y sinceras.
Segunda fase: Esclarecer las “pretensiones” de cada una de las partes y evaluar la legitimidad de sus aspiraciones particulares, según las normas éticas o legales.
Tercera fase, muy importante: investigar las “consecuencias” para cada una de las partes de los escenarios posibles.
Como decimos, en situaciones normales, siguiendo estas fases, se encuentran en principio las soluciones objetivas e imparciales. Soluciones “anónimas”, como dice la literatura, es decir, que se investigan sin acepción de personas, y que por ello conducen a situaciones de equilibrio estable y durable.
Estos son los primeros pasos del proceso clásico de solución racional. A continuación viene la implementación. En otras palabras, la aceptación y puesta en práctica de la solución racional.
El nudo del problema, la conditio sine qua non
En la negociación ordinaria los defectos de los agentes suelen ser el conocimiento superficial e incompleto del dossier, la precipitación, los prejuicios. Son obstáculos salvables.
Sin embargo, hay un obstáculo que hace totalmente vana la búsqueda conjunta de la solución racional. Ese obstáculo sobreviene cuando una de las partes, o ambas, dejan de subordinar sus intereses propios a la Razón objetiva.
Cuando el egoísmo ciega a los contendientes de manera que no son por si mismos capaces de poner en marcha el proceso de racionalidad, entonces hay que acudir a la intervención de terceras personas. Personas independientes, competentes y dignas de confianza, que por vía de mediación, de arbitraje o de “facilitación”, podrían salvar el proceso de búsqueda y de implementación de las soluciones justas, equitativas y estables.
Pero siempre se impone una condición sine qua non: Que las partes directamente interesadas deseen sincera y realmente encontrar la Verdad y Justicia, antes que satisfacer exclusivamente sus propios intereses. Por eso, también cuando se recurre a terceros, es imperativo que las partes en conflicto sean capaces de aceptar los puntos de vista – y quizás los dictámenes- de estos terceros. Facilitadores, mediadores o árbitros, lo que sea necesario en cada caso, pero siempre neutros e independientes.
Cuando el conflicto surge no entre individuos sino entre colectividades, la condición sine qua non que postula la subordinación a la racionalidad quizás sea más difícil de satisfacer. Si ya el individuo aislado actúa frecuentemente de manera irracional, aún menos se puede esperar de las masas que sepan plegar sus juicios y comportamientos a las exigencias de la racionalidad, posponiendo sus intereses o sus veleidades.
Gaza, ¿racionalidad imposible?
En el caso de Gaza, y en la situación actual de principios de Enero 2009, no hay solución racional a la vista según los cánones del proceso racional arriba descrito, ni por procesos directos de negociación entre ellos, ni siquiera con ayuda de terceros. Las barreras de las fases primera y segunda del proceso de búsqueda no pueden ser superadas. No se ve manera cómo llegarían a un análisis objetivo conjunto de la situación, susceptible de ser compartido. Ni cómo serían compatibles las pretensiones de ambos, por el momento mutuamente excluyentes.
La vía de las ganancias incrementales
Cuando el proceso se atasca, porque la Razón y la Justicia no pueden imponerse de manera absolutamente perentoria a los agentes de la negociación, todavía les queda un camino, sin dejar los senderos de la racionalidad. Queda aún la vía de la búsqueda conjunta de ganancias incrementales.
Entiendo por soluciones incrementales aquellas que no son totales y definitivas sino que mejoran gradualmente, paso a paso, y simétricamente, la situación actual de los contendientes. Es un proceso que no tiene un horizonte terminal previsible. Busca el interés simétrico de ambas partes, acumulando ganancias y mejoras con relación a la situación actual.
Esta manera de hacer que proponemos se inspira en teoría clásica de la utilidad conjunta , y en la concepción utilitaria, “consecuencialista”, de la Justicia a la manera de John Stuart Mill, y algunos welfaristas.
Bajo la óptica de las mejoras incrementales, la negociación se autolimita por principio y por regla. Evita debates sin salida sobre las fases primera y segunda del proceso, es decir sobre la objetividad del análisis de la situación y sobre la legitimidad de las pretensiones. Por el contrario, se focaliza en la fase tercera de ese proceso, es decir, sobre las consecuencias que pueden tener para cada parte el ir avanzando en la dirección de alguno de los distintos escenarios posibles en cada momento.
El objeto – y la dificultad - de este tipo de negociación se ciñe a la manera de cómo llevar a la práctica el principio de las ganancias incrementales simultáneas.
No será tarea fácil en el caso de Gaza. Pero éste es el trabajo que pueden realizar los negociadores y, más probablemente, los mediadores.
Excluir los radicalismos
Desde un punto de vista puramente metodológico en el que nos situamos exclusivamente, lo que importa es que una negociación sea posible, si no en el contexto del proceso racional clásico antes evocado, al menos en el de las ganancias incrementales. Pero en ninguno de los dos casos es posible transigir con los radicalismos porque nos ciegan todo camino de solución que no sea el de la fuerza. Por eso hay que desautorizar y excluir del proceso a todos los extremismos, si se desea mantener una esperanza de salida.
Veo tres clases de posiciones radicales que deben ser excluidas de la mesa de negociación:
• Radicalismo de las víctimas del conflicto, de los que han sufrido en su persona o en sus familias. Aún siendo el más justificable de todos los radicalismos, y aunque sea doloroso, no se les puede aceptar en una mesa de negociación si conservan su comprensible rencor. Lo que en el Medio Oriente, y no sólo allí, se le pide a las víctimas es heroico: que por encima de la ley de Talión , sobrepasen el dolor y la injusticia padecida, mirando el bien de todos y en particular el de las generaciones futuras.
• Radicalismo acrítico de los que creen poseer toda la Razón o toda la Justicia, como los idealismos integristas, que fácilmente derivan a comportamientos de fanatismo. Estas personas hacen imposible la búsqueda independiente de la verdad objetiva.
• Radicalismo barato, de café y de salón. El de algaradas y manifestaciones callejeras. Radicalismo gesticulante, retórico, pseudointelectual, generalmente poco y mal informado. El más irresponsable de todos. Desearía saber por qué esos pretendidos intelectuales, no organizan manifestaciones de masa a favor de soluciones moderadas y razonables. ¿Qué pensar de los posicionamientos de algunos de ellos que traspasan cínicamente toda lógica y que ignoran conscientemente una parte incontestable de los hechos?
Todos estos radicalismos se descalifican porque condenan de antemano al fracaso las negociaciones ya de por sí difíciles.
En la misma línea de ideas y en lo que se refiere a los medios de comunicación de masa, especialmente la televisión, hay poner en obra formas inteligentes para controlar eficazmente el efecto deletéreo sobre el gran público de los que participan en debates en nombre de radicalismos irresponsables. Pero sin restringir la libertad de expresión. Porque las opiniones públicas son un interviniente no aparente, pero muy real, en el conflicto.
Artículos
En el artículo precedente titulado “Improvisación y mapas mentales”, propuse un sencillo método para construir una lista de conceptos y un grafo en torno a un núcleo temático. El campo semántico, en el que se mueve el discurso del locutor, revela su espacio de percepción, su ventana sobre el mundo. O si se quiere, las estanterías de su supuesta biblioteca mental en la que cada conocimiento se aloja. En esta biblioteca los conceptos yacen originariamente de manera caótica Como las limaduras de hierro sin orden sobre un papel hasta que un campo magnético las oriente en una dirección dada. Valga la metáfora, el impulso a la acción juega el papel de fuerza magnética en el cerebro.
I. El espacio de percepción del individuo
Una lista y un grafo constituyen una entidad lingüística que es el campo semántico relativo al tema central de un debate, por ejemplo, como en el último artículo, el federalismo. Lista de conceptos y grafo reflejan el “punto de vista” del individuo, su estructura mental, su particular colección de categorías o engramas, en otras palabras, de redes y subredes relacionadas entre sí en el cerebro de esa persona.
Si yo pido a un niño, o a una persona de escasa formación, que ordene los libros en mi biblioteca, es seguro que los clasificará según sus categorías mentales que serán probablemente reducidas en número y poco sustanciales. Esa persona sin formación tal vez ordene los libros según el color, el tamaño, la lengua - en español y en otra lengua que no sea español-, etc. Si se lo pidiese a alguien que haya hecho la universidad organizaría los libros de mejor manera, ya que posee una serie de categorías mentales de las que carece la persona sin formación. Mis compañeros de claustro lo hubieran hecho aún mejor. (Al menos así es de esperar).
En suma, la calidad de todo trabajo de organización de conceptos depende de la riqueza y la dimensionalidad del “espacio de percepción del individuo”. A este propósito parece que existe un alto coeficiente de correlación estadística entre el nivel cultural de individuos de lengua china y el número de ideogramas que cada uno posee.
El número de conceptos que poseemos sería un espejo de nuestro nivel de cultura. Esta afirmación conlleva al mismo tiempo un aspecto negativo, a saber, que las posibilidades de movilidad de nuestra mente están sometidas a un condicionante lingüístico. Son la ventana obligada por la que contemplamos el mundo. Nos hayamos aprisionados por los conceptos que poseemos y en última instancia por la propia historia de nuestro cerebro. Así es que tenemos por un lado “un campo semántico” más o menos poblado que nos es propio, y por otro “una estructura” más o menos integrada que relaciona las unidades semánticas que componen ese campo.
La estructura mental
Métodos como el Análisis no métrico de Proximidades o de Preferencias, a los que hemos aludido anteriormente (1) , nos permiten vislumbrar ese espacio de percepción que nos es específico, además de sugerir igualmente una estructura de espacio vectorial para organizar y visualizar ese campo (2).
Imagine el lector una encuesta aplicada a personajes de primera fila del panorama político que se hayan prestado a rellenar un mismo cuestionario.
A cada uno se les pide simplemente expresar las similitudes que percibe entre parejas de estímulos (estímulo = personas, símbolos, conceptos, escenarios del futuro, etc.), representativos de un fenómeno social o político. El grado de similitud lo expresa cada encuestado atribuyendo a la pareja un valor sobre una escala de intensidad que va de menos similar a más similar. Las respuestas de cada encuestado generan una matriz no necesariamente simétrica.
El tratamiento matemático de cada matriz produce resultados sorprendentes e intelectualmente gratificantes. Permite en particular:
• Saber la dimensionalidad del espacio de percepción propio del encuestado. Así se interpretan los resultados del análisis matemático efectuado: si el personaje A posee un espacio de percepción de dimensión superior al de otro personaje B, eso significa que A tiene una visión más amplia que B, es decir, que domina mejor el fenómeno político o social investigado.
• Las dimensiones del espacio vectorial obtenido corresponden a los ejes geométricos del espacio. Frecuentemente estos ejes (“factores propios”) admiten una interpretación semántica clara. En ese caso, llegamos a tener una idea de cuáles son las perspectivas realmente importantes para cada persona entrevistada. Obtenemos así una especie de radiografía mental de cada uno. Teniendo en cuenta el porcentaje de la covarianza global (3) que los ejes factoriales explican, podemos deducir sus pesos respectivos: en términos claros, el orden de importancia, que tienen estos “ejes factoriales” o perspectivas socio-políticas.
• Subsidiariamente, el método cuantifica el grado de incoherencia o inconsistencia lógica interna en la manera de pensar de cada personaje entrevistado.
Este tipo de encuestas han sido efectivamente realizadas a personajes muy destacados socialmente (4). Naturalmente, estas personas fueron advertidas de la “no inocencia” del cuestionario. Aunque hay que añadir que en general no comprendieron gran cosa de lo que llamaban“ explicaciones de sabios matemáticos” y que estaban muy ajenos a lo que realmente las radiografías mentales iban a dar.
El espacio de percepción de que estamos hablando es una especie de “jaula” mental que en cada momento condiciona al individuo y de la que no puede escapar. Más que una jaula, habría que decir una serie de jaulas ordenadas a la manera de las muñecas rusas. Hay jaulas metafísicas propias de la naturaleza humana, de las que serían un ejemplo eximio los aprioris kantianos de la sensibilidad que condicionan irremediablemente nuestros intercambios con el mundo físico (5). Y hay otras jaulas que nos son más exteriores, como la cultura en que crecimos. Más al interior aún, la de nuestra biografía personal que está registrada perpetua e irrevocablemente en los archivos de las experiencias vividas.
Está claro que nuestros puntos de vista cambian y se amplían a lo largo de la vida con la experiencia y los conocimientos. Y que nuestro espacio de percepción se construye y se transforma incrementalmente. Pero las discontinuidades y emergencias son raras en la génesis de las formas mentales, y es mi opinión que lo esencial permanece a lo largo de la vida.
II. A propósito de la improvisación
Los conjuntos de redes neuronales en un cerebro no excitado permanecen tan desordenados como un rebaño de ovejas sin pastor, o las limaduras de hierro de que hablábamos. La necesidad perentoria de dar una respuesta al medio externo o, por el contrario, una orden de trabajo mental que emitimos conscientemente, intervienen como la señal del silbido del pastor, sacando al cerebro de su estado originario de desorden. A esa señal, los recursos mentales se canalizan y estructuran para la acción. Las mediciones del encefalograma lo reflejan en el tipo de ondas cerebrales correspondiente a cada estado.
Hemos explicado en el artículo precedente que en la preparación de un encuentro con el Otro, la improvisación y las emociones son malas consejeras. En esas desfavorables circunstancias, las memorias convocadas para guiar la acción pudieran ser no pertinentes y hasta disparatadas.
Una interpretación psicológica de lo cómico
Un chiste no tiene por qué ser forzosamente banal e intrascendente. Nadie dirá que no era una persona seria el filósofo francés Henri Bergson, autor de “La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico”. Además, como dice el propio Bergson, “comenzando por Aristóteles, los mayores pensadores se han ocupado del problema (de la risa) …, un impertinente desafío a la especulación filosófica”. (Tendremos ocasión de volver en este blog sobre este tema increíblemente fecundo).
Pienso que bajo un chiste pueden ocultarse enseñanzas profundas. Acabo de leer en los periódicos la noticia de la muerte de Luis Díez Jiménez, un antiguo conocido mío, cuya memoria saludo con respeto. Luis Díez Jiménez fue autor del libro humorístico “La Antología del disparate”. Los disparates de sus alumnos zoquetes, adoquines, soplagaitas y percebes, revelan sin duda lo mal que han aprendido y quizás lo mal que se les ha enseñado.
Pero además revelan la gozosa desorganización de los conocimientos – de las memorias- en la cabeza de los alumnos, algunos ya de 17 y 18 años.
Reproduzco aquí unas “pepitas” totalmente al azar:
El átomo aunque muy chico tiene mucha fuerza, más que la pólvora.
Las clases de pecado son: mortal, venial y genial.
Río que pasa por Viena: el Vesubio azul.
Músculos del cuello: electrocleidomésticos.
Odontólogo: carnívoro que se alimenta de presas vivas.
¿Por qué nos hacen sonreír los disparates del zoquete de la clase? Bergson, tan atento siempre a los desarrollos de la ciencia de su tiempo, no pudo explicar la significación de lo cómico en términos de neuropsicología, pero pienso que hoy lo hubiese hecho.
Reímos cuando el chiste sobreentiende de manera implícita y apenas manifiesta, una disfunción de nuestros mecanismos psicológicos profundos. Por ejemplo, las confusiones, las asociaciones de memorias de diferentes tipos en contra de la lógica o incompatibles con la realidad (6).
Reímos por una especie de complicidad autocomplaciente al vislumbrar un fallo del funcionamiento mental. El chiste inteligente saca a la luz pública algo que reconocemos en nosotros mismos y que no nos atrevemos a confesar y sobre todo a confesarnos. Alguien ha dicho que la diferencia entre el tonto y el listo es que el listo sabe callarse las tonterías que piensa, mientras que el tonto manifiesta esas tonterías en todo su esplendor.
Conclusión
Orden y estructura en las ideas al prepararse para negociar. Pero a condición de que conceptos y memorias preexistan en nuestros cerebros. A eso tiende la formación, a almacenar conocimientos. Pero también a estructurarlos mediante la reflexión sobre esos conocimientos, que no es otra cosa sino crear redes de memorias jerárquicamente superiores a las memorias de las percepciones y los datos, y además, validadas por contraste con el mundo exterior. Memorias correctamente estructuradas y validadas le faltan al zoquete. Y al zoquete que en la vida deviene político o cualquier otra cosa.
Notas al pie
(1) En el artículo precedente.
(2) Existen muchos métodos en la literatura especializada. El lector puede consultar también métodos más recientemente aparecidos en el campo de la semántica, como el Latent Relational Analysis.
(3) Noción estadística relativa a la varianza conjunta de varias variables.
(4) No se trata de una mera posibilidad teórica. Yo las he diseñado y analizado en un buen número de ocasiones, algunas de considerable trascendencia política o económica.
(5) Algo que puede expresarse más elegantemente en términos de neurociencias.
(6) Para mayor información, ver en este mismo blog el artículo Cómo es que nos dejamos seducir, 6 de agosto 2008, y más explícitamente sobre las disfunciones, en El cerebro es una máquina imperfecta, Blas Lara, en Tendencias21.
Artículos
El negociador mantiene a veces una relación difícil con la realidad. Primero, porque la realidad no se nos abre de por sí, sino que hay que realizar un trabajo de profundización para aprehenderla. Y segundo, porque el propio negociador tiende a distorsionarla con sus emociones, sus prejuicios, y sus intereses. El resultado es que con frecuencia entramos en negociación con una representación de lo real inexacta, falseada o al menos insuficiente. (El mantener una relación difícil con la realidad es también el problema que encontramos en muchos políticos). En este artículo propongo la construcción de “mapas mentales” que ayudan notablemente a la preparación de la negociación. Y subsidiariamente para preparar un discurso o un dossier de manera sistemática, racional y productiva; como mnemotecnia para guardar en mente un esquema durante un debate.
Dos modalidades de respuesta
Situación A: Un gendarme que me interpela.
Cuando de manera inesperada me sobreviene una altercación en la calle, por ejemplo, un gendarme de tráfico me interpela y no tengo más remedio que improvisar inmediatamente una respuesta. Mi argumentacióbn se basará en los conceptos e ideas que me surjan en el momento y además emocionalmente contaminadas.
Situación B: Un debate en el que voy a participar.
Estoy en una situación distinta cuando me preparo para una negociación comercial, o si voy a debatir con otra persona sobre un tema, por ejemplo, el federalismo, la inseguridad urbana, la crisis económica o cualquier otra cosa. El primer paso que voy a dar para prepararme es apelar mentalmente a los conceptos relacionados con el tema.
Preparar el encuentro
Cuando no se ha preparado uno suficientemente, si el fracaso llega, ya se sabe quién es el primer responsable.
Temístocles antes de la batalla de Salamina : “Hemos hecho todo lo que estaba en nuestro poder, ahora la victoria está en manos de los dioses.” Y Felipe II, al comunicársele el desastre de la Armada Invencible: “No envié mis barcos a luchar con la tempestad”.
Hay que conocer el dossier lo mejor que podamos. Si disponemos de tiempo, no se debe improvisar. Mucho menos cuando se asume una responsabilidad pública. No hay nada que justifique la improvisación y el “más o menos”. Hay políticos a quienes se les ve el pelo en actuaciones llenas de imprecisiones lógicas, de deslices semánticos, y de frases mal construidas. Creen tanto en sí mismos que piensan poder hablar de todo sin mucha preparación, desde la altura de su cargo, y gracias al talento que se imaginan poseer.
Entre profesionales, y hasta en los encuentros de la vida ordinaria, ¡cómo se nota cuando un negociador viene preparado y cuando no!
Editado por
Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.
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