Antonio Basallote Marín: La cuestión israelí. Sionismo, identidad y sociedad. Retos y desafíos hacia la paz. Sevilla: Ediciones En Huida, 2013 (148 páginas).
No han sido muy frecuentes los títulos sobre Israel en la bibliografía española, como recuerda el arabista Ignacio Álvarez-Ossorio en el prólogo de esta obra. Aunque habrá que reconocer que su oferta se ha ido incrementado durante los últimos años. A esta dinámica se adhiere el nuevo trabajo de Antonio Basallote Marín.
Autor de otros dos textos en esta misma línea de investigación (Paraíso usurpado. El sionismo y el pueblo palestino; y Al-Jalil, Kiryat Arba y San Abrahám: Hebrón, la otra Jerusalén), Basallote entiende que abordar la cuestión israelí implica afrontar también la cuestión palestina; y viceversa. Ambas están inexorablemente unidas.
Originada en suelo europeo, la cuestión judía surgió de la discriminación, exclusión y persecución de unos europeos por otros europeos como señala Viviane Forrester en un título igualmente recomendable: El crimen occidental (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008).
El problema se complejizó, incrementó y transnacionalizó porque careció de una solución integradora en la propia sociedad europea en la que había surgido; y, por el contrario, se desplazó hacia una parte de la periferia del sistema internacional de la época.
Paradójicamente, tanto las ideologías políticas y los nacionalismos excluyentes de la Europa de entreguerras como el sionismo coincidieron en su visión racista (y, en extremos, antisemita), contraria a la asimilación e integración de los judíos europeos en sus respectivas sociedades.
En contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los europeos de confesión o tradición judía (“en 1900 sólo el 5% de los judíos en toda Europa eran sionistas”), el sionismo se caracterizó por el nacionalismo de carácter “étnico, romántico y religioso”; por la supremacía racial asentada en el mantra bíblico del “pueblo elegido”; y por el colonialismo de poblamiento en matrimonio con “el imperialismo y la expansión colonial europea”.
A partir de esta imprescindible contextualización, de “adopción de criterios y valores racistas del nacionalismo germánico del siglo XIX y el uso del modelo de colonización de poblamiento”, el autor analiza la deriva colonial, segregacionista y expansionista del movimiento sionista y su aparato estatal.
En su análisis de los principales pilares e instrumentos de los que se vale el sionismo y el Estado israelí, Basallote destaca el rol desempeñado por la lengua, la mitología sionista, la instrumentalización de la historia antigua y, en particular, los mitos fundacionales del Estado israelí, unido a los de más reciente creación.
Tampoco olvida la importancia que juega en la socialización política el sistema de enseñanza, el ejército y los medios de comunicación; así como la “utilización del miedo y la patrimonialización del status de víctima como estrategia propagandística e identitaria”.
Un apartado singular de su reflexión se ocupa de la deliberada ambigüedad existente entre la condición confesional (o, si se quiere, cultural) de judío y la de ciudadano israelí, que deja las puertas abiertas a que cualquier persona de confesión o ascendencia judía pueda gozar automáticamente de los derechos de ciudadanía en Israel, pero no así sus habitantes autóctonos, los árabes-palestinos.
En la recta final del libro, el autor se centra en los retos y desafíos de la sociedad israelí del siglo XXI, haciéndose eco de sus fracturas y tensiones internas (entre askenazíes y mizrahíes, religiosos y seculares, etcétera); además de la creciente fortaleza de la corriente nacional-religiosa y el movimiento colono.
En su conclusión, Basallote reconoce las dificultades para superar las barreras “psicológicas y sociales del sionismo”, de no “querer ver y saber”. Pero al mismo tiempo apela a que desde el exterior se apoye al “sector crítico y constructivo” de la sociedad israelí, en un esfuerzo conjunto con la presión internacional y la resistencia palestina en aras de la resolución del conflicto.
En un momento en el que algunos dirigentes israelíes, como su actual ministro de Economía, Naftali Bennet, líder del partido “Hogar Judío”, afirman abiertamente que “no tiene sentido un Estado palestino ”, el libro de Antonio Basallote debe ser leído con urgencia por quienes quieran comprender las claves del negacionismo y expansionismo israelí.
No han sido muy frecuentes los títulos sobre Israel en la bibliografía española, como recuerda el arabista Ignacio Álvarez-Ossorio en el prólogo de esta obra. Aunque habrá que reconocer que su oferta se ha ido incrementado durante los últimos años. A esta dinámica se adhiere el nuevo trabajo de Antonio Basallote Marín.
Autor de otros dos textos en esta misma línea de investigación (Paraíso usurpado. El sionismo y el pueblo palestino; y Al-Jalil, Kiryat Arba y San Abrahám: Hebrón, la otra Jerusalén), Basallote entiende que abordar la cuestión israelí implica afrontar también la cuestión palestina; y viceversa. Ambas están inexorablemente unidas.
Originada en suelo europeo, la cuestión judía surgió de la discriminación, exclusión y persecución de unos europeos por otros europeos como señala Viviane Forrester en un título igualmente recomendable: El crimen occidental (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008).
El problema se complejizó, incrementó y transnacionalizó porque careció de una solución integradora en la propia sociedad europea en la que había surgido; y, por el contrario, se desplazó hacia una parte de la periferia del sistema internacional de la época.
Paradójicamente, tanto las ideologías políticas y los nacionalismos excluyentes de la Europa de entreguerras como el sionismo coincidieron en su visión racista (y, en extremos, antisemita), contraria a la asimilación e integración de los judíos europeos en sus respectivas sociedades.
En contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los europeos de confesión o tradición judía (“en 1900 sólo el 5% de los judíos en toda Europa eran sionistas”), el sionismo se caracterizó por el nacionalismo de carácter “étnico, romántico y religioso”; por la supremacía racial asentada en el mantra bíblico del “pueblo elegido”; y por el colonialismo de poblamiento en matrimonio con “el imperialismo y la expansión colonial europea”.
A partir de esta imprescindible contextualización, de “adopción de criterios y valores racistas del nacionalismo germánico del siglo XIX y el uso del modelo de colonización de poblamiento”, el autor analiza la deriva colonial, segregacionista y expansionista del movimiento sionista y su aparato estatal.
En su análisis de los principales pilares e instrumentos de los que se vale el sionismo y el Estado israelí, Basallote destaca el rol desempeñado por la lengua, la mitología sionista, la instrumentalización de la historia antigua y, en particular, los mitos fundacionales del Estado israelí, unido a los de más reciente creación.
Tampoco olvida la importancia que juega en la socialización política el sistema de enseñanza, el ejército y los medios de comunicación; así como la “utilización del miedo y la patrimonialización del status de víctima como estrategia propagandística e identitaria”.
Un apartado singular de su reflexión se ocupa de la deliberada ambigüedad existente entre la condición confesional (o, si se quiere, cultural) de judío y la de ciudadano israelí, que deja las puertas abiertas a que cualquier persona de confesión o ascendencia judía pueda gozar automáticamente de los derechos de ciudadanía en Israel, pero no así sus habitantes autóctonos, los árabes-palestinos.
En la recta final del libro, el autor se centra en los retos y desafíos de la sociedad israelí del siglo XXI, haciéndose eco de sus fracturas y tensiones internas (entre askenazíes y mizrahíes, religiosos y seculares, etcétera); además de la creciente fortaleza de la corriente nacional-religiosa y el movimiento colono.
En su conclusión, Basallote reconoce las dificultades para superar las barreras “psicológicas y sociales del sionismo”, de no “querer ver y saber”. Pero al mismo tiempo apela a que desde el exterior se apoye al “sector crítico y constructivo” de la sociedad israelí, en un esfuerzo conjunto con la presión internacional y la resistencia palestina en aras de la resolución del conflicto.
En un momento en el que algunos dirigentes israelíes, como su actual ministro de Economía, Naftali Bennet, líder del partido “Hogar Judío”, afirman abiertamente que “no tiene sentido un Estado palestino ”, el libro de Antonio Basallote debe ser leído con urgencia por quienes quieran comprender las claves del negacionismo y expansionismo israelí.