Harald Welzer: Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI. Madrid: Katz, 2010 (342 páginas).
Con el fin de la Guerra Fría concluyó también el modelo de explicación bipolar de los conflictos en la escena internacional. Desde entonces han sido varios los intentos explicativos por colmar ese vacío paradigmático. En líneas generales, cabe reducir a dos las perspectivas que han pretendido dar cuenta de la conflictividad en el sistema internacional de la posguerra fría.
Una primera línea de reflexión fue la iniciada por Samuel S. Huntington con su afamada tesis sobre el choque de civilizaciones. Su principal postulado sostenía que los conflictos en la nueva configuración mundial habían dejado de ser prioritariamente políticos, ideológicos y económicos para pasar a ser culturales y civilizatorios.
En contraposición, la otra línea de investigación mantenía que la conflictividad giraba en torno al aprovisionamiento de los recursos naturales y, en particular, los energéticos. Entre sus máximos representantes destaca Michael Klare y su tesis acerca de la guerra por los recursos.
Pues bien, la obra de Harald Welzer sobre las guerras climáticas se situaría en esta segunda perspectiva. Esto es, en la explicación de los conflictos sobre una base material antes que cultural o religiosa.
Desde esta óptica, el futuro de la conflictividad vendrá dictado por el agotamiento de los recursos (tierras, materias primas, fósiles y base para la supervivencia) y su creciente demanda. Pero a diferencia de Klare, Welzer pone el acento no sólo en ese agotamiento, sino también en los efectos incontrolables de la combustión de las energías fósiles.
De ahí que el autor invite a reflexionar a lo largo del texto en torno a la relación existente entre clima y violencia. Es decir, cómo los problemas causados por los cambios en las condiciones climáticas pueden cosechar una respuesta violenta, de conflictos y guerras. Panorama que, lejos de ser un pronóstico, forma parte del presente.
En conclusión, a la respuesta de por qué se matará en el siglo XXI, Harald Welzer responde en los siguientes términos: “Con su falta de modelos de sociedad con capacidad de futuro, el siglo XXI está lejos de las utopías y cerca de los recursos: se mata porque los asesinos reclaman los recursos que las víctimas tienen o simplemente quisieran tener”.
Con el fin de la Guerra Fría concluyó también el modelo de explicación bipolar de los conflictos en la escena internacional. Desde entonces han sido varios los intentos explicativos por colmar ese vacío paradigmático. En líneas generales, cabe reducir a dos las perspectivas que han pretendido dar cuenta de la conflictividad en el sistema internacional de la posguerra fría.
Una primera línea de reflexión fue la iniciada por Samuel S. Huntington con su afamada tesis sobre el choque de civilizaciones. Su principal postulado sostenía que los conflictos en la nueva configuración mundial habían dejado de ser prioritariamente políticos, ideológicos y económicos para pasar a ser culturales y civilizatorios.
En contraposición, la otra línea de investigación mantenía que la conflictividad giraba en torno al aprovisionamiento de los recursos naturales y, en particular, los energéticos. Entre sus máximos representantes destaca Michael Klare y su tesis acerca de la guerra por los recursos.
Pues bien, la obra de Harald Welzer sobre las guerras climáticas se situaría en esta segunda perspectiva. Esto es, en la explicación de los conflictos sobre una base material antes que cultural o religiosa.
Desde esta óptica, el futuro de la conflictividad vendrá dictado por el agotamiento de los recursos (tierras, materias primas, fósiles y base para la supervivencia) y su creciente demanda. Pero a diferencia de Klare, Welzer pone el acento no sólo en ese agotamiento, sino también en los efectos incontrolables de la combustión de las energías fósiles.
De ahí que el autor invite a reflexionar a lo largo del texto en torno a la relación existente entre clima y violencia. Es decir, cómo los problemas causados por los cambios en las condiciones climáticas pueden cosechar una respuesta violenta, de conflictos y guerras. Panorama que, lejos de ser un pronóstico, forma parte del presente.
En conclusión, a la respuesta de por qué se matará en el siglo XXI, Harald Welzer responde en los siguientes términos: “Con su falta de modelos de sociedad con capacidad de futuro, el siglo XXI está lejos de las utopías y cerca de los recursos: se mata porque los asesinos reclaman los recursos que las víctimas tienen o simplemente quisieran tener”.