Nur Masalha: Nakba. Limpieza étnica, lucha por la historia. Barcelona: Bellaterra, 2012 (290 páginas)*.
La creación del Estado israelí y la tragedia o catástrofe (Nakba) palestina han sido tradicionalmente presentadas por la historiografía oficial israelí como acontecimientos relativamente independientes, pese a que ocurrieron simultáneamente en 1948.
Dicho en términos más propios del darwinismo social, el movimiento sionista mostró ser más fuerte, adaptarse mejor a la situación de cambio y, en definitiva, aprovechar la oportunidad que se presentaba para llevar a cabo su proyecto estatal. Por el contrario, el movimiento palestino adoleció de debilidad, no desarrolló capacidad de adaptación alguna y, en suma, rechazó la oportunidad histórica de construir su propio Estado en el territorio adjudicado por la resolución de las Naciones Unidas, 181 (II), del Plan de Partición de Palestina.
Éste viene a ser, en líneas generales, uno de los mitos más comunes y repetidos por la historia convencional israelí. Sin embargo, a finales de la década de los ochenta, y después de indagar en los archivos del propio movimiento sionista y del Estado de Israel, académicos israelíes, mayoritariamente historiadores y algunos sociólogos, llegaron a una conclusión diferente e incluso opuesta a la versión oficial sobre dichos acontecimientos.
Pese a no ser un grupo monolítico, los denominados nuevos historiadores israelíes tuvieron un notable impacto en la comprensión del conflicto, sobre todo entre “sus colegas occidentales”. Sin duda, que fueran profesionales israelíes, utilizando fuentes israelíes, los que deconstruyeran los principales mitos israelíes sobre el conflicto, poseía un valor añadido. Dicho en otras palabras, pero sin llamarse a engaño, se les presuponía una mayor “objetividad” que la otorgada a otros académicos de origen árabe o palestino, percibidos como partisanos. Pero, ironías de la historia, lo que venían a confirmar los nuevos historiadores israelíes era lo relatado por varias generaciones de refugiados y exiliados palestinos; y, también, algunos investigadores palestinos.
En esta línea de investigación, cabe destacar la obra del académico palestino Nur Masalha. Sus diferentes títulos han sido traducidos al castellano: La expulsión de los palestinos. El concepto de <<transferencia>> en el pensamiento político sionista, 1882-1948. Madrid: Bósforo Libros, 2008; Israel. Teorías de la expansión territorial. Barcelona: Bellaterra, 2002; Políticas de la negación. Israel y los refugiados palestinos. Barcelona: Bellaterra, 2005; La Biblia y el sionismo. Invención de una tradición y política poscolonial. Barcelona: Bellaterra, 2008.
En su nueva entrega, Nur Masalha aborda la Nakba y su significado, de “punto de inflexión en la historia moderna de Palestina”, de “ruptura traumática en la continuidad del espacio y en el tiempo de su historia”. De ahí que posea un “lugar central en la psique palestina”; y, por extensión, en su “identidad nacional” de manera contradictoria. Supuso, de un lado, “la destrucción de una gran parte de su sociedad”, además de su expulsión, dispersión, fragmentación y negación. Pero, de otro lado, también la reemergencia de una “identidad palestina distinta y resistente”.
Con este trasfondo temático, que atraviesa toda su obra, el nuevo texto de Masalha aborda en sus siete capítulos diferentes aspectos de esta renovada y continuada tragedia. El sionismo, como expresión de un movimiento e ideología colonial europea, y articulado como colonialismo de poblamiento, se caracterizó por la destrucción, la limpieza étnica, el desplazamiento y la sustitución de la población indígena. A su vez, este modelo colonial busca borrar las huellas del pasado (y del delito) mediante el memoricidio cultural, manifestado ―en este caso― con la hebraización de la geografía palestina, su desarabización, supresión de la historia y de la memoria colectiva. Esto es, la desposesión no sólo de la tierra, sino también de la “voz y el conocimiento”.
En esta misma tesitura, se produce la creación de un paisaje europeo que oculta y suprime el autóctono. Pero, también, la apropiación de la historia mediante el saqueo de los registros, archivos, fondos bibliográficos y documentales de los centros de estudios e investigación palestinos.
Una reflexión no menos incisiva es la dedicada a los nuevos historiadores israelíes, entre los que advierte tres corrientes: la colonial, representada por Benny Morris, que justifica moralmente la limpieza étnica; la liberal, encabeza por Avi Shlaim, que define el conflicto como resultado del choque entre “dos nacionalismos legítimos”; y, finalmente, la poscolonial o antisionista, liderada por Ilan Pappé, que identifica el sionismo con una empresa colonial de origen europeo.
El autor reivindica ir más allá de la historia positivista con el rescate de las fuentes orales palestinas. Su objetivo no es otro que descolonizar la historia y otorgar voz a los sometidos: la historia oral palestina, las memorias indígenas y de género. Sobre este último aspecto, pese a algunos importantes trabajos como los de Rosemary Sayigh, reconoce la ingente tarea que hay por delante. Sin olvidar, por último, pero no menos importante, la resistencia al memoricidio con la conmemoración de la Nakba entre los palestinos en Israel.
Quizás, convenga subrayar, uno de los aspectos más importantes de la aportación de la obra de Nur Masalha a la historia y compresión del conflicto israelo-palestino no sólo resida en mostrar la vinculación ―clara, directa y deliberada― existente entre la creación del Estado israelí y la tragedia o catástrofe (Nakba) palestina, sino también su continuidad en el tiempo y en el espacio.
En síntesis, la ocupación y colonización de Palestina no comenzó en 1967, ni tampoco concluyó en 1948. De ahí la importancia que tiene para Masalha volver a los acontecimientos y hechos que rodearon la Nakba para comprender lo que sucedió entonces, pero también para explicar lo que acontece ahora.
* Este texto fue publicado originalmente en la revista Al Kubri, núm. 8, Abril / Junio 2013, que edita el Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte (CEMOAN), Escuela de Relaciones Internacionales - Universidad Nacional de Costa Rica.
La creación del Estado israelí y la tragedia o catástrofe (Nakba) palestina han sido tradicionalmente presentadas por la historiografía oficial israelí como acontecimientos relativamente independientes, pese a que ocurrieron simultáneamente en 1948.
Dicho en términos más propios del darwinismo social, el movimiento sionista mostró ser más fuerte, adaptarse mejor a la situación de cambio y, en definitiva, aprovechar la oportunidad que se presentaba para llevar a cabo su proyecto estatal. Por el contrario, el movimiento palestino adoleció de debilidad, no desarrolló capacidad de adaptación alguna y, en suma, rechazó la oportunidad histórica de construir su propio Estado en el territorio adjudicado por la resolución de las Naciones Unidas, 181 (II), del Plan de Partición de Palestina.
Éste viene a ser, en líneas generales, uno de los mitos más comunes y repetidos por la historia convencional israelí. Sin embargo, a finales de la década de los ochenta, y después de indagar en los archivos del propio movimiento sionista y del Estado de Israel, académicos israelíes, mayoritariamente historiadores y algunos sociólogos, llegaron a una conclusión diferente e incluso opuesta a la versión oficial sobre dichos acontecimientos.
Pese a no ser un grupo monolítico, los denominados nuevos historiadores israelíes tuvieron un notable impacto en la comprensión del conflicto, sobre todo entre “sus colegas occidentales”. Sin duda, que fueran profesionales israelíes, utilizando fuentes israelíes, los que deconstruyeran los principales mitos israelíes sobre el conflicto, poseía un valor añadido. Dicho en otras palabras, pero sin llamarse a engaño, se les presuponía una mayor “objetividad” que la otorgada a otros académicos de origen árabe o palestino, percibidos como partisanos. Pero, ironías de la historia, lo que venían a confirmar los nuevos historiadores israelíes era lo relatado por varias generaciones de refugiados y exiliados palestinos; y, también, algunos investigadores palestinos.
En esta línea de investigación, cabe destacar la obra del académico palestino Nur Masalha. Sus diferentes títulos han sido traducidos al castellano: La expulsión de los palestinos. El concepto de <<transferencia>> en el pensamiento político sionista, 1882-1948. Madrid: Bósforo Libros, 2008; Israel. Teorías de la expansión territorial. Barcelona: Bellaterra, 2002; Políticas de la negación. Israel y los refugiados palestinos. Barcelona: Bellaterra, 2005; La Biblia y el sionismo. Invención de una tradición y política poscolonial. Barcelona: Bellaterra, 2008.
En su nueva entrega, Nur Masalha aborda la Nakba y su significado, de “punto de inflexión en la historia moderna de Palestina”, de “ruptura traumática en la continuidad del espacio y en el tiempo de su historia”. De ahí que posea un “lugar central en la psique palestina”; y, por extensión, en su “identidad nacional” de manera contradictoria. Supuso, de un lado, “la destrucción de una gran parte de su sociedad”, además de su expulsión, dispersión, fragmentación y negación. Pero, de otro lado, también la reemergencia de una “identidad palestina distinta y resistente”.
Con este trasfondo temático, que atraviesa toda su obra, el nuevo texto de Masalha aborda en sus siete capítulos diferentes aspectos de esta renovada y continuada tragedia. El sionismo, como expresión de un movimiento e ideología colonial europea, y articulado como colonialismo de poblamiento, se caracterizó por la destrucción, la limpieza étnica, el desplazamiento y la sustitución de la población indígena. A su vez, este modelo colonial busca borrar las huellas del pasado (y del delito) mediante el memoricidio cultural, manifestado ―en este caso― con la hebraización de la geografía palestina, su desarabización, supresión de la historia y de la memoria colectiva. Esto es, la desposesión no sólo de la tierra, sino también de la “voz y el conocimiento”.
En esta misma tesitura, se produce la creación de un paisaje europeo que oculta y suprime el autóctono. Pero, también, la apropiación de la historia mediante el saqueo de los registros, archivos, fondos bibliográficos y documentales de los centros de estudios e investigación palestinos.
Una reflexión no menos incisiva es la dedicada a los nuevos historiadores israelíes, entre los que advierte tres corrientes: la colonial, representada por Benny Morris, que justifica moralmente la limpieza étnica; la liberal, encabeza por Avi Shlaim, que define el conflicto como resultado del choque entre “dos nacionalismos legítimos”; y, finalmente, la poscolonial o antisionista, liderada por Ilan Pappé, que identifica el sionismo con una empresa colonial de origen europeo.
El autor reivindica ir más allá de la historia positivista con el rescate de las fuentes orales palestinas. Su objetivo no es otro que descolonizar la historia y otorgar voz a los sometidos: la historia oral palestina, las memorias indígenas y de género. Sobre este último aspecto, pese a algunos importantes trabajos como los de Rosemary Sayigh, reconoce la ingente tarea que hay por delante. Sin olvidar, por último, pero no menos importante, la resistencia al memoricidio con la conmemoración de la Nakba entre los palestinos en Israel.
Quizás, convenga subrayar, uno de los aspectos más importantes de la aportación de la obra de Nur Masalha a la historia y compresión del conflicto israelo-palestino no sólo resida en mostrar la vinculación ―clara, directa y deliberada― existente entre la creación del Estado israelí y la tragedia o catástrofe (Nakba) palestina, sino también su continuidad en el tiempo y en el espacio.
En síntesis, la ocupación y colonización de Palestina no comenzó en 1967, ni tampoco concluyó en 1948. De ahí la importancia que tiene para Masalha volver a los acontecimientos y hechos que rodearon la Nakba para comprender lo que sucedió entonces, pero también para explicar lo que acontece ahora.
* Este texto fue publicado originalmente en la revista Al Kubri, núm. 8, Abril / Junio 2013, que edita el Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte (CEMOAN), Escuela de Relaciones Internacionales - Universidad Nacional de Costa Rica.