Samir Amín: ¿Primavera Árabe? El mundo árabe en la larga duración. Barcelona: El Viejo Topo, 2011, (251 páginas).
A diferencia de otros textos que han ido apareciendo sobre las revueltas árabes, centrados en el estudio de casos o países más afectados por la nueva situación, la propuesta de Samir Amín tiene un propósito más teórico que empírico.
Como indica el subtítulo de la obra, El mundo árabe en la larga duración, su aproximación se inscribe en una perspectiva histórica de muy largo recorrido, en ocasiones con trazos muy gruesos (como en el segundo capítulo).
Pero, a su vez, esta perspectiva permite al autor realizar una lectura de la historia para entender el presente y, a la inversa, comprender el presente para dar sentido a esa lectura del pasado.
Desde esta óptica, Samir Amín dedica el grueso de su obra a esa síntesis histórica, recorriendo cuatro etapas: la de Oriente Medio en el sistema del mundo antiguo; la del Estado mameluco hasta la emergencia de la Nahda; la era de Bandung y de los nacionalismos populistas; y la del declive nacionalista hasta la denominada “recompradorización”. Por su cercanía, son estas dos últimas las que mejor contextualizan el periodo previo a las revueltas.
El autor advierte que desde principios del siglo XIX se registra una emergencia árabe que, con Egipto a la cabeza, perseguía un triple objetivo: la democracia, la independencia nacional (con su correspondiente expresión anticolonial y antiimperialista) y el progreso social.
En este contexto, pese a reconocer sus avances, Samir Amín se muestra muy crítico con la experiencia de los regímenes nacional populistas, de corte socializante (aunque prefiere en este caso emplear el término “progresista” en lugar de “socialista”).
No menos crítica es su visión del denominado Islam político o islamismo. Corriente sobre la que no realiza ninguna concesión y acusa de retrógrada y reaccionaria, alentada por el apoyo económico de Arabia Saudí y partidaria de las políticas económicas neoliberales.
En este mismo sentido, denuncia su connivencia con los poderes establecidos, en particular, en el Egipto de Sadat y Mubarak ha sido objeto de cooptación mediante ciertas concesiones en tres instituciones claves como educación, justicia y televisión.
Una mención especial merece sus comentarios sobre la política de Estados Unidos en la región, renuente a aceptar una democracia auténtica o con todas sus consecuencias, dado que cuestionaría la condición subordinada de la periferia árabe, el neoliberalismo económico y la política agresiva de Washington y la OTAN.
Por último, no descarta el escenario de connivencia de Estados Unidos con militares e islamistas en el poder a semejanza del modelo pakistaní. Los últimos acontecimientos en Egipto son muy elocuentes a raíz del denominado decretazo de Mursi que, pese a su derogación, mantiene el referédum constitucional en contra de los deseos de la oposición de izquierdas y liberal, que aboga por una Asamblea Constituyente más representativa de la sociedad egipcia.
A diferencia de otros textos que han ido apareciendo sobre las revueltas árabes, centrados en el estudio de casos o países más afectados por la nueva situación, la propuesta de Samir Amín tiene un propósito más teórico que empírico.
Como indica el subtítulo de la obra, El mundo árabe en la larga duración, su aproximación se inscribe en una perspectiva histórica de muy largo recorrido, en ocasiones con trazos muy gruesos (como en el segundo capítulo).
Pero, a su vez, esta perspectiva permite al autor realizar una lectura de la historia para entender el presente y, a la inversa, comprender el presente para dar sentido a esa lectura del pasado.
Desde esta óptica, Samir Amín dedica el grueso de su obra a esa síntesis histórica, recorriendo cuatro etapas: la de Oriente Medio en el sistema del mundo antiguo; la del Estado mameluco hasta la emergencia de la Nahda; la era de Bandung y de los nacionalismos populistas; y la del declive nacionalista hasta la denominada “recompradorización”. Por su cercanía, son estas dos últimas las que mejor contextualizan el periodo previo a las revueltas.
El autor advierte que desde principios del siglo XIX se registra una emergencia árabe que, con Egipto a la cabeza, perseguía un triple objetivo: la democracia, la independencia nacional (con su correspondiente expresión anticolonial y antiimperialista) y el progreso social.
En este contexto, pese a reconocer sus avances, Samir Amín se muestra muy crítico con la experiencia de los regímenes nacional populistas, de corte socializante (aunque prefiere en este caso emplear el término “progresista” en lugar de “socialista”).
No menos crítica es su visión del denominado Islam político o islamismo. Corriente sobre la que no realiza ninguna concesión y acusa de retrógrada y reaccionaria, alentada por el apoyo económico de Arabia Saudí y partidaria de las políticas económicas neoliberales.
En este mismo sentido, denuncia su connivencia con los poderes establecidos, en particular, en el Egipto de Sadat y Mubarak ha sido objeto de cooptación mediante ciertas concesiones en tres instituciones claves como educación, justicia y televisión.
Una mención especial merece sus comentarios sobre la política de Estados Unidos en la región, renuente a aceptar una democracia auténtica o con todas sus consecuencias, dado que cuestionaría la condición subordinada de la periferia árabe, el neoliberalismo económico y la política agresiva de Washington y la OTAN.
Por último, no descarta el escenario de connivencia de Estados Unidos con militares e islamistas en el poder a semejanza del modelo pakistaní. Los últimos acontecimientos en Egipto son muy elocuentes a raíz del denominado decretazo de Mursi que, pese a su derogación, mantiene el referédum constitucional en contra de los deseos de la oposición de izquierdas y liberal, que aboga por una Asamblea Constituyente más representativa de la sociedad egipcia.