Ben White: Apartheid israelí. Una introducción. Madrid: Bósforo Libros, 2012 (228 páginas).
La creación del Estado de Israel sobre los escombros de la sociedad palestina dio lugar a un creciente régimen de apartheid. La población palestina que escapó a la limpieza étnica y permaneció en sus hogares y tierras, quedando dentro de las fronteras del incipiente Estado israelí de 1948-49, sufrió una evidente discriminación racial.
Pese a que, desde entonces, su situación ha mejorado, los denominados árabes-israelíes o, igualmente, los palestinos del 48 continúan siendo ciudadanos de segunda categoría, como ha estudiado el profesor Isaías Barreñada Bajo.
Con la ocupación del resto del territorio palestino en 1967 (que comprende la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este), la política de apartheid se hizo aún más evidente. La ocupación militar israelí, la más prolongada de la historia contemporánea, cercana a alcanzar su quinta década, institucionalizó la discriminación racial.
Entre sus diferentes mecanismos de dominación, cabe destacar la confiscación de tierras que pertenecen a la población nativa; el asentamiento de colonos; una red de carreteras de circunvalación que conecta las colonias israelíes y fragmenta el territorio palestino; la restricción de movimientos de la población autóctona mediante un sistema de permisos, checkpoints, cierres y aislamiento de los territorios; la demolición de casas; la expropiación y desviación de los recursos acuíferos palestinos hacia la parte israelí; el levantamiento de un muro de separación; además de una represión sistemática caracterizada por su brutalidad militar, tortura y detenciones administrativas sin cargos ni juicios que se pueden prolongar indefinidamente.
A semejanza del sistema de apartheid en Sudáfrica, su objetivo es “consolidar e implementar la desposesión, asegurando el control sobre las mejores tierras y recursos naturales en interés de un grupo y a expensas de otro” (p. 39). Sus víctimas directas son también las primeras en presentar resistencia a este sistema segregacionista. Pero, como ha mostrado la historia todavía reciente de la Sudáfrica del apartheid, no basta sólo con los esfuerzos locales, es igualmente necesario acompañarlo de los internacionales.
En este sentido, el autor hace un breve repaso por las diversas campañas en contra del apartheid israelí, entre las que destaca la más conocida por sus iniciales BDS (boicot, desinversión y sanciones); y también por las distintas organizaciones israelíes y palestinas comprometidas en esta ingente tarea. Del mismo modo, ofrece una serie de interrogantes y respuestas claves en esta materia; además de un glosario de términos y recursos disponibles en la red.
Con objeto de despejar cualquier duda y confusión (apoyar la campaña BDS no es antisemitismo), Ben White deja bien claro que sumarse a ésta u otra estrategia anti-apartheid no implica “hacer que los judíos israelíes se sientan incómodos en la tierra que es también su hogar”. Por el contrario, lo que se busca es que “los palestinos disfruten de los mismos derechos que tienen los judíos en una misma tierra”, dado que, en su opinión, la solución de este conflicto no descansará sobre una “fórmula geopolítica”, sino en “la imposición de los derechos humanos, la dignidad y la justicia” (p. 155).
De ahí que, entiende el autor, no se trata de llegar a “un compromiso con el apartheid”, sino de su “desmantelamiento” para garantizar “la igualdad en derechos individuales y colectivos para todos los pueblos de Israel/Palestina”, y lograr “el futuro en paz que les ha sido negado a las generaciones anteriores” (p. 156).
Por último, conviene recordar la labor que está realizando en esta misma línea la pequeña editorial Bósforo Libros, con la divulgación de textos inéditos en lengua castellana sobre la comprensión de este prolongado conflicto. Recientemente ha puesto en marcha una campaña de micro-mecenazgo o micro-financiación solidaria con varios proyectos en marcha (http://namlebee.com/), entre los que también se recoge la traducción y edición de obras clásicas sobre esta misma materia. En suma, el apoyo al conocimiento y su divulgación también es una forma de combatir el apartheid.
La creación del Estado de Israel sobre los escombros de la sociedad palestina dio lugar a un creciente régimen de apartheid. La población palestina que escapó a la limpieza étnica y permaneció en sus hogares y tierras, quedando dentro de las fronteras del incipiente Estado israelí de 1948-49, sufrió una evidente discriminación racial.
Pese a que, desde entonces, su situación ha mejorado, los denominados árabes-israelíes o, igualmente, los palestinos del 48 continúan siendo ciudadanos de segunda categoría, como ha estudiado el profesor Isaías Barreñada Bajo.
Con la ocupación del resto del territorio palestino en 1967 (que comprende la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este), la política de apartheid se hizo aún más evidente. La ocupación militar israelí, la más prolongada de la historia contemporánea, cercana a alcanzar su quinta década, institucionalizó la discriminación racial.
Entre sus diferentes mecanismos de dominación, cabe destacar la confiscación de tierras que pertenecen a la población nativa; el asentamiento de colonos; una red de carreteras de circunvalación que conecta las colonias israelíes y fragmenta el territorio palestino; la restricción de movimientos de la población autóctona mediante un sistema de permisos, checkpoints, cierres y aislamiento de los territorios; la demolición de casas; la expropiación y desviación de los recursos acuíferos palestinos hacia la parte israelí; el levantamiento de un muro de separación; además de una represión sistemática caracterizada por su brutalidad militar, tortura y detenciones administrativas sin cargos ni juicios que se pueden prolongar indefinidamente.
A semejanza del sistema de apartheid en Sudáfrica, su objetivo es “consolidar e implementar la desposesión, asegurando el control sobre las mejores tierras y recursos naturales en interés de un grupo y a expensas de otro” (p. 39). Sus víctimas directas son también las primeras en presentar resistencia a este sistema segregacionista. Pero, como ha mostrado la historia todavía reciente de la Sudáfrica del apartheid, no basta sólo con los esfuerzos locales, es igualmente necesario acompañarlo de los internacionales.
En este sentido, el autor hace un breve repaso por las diversas campañas en contra del apartheid israelí, entre las que destaca la más conocida por sus iniciales BDS (boicot, desinversión y sanciones); y también por las distintas organizaciones israelíes y palestinas comprometidas en esta ingente tarea. Del mismo modo, ofrece una serie de interrogantes y respuestas claves en esta materia; además de un glosario de términos y recursos disponibles en la red.
Con objeto de despejar cualquier duda y confusión (apoyar la campaña BDS no es antisemitismo), Ben White deja bien claro que sumarse a ésta u otra estrategia anti-apartheid no implica “hacer que los judíos israelíes se sientan incómodos en la tierra que es también su hogar”. Por el contrario, lo que se busca es que “los palestinos disfruten de los mismos derechos que tienen los judíos en una misma tierra”, dado que, en su opinión, la solución de este conflicto no descansará sobre una “fórmula geopolítica”, sino en “la imposición de los derechos humanos, la dignidad y la justicia” (p. 155).
De ahí que, entiende el autor, no se trata de llegar a “un compromiso con el apartheid”, sino de su “desmantelamiento” para garantizar “la igualdad en derechos individuales y colectivos para todos los pueblos de Israel/Palestina”, y lograr “el futuro en paz que les ha sido negado a las generaciones anteriores” (p. 156).
Por último, conviene recordar la labor que está realizando en esta misma línea la pequeña editorial Bósforo Libros, con la divulgación de textos inéditos en lengua castellana sobre la comprensión de este prolongado conflicto. Recientemente ha puesto en marcha una campaña de micro-mecenazgo o micro-financiación solidaria con varios proyectos en marcha (http://namlebee.com/), entre los que también se recoge la traducción y edición de obras clásicas sobre esta misma materia. En suma, el apoyo al conocimiento y su divulgación también es una forma de combatir el apartheid.