Bitácora
En ese momento de la evolución que estamos describiendo, todavía la Responsabilidad Social Empresarial era percibida como algo que afectaba, exclusivamente, a la dirección de las empresas. No había calado en el tejido interno y los trabajadores la seguían viendo como algo ajeno y no vinculante para ellos.
Las encuestas realizadas en esa época ratificaban este posicionamiento del empleado ante la RSE. Todas aquellas actividades que no estuvieran enfocadas a sus propias mejoras sociales carecían de interés por su parte. Tampoco las organizaciones sindicales la veían como un campo en el que fuera aconsejable participar.
Es con el Voluntariado Corporativo cuando la RSE empieza a percibirse como algo propio; como una estrategia que puede ser participada, activamente, por los trabajadores que, a su vez, satisfacen su doble papel de ciudadanos y de miembros de una organización empresarial.
La crisis del Estado del Bienestar dio paso, en mi opinión, a la tercera etapa de la evolución de la Responsabilidad Social Empresarial, RSE. En ella se constata, definitivamente, que la institución empresarial es, por sus propios fines y resultados, necesaria para la sociedad ya que, al ser el auténtico motor del desarrollo económico se convierte, también, en un firme protagonista del desarrollo social, al transmitir sus modelos organizativos y culturales a todos los elementos de la comunidad.
Por otro lado, los mercados, los clientes, empiezan a presionar a las corporaciones para que parte de los beneficios obtenidos sean aplicados a facilitar la vida a aquellas personas o colectivos más desfavorecidos.
Además, en muchos sectores surge la necesidad de imitar a los competidores en sus acciones de RSE, ya que el peligro para las empresas “no responsables” es la pérdida de credibilidad y la minusvaloración de su imagen corporativa ante sus clientes; es decir: no aprovechar las posibilidades que ofrece la RSE como ventaja competitiva.
En paralelo, y de nuevo como consecuencia de los escándalos financieros conocidos, los propios accionistas, en especial los inversores institucionales, empiezan a considerar, como un elemento decisor más para su futura inversión, las estrategias de RSE de las entidades potencialmente receptoras de sus recursos.
Esto da lugar a una fuerte proliferación de índices y ratios que facilitan la forma de objetivizar este tipo de actividades ante los inversores: Dow Jones Sustainability Indexes, FTSE 4 Good, Fortune 500, etc.
Sin embargo, considero que cuando la RSE cobra auténtica vida en la realidad de las organizaciones es cuando los trabajadores se implican en ella, cuando la ven como algo propio y participan en su desarrollo e, incluso, en la gestión de la misma.
Este es, para mí, el gran éxito de los programas de Voluntariado Corporativo o Voluntariado Empresarial. No sólo la participación de las plantillas y su colaboración económica y de tiempo de dedicación, sino la consideración de que la RSE es algo propio y no sólo de la dirección.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos mucho, que con estos programas se benefician todos los componentes del Mercado Social:
- Las administraciones, ya que con una menor aportación económica ven multiplicada su participación; además de la utilización, a su favor, de esta colaboración ciudadana como una estrategia activa de Marketing Político.
- Las empresas que, a través del Voluntariado Corporativo, logran una mayor integración de las plantillas, una mejor percepción y consideración del empleado hacia su organización, y un refuerzo positivo de su imagen corporativa ante los grupos de interés, ante los stakeholders.
- Las ONG que consiguen colaboradores formados y comprometidos, así como recursos económicos que las compañías canalizan a través de sus programas de Voluntariado Empresarial.
Pero no cabe duda que, también, se beneficia el propio trabajador voluntario puesto que incrementa su motivación al considerarse protagonista activo de determinados proyectos solidarios que le permiten satisfacer su doble posición de empleado y de ciudadano.
Por otro lado, es normal que el voluntario descubra y desarrolle nuevas competencias que enriquecen su actividad con diferentes tareas que le van a permitir tener una perspectiva, tanto profesional como personal, mucho más amplia. Podríamos decir que se enriquece su empleabilidad.
Evidentemente, quien más se va a beneficiar de esta modalidad de programas de RSE son los “clientes” de las ONG, las personas necesitadas que, con el apoyo de los voluntarios y con los recursos aportados por las administraciones y las empresas, mejorarán su calidad de vida.
Editado por
Javier Barranco Saiz
Licenciado en Ciencias Físicas y en Gestión Comercial y Marketing (ESIC), Javier Barranco Saiz es asimismo Master en Recursos Humanos (Instituto de Empresa). Su trayectoria profesional ha transcurrido en Orgemer Consultoría como Jefe de Investigación de Mercados y en el Grupo Telefónica como responsable en las siguientes áreas: División de Informática (Servicio de Marketing), Recursos Humanos (Estudios, Selección de Personal, Organización y Planificación), Relaciones Institucionales (Gestión Económica) y Fundación Telefónica (Gestión Económica, Marketing Social,Proyectos Sociales y Culturales,Voluntariado Empresarial). Actualmente Javier Barranco es Socio Director de Abalon Consultoría de Marketing. Ha sido profesor en los MBAs de Marketing y Recursos Humanos del Instituto de Empresa y de la Escuela Superior de Estudios de Marketing, ESEM. Ha publicado en Ediciones Pirámide, Grupo Anaya, los siguientes libros:"Tecnicas de Marketing Político","Planificación Estratégica de Recursos Humanos","Marketing Interno","Marketing Político"(2ª Edición) y "Marketing Social Corporativo". Además ha publicado artículos en" Capital Humano","Marketing y Ventas para Directivos","Revista T". Es asimismo miembro de de AEDEMO (Asociación Española de Estudios de Mercado, Marketing y Opinión) y de AEDIPE (Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas).
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