Reseña sobre el libro "Hainuwele y otros poemas", de Chantal Maillard (Tusquets).
Por Yaiza Martínez
Encontrar en el alma humana los restos de mitos de exóticas culturas concuerda con la naturaleza del concepto del “inconsciente colectivo”, acuñado por el psicólogo Carl Gustav Jung a mediados del siglo XX. Según Jung, existiría un lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos que expresarían los contenidos de nuestra psique, y que estarían más allá de la razón. En Hainuwele, poemario publicado por Chantal Maillard en diversas ediciones a lo largo del tiempo y, por último en la editorial Tusquets en 2009, junto con una selección de poemas de otros libros de la autora, se relata uno de estos encuentros míticos, en este caso acaecido en la psique de la poeta. Este relato se inicia con la descripción del mito original, perteneciente a los Marind-anim de Nueva Guinea: “Hainuwele se instaló en el centro del lugar de la danza y durante nueve noches distribuyó dones a los danzarines. Al noveno día los hombres cavaron una fosa en medio de la plaza y durante la danza arrojaron en ella a Hainuwele. Se tapó la fosa y los hombres bailaron por encima”. Una vez hallado el mito en la conciencia, el papel de la poeta en su reelaboración no es estático, meramente contemplativo, sino que consiste en dar salida a toda una “actividad simbólica” (en palabras de Chantal Maillard en el prólogo de Tusquets), para acabar transformando el mito mediante la palabra. El fruto de este proceso es un relato poemático en el que la Hainuwele de Maillard no es enterrada viva sino que, enamorada del Señor de los bosques (un espíritu que tiene “multitud de lenguajes”) se acaba ofreciendo a éste “con absoluta naturalidad, perdiéndose a sí misma en el encuentro con su amado”. Ahora, nadie danza tras su muerte sobre su tumba, sino que Hainuwele, tras desaparecer en brazos del Señor del bosque, reaparece, como él, en múltiples aspectos de la naturaleza. Dicho esto, quedaría por analizar, desde un punto de vista poético, cómo se lleva a cabo esta transformación del mito haciendo uso de la palabra; y hasta dónde es capaz la autora de dotar de fuerza simbólica con su lenguaje a este nuevo relato. No cabe duda de la dificultad que entraña la recreación de un mito, que ha de conllevar necesariamente el mantenimiento de su numinosidad. En esta complicada labor, el ritmo del poemario de Maillard ayuda: las palabras fluyen como el agua adentrándonos en una caótica espesura, en la que la luz del amado parece verter coherencia natural, un sentido profundo al relato. Por otro lado, en el tipo de descripción que hace Maillard de la naturaleza, descripción que continuamente irrumpe en los versos, se nos muestra a una Hainuwele inmersa en un estadio de pre-ruptura o pre-separación, completamente identificada con su entorno, es decir, posicionada en un estadio mítico similar al que se vivencia durante la infancia, y que suele ser el origen de una coherencia significativa muy honda, también numinosa. Asimismo, a lo largo del poemario, se cruzan diversas modalidades del tiempo, lo que acentúa en el lector esa sensación de atrapamiento sensorial y emocional, tan típica de los cuentos: los poemas de Hainuwele dan cuenta del tiempo cíclico de la vida (la vida, su intensidad, y después la muerte, que a su vez genera nuevas formas de vida). Por otra parte, en el poemario subyace el tiempo lineal de una búsqueda: la búsqueda del amado, cuyo final (el encuentro) es en sí el motor del poemario. Por último, está tratado el tiempo del presente absoluto, el de la observación consciente, el de la atención al entorno para su mención y canto. La belleza descriptiva de las palabras de Maillard favorecen también la penetración en el mito recreado, relatado: es fácil dejarse llevar por las potentes y bellas imágenes que una vez tras otra la autora nos presenta. Así, Hainuwele lo consigue: de nuevo conmueve y arrastra, hace creer. Y otros poemas Como antes mencioné, la edición de Tusquets de Hainuwele viene acompañada por una selección de poemas tomados de otros libros de la autora: “Poemas a mi muerte”, “Conjuros”, “Lógica borrosa”, “Filosofía en los días críticos” y “Benarés”. En palabras de Maillard en su prólogo, esta reunión de textos –todos ellos escritos entre 1988 y 1999, Hainuwele incluido- sería, en su conjunto, lo que a ella le gustaría que quedase de “una primera etapa” de escritura. Para el lector que siga una lectura ordenada del tomo, después de acabar el relato mítico de Hainuwele, lo que encontramos es una serie de poemas escritos en lenguajes muy distintos al del primer poemario, e incluso en lenguajes muy diferentes entre sí. Así, se puede hallar desde el lenguaje breve, conciso, rítmico del canto de “Kali, la oscura”, la que “nunca más derramará/ una lágrima / porque nada posee salvo / su propia fuerza (“Conjuros”, 1996) hasta el lenguaje extenso y meditabundo que caracteriza los textos de “Filosofía en los días críticos” (1998): “Todas las cosas conspiran para la desaparición. Des-aparecer es el objetivo. El mundo es la historia de la visibilidad”, por ejemplo. Esta variación responde a la flexibilidad de Maillard para exponer su pensamiento siguiendo diversos discursos, y sin duda enriquece el contenido de sus exposiciones, tanto de las más poéticas como de las más filosóficas. En el conjunto del tomo, sin embargo, se puede señalar una constante: la aparente sencillez discursiva. Y digo aparente porque, muy pronto, los poemas de Maillard comienzan a revelar una enorme complejidad y diversos niveles de lectura, desde el lírico y mitológico, hasta el filosófico (con una combinación de temas de la filosofía oriental y occidental). Es esa capacidad de la poeta para condensar sus ideas, sus vivencias, sus conceptos y sus preguntas en un lenguaje fluido, cercano, en apariencia intrascendente, lo que más llama la atención del libro. Todas sus palabras parecen surgir de una actitud de observación muy sencilla, descrita dentro del propio libro, en el poemario “Benarés” (1999-2000): “yo acechaba detrás de un árbol / Vi algo caer”. Una vez que “algo” cae, Maillard lo toma y lo hace reaparecer, con aparente naturalidad y sencillez, pero, en realidad, reinterpretándolo, rehaciéndolo, enriqueciéndolo. Su expresión, como la del Señor de los bosques, queda así plasmada en alguno de los múltiples lenguajes… y todo vuelve a empezar.
Yaiza Martínez
Domingo, 16 de Enero 2011
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Yaiza Martínez
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Cuaderno de campo vinculado al poemario "Tratado de las mariposas", de Yaiza Martínez. Imagen: Eva Lí.
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