Por Mar Benegas
podrá entender el hombre y ser más hombre, pero ¿podrá entender y ser más tierra? el semillero es una ventisca de versos, hay siete, que vienen con los pies desnudos y el adjetivo cáustico pero pacificador, y ladran a las estrellas antes de trasmutar. ser-siendo: identidad del verbo y barro en la sangre, luz abierta en canal. arcilla corriendo por la venas y la mujer lo nombra desde la voz de sus antepasados. el tiempo no existe, y si existe, será circular, eterno en su luminiscencia. desde ahí todos somos parte del círculo y en su interior reposa la ciudad. el verso se dicta desde la cópula inmensa, el celo constante de las estaciones. el tiempo que no existe (reiteración escrita y sus siete repeticiones, que toman la forma de siete edades refulgentes). habla la poeta con la voz de la constelación familiar que ramifica hacia atrás y hacia delante, se amplifica, se bifurca, crece de la tierra al cielo, abriéndose como la luz blanca de la casa materna. el objeto místico es el libro, como una llave metafórica que dicta la verdad del alma. un poema cuneiforme sin principio ni fin, que enfatiza la reincidencia como un mantra -infinito y creciente-, la luz pariéndose a sí misma y multiplicándose en la palabra. fatiga de saberse necesario y necesitado, porque el agua y la tierra nos han bautizado: "sin escuchar el estruendoso miedo del sacerdote". el verso liba los poderes ecuménicos del lenguaje cuando este se transforma en lo primigenio. es instinto de piedra y canto lo que crece con la espesura del fractal, es indistinta la voz del poema, en ella anida la humanidad entera. las edades se guardan en la casa: siete las llaves, siete los metales de la alquimia, siete los pecados capitales, siete los niveles de conciencia, siete la plagas divinas, siete los números del tiempo, siete la descomposición del color, siete los perros del cielo. en el cielo y en la tierra, las siete generaciones que apaciguan el alma. como un bálsamo, el origen se abre paso, desde la palabra dada al tejido musical de la mujer que habla, la voz de la poeta baila ese tejido, lo hace crecer y llega a través de él hasta la muerte misma, único testigo válido para entender la eternidad, la permanencia del tiempo sobre el tiempo. el camino, que vuelve una y otra vez a posarse sobre nuestros huesos sagrados, entendido el círculo de las siete edades, la poeta nos muestra la pertenencia a la tribu, que asciende de la tierra al cielo como una trampa de luz. poemas: aún llorando, tomaste las piedras entre tus manos y, una por una, las colocaste en el orden dictado por el rumor de las constelaciones una vez más, te dispusiste a conocer la trampa de la luz. -- nada tenía, salvo esta modesta oración que repartía rogando sustancia y gracia como hileras para nuestra sangre, y el movimiento del mar -- esta mancha en la memoria, únicamente, bajo la vela del lenguaje recupera una trama. ella que se acunaba al ánfora al mediodía nombraba la vieja cruz se estrechaba contra su ruido y buscaba palabras dignas estaba sola, siempre. --- siete-los perros del cielo, yaiza martínez (ediciones leteo) Mar Benegas es poeta, autora del libro "Niña pluma, niña nadie", publicado por Amargord (2010). Este texto ha sido tomado de su blog.
Yaiza Martínez
Viernes, 28 de Enero 2011
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Cuaderno de campo vinculado al poemario "Tratado de las mariposas", de Yaiza Martínez. Imagen: Eva Lí.
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