Yaiza Martínez

Por Ángel García Galiano


Literatura y software: Elogio de los nuevos soportes
Esto ya nos ha pasado antes, recuerden los lectores a principios del siglo XIII cuando se comenzó a extender por Europa el uso (y abuso, según los recalcitrantes) del papel: ese soporte feble y efímero que pretendía competir (figúrense) con la tablilla de cera (¡ah!, ese delicioso olor tan sensual, ¡y su tacto!, ¿cómo renunciar al tacto de la cera sobre la superficie mórbida y sus dulces anfractuosidades?) y el punzante stilus, hasta ahí podíamos llegar.

Recuerden cómo nos pusieron (como no digan dueñas) a los que osamos defender los nuevos soportes: no para la entrega, uso y disfrute final, faltaría más, dónde esté un buen (y caro) pergamino..., pero sí como medio útil, barato y eficaz de trabajo en las tareas de borrador: frente al laborioso empeño de las pizarras de cera, el papel es dúctil, económico, se pueden acumular sus páginas sin problema de espacio, es fácil corregir sobre él, volver sobre lo escrito, rescribir una y otra vez, algo casi imposible en la pesadez de la cera.
Hasta inventamos, gracias a los nuevos soportes modernos, nuevos géneros literarios: el ciclo artúrico del maravilloso Lancelot prosificado, los libros de caballerías en general (que es como decir el inmediato antecedente de la novela moderna) hubiera sido literalmente imposible sin la aparición de este nuevo, eficaz y controvertido instrumento de escritura. Está más que demostrado (ahí tienen al el maestro Martín de Riquer, que no me dejará mentir) que fueron las nuevas tecnologías las que propiciaron el paso de los lineales y breves poemas tipo Chretien de Troyes a las complejas organizaciones arquitectónicas de los libros de caballerías: sólo un proceso de redacción en papel, que permite al escritor leer y releer, volver atrás con suma facilidad para enhebrar profecías, sueños, venganzas, paralelismos de toda laya, es capaz de generar esas nuevas estructuras que a la postre “inventaron” la modernidad.

Recuerdo luego cómo renegaron (siempre los mismos, los defensores de la tradición y la costumbre) de la imprenta, ese invento de Satanás (Dios lo bendiga), que hasta obligaron durante muchos lustros (al menos hasta Aldino, ese sedicente veneciano posmoderno) a los pobres cajistas a reproducir en sus plomos la forma y el estilo de los manuscritos. Y los monjes, los peores de todos, según ellos una Biblia impresa no era una Biblia, y preferían copiarla a mano, ¡como siempre se ha hecho!, antes que entregarse a tamañas veleidades punto menos que heréticas.

Ahora arremeten con el soporte digital y añoran el olor de la tinta: son los mismos que luego defenderán los bits a capa y espada cuando la imaginación humana nos provea con nuevas posibilidades técnicas para propiciar eso que (no se olvide) realmente importa: el anhelo de belleza encarnado en palabras, la Literatura. Se me ocurre que ese nuevo y más sutil y mágico soporte vuelva a ser la memoria, la oralidad: ya verán, arremeterán contra ella y defenderán la sensualidad táctil del disquete y su resplandor fosfórico en la pantalla de plasma... y entonces todo volverá a comenzar. Otra vez.

Angel García Galiano es escritor, autor de la novela El mapa de las aguas (Editorial Mondadori). Profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. En Tendencias21 ha publicado el artículo El fin de la sospecha sobre narrativa española del siglo XX. Muy recomendable.

Ángel García Galiano
Miércoles, 29 de Marzo 2006


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Yaiza Martínez
Yaiza Martínez
© Mamis & Mimos
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"Parten los Viajeros hacia la restauración de la Frondosa"


Cuaderno de campo vinculado al poemario "Tratado de las mariposas", de Yaiza Martínez. Imagen: Eva Lí.



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