Reseñas
Conscientes y atentos. 40 prácticas de mindfulness cristiano
Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/08/2019
Ficha Técnica
Título: Conscientes y atentos. 40 prácticas de mindfulness cristiano
Autora: Sally Welch
Edita: Narcea, S.A. de Ediciones, Madrid, 2019
Colección: Espiritualidad
Traducción: María Luna Vico
Encuadernación: Tapa blanda, sin solapas
Número de páginas: 174
ISBN: 978-84-277-2573-7 (edición papel)
Precio: 12,98 euros
Si se consulta en google por el término mindfulness, se obtiene la nada despreciable cifra de ciento cinco millones de resultados. Lo que puede dar una aproximación de su enorme extensión y del interés que despierta.
Es importante, antes que nada, alcanzar un consenso sobre qué se entiende por este concepto, mindfulness, pues los límites de su definición no siempre son nítidos y se solapan con otros tales como meditación, concentración, etc. Y, por supuesto, en la mayoría de los casos se lo desvincula de cualquier creencia o escuela filosófica. Por lo que no deja de ser llamativo el subtítulo de esta obra, 40 prácticas de mindfulness cristiano. ¿Cabe, pues, adjetivar el mindfulness?
Sally Welch, la autora del libro, sortea con acierto la cuestión, aportando meditación, contemplación y ejercicios concretos de mindfulness en una sabia combinación. Por supuesto, sitúa a Jesús en el centro de la conciencia del cristiano y se fija en el pasaje evangélico en que defiende a los niños frente a quienes pretenden apartarlos de él. Los niños viven el momento presente, no les importan otras cosas; lo que se pretende es que ese vivir el presente, ese ser consciente de lo que nos sucede en ese instante y que los pequeños simplifican, pase a ser una manera de realizar nuestra existencia.
“Practicar la consciencia nos estimula para ver el mundo tal como es, sin juzgarlo. Nos invita a ver nuestros pensamientos simplemente como acontecimientos que ocurren en la mente, no como si fueran la realidad misma”, nos aclara Welch. Y continúa más adelante: “La consciencia nos permite salir de la rutina del pasado y comprometernos plenamente con el presente”; se busca salir de nuestros pensamientos, a percibir el estrés o la infelicidad, pero sin sentirnos obligados a actuar sobre tales emociones; se trata, simplemente, de observarlas.
Y explica su postura: “Esto es totalmente compatible con la fe cristiana, que nos anima a vernos a nosotros mismos como Dios nos ve, con verdad, compasión y amor”. El mindfulness, la consciencia, nos está invitando a encontrar con curiosidad y emoción el mundo físico percibido por nuestros sentidos, estimando y aceptando nuestras emociones con compasión, reconociéndolas sin permitir que sean ellas las que nos definan.
Es este un párrafo esclarecedor de lo que pretende la autora: “La atención cristiana consciente, midnfulness, nos permite alejarnos de las formas negativas de pensar y adoptar nuevos hábitos de pensamiento, que nos capaciten para centrarnos en el momento presente y fortalecer el conocimiento de que, ya sean buenas o malas, las experiencias del ahora son las que forman y nos reforman, permitiéndonos ver y escuchar de un modo nuevo”. Y, concretamente por lo que se refiere a esta obra, nos explica que la oración consciente o mindful [sic] nos libera para reflexionar sobre el momento presente.
Ese mirar a nuestro interior, ese ser observador imparcial de lo que sentimos y pasa por nuestra mente en el momento presente, en el ahora, es lo que nos propone la autora a través de cada uno de los cinco sentidos, más el silencio. Es decir, en cada una de las prácticas que propone, sin limitar en absoluto la mera observación de cuanto pasa en el interior, incide, de alguna manera, en uno de estos aspectos.
Ser conscientes
A tal fin, nos va guiando de la mano. Al estilo de los puntos para meditación que propone Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, Welch nos ofrece, en primer lugar, la lectura de un pasaje bíblico, bien del Nuevo Testamento, bien del Antiguo Testamento, en este caso, especialmente a través de los salmos.
Seguidamente, reflexiona sobre el texto propuesto. Aun siendo Welch pastora anglicana, estas reflexiones no buscan una profundidad teológica, ni siquiera una exégesis bíblica que sustente la interpretación personal del pasaje leído; siendo válida, y muy válida, la manera en que ella entiende el mensaje del fragmento leído, no es óbice para que haya otras interpretaciones.
Finalmente, nos encontramos con unos ejercicios, por lo general directamente de mindfulness, que toman como base para esa observación interior la reflexión previa que hemos hecho.
Un ejemplo nos ayudará a entender el alcance de esta interesante obra. Nos acercamos a las propuestas que nos hace Welch sobre el sentido de la vista. Aquí son seis las meditaciones que nos propone.
La primera la titula Deja atrás las cargas, para lo que nos aporta la lectura del Génesis sobre la figura de Lot y cómo su mujer, desobedeciendo las instrucciones recibidas, miró (aquí el sentido de la vista) hacia atrás, quedando convertida en estatua de sal. La meditación concluye que mirar atrás puede hacernos tropezar, permitiendo que lo que está ya detrás, el pasado, influya en nuestra actitud. Como ejercicio, nos invita a realizar una contemplación del pasaje bíblico y, en el flujo de sensaciones y turbulencias de la imaginación (la loca de la casa, en palabras de Santa Teresa), considerar a qué nos aferramos que nos impide progresar libres de carga.
El mundo en un grano de arena es la segunda meditación propuesta, que arranca con la lectura de un texto de Isaías (42,5-9). Se trata de un texto que versa acerca de las promesas de Dios llevadas a cabo en Jesús, sobre lo que nos invita a meditar. En cuanto al ejercicio, aconseja tomar y observar un objeto natural, sentir su textura, notar su olor, … y preguntarse cómo abriría los ojos de otro a las maravillas de ese objeto; sentirse sostenido por Dios…
Tercera meditación Alégrate. La lectura del Evangelio de Marcos sobre el señor que se marcha y deja el cuidado de la casa a su personal, que desconoce el día y la hora en que regresará el dueño. La reflexión principal es sobre el ahora, no sobre cuándo volverá el amo, sino hacer lo que corresponde de la mejor manera que se sepa. E insiste: “los cristianos conscientes no permiten que sus recuerdos del pasado o sus planes para el futuro sean algo más de lo que son: momentos del pasado y posibilidades para el futuro. No son la realidad del presente”. Y en el ejercicio, recomienda esforzarse en alejar los recuerdos del pasado, concentrándose en el presente.
Actúa con alegría es la cuarta meditación, que se inicia con la lectura de la epístola a los Romanos (13,11-14) que, justamente, comienza con la frase “reconoced el momento en que vivís”. En la meditación, insiste la autora en que el presente es lo que tenemos que vivir y está en manos de un Dios amoroso y fiel, dejando de examinarnos constantemente sobre la diferencia entre lo que estamos viviendo y lo que nos gustaría vivir. Y en cuanto al ejercicio, entre otras cosas, propone escoger una de las actividades del día, de las rutinarias, para tratar de hacerla alegremente.
El color púrpura es el título de la quinta meditación y su texto es la parábola del hijo pródigo. Y nos invita a reflexionar sobre la decisión que tomó el joven de dejar su vida mísera en la lejanía del padre para fijarnos en que solo cuando dejamos de creer que la vida es la que es y que así debe de permanecer, será que podremos abrirnos a nuevas posibilidades. Y en el ejercicio, nos invita a darnos cuenta de todo lo que tiene un color en particular.
Por último, la sexta meditación se titula Encuentra aspectos de la belleza; su lectura es la curación de un ciego narrada por Marcos (10,46-52). Bartimeo, nombre del invidente, pese a no ver, reconoció a Jesús, algo que incluso los mas cercanos a él no fueron capaces de distinguir. En el ejercicio, entre otros, nos propone: “Sé objetivo ante lo que ves y oyes, acoge las palabras y las acciones simplemente por lo que son, y no censures interpretaciones que tal vez provengan de ti, de tus recuerdos y experiencias, en lugar de lo que realmente se dice en realidad”.
Otras propuestas
Evidentemente, se trata en lo expuesto a título de ejemplo, de una simple elección entre las varias que recoge cada meditación, que, por lo general, implica varios aspectos. Igual ocurre con los ejercicios, en los que figuran, con reiterada frecuencia, consejos sobre las posturas mejores para ejercitar la consciencia, los medios de relajación por la respiración, cómo actuar ante los embates persistentes de una imaginación que pretende siempre desbocarse, etc. Pero este resumen puede darnos pistas de lo que nos ofrece la autora e invitarnos a realizar una profunda lectura de toda esta obra.
Tras estas meditaciones primeras y permaneciendo en la misma metodología de lectura bíblica, reflexión y ejercicio, ofrece las consideraciones específicas de la Semana Santa, una para cada día, terminando con las dedicadas al Domingo de Resurrección.
El libro finaliza con un apartado dedicado a Conscientes en el camino, en el que, utilizando los términos y modos de una peregrinación, aporta unas reflexiones finales sobre esta ruta a seguir para llegar a ser conscientes.
En cualquier caso, si hay un aspecto sobre el que se insiste hasta la saciedad, como no podía ser de otra forma, es en la necesidad de no dejarnos dirigir por el pasado ni por lo que sucederá en el futuro, sino ser conscientes del momento presente, del ahora mismo, limitándonos a ser observadores de la panoplia de sensaciones, sentimientos y pensamientos que ocurren en nuestro interior, sin juzgarlos, justificarlos o analizarlos: simplemente, ser conscientes de ellos.
Concluyendo
Nos encontramos, pues, ante un libro muy útil para quienes busquen adentrarse en el mundo de la meditación y del mindfulness, cosas diferentes pese a lo difuso de sus límites, desde una postura cristiana.
No precisa de una lectura siguiendo capítulo a capítulo; por su sistema, permite acudir a aquellos puntos que presenten mayor atractivo para el lector y candidato a la meditación y mindfulness. El lenguaje es sencillo, muy cercano y asequible, lo que ayuda a superar algunos tropiezos gramaticales, frutos de los ya famosos “duendes de las linotipias”, hoy reconvertidos en duendes de los procesadores de texto; unos tropiezos meramente de forma, que en nada empecen el muy meritorio conjunto del texto.
Índice
Naturaleza de la consciencia cristiana
Jesús fue consciente
¿Qué es ser consciente?
Mindfulness cristiano
40 días siendo consciente
El silencio
“Yo soy”.- Renueva el alma- Permaneced en mí.- Los hijos de Dios ahora.- Valora a las personas difíciles.- Un caminar consciente.
El oído
La escucha objetiva.- El oído atento.- Camina en la fe.- Escucha y luego actúa.- Da tiempo al Espíritu.
El olfato
Encuentra la paz en tiempos difíciles.- Pon distancia.- La oración recompensada.- Un pequeño cambio.- Respira hondo.
La vista
Deja atrás las cargas.- El mundo en un grano de arena.- ¡Alégrate!- Actúa con alegría.- El color púrpura.- Encuentra aspectos de la belleza.
El tacto
Lávate y quedarás limpio.- Me has tejido en el amor.- Las maravillosas yemas de los dedos.- La caricia afectuosa.- Aprecia a los marginados.
El gusto
Resiste los esquemas del mundo.- Acudid por agua.- Gustad y ved.- Llamados a actuar.- Extraer todo el significado.
Conscientes en la Pasión
Domingo de Ramos. Valora cada sonido.
Lunes Santo. Observa en verdad.
Martes Santo. Dos moneditas.
Miércoles Santo. ¿Me vas a lavar los pies?
Jueves Santo. Vive sin dejarte poseer por nada.
Viernes Santo. ¿Puedo estar alegre?
Sábado Santo. Espera en silencio.
Domingo de Resurrección. El resultado de la integridad.
Conscientes en el camino
Antes de empezar
Viaja ligero de equipaje
Vive en el presente
Cuando encuentres obstáculos
Comparte con los desconocidos
Descanso y recuperación
Título: Conscientes y atentos. 40 prácticas de mindfulness cristiano
Autora: Sally Welch
Edita: Narcea, S.A. de Ediciones, Madrid, 2019
Colección: Espiritualidad
Traducción: María Luna Vico
Encuadernación: Tapa blanda, sin solapas
Número de páginas: 174
ISBN: 978-84-277-2573-7 (edición papel)
Precio: 12,98 euros
Si se consulta en google por el término mindfulness, se obtiene la nada despreciable cifra de ciento cinco millones de resultados. Lo que puede dar una aproximación de su enorme extensión y del interés que despierta.
Es importante, antes que nada, alcanzar un consenso sobre qué se entiende por este concepto, mindfulness, pues los límites de su definición no siempre son nítidos y se solapan con otros tales como meditación, concentración, etc. Y, por supuesto, en la mayoría de los casos se lo desvincula de cualquier creencia o escuela filosófica. Por lo que no deja de ser llamativo el subtítulo de esta obra, 40 prácticas de mindfulness cristiano. ¿Cabe, pues, adjetivar el mindfulness?
Sally Welch, la autora del libro, sortea con acierto la cuestión, aportando meditación, contemplación y ejercicios concretos de mindfulness en una sabia combinación. Por supuesto, sitúa a Jesús en el centro de la conciencia del cristiano y se fija en el pasaje evangélico en que defiende a los niños frente a quienes pretenden apartarlos de él. Los niños viven el momento presente, no les importan otras cosas; lo que se pretende es que ese vivir el presente, ese ser consciente de lo que nos sucede en ese instante y que los pequeños simplifican, pase a ser una manera de realizar nuestra existencia.
“Practicar la consciencia nos estimula para ver el mundo tal como es, sin juzgarlo. Nos invita a ver nuestros pensamientos simplemente como acontecimientos que ocurren en la mente, no como si fueran la realidad misma”, nos aclara Welch. Y continúa más adelante: “La consciencia nos permite salir de la rutina del pasado y comprometernos plenamente con el presente”; se busca salir de nuestros pensamientos, a percibir el estrés o la infelicidad, pero sin sentirnos obligados a actuar sobre tales emociones; se trata, simplemente, de observarlas.
Y explica su postura: “Esto es totalmente compatible con la fe cristiana, que nos anima a vernos a nosotros mismos como Dios nos ve, con verdad, compasión y amor”. El mindfulness, la consciencia, nos está invitando a encontrar con curiosidad y emoción el mundo físico percibido por nuestros sentidos, estimando y aceptando nuestras emociones con compasión, reconociéndolas sin permitir que sean ellas las que nos definan.
Es este un párrafo esclarecedor de lo que pretende la autora: “La atención cristiana consciente, midnfulness, nos permite alejarnos de las formas negativas de pensar y adoptar nuevos hábitos de pensamiento, que nos capaciten para centrarnos en el momento presente y fortalecer el conocimiento de que, ya sean buenas o malas, las experiencias del ahora son las que forman y nos reforman, permitiéndonos ver y escuchar de un modo nuevo”. Y, concretamente por lo que se refiere a esta obra, nos explica que la oración consciente o mindful [sic] nos libera para reflexionar sobre el momento presente.
Ese mirar a nuestro interior, ese ser observador imparcial de lo que sentimos y pasa por nuestra mente en el momento presente, en el ahora, es lo que nos propone la autora a través de cada uno de los cinco sentidos, más el silencio. Es decir, en cada una de las prácticas que propone, sin limitar en absoluto la mera observación de cuanto pasa en el interior, incide, de alguna manera, en uno de estos aspectos.
Ser conscientes
A tal fin, nos va guiando de la mano. Al estilo de los puntos para meditación que propone Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, Welch nos ofrece, en primer lugar, la lectura de un pasaje bíblico, bien del Nuevo Testamento, bien del Antiguo Testamento, en este caso, especialmente a través de los salmos.
Seguidamente, reflexiona sobre el texto propuesto. Aun siendo Welch pastora anglicana, estas reflexiones no buscan una profundidad teológica, ni siquiera una exégesis bíblica que sustente la interpretación personal del pasaje leído; siendo válida, y muy válida, la manera en que ella entiende el mensaje del fragmento leído, no es óbice para que haya otras interpretaciones.
Finalmente, nos encontramos con unos ejercicios, por lo general directamente de mindfulness, que toman como base para esa observación interior la reflexión previa que hemos hecho.
Un ejemplo nos ayudará a entender el alcance de esta interesante obra. Nos acercamos a las propuestas que nos hace Welch sobre el sentido de la vista. Aquí son seis las meditaciones que nos propone.
La primera la titula Deja atrás las cargas, para lo que nos aporta la lectura del Génesis sobre la figura de Lot y cómo su mujer, desobedeciendo las instrucciones recibidas, miró (aquí el sentido de la vista) hacia atrás, quedando convertida en estatua de sal. La meditación concluye que mirar atrás puede hacernos tropezar, permitiendo que lo que está ya detrás, el pasado, influya en nuestra actitud. Como ejercicio, nos invita a realizar una contemplación del pasaje bíblico y, en el flujo de sensaciones y turbulencias de la imaginación (la loca de la casa, en palabras de Santa Teresa), considerar a qué nos aferramos que nos impide progresar libres de carga.
El mundo en un grano de arena es la segunda meditación propuesta, que arranca con la lectura de un texto de Isaías (42,5-9). Se trata de un texto que versa acerca de las promesas de Dios llevadas a cabo en Jesús, sobre lo que nos invita a meditar. En cuanto al ejercicio, aconseja tomar y observar un objeto natural, sentir su textura, notar su olor, … y preguntarse cómo abriría los ojos de otro a las maravillas de ese objeto; sentirse sostenido por Dios…
Tercera meditación Alégrate. La lectura del Evangelio de Marcos sobre el señor que se marcha y deja el cuidado de la casa a su personal, que desconoce el día y la hora en que regresará el dueño. La reflexión principal es sobre el ahora, no sobre cuándo volverá el amo, sino hacer lo que corresponde de la mejor manera que se sepa. E insiste: “los cristianos conscientes no permiten que sus recuerdos del pasado o sus planes para el futuro sean algo más de lo que son: momentos del pasado y posibilidades para el futuro. No son la realidad del presente”. Y en el ejercicio, recomienda esforzarse en alejar los recuerdos del pasado, concentrándose en el presente.
Actúa con alegría es la cuarta meditación, que se inicia con la lectura de la epístola a los Romanos (13,11-14) que, justamente, comienza con la frase “reconoced el momento en que vivís”. En la meditación, insiste la autora en que el presente es lo que tenemos que vivir y está en manos de un Dios amoroso y fiel, dejando de examinarnos constantemente sobre la diferencia entre lo que estamos viviendo y lo que nos gustaría vivir. Y en cuanto al ejercicio, entre otras cosas, propone escoger una de las actividades del día, de las rutinarias, para tratar de hacerla alegremente.
El color púrpura es el título de la quinta meditación y su texto es la parábola del hijo pródigo. Y nos invita a reflexionar sobre la decisión que tomó el joven de dejar su vida mísera en la lejanía del padre para fijarnos en que solo cuando dejamos de creer que la vida es la que es y que así debe de permanecer, será que podremos abrirnos a nuevas posibilidades. Y en el ejercicio, nos invita a darnos cuenta de todo lo que tiene un color en particular.
Por último, la sexta meditación se titula Encuentra aspectos de la belleza; su lectura es la curación de un ciego narrada por Marcos (10,46-52). Bartimeo, nombre del invidente, pese a no ver, reconoció a Jesús, algo que incluso los mas cercanos a él no fueron capaces de distinguir. En el ejercicio, entre otros, nos propone: “Sé objetivo ante lo que ves y oyes, acoge las palabras y las acciones simplemente por lo que son, y no censures interpretaciones que tal vez provengan de ti, de tus recuerdos y experiencias, en lugar de lo que realmente se dice en realidad”.
Otras propuestas
Evidentemente, se trata en lo expuesto a título de ejemplo, de una simple elección entre las varias que recoge cada meditación, que, por lo general, implica varios aspectos. Igual ocurre con los ejercicios, en los que figuran, con reiterada frecuencia, consejos sobre las posturas mejores para ejercitar la consciencia, los medios de relajación por la respiración, cómo actuar ante los embates persistentes de una imaginación que pretende siempre desbocarse, etc. Pero este resumen puede darnos pistas de lo que nos ofrece la autora e invitarnos a realizar una profunda lectura de toda esta obra.
Tras estas meditaciones primeras y permaneciendo en la misma metodología de lectura bíblica, reflexión y ejercicio, ofrece las consideraciones específicas de la Semana Santa, una para cada día, terminando con las dedicadas al Domingo de Resurrección.
El libro finaliza con un apartado dedicado a Conscientes en el camino, en el que, utilizando los términos y modos de una peregrinación, aporta unas reflexiones finales sobre esta ruta a seguir para llegar a ser conscientes.
En cualquier caso, si hay un aspecto sobre el que se insiste hasta la saciedad, como no podía ser de otra forma, es en la necesidad de no dejarnos dirigir por el pasado ni por lo que sucederá en el futuro, sino ser conscientes del momento presente, del ahora mismo, limitándonos a ser observadores de la panoplia de sensaciones, sentimientos y pensamientos que ocurren en nuestro interior, sin juzgarlos, justificarlos o analizarlos: simplemente, ser conscientes de ellos.
Concluyendo
Nos encontramos, pues, ante un libro muy útil para quienes busquen adentrarse en el mundo de la meditación y del mindfulness, cosas diferentes pese a lo difuso de sus límites, desde una postura cristiana.
No precisa de una lectura siguiendo capítulo a capítulo; por su sistema, permite acudir a aquellos puntos que presenten mayor atractivo para el lector y candidato a la meditación y mindfulness. El lenguaje es sencillo, muy cercano y asequible, lo que ayuda a superar algunos tropiezos gramaticales, frutos de los ya famosos “duendes de las linotipias”, hoy reconvertidos en duendes de los procesadores de texto; unos tropiezos meramente de forma, que en nada empecen el muy meritorio conjunto del texto.
Índice
Naturaleza de la consciencia cristiana
Jesús fue consciente
¿Qué es ser consciente?
Mindfulness cristiano
40 días siendo consciente
El silencio
“Yo soy”.- Renueva el alma- Permaneced en mí.- Los hijos de Dios ahora.- Valora a las personas difíciles.- Un caminar consciente.
El oído
La escucha objetiva.- El oído atento.- Camina en la fe.- Escucha y luego actúa.- Da tiempo al Espíritu.
El olfato
Encuentra la paz en tiempos difíciles.- Pon distancia.- La oración recompensada.- Un pequeño cambio.- Respira hondo.
La vista
Deja atrás las cargas.- El mundo en un grano de arena.- ¡Alégrate!- Actúa con alegría.- El color púrpura.- Encuentra aspectos de la belleza.
El tacto
Lávate y quedarás limpio.- Me has tejido en el amor.- Las maravillosas yemas de los dedos.- La caricia afectuosa.- Aprecia a los marginados.
El gusto
Resiste los esquemas del mundo.- Acudid por agua.- Gustad y ved.- Llamados a actuar.- Extraer todo el significado.
Conscientes en la Pasión
Domingo de Ramos. Valora cada sonido.
Lunes Santo. Observa en verdad.
Martes Santo. Dos moneditas.
Miércoles Santo. ¿Me vas a lavar los pies?
Jueves Santo. Vive sin dejarte poseer por nada.
Viernes Santo. ¿Puedo estar alegre?
Sábado Santo. Espera en silencio.
Domingo de Resurrección. El resultado de la integridad.
Conscientes en el camino
Antes de empezar
Viaja ligero de equipaje
Vive en el presente
Cuando encuentres obstáculos
Comparte con los desconocidos
Descanso y recuperación
Reseñas
Itinerarios interiores
Juan Antonio Martínez de la Fe , 12/08/2019
Ficha Técnica
Título: Itinerarios interiores
Editor: Lluís Ylla
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2019
Colección: Fragmentos
Ilustraciones: Cristina Álvarez Puerto
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 124
ISBN: 978-84-17796-06-8
Precio: 12,90 euros
La colección Fragmentos de Fragmenta Editorial nos suele ofrecer textos de pequeño formato pero cuyo contenido ambiciona superar la limitación de sus páginas, en una invitación a reflexionar y pensar sobre cuestiones profundas. Y este título a que nos referimos se mantiene en esa línea.
El editor, Lluís Ylla, firma el Prefacio, con el sugestivo y sugerente título de Invitación a caminar, a la búsqueda de espacios interiores, descubriendo desde los inicios que son muchos los caminos que se le abren, puesto que cada uno, cada persona, tiene su propio camino en su geografía interior. Y no es trayecto sencillo, ya que el viaje más largo es el que se dirige al propio interior para cuyo recorrido hemos de desprendernos de quehacer y haberes.
En su propio trayecto, solicita la colaboración del doctor en Filosofía y Teología, fundador de la Asociación Amigos del Desierto, Pablo d’Ors, quien reflexiona sobre el silencio, desde su compromiso cristiano; un silencio que no se contrapone a la palabra, ya que ésta, ahora con mayúscula, se dijo en un gran silencio.
Silencio
El texto de d’Ors es sobre el yo, la sencillez de meditar y recrearse y holgar en ese soy yo. ¿A qué se debe? Pues a que, como dice Javier Melloni, “el silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego”. Es un yo vivo, despierto y vivir espiritualmente es precisamente esto, estar vivo. Y se apoya en San Pablo para afirmar que la vida, toda ella, la vida de verdad, el tiempo y el espacio en que existimos, todo eso es Cristo.
¿Se anhela algo más en ese estar vivo? No; simplemente es estar en lo que se está y no querer ir a ninguna otra parte, preguntándome qué siento. Se siente el cuerpo, la mente por lo general desbocada y desobediente, se siente que la línea que separa mi yo del mundo es muy fina, que incluso se diluye y que ese yo más amplio casi se identifica con el mundo.
En ese silencio, donde estoy vivo, nace la meditación, el arte de escucharse a uno mismo; y solo quien se escucha a sí mismo puede escuchar a los demás. Ese silencio es Dios en quien resuenan todas las cosas; y ahí encontramos la vía más directa, sin necesidad de mediación, para contemplar la verdad.
Palabra
“La palabra, junto al silencio que permite su vibración, es, para muchas personas, el gran inicio del camino interior”, dice Ylla en la introducción al texto de Ruth Galve, investigadora en el ámbito de la expresión oral y la pedagogía de la interioridad. Y a la palabra dedica las páginas de su escrito.
Rememora la importancia de la palabra dada: alguien que no respondiera por ella, alguien sin palabra, es una persona vacía, deshonesta y peligrosa. Pero no es en este aspecto en el que incide especialmente, sino en la palabra como vehículo de comunicación, de todo tipo de comunicación. Ser significa comunicarse, cita a José Antonio Marina; “en mi interior hay un desconocido que revelo mediante el lenguaje”. Y es que vivimos en un diálogo constante con nosotros mismos.
No podríamos pensar, razonar, aprender sin el lenguaje. Y es este, seguramente, la causa de la evolución, que sería impensable sin la palabra. Y es más: es el lenguaje quien marca los límites de las dimensiones de nuestro mundo, que vienen determinados por el ámbito lingüístico en que nos movemos.
Palabra no es antónimo de silencio; lo es el ruido. Como una caricia, la palabra verdadera, nos dice algo; la que es bella, crea y la buena hace el bien. Y concluye: “Las personas llevamos el lenguaje de equipaje cuando viajamos a nuestro mundo interior y, con palabras e ideas, iluminamos la oscuridad terrible de lo aún desconocido”.
Sabiduría
Es el doctor en Filosofía Ricardo Pinilla quien aborda el siguiente tema: Sabiduría. Lo introduce Ylla reflexionando sobre qué es la realidad, pensar la realidad, porque merece la pena el árido esfuerzo de pensar y el placer de ser homo quaerens. Porque hay que saber y hace hincapié en la doble acepción del término: saber de conocimiento y saber de sabor, de saborear, incidiendo especialmente en la segunda. Es aquello que preconiza Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales: no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente. El saber, por tanto, tiene que ver con el conocer y el sentir.
El sabio siempre nos abre su interior porque está abierto al interior de lo que le rodea. Por lo que vislumbra el autor “que la sabiduría no es solo fruto de un hombre interior o de un hombre profundo, sino de aquel que nunca duda en adentrarse en lo externo y lo extraño y que, como enseñó Sócrates, no tiene reparo en enunciar su ignorancia […] Ese vaciado que es apertura al otro”. Y es que el sabio se da desde su interior, desde dentro; no se guarda, sino que se da entero.
Y recalca el matiz pretendido, al afirmar que el sabio sabe, no de saber algo, sino de saber a algo. Quien tiene sabiduría capta la realidad y nos la devuelve como aromas y sabores para, con él, saber la vida y saber a la vida.
La conclusión que nos aporta Pinilla es del máximo interés: “Todos podríamos, deberíamos, proponernos ser más sabios, pues cómo no saber más a la vida, a los demás, a las preguntas que acucian desde que tenemos conciencia: ¿dónde estaba yo antes de nacer? ¿Qué será de mí? ¿Y qué será de los seres que me rodean, a los que amo y sin los cuales no concibo vivir? ¿Qué ocurre cuando parten antes que yo, como suele pasar con nuestros padres y maestros?”
Arte
Cristina Álvarez Puerto es pedagoga y especialista en psicología de la educación. Y es la autora de las siguientes páginas de este libro, con su ensayo dedicado al Arte. Según Yllas, al hablar de arte, lo hacemos de otro saber, el de la belleza del sabio, esa belleza que hace bien y que nos ayuda a ingresar en el mundo interior sin la limitación de los razonamientos conceptuales.
El ser humano crea, además, belleza, habita en el mundo creándola, porque no le basta con saber, ha de ir más allá con su creación. Y Cristina Álvarez nos indica que, cuando contemplamos una obra de arte, una creación artística, lo esencial es la percepción de un espacio vacío donde se genera una libertad para que el otro sea; y esto ocurre aunque no seamos conscientes de ello.
No solo somos espectadores del arte. Cuando un verdadero artista crea, nos permite ser y percibir el misterio “hecho experiencia y percepción en el instante del encuentro con la obra, reuniendo pasado y futuro en un presente universal y a la vez cotidiano”. Es entre lo que quiere salir al mundo y lo que de él nos llega donde se encuentra el reino donde germina el impulso para crear. Tal impulso inicial es un arte, es “la bendita curiosidad y el anhelo de encontrar ese equilibrio entre el afuera y el adentro”. Citas de Rudolf Steiner, Rabindranath Tagore o Arthur Zajonc emergen del texto, iluminando el pensamiento de la autora.
Corporalidad
Es el tema que corresponde al doctor en Psicología Luis González, quien ayudó a Yllas a distinguir entre cuerpo, corporeidad y corporalidad y a obviar el dualismo entre cuerpo y otras realidades del yo: mente, espíritu, … Y tratándose aquí de itinerarios interiores, aclara que interioridad se refiere a la condición corporal, sin que necesariamente nos oprima con la dualidad cuerpo-alma o esencia-existencia.
González afirma que somos un ser corporal donde el interior y el exterior se unen, que no confunden, que no provoca contradicción entre cuerpo y espíritu, con una única condición: que alguien nos habite Y se pregunta, ¿quién tiene a quién, el cuerpo a mí o yo al cuerpo? No es complicado: hay que pensar con el cuerpo, no solo con la cabeza.
Cada anatomía encierra un yo diferente que cuenta con su propia instalación yoica; y de cada anatomía, recibo una información valiosa y preciosa: yo orgánico, yo muscular, yo emocional, metal o energético. Sí, soy un cuerpo espiritual. Los límites corporales pierden su sentido literal y se precisa la aceptación de una estructura observatoria del yo. “El yo define la interioridad. ¿Quién es ese que habla o leer? ¿Qué lo conforma si sabemos que cerebro atempera la idea del yo?”
Y va más allá. Si hablamos de un interior es porque hay un cuerpo, un cuerpo que está habitado, porque, de no estarlo, habría un cadáver, no cuerpo-persona. “Cuando sientes tu ser corporal, se desvanecen todas las ilusiones limitantes (el infinito también) y tu conciencia corporal te saluda”.
Ciencia
El doctor en Biología Ramón María Nogués aborda el capítulo dedicado a la Ciencia. Parte de la base de que nuestra capacidad de intelección probablemente se vea limitada, debiendo quedarnos abiertos a muchas indeterminaciones que hay que aceptar con sencillez. Un inteligente y humilde punto de partida.
Ahonda más al explicar la complejidad de lo real que exige una modestia interpretativa, prudencia en las afirmaciones, respeto por los procesos, precaución en las intervenciones y habilidad para mantenerse abierto al carácter compatible de las muy variadas facetas de la realidad. Además, no existe una razón pura, sino una razón que siente, personalizada, contextualizada, socializada, culturalizada, … una razón, en fin, ampliada que nos abre a una comprensión completa de nuestro mundo.
Porque los seres vivos somos materia y energía adecuada y vitalmente informadas, aunque nadie sabe explicar aún qué sea la conciencia, sobre todo la reflexiva y recursiva. Incluso recurriendo al darwinianismo, sería raro que estuviésemos habilitados para saberlo y conocerlo todo, por lo que, concluye, “es muy posible, pues, que existan dimensiones de las que solamente podemos tener vislumbres”.
Sí parece claro que la conciencia, nuestro yo, está hoy siendo atacada, en vez de cuidarla cariñosamente. El yo, pues, es el centro de lo que llamamos mente: centro de identidad, de iniciativa, de responsabilidad, de satisfacción, de punto de partida de la unión amorosa, etc. Sin ese centro, solo queda la demencia. Eso sí: hay que vigilar que no se autocentre en el egoísmo, sino que se alocentre en la alteridad, porque “sin un yo maduro y responsable no llegaremos a descubrir un tú digno de respeto y amor”. Con lo que se entra, de alguna manera, en el tema de la libertad, de la que Nogués afirma que, viendo la complejidad del sistema cerebral, hay neurólogos que admiten sin problemas que existen márgenes para ella en la mente humana.
Espacio y tiempo
Es el título del ensayo que cierra el libro, firmado por su editor Lluís Ylla. En él hace un recorrido por lo que ha supuesto su encuentro con cada uno de los autores que han prestado su colaboración en la obra. Afirma que con cada uno descubrió que hay miradas distintas para recorrer el mundo interior, que todos los caminos se extienden en el espacio y se andan en el tiempo; y se detiene en la percepción que tenemos de ese espacio-tiempo que depende de muchas variables.
Avanzamos al paso del tiempo, que no es lento ni impaciente, mientras que el espacio nos condiciona: algunas vivencias agradecen determinados espacios mientras que determinados espacios propician especiales vivencias. Tras una cita de Heidegger, nos explica que no existe el tiempo absoluto, pues solo se trata de percepciones y vivencias del tiempo, que se miden con el mismo reloj pero son percibidas de maneras distintas: la medición del tiempo no es el tiempo.
Por otro lado, podemos sentir que en nuestra pequeñez trascendemos el espacio y cita, nuevamente a Heidegger: “El espacio no es nada en sí mismo; no existe ningún espacio absoluto. Solo existe a través de los cuerpos y energías contenidas en él”. Y hoy, el único espacio que queda por colonizar es justamente el espacio interior.
Tiene el libro un Epílogo; de él, entresacamos este esclarecedor párrafo: “Andando al lado de cada uno de los amigos de este viaje, me ha quedado grabado el sentimiento de que, vaya donde vaya, si es hacia el interior de mí mismo, posiblemente lo será también hacia el interior de los otros. Y que sea con el medio de transporte que quiera, el silencio, la palabra, el arte, … el que más me guste, pero que vaya siempre hacia el interior de mí mismo”.
Concluyendo
Nos encontramos ante un libro de pequeño formato, ciertamente, pero de profundo contenido. Desde luego, pese a la facilidad de su lectura debida a un estilo siempre cercano y asequible, no se ha de leer de un tirón; ni siquiera, siguiendo el orden de los capítulos: cada uno de ellos constituye una vía distinta para un mismo destino, el mundo interior. Más bien es un trabajo para meditar, para saborear, para reflexionar. Sus enseñanzas constituirán, sin duda, un excelente camino hacia un yo abierto a los otros.
Índice
Prefacio. Invitación a caminar.
Silencio, por Pablo d’Ors
Palabra, por Ruth Galve
Sabiduría, por Ricardo Pinilla
Arte, por Cristina Álvarez Puerto
Corporalidad, por Luis López
Ciencia, por Ramón María Nogués
Espacio y tiempo, por Lluís Ylla
Epílogo. Meditación sobre unos versos de León Felipe
Título: Itinerarios interiores
Editor: Lluís Ylla
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2019
Colección: Fragmentos
Ilustraciones: Cristina Álvarez Puerto
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 124
ISBN: 978-84-17796-06-8
Precio: 12,90 euros
La colección Fragmentos de Fragmenta Editorial nos suele ofrecer textos de pequeño formato pero cuyo contenido ambiciona superar la limitación de sus páginas, en una invitación a reflexionar y pensar sobre cuestiones profundas. Y este título a que nos referimos se mantiene en esa línea.
El editor, Lluís Ylla, firma el Prefacio, con el sugestivo y sugerente título de Invitación a caminar, a la búsqueda de espacios interiores, descubriendo desde los inicios que son muchos los caminos que se le abren, puesto que cada uno, cada persona, tiene su propio camino en su geografía interior. Y no es trayecto sencillo, ya que el viaje más largo es el que se dirige al propio interior para cuyo recorrido hemos de desprendernos de quehacer y haberes.
En su propio trayecto, solicita la colaboración del doctor en Filosofía y Teología, fundador de la Asociación Amigos del Desierto, Pablo d’Ors, quien reflexiona sobre el silencio, desde su compromiso cristiano; un silencio que no se contrapone a la palabra, ya que ésta, ahora con mayúscula, se dijo en un gran silencio.
Silencio
El texto de d’Ors es sobre el yo, la sencillez de meditar y recrearse y holgar en ese soy yo. ¿A qué se debe? Pues a que, como dice Javier Melloni, “el silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego”. Es un yo vivo, despierto y vivir espiritualmente es precisamente esto, estar vivo. Y se apoya en San Pablo para afirmar que la vida, toda ella, la vida de verdad, el tiempo y el espacio en que existimos, todo eso es Cristo.
¿Se anhela algo más en ese estar vivo? No; simplemente es estar en lo que se está y no querer ir a ninguna otra parte, preguntándome qué siento. Se siente el cuerpo, la mente por lo general desbocada y desobediente, se siente que la línea que separa mi yo del mundo es muy fina, que incluso se diluye y que ese yo más amplio casi se identifica con el mundo.
En ese silencio, donde estoy vivo, nace la meditación, el arte de escucharse a uno mismo; y solo quien se escucha a sí mismo puede escuchar a los demás. Ese silencio es Dios en quien resuenan todas las cosas; y ahí encontramos la vía más directa, sin necesidad de mediación, para contemplar la verdad.
Palabra
“La palabra, junto al silencio que permite su vibración, es, para muchas personas, el gran inicio del camino interior”, dice Ylla en la introducción al texto de Ruth Galve, investigadora en el ámbito de la expresión oral y la pedagogía de la interioridad. Y a la palabra dedica las páginas de su escrito.
Rememora la importancia de la palabra dada: alguien que no respondiera por ella, alguien sin palabra, es una persona vacía, deshonesta y peligrosa. Pero no es en este aspecto en el que incide especialmente, sino en la palabra como vehículo de comunicación, de todo tipo de comunicación. Ser significa comunicarse, cita a José Antonio Marina; “en mi interior hay un desconocido que revelo mediante el lenguaje”. Y es que vivimos en un diálogo constante con nosotros mismos.
No podríamos pensar, razonar, aprender sin el lenguaje. Y es este, seguramente, la causa de la evolución, que sería impensable sin la palabra. Y es más: es el lenguaje quien marca los límites de las dimensiones de nuestro mundo, que vienen determinados por el ámbito lingüístico en que nos movemos.
Palabra no es antónimo de silencio; lo es el ruido. Como una caricia, la palabra verdadera, nos dice algo; la que es bella, crea y la buena hace el bien. Y concluye: “Las personas llevamos el lenguaje de equipaje cuando viajamos a nuestro mundo interior y, con palabras e ideas, iluminamos la oscuridad terrible de lo aún desconocido”.
Sabiduría
Es el doctor en Filosofía Ricardo Pinilla quien aborda el siguiente tema: Sabiduría. Lo introduce Ylla reflexionando sobre qué es la realidad, pensar la realidad, porque merece la pena el árido esfuerzo de pensar y el placer de ser homo quaerens. Porque hay que saber y hace hincapié en la doble acepción del término: saber de conocimiento y saber de sabor, de saborear, incidiendo especialmente en la segunda. Es aquello que preconiza Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales: no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente. El saber, por tanto, tiene que ver con el conocer y el sentir.
El sabio siempre nos abre su interior porque está abierto al interior de lo que le rodea. Por lo que vislumbra el autor “que la sabiduría no es solo fruto de un hombre interior o de un hombre profundo, sino de aquel que nunca duda en adentrarse en lo externo y lo extraño y que, como enseñó Sócrates, no tiene reparo en enunciar su ignorancia […] Ese vaciado que es apertura al otro”. Y es que el sabio se da desde su interior, desde dentro; no se guarda, sino que se da entero.
Y recalca el matiz pretendido, al afirmar que el sabio sabe, no de saber algo, sino de saber a algo. Quien tiene sabiduría capta la realidad y nos la devuelve como aromas y sabores para, con él, saber la vida y saber a la vida.
La conclusión que nos aporta Pinilla es del máximo interés: “Todos podríamos, deberíamos, proponernos ser más sabios, pues cómo no saber más a la vida, a los demás, a las preguntas que acucian desde que tenemos conciencia: ¿dónde estaba yo antes de nacer? ¿Qué será de mí? ¿Y qué será de los seres que me rodean, a los que amo y sin los cuales no concibo vivir? ¿Qué ocurre cuando parten antes que yo, como suele pasar con nuestros padres y maestros?”
Arte
Cristina Álvarez Puerto es pedagoga y especialista en psicología de la educación. Y es la autora de las siguientes páginas de este libro, con su ensayo dedicado al Arte. Según Yllas, al hablar de arte, lo hacemos de otro saber, el de la belleza del sabio, esa belleza que hace bien y que nos ayuda a ingresar en el mundo interior sin la limitación de los razonamientos conceptuales.
El ser humano crea, además, belleza, habita en el mundo creándola, porque no le basta con saber, ha de ir más allá con su creación. Y Cristina Álvarez nos indica que, cuando contemplamos una obra de arte, una creación artística, lo esencial es la percepción de un espacio vacío donde se genera una libertad para que el otro sea; y esto ocurre aunque no seamos conscientes de ello.
No solo somos espectadores del arte. Cuando un verdadero artista crea, nos permite ser y percibir el misterio “hecho experiencia y percepción en el instante del encuentro con la obra, reuniendo pasado y futuro en un presente universal y a la vez cotidiano”. Es entre lo que quiere salir al mundo y lo que de él nos llega donde se encuentra el reino donde germina el impulso para crear. Tal impulso inicial es un arte, es “la bendita curiosidad y el anhelo de encontrar ese equilibrio entre el afuera y el adentro”. Citas de Rudolf Steiner, Rabindranath Tagore o Arthur Zajonc emergen del texto, iluminando el pensamiento de la autora.
Corporalidad
Es el tema que corresponde al doctor en Psicología Luis González, quien ayudó a Yllas a distinguir entre cuerpo, corporeidad y corporalidad y a obviar el dualismo entre cuerpo y otras realidades del yo: mente, espíritu, … Y tratándose aquí de itinerarios interiores, aclara que interioridad se refiere a la condición corporal, sin que necesariamente nos oprima con la dualidad cuerpo-alma o esencia-existencia.
González afirma que somos un ser corporal donde el interior y el exterior se unen, que no confunden, que no provoca contradicción entre cuerpo y espíritu, con una única condición: que alguien nos habite Y se pregunta, ¿quién tiene a quién, el cuerpo a mí o yo al cuerpo? No es complicado: hay que pensar con el cuerpo, no solo con la cabeza.
Cada anatomía encierra un yo diferente que cuenta con su propia instalación yoica; y de cada anatomía, recibo una información valiosa y preciosa: yo orgánico, yo muscular, yo emocional, metal o energético. Sí, soy un cuerpo espiritual. Los límites corporales pierden su sentido literal y se precisa la aceptación de una estructura observatoria del yo. “El yo define la interioridad. ¿Quién es ese que habla o leer? ¿Qué lo conforma si sabemos que cerebro atempera la idea del yo?”
Y va más allá. Si hablamos de un interior es porque hay un cuerpo, un cuerpo que está habitado, porque, de no estarlo, habría un cadáver, no cuerpo-persona. “Cuando sientes tu ser corporal, se desvanecen todas las ilusiones limitantes (el infinito también) y tu conciencia corporal te saluda”.
Ciencia
El doctor en Biología Ramón María Nogués aborda el capítulo dedicado a la Ciencia. Parte de la base de que nuestra capacidad de intelección probablemente se vea limitada, debiendo quedarnos abiertos a muchas indeterminaciones que hay que aceptar con sencillez. Un inteligente y humilde punto de partida.
Ahonda más al explicar la complejidad de lo real que exige una modestia interpretativa, prudencia en las afirmaciones, respeto por los procesos, precaución en las intervenciones y habilidad para mantenerse abierto al carácter compatible de las muy variadas facetas de la realidad. Además, no existe una razón pura, sino una razón que siente, personalizada, contextualizada, socializada, culturalizada, … una razón, en fin, ampliada que nos abre a una comprensión completa de nuestro mundo.
Porque los seres vivos somos materia y energía adecuada y vitalmente informadas, aunque nadie sabe explicar aún qué sea la conciencia, sobre todo la reflexiva y recursiva. Incluso recurriendo al darwinianismo, sería raro que estuviésemos habilitados para saberlo y conocerlo todo, por lo que, concluye, “es muy posible, pues, que existan dimensiones de las que solamente podemos tener vislumbres”.
Sí parece claro que la conciencia, nuestro yo, está hoy siendo atacada, en vez de cuidarla cariñosamente. El yo, pues, es el centro de lo que llamamos mente: centro de identidad, de iniciativa, de responsabilidad, de satisfacción, de punto de partida de la unión amorosa, etc. Sin ese centro, solo queda la demencia. Eso sí: hay que vigilar que no se autocentre en el egoísmo, sino que se alocentre en la alteridad, porque “sin un yo maduro y responsable no llegaremos a descubrir un tú digno de respeto y amor”. Con lo que se entra, de alguna manera, en el tema de la libertad, de la que Nogués afirma que, viendo la complejidad del sistema cerebral, hay neurólogos que admiten sin problemas que existen márgenes para ella en la mente humana.
Espacio y tiempo
Es el título del ensayo que cierra el libro, firmado por su editor Lluís Ylla. En él hace un recorrido por lo que ha supuesto su encuentro con cada uno de los autores que han prestado su colaboración en la obra. Afirma que con cada uno descubrió que hay miradas distintas para recorrer el mundo interior, que todos los caminos se extienden en el espacio y se andan en el tiempo; y se detiene en la percepción que tenemos de ese espacio-tiempo que depende de muchas variables.
Avanzamos al paso del tiempo, que no es lento ni impaciente, mientras que el espacio nos condiciona: algunas vivencias agradecen determinados espacios mientras que determinados espacios propician especiales vivencias. Tras una cita de Heidegger, nos explica que no existe el tiempo absoluto, pues solo se trata de percepciones y vivencias del tiempo, que se miden con el mismo reloj pero son percibidas de maneras distintas: la medición del tiempo no es el tiempo.
Por otro lado, podemos sentir que en nuestra pequeñez trascendemos el espacio y cita, nuevamente a Heidegger: “El espacio no es nada en sí mismo; no existe ningún espacio absoluto. Solo existe a través de los cuerpos y energías contenidas en él”. Y hoy, el único espacio que queda por colonizar es justamente el espacio interior.
Tiene el libro un Epílogo; de él, entresacamos este esclarecedor párrafo: “Andando al lado de cada uno de los amigos de este viaje, me ha quedado grabado el sentimiento de que, vaya donde vaya, si es hacia el interior de mí mismo, posiblemente lo será también hacia el interior de los otros. Y que sea con el medio de transporte que quiera, el silencio, la palabra, el arte, … el que más me guste, pero que vaya siempre hacia el interior de mí mismo”.
Concluyendo
Nos encontramos ante un libro de pequeño formato, ciertamente, pero de profundo contenido. Desde luego, pese a la facilidad de su lectura debida a un estilo siempre cercano y asequible, no se ha de leer de un tirón; ni siquiera, siguiendo el orden de los capítulos: cada uno de ellos constituye una vía distinta para un mismo destino, el mundo interior. Más bien es un trabajo para meditar, para saborear, para reflexionar. Sus enseñanzas constituirán, sin duda, un excelente camino hacia un yo abierto a los otros.
Índice
Prefacio. Invitación a caminar.
Silencio, por Pablo d’Ors
Palabra, por Ruth Galve
Sabiduría, por Ricardo Pinilla
Arte, por Cristina Álvarez Puerto
Corporalidad, por Luis López
Ciencia, por Ramón María Nogués
Espacio y tiempo, por Lluís Ylla
Epílogo. Meditación sobre unos versos de León Felipe
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850