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Blog de Tendencias21 sobre cuentos, poemas y otras creaciones
Segunda parte
El día siguiente, al de la aventura con el hada revoltosa, era domingo, Jorge tenía previsto hacer una visita a su abuela. Se levantó más temprano que nunca, una idea le rondaba la cabeza: mi abuela sí que recordará algo de las hadas, y yo voy a pedirle que me cuente lo que sabe de ellas. Así pues, después de desayunar, se dirigió a su casa a la que llegó cuando la abuela regresaba de su paseo matutino.
Apenas se sentaron en el cuarto de estar, delante de una infusión calentita, la abuela lo miró sonriendo. Parece que te preocupa algo, le dijo. Creo, además, que no has venido solamente a verme. Cuéntame que es lo que te pasa hoy.
Jorge agradeció, en aquel instante, que su abuela fuera tan directa, que no esperase a que él pensase la forma de cómo encarar el tema. De esta manera comenzó el relato de lo sucedido el día anterior, cuando sin saber de qué forma su cuarto se transformó en un lugar desordenado, y le hablaron, por primera vez, de la existencia de las hadas.
La abuela no pareció extrañarse por lo que le contaba. Sólo suspiró y dijo: por fin, por fin vuelvo a oír hablar a alguien sobre las hadas. Éste es un hermoso momento que me llena de ilusión y esperanza. Quiere decir que han vuelto, que quieren entrar en contacto de nuevo con los seres humanos. Has tenido el privilegio, dijo con humor, de que una de ellas te pusiera “patas arriba” tu pequeñito y ordenado mundo.
Entonces Jorge empezó a soltar, de un golpe, todas las preguntas que vino haciéndose en el camino, entre su casa y la de su abuela. ¿Quiénes son las hadas? ¿Cómo son? ¿Cómo las puedo conocer?... Para, para, le dijo su abuela, hay que ir despacio para que no cojas una indigestión, con tanta información como demandas.
La historia de las hadas, comenzó su abuela, se pierde en los orígenes de los tiempos. No se sabe en qué momento surgieron, pero sí se sabe que están estrechamente ligadas a los seres humanos por innumerables e invisibles cordones de oro, los cuales atraviesan todos los mundos que existen, uniéndose así sus destinos al destino de nosotros, los habitantes del planeta Tierra.
¿Para qué y por qué existe este vínculo? Preguntó Jorge. Las hadas son la estela que va dejando, por el camino, el espíritu del niño cuando se está acercando al hogar de sus padres para ser engendrado. En esa estela se deposita, como polvillo de hada, la memoria del ser que va a tomar un cuerpo físico. Junto a su memoria, también se queda impregnado su carácter, su alegría, su humor... todo lo que es su personalidad. Con todo ese polvillo de hada se forma el Mundo de las Hadas. Así, que ya te puedes imaginar la cantidad de tipos de hadas que existen. Todas ellas guardan la memoria perdida de todos los humanos que han vivido, y que viven, en este planeta.
¿Y cuándo se vuelve a recuperar esa memoria? Cuando regresemos, de nuevo, a través de esa estela, a nuestro antiguo hogar que está en las estrellas. La esencia espiritual se recupera de la misma manera a cómo reacciona el imán cuando se le acerca un objeto metálico, lo que tú eres atrae por afinidad lo que tú ya fuiste.
Jorge se quedó un rato pensativo, pero continuó con las preguntas. ¿Cómo sabes tú todo eso? ¿No te lo estarás inventando? No, le contestó su abuela, tras una carcajada que parecía indicar su comprensión por el esfuerzo que tenía que hacer su nieto para admitir aquella increíble historia, las abuelas no inventamos nada, respondió, sólo transmitimos lo que nos cuentan las hadas. Las abuelas somos la última generación que estuvo en contacto con ellas, y por eso nos han encargado traer sus mensajes que están cifrados en los cuentos. Ellas dicen que las abuelas somos como las viejas encinas, que estamos al borde de los caminos de la vida para servir de sombra a todos los nietos del mundo, y, cuando ellos se sientan a nuestro lado, les contamos, poco a poco, los secretos de la vida que hemos podido descifrar.
¿Y cuándo se vuelve a recuperar esa memoria? Cuando regresemos, de nuevo, a través de esa estela, a nuestro antiguo hogar que está en las estrellas. La esencia espiritual se recupera de la misma manera a cómo reacciona el imán cuando se le acerca un objeto metálico, lo que tú eres atrae por afinidad lo que tú ya fuiste.
Jorge se quedó un rato pensativo, pero continuó con las preguntas. ¿Cómo sabes tú todo eso? ¿No te lo estarás inventando? No, le contestó su abuela, tras una carcajada que parecía indicar su comprensión por el esfuerzo que tenía que hacer su nieto para admitir aquella increíble historia, las abuelas no inventamos nada, respondió, sólo transmitimos lo que nos cuentan las hadas. Las abuelas somos la última generación que estuvo en contacto con ellas, y por eso nos han encargado traer sus mensajes que están cifrados en los cuentos. Ellas dicen que las abuelas somos como las viejas encinas, que estamos al borde de los caminos de la vida para servir de sombra a todos los nietos del mundo, y, cuando ellos se sientan a nuestro lado, les contamos, poco a poco, los secretos de la vida que hemos podido descifrar.
Después de un silencio en que la abuela parecía encontrarse en otro lugar, continuó diciendo, los cuentos de hadas son la fórmula escogida para que los humanos no pierdan la memoria de lo que son: seres luminosos que han escogido una forma física para vivir experiencias humanas, y trabajar por la expansión de la consciencia, en todas las dimensiones del Ser. Esta fórmula estimula los juegos y los sueños con lo invisible.
¿Y esas historias que cuentan las hadas de dónde las toman? Todas las que conocemos, y las que están por conocerse, están escritas en unos viejos y polvorientos legajos guardados en los archivos arcanos del Universo. A esos archivos sólo se puede acceder con la intuición y con la imaginación.
En la actualidad, son pocos los que hablan de ellos porque la intuición y la imaginación han sido despreciadas, durante mucho tiempo, como formas de conocimiento. Por eso, cuando tú has venido y me has contado lo que te sucedió, he sentido una gran alegría, algo importante ha acontecido en algún lugar, para que, de nuevo, se haya abierto la senda que conduce al encuentro de nuestro mundo con el Mundo de las Hadas.
¿Y cómo se entra en contacto con el mundo de las hadas y con las hadas? Hay muchas, muchas maneras de hacerlo, sin darnos cuenta ya se produce, pero como no le damos ese valor nos pasan desapercibidas. Te voy a hacer una pequeña lista, verás cómo descubres lo hermoso que es el sistema que han ideado.
¿Y esas historias que cuentan las hadas de dónde las toman? Todas las que conocemos, y las que están por conocerse, están escritas en unos viejos y polvorientos legajos guardados en los archivos arcanos del Universo. A esos archivos sólo se puede acceder con la intuición y con la imaginación.
En la actualidad, son pocos los que hablan de ellos porque la intuición y la imaginación han sido despreciadas, durante mucho tiempo, como formas de conocimiento. Por eso, cuando tú has venido y me has contado lo que te sucedió, he sentido una gran alegría, algo importante ha acontecido en algún lugar, para que, de nuevo, se haya abierto la senda que conduce al encuentro de nuestro mundo con el Mundo de las Hadas.
¿Y cómo se entra en contacto con el mundo de las hadas y con las hadas? Hay muchas, muchas maneras de hacerlo, sin darnos cuenta ya se produce, pero como no le damos ese valor nos pasan desapercibidas. Te voy a hacer una pequeña lista, verás cómo descubres lo hermoso que es el sistema que han ideado.

pxhere.com
Ese contacto que buscas, puede darse al aspirar el olor de las flores; al contemplar el color de las alas de las mariposas; cuando nos deleitamos con los sonidos del agua al caer entre las rocas en el valle, con las sinfonías de los pájaros al amanecer o con el canto de los grillos en las noches de verano. También, cuando gozas con la brisa marina que te acaricia el rostro, o con el movimiento de las hojas de los árboles cuando las acaricia el viento..., todas las acciones de la naturaleza están inspiradas por el espíritu de las hadas, es su juego para mantener alerta el espíritu humano. Entonces, cuando éste percibe el mensaje que le viene del otro lado, lo traduce en emoción. Emoción que nosotros sentimos en nuestro pecho, y que nos lleva en ocasiones hasta las lágrimas.
Por lo que me cuentas que te ha sucedido, parece que pronto las historias que narren los seres humanos volverán a tener final feliz, porque se recuperará la esperanza en el futuro. Al recobrarse la ilusión, viviremos contentos y felices para siempre, en este mundo tan maravilloso que es el planeta Tierra. Las hadas saben que existe esa fuerza creadora en nosotros, conocen muy bien las potencias del alma humana, concluyó la abuela de Jorge.
FIN
Por lo que me cuentas que te ha sucedido, parece que pronto las historias que narren los seres humanos volverán a tener final feliz, porque se recuperará la esperanza en el futuro. Al recobrarse la ilusión, viviremos contentos y felices para siempre, en este mundo tan maravilloso que es el planeta Tierra. Las hadas saben que existe esa fuerza creadora en nosotros, conocen muy bien las potencias del alma humana, concluyó la abuela de Jorge.
FIN
Alicia Montesdeoca Rivero
Jueves, 15 de Marzo 2018
Comentarios
4.
La atracción por la eternidad
el vértigo de lo abismal
el agradecimiento porque te hacen partícipe
el anhelo por el hogar que se intuye
La conciencia de que nada termina y nada ha comenzado
la certeza de que la perfección es
el pendular permanente de la experiencia humana
la paciencia y la humildad del que acepta lo que no comprende
La vida es un don que recibimos
una meta permanente a la que nunca se llega
un recipiente donde abunda lo esencial
una metáfora de lo infinito
La atracción por la eternidad
el vértigo de lo abismal
el agradecimiento porque te hacen partícipe
el anhelo por el hogar que se intuye
La conciencia de que nada termina y nada ha comenzado
la certeza de que la perfección es
el pendular permanente de la experiencia humana
la paciencia y la humildad del que acepta lo que no comprende
La vida es un don que recibimos
una meta permanente a la que nunca se llega
un recipiente donde abunda lo esencial
una metáfora de lo infinito
Yo quiero ser ese elemento conductor
que favorece el fluir de la energía
que ayuda a calentar los corazones
que propicia la llegada del nuevo día
Yo quiero ser aquel latido del corazón
que anuncia la vida que le alienta
que permanece el tiempo suficiente
mientras el nuevo movimiento se despierta
Yo quiero ser la lámpara que alumbra
en el cruce de todos los caminos
que sólo sirve para ver sus direcciones
e intuir el origen y los destinos
Asumo el poder de mi madre,
Asumo el poder de mi abuela,
Asumo el poder de todas las mujeres que son conscientes de su poder,
que tienen conciencia de su dignidad,
de la importancia de su papel en la creación,
que tienen conexión con sus almas,
que tienen la voluntad de crear un mundo nuevo con su poder:
Esa soy yo
De mi abuela, el coraje de vivir.
La firmeza al enfrentar los problemas.
La fuerza de su personalidad.
De mi madre, la ternura,
la bondad,
la generosidad.
De mi madrina, la valentía para afrontar lo desconocido.
La capacidad de crear a partir de la nada.
Míos son, la esperanza,
el impulso,
la creencia en la bondad humana,
la alegría,
la confianza en que la vida me protege.
Asumo el poder de mi abuela,
Asumo el poder de todas las mujeres que son conscientes de su poder,
que tienen conciencia de su dignidad,
de la importancia de su papel en la creación,
que tienen conexión con sus almas,
que tienen la voluntad de crear un mundo nuevo con su poder:
Esa soy yo
De mi abuela, el coraje de vivir.
La firmeza al enfrentar los problemas.
La fuerza de su personalidad.
De mi madre, la ternura,
la bondad,
la generosidad.
De mi madrina, la valentía para afrontar lo desconocido.
La capacidad de crear a partir de la nada.
Míos son, la esperanza,
el impulso,
la creencia en la bondad humana,
la alegría,
la confianza en que la vida me protege.
Primera parte

El jardín de las hadas (all-fre-phtos.com)
En un hermoso jardín, de un país llamado Ilusión, vivía feliz una pequeña hada. Adda, que así se llamaba nuestra amiga, estaba siempre muy alegre en su mundo maravilloso, lleno de sensaciones placenteras.
Como cada mañana, al despertar y abrir sus redondos ojos, una linda sonrisa iluminó su preciosa cara. Saltó de la cama, sin pensarlo ni un instante, y se confundió con aquel mundo lleno de colores, sonidos de pájaros, dulces sabores, brisas que envuelven y acarician su cuerpo de hadita: ese era su desayuno de cada día.
Una vez que se sitió preparada para comenzar la jornada, se dirigió, con sus compañeras, a la escuela que las hadas tienen en su mundo, el cual, para que nos situemos, está a la derecha de cualquier camino que emprendamos los humanos, justo al lado de la vieja encina que está plantada en el borde del sendero, la cual guarda, con mucho celo, los secretos de la vida que las hadas le han confiado.
En la escuela, Adda aprendió a conocer el mundo de los niños, donde las hadas son las inspiradoras de lo mágico, de los más hermosos sueños, tal como le decía su maestra, una anciana hada de cabellos blancos y semblante sereno, que desprendía una gran sabiduría, esperanza y amor. Addita sabía que ella sería así también cuando fuese mayor... pero para eso aún quedaba muuucho, mucho tiempo.
Las hadas son las que alientan el espíritu de la infancia humana, decía su maestra, y, continuaba diciendo, mientras existan las hadas los niños y las niñas sabrán jugar; una infancia sin la presencia de las hadas podría hacer perder el espíritu en los adultos. Las hadas permiten que la magia siga alentando la esperanza en el devenir de los seres humanos.
La hada Addita, que es muy inquieta, apenas le faltó tiempo para levantar su mano y pedir la palabra a su maestra, su pregunta resonó en el silencio expectante de la clase: ¿Pero dónde están los niños? ¿Por qué no vamos a conocerlos y a acompañarlos durante su infancia? La maestra la miró con ternura, y con gran tristeza le dijo: ya no se acuerdan que existimos. Siempre que ellos nos llamaban allí estábamos. Los adultos de hoy se han olvidado de cuando eran niños, ya no sueñan con lo imposible, ya no alimentan sus espíritus imaginando mundos sutiles. Piensan que ser felices es tener cosas, muchas cosas, cuántas más mejor.
Por eso, porque no nutren su imaginación, no recurren a la memoria para atraer los mundos invisibles, no les hablan a los niños de ellos para que aprendan a vernos, nos oigan, jueguen con nosotras al escondite, saboreen el néctar de las flores que las hadas cuidamos. A los niños así tratados, todo les parece igual y se cansan pronto de lo que tienen, siempre están buscando nuevas sensaciones, pidiendo nuevos regalos y golosinas, buscan algo que no se halla en esas cosas.
Como cada mañana, al despertar y abrir sus redondos ojos, una linda sonrisa iluminó su preciosa cara. Saltó de la cama, sin pensarlo ni un instante, y se confundió con aquel mundo lleno de colores, sonidos de pájaros, dulces sabores, brisas que envuelven y acarician su cuerpo de hadita: ese era su desayuno de cada día.
Una vez que se sitió preparada para comenzar la jornada, se dirigió, con sus compañeras, a la escuela que las hadas tienen en su mundo, el cual, para que nos situemos, está a la derecha de cualquier camino que emprendamos los humanos, justo al lado de la vieja encina que está plantada en el borde del sendero, la cual guarda, con mucho celo, los secretos de la vida que las hadas le han confiado.
En la escuela, Adda aprendió a conocer el mundo de los niños, donde las hadas son las inspiradoras de lo mágico, de los más hermosos sueños, tal como le decía su maestra, una anciana hada de cabellos blancos y semblante sereno, que desprendía una gran sabiduría, esperanza y amor. Addita sabía que ella sería así también cuando fuese mayor... pero para eso aún quedaba muuucho, mucho tiempo.
Las hadas son las que alientan el espíritu de la infancia humana, decía su maestra, y, continuaba diciendo, mientras existan las hadas los niños y las niñas sabrán jugar; una infancia sin la presencia de las hadas podría hacer perder el espíritu en los adultos. Las hadas permiten que la magia siga alentando la esperanza en el devenir de los seres humanos.
La hada Addita, que es muy inquieta, apenas le faltó tiempo para levantar su mano y pedir la palabra a su maestra, su pregunta resonó en el silencio expectante de la clase: ¿Pero dónde están los niños? ¿Por qué no vamos a conocerlos y a acompañarlos durante su infancia? La maestra la miró con ternura, y con gran tristeza le dijo: ya no se acuerdan que existimos. Siempre que ellos nos llamaban allí estábamos. Los adultos de hoy se han olvidado de cuando eran niños, ya no sueñan con lo imposible, ya no alimentan sus espíritus imaginando mundos sutiles. Piensan que ser felices es tener cosas, muchas cosas, cuántas más mejor.
Por eso, porque no nutren su imaginación, no recurren a la memoria para atraer los mundos invisibles, no les hablan a los niños de ellos para que aprendan a vernos, nos oigan, jueguen con nosotras al escondite, saboreen el néctar de las flores que las hadas cuidamos. A los niños así tratados, todo les parece igual y se cansan pronto de lo que tienen, siempre están buscando nuevas sensaciones, pidiendo nuevos regalos y golosinas, buscan algo que no se halla en esas cosas.

Addita (pixabay.com)
Aquella noche Addita no pudo dormir pensando en lo que habría que hacer para volver a estar en el mundo de los humanos, para volver a inspirar la infancia de los niños, para que todos, niños y mayores, volvieran a jugar, cantar, contar cuentos, reír, mirarse a los ojos, hablar de lo que sentían, tocarse con cariño... Al levantarse, su rostro estaba muy serio, pero en sus ojos había una brillante chispa de determinación.
Como la hada Addita es una hada muy revoltosa, aquella mañana consiguió poner al pacífico mundo de las hadas alborotado. Iba de un lado para otro, llamando a todas las puertas, hablando con todas sus compañeras, había que hacer algo, y ella proponía el qué: "¡los niños harán volver a las hadas que se han ido porque nadie las llama, no hay que esperar más!”... ¿Cómo?, le preguntaban todas, si los humanos no recuerdan. “Las hadas han de ir en su busca”, respondía. Esa era su brillante idea.
Tanto, tanto insistió que, al atardecer de ese día, ya había conseguido que todas las hadas estuvieran reunidas debatiendo los pros y los contras de semejante proyecto. Era de noche cuando tomó la palabra la anciana maestra de nuestra amiga Addita, sus palabras emocionaron a toda la asamblea: muy bien, pese a que los seres humanos no nos llaman, el mundo de los niños no se puede quedar sin nuestra presencia, por lo tanto, el Reino de las Hadas ha decidido que va a ayudar a despertar a los humanos, esto iba a suponer un gran esfuerzo, pero si no se hacía los niños perderían su sonrisa, había que evitarlo urgentemente.
Ahora bien, continuo la venerable anciana, como esta decisión que hemos tomado ha sido impulsada por la hada Addita, será ella la que primero vaya como nuestra mensajera, para ello recibirá una pequeña ayuda. Consultados nuestros archivos, prosiguió, hemos encontrado a una familia cuyos adultos tienen, aún, algunos recuerdos, con ellos ha de empezar a trabajar.
Addita puso cara de sorpresa, esto no se lo esperaba, menuda tarea me había caído, pensó, pero no se acobardó. Según lo que sabía, el cometido de las hadas era ayudar a los humanos a sentir, a comprender el verdadero significado de la palabra felicidad. Así pues, con estos sencillos conocimientos, se despidió de sus compañeras y se fue hacia el lugar señalado, en busca del primer niño que iba a conocer, y tras apuntar en una de sus alas la dirección que le habían dado.
Como la hada Addita es una hada muy revoltosa, aquella mañana consiguió poner al pacífico mundo de las hadas alborotado. Iba de un lado para otro, llamando a todas las puertas, hablando con todas sus compañeras, había que hacer algo, y ella proponía el qué: "¡los niños harán volver a las hadas que se han ido porque nadie las llama, no hay que esperar más!”... ¿Cómo?, le preguntaban todas, si los humanos no recuerdan. “Las hadas han de ir en su busca”, respondía. Esa era su brillante idea.
Tanto, tanto insistió que, al atardecer de ese día, ya había conseguido que todas las hadas estuvieran reunidas debatiendo los pros y los contras de semejante proyecto. Era de noche cuando tomó la palabra la anciana maestra de nuestra amiga Addita, sus palabras emocionaron a toda la asamblea: muy bien, pese a que los seres humanos no nos llaman, el mundo de los niños no se puede quedar sin nuestra presencia, por lo tanto, el Reino de las Hadas ha decidido que va a ayudar a despertar a los humanos, esto iba a suponer un gran esfuerzo, pero si no se hacía los niños perderían su sonrisa, había que evitarlo urgentemente.
Ahora bien, continuo la venerable anciana, como esta decisión que hemos tomado ha sido impulsada por la hada Addita, será ella la que primero vaya como nuestra mensajera, para ello recibirá una pequeña ayuda. Consultados nuestros archivos, prosiguió, hemos encontrado a una familia cuyos adultos tienen, aún, algunos recuerdos, con ellos ha de empezar a trabajar.
Addita puso cara de sorpresa, esto no se lo esperaba, menuda tarea me había caído, pensó, pero no se acobardó. Según lo que sabía, el cometido de las hadas era ayudar a los humanos a sentir, a comprender el verdadero significado de la palabra felicidad. Así pues, con estos sencillos conocimientos, se despidió de sus compañeras y se fue hacia el lugar señalado, en busca del primer niño que iba a conocer, y tras apuntar en una de sus alas la dirección que le habían dado.

(pxhere.com)
Pronto descubrió, en un lugar de las afuera de una ciudad, una casa que destacaba entre todas porque en su jardín había una vieja encina. Esa debe ser, sin dudas la que yo busco, se dijo para sí, y revoloteó un rato alrededor de ella para conocer a las flores, a los pájaros y a los insectos que poblaban los exteriores de aquel hogar que le habían recomendado. La impresión que le causó todo lo que vio fue buena, y reforzó la decisión de entrar en contacto con el niño de aquella familia.
Se asomó a una de las ventanas del piso alto. Allí había un niño que se entretenía pulsando botones de colores de unos artefactos que ella desconocía. Nunca le habían hablado de aquellos objetos que aquel niño tenía y que le hacían estar, silencioso y concentrado, ante una pantalla en la que se movían formas planas.
Aquellos objetos, que tanta atención requerían del niño, tenían distintos tamaños: uno era grande y estaba colocado sobre una mesa, y otro era pequeño y lo sostenía en sus manos.
Addita continuó observando un rato. En las pequeñas pantallas sucedían cosas: se movían personajes que parecían humanos, pero que no se podían tocar, ni oler; que contaban historias que no vivían; que les sucedían múltiples cosas a la vez: lloraban, reían, cantaban, discutían o narraban sucesos tratando de explicar una realidad incomprensible para ella.
De pronto, se abrió la puerta y apareció la madre del niño. Ésta echó una mirada a la ordenada habitación, miró también al niño delante de su pantalla, y, sin decir nada, salió cerrando tras de sí la puerta.
Addita no entendía nada. Aquello no se lo esperaba. ¿Cómo iba a hacer su trabajo si no tenía la posibilidad de contactar con el niño, el cual estaba tan absorto con aquello que no podía ser un juguete.
Porque los juguetes, según ella sabía, permitían entender el lenguaje con el que hablan las hadas y los niños. Así que algo desanimada, con las alas caídas, se volvió a la escuela a contarle a su maestra la experiencia que había vivido aquel día.
Su maestra parecía esperarla. Con mucho amor le invitó a hablar. Adda sólo supo decir: no sé como podré despertarle; no sé como lograr que entre en contacto con el mundo de las hadas.
La anciana hada le respondió, como solía hacer en los momentos solemnes, con una frase que conmovía los cimientos de la memoria ancestral: para despertar hay que dormir; para dormir hay que tener el cuerpo cansado y para estar cansado hay que jugar... Has de entrar en su sueño.
Se asomó a una de las ventanas del piso alto. Allí había un niño que se entretenía pulsando botones de colores de unos artefactos que ella desconocía. Nunca le habían hablado de aquellos objetos que aquel niño tenía y que le hacían estar, silencioso y concentrado, ante una pantalla en la que se movían formas planas.
Aquellos objetos, que tanta atención requerían del niño, tenían distintos tamaños: uno era grande y estaba colocado sobre una mesa, y otro era pequeño y lo sostenía en sus manos.
Addita continuó observando un rato. En las pequeñas pantallas sucedían cosas: se movían personajes que parecían humanos, pero que no se podían tocar, ni oler; que contaban historias que no vivían; que les sucedían múltiples cosas a la vez: lloraban, reían, cantaban, discutían o narraban sucesos tratando de explicar una realidad incomprensible para ella.
De pronto, se abrió la puerta y apareció la madre del niño. Ésta echó una mirada a la ordenada habitación, miró también al niño delante de su pantalla, y, sin decir nada, salió cerrando tras de sí la puerta.
Addita no entendía nada. Aquello no se lo esperaba. ¿Cómo iba a hacer su trabajo si no tenía la posibilidad de contactar con el niño, el cual estaba tan absorto con aquello que no podía ser un juguete.
Porque los juguetes, según ella sabía, permitían entender el lenguaje con el que hablan las hadas y los niños. Así que algo desanimada, con las alas caídas, se volvió a la escuela a contarle a su maestra la experiencia que había vivido aquel día.
Su maestra parecía esperarla. Con mucho amor le invitó a hablar. Adda sólo supo decir: no sé como podré despertarle; no sé como lograr que entre en contacto con el mundo de las hadas.
La anciana hada le respondió, como solía hacer en los momentos solemnes, con una frase que conmovía los cimientos de la memoria ancestral: para despertar hay que dormir; para dormir hay que tener el cuerpo cansado y para estar cansado hay que jugar... Has de entrar en su sueño.

(pixnio.com)
Addita se fue dándole vueltas y más vuelta a lo que le dijera su maestra, pero, ¿cómo entrar en sus sueños si apenas los tiene, y cuando los tiene están ocupados por lo que sale de aquellas máquinas? Tiene que jugar, tiene que jugar... se repetía una y otra vez... ¿Pero dónde están los juguetes?... Y Addita decidió revolverlo todo hasta encontrarlos.
Abrió el armario, tiró al suelo los jerséis, los pantalones, todo lo que colgaba. Vació sus cajones. Lo mismo hizo con la cómoda, la mesilla de noche, el baúl, las estanterías de los libros... todo fue al suelo. Mientras tanto, Jorge (así se llamaba el niño), seguía delante de la pantalla, sin darse cuenta de que su ordenado mundo estaba patas arriba.
En ese preciso momento regresó la madre al cuarto y dio un grito de sorpresa, ante el panorama que se extendía delante de sus ojos. Fue así como Jorge cayó en la cuenta de que en su dormitorio había pasado algo muy gordo: mientras él estaba entretenido con su ordenador alguien lo había revuelto todo. Su madre, extrañada, lo mira y le pregunta por lo que había pasado ¿quién ha hecho esto? Yo no he sido, le contesta él, a punto de llorar, sin comprender nada.
En el rostro de la madre se dibuja una sonrisa, algo rosa parece revolotear y desprenderse de su memoria infantil, y en voz alta se pregunta ¿habrá sido una hada?
¿Una hada? ¿Qué es una hada? La madre con la mirada perdida en imágenes del pasado le responde, apenas sin voz: mi abuela me contaba lo que su abuela sabía sobre unos seres luminosos y juguetones que nos acompañan en nuestros juegos cuando somos niños, para que al hacernos mayores no nos olvidemos de la belleza de lo que somos, y sepamos ser felices con ella. A lo mejor se te ha colado en tu habitación una hada revoltosa que trata de llamar tu atención.
La madre se fue y Jorge empezó a buscar, debajo de toda aquella montaña de cosas a la posible hada. En este buscar, el desorden era cada vez mayor y, sin embargo, la hada no aparecía por ningún sitio. Así que decide ir ordenando a ver si, de esta manera, encuentra aquel ser extraño que le ha hecho semejante “perrería”.
La hada no apareció, pero Jorge encontró muchos objetos de su niñez que tenía olvidados: un boliche de cristal, cuyo interior era de muchos colores; una peonza de madera pintada de azul que su abuelita le había regalado hacía tiempo; también el trompo con música que le dio su tío Pedro en uno de sus cumpleaños y el disfraz de payazo que le hizo su tía Juana, para una de las fiestas de su colegio; así como, una cajita pequeña donde guardaba las postales de los viajes que sus padres habían realizado, antes de que él naciera.
Muchas cosas aparecieron, y, con ellas, los recuerdos de aquellos acontecimientos a los que estaban vinculadas y los sentimientos que le produjeron esas vivencias. Colocó todo encima del sillón del dormitorio... mañana las quería volver a mirar... Ahora, después de tanto trabajar, y de tantas emociones, estaba muy cansado y se iba a dormir.
Antes de cerrar los ojos se decía bajito: hay algo que no veo pero que está. ¿Cómo lograré encontrarme con eso?... Cuando Jorge se durmió, una sonrisa iluminaba su rostro y un rayo de La Luna, que penetraba por la ventana de su habitación, caía sobre su carita.
En ese momento Addita vio que entre la sonrisa del niño y el rayo de luna se abría una ventana a través de la cual se penetraba en los sueños del niño... así descubrió la manera de encontrarse con su espíritu y hablarle, tal como le había indicado su maestra. Por fin se restablecían las relaciones con los humanos.
Desde ese instante, Jorge empezó a conocer el mundo de las hadas y sirvió de puente entre las dos realidades... pero esas serán historias que contaremos en otra ocasión.
Abrió el armario, tiró al suelo los jerséis, los pantalones, todo lo que colgaba. Vació sus cajones. Lo mismo hizo con la cómoda, la mesilla de noche, el baúl, las estanterías de los libros... todo fue al suelo. Mientras tanto, Jorge (así se llamaba el niño), seguía delante de la pantalla, sin darse cuenta de que su ordenado mundo estaba patas arriba.
En ese preciso momento regresó la madre al cuarto y dio un grito de sorpresa, ante el panorama que se extendía delante de sus ojos. Fue así como Jorge cayó en la cuenta de que en su dormitorio había pasado algo muy gordo: mientras él estaba entretenido con su ordenador alguien lo había revuelto todo. Su madre, extrañada, lo mira y le pregunta por lo que había pasado ¿quién ha hecho esto? Yo no he sido, le contesta él, a punto de llorar, sin comprender nada.
En el rostro de la madre se dibuja una sonrisa, algo rosa parece revolotear y desprenderse de su memoria infantil, y en voz alta se pregunta ¿habrá sido una hada?
¿Una hada? ¿Qué es una hada? La madre con la mirada perdida en imágenes del pasado le responde, apenas sin voz: mi abuela me contaba lo que su abuela sabía sobre unos seres luminosos y juguetones que nos acompañan en nuestros juegos cuando somos niños, para que al hacernos mayores no nos olvidemos de la belleza de lo que somos, y sepamos ser felices con ella. A lo mejor se te ha colado en tu habitación una hada revoltosa que trata de llamar tu atención.
La madre se fue y Jorge empezó a buscar, debajo de toda aquella montaña de cosas a la posible hada. En este buscar, el desorden era cada vez mayor y, sin embargo, la hada no aparecía por ningún sitio. Así que decide ir ordenando a ver si, de esta manera, encuentra aquel ser extraño que le ha hecho semejante “perrería”.
La hada no apareció, pero Jorge encontró muchos objetos de su niñez que tenía olvidados: un boliche de cristal, cuyo interior era de muchos colores; una peonza de madera pintada de azul que su abuelita le había regalado hacía tiempo; también el trompo con música que le dio su tío Pedro en uno de sus cumpleaños y el disfraz de payazo que le hizo su tía Juana, para una de las fiestas de su colegio; así como, una cajita pequeña donde guardaba las postales de los viajes que sus padres habían realizado, antes de que él naciera.
Muchas cosas aparecieron, y, con ellas, los recuerdos de aquellos acontecimientos a los que estaban vinculadas y los sentimientos que le produjeron esas vivencias. Colocó todo encima del sillón del dormitorio... mañana las quería volver a mirar... Ahora, después de tanto trabajar, y de tantas emociones, estaba muy cansado y se iba a dormir.
Antes de cerrar los ojos se decía bajito: hay algo que no veo pero que está. ¿Cómo lograré encontrarme con eso?... Cuando Jorge se durmió, una sonrisa iluminaba su rostro y un rayo de La Luna, que penetraba por la ventana de su habitación, caía sobre su carita.
En ese momento Addita vio que entre la sonrisa del niño y el rayo de luna se abría una ventana a través de la cual se penetraba en los sueños del niño... así descubrió la manera de encontrarse con su espíritu y hablarle, tal como le había indicado su maestra. Por fin se restablecían las relaciones con los humanos.
Desde ese instante, Jorge empezó a conocer el mundo de las hadas y sirvió de puente entre las dos realidades... pero esas serán historias que contaremos en otra ocasión.
FIN
Editado por
Alicia Montesdeoca Rivero

Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca Rivero es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21. Este blog está dedicado a sus creaciones literarias.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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