La tecnología unida al envejecimiento es clave para un futuro mejor
Los dos capítulos del debate sobre ¿Cómo viviremos dentro de 15 años? que estamos impulsando son la tecnología (¡cómo no!) y el envejecimiento (¡por fin!).
Les sorprenderá repensar que las personas seguimos yendo por delante de las empresas e instituciones. Por ejemplo, en el uso de la tecnologías. Entre las grandes empresas es todavía más habitual que los directivos tengan coche de empresa que tabletas o smartphones de empresa. O ver a sus directivos utilizando un powerpoint para apoyar discursos con los que quieren seducir a audiencias presumiendo, paradójicamente, de ser innovadores. Parece algo a punto de cambiar, ya que la hiperconectividad y la comunicación vivas a través de formatos y aplicaciones multimedia que permiten aprovechar cualquier dispositivo en cualquier momento están poco explotadas. Yo aún no he recibido ninguna información procedente de una empresa a través de whatsapp, ni conozco ninguna aplicación que me presente de otra manera la información de alguna de las empresas que presume de transparente, pero me temo que pronto seré invadido.
También tenemos más asumido las personas que las empresas el hecho de que la sociedad española envejece. En mi día a día con empresas, no puedo utilizar la palabra envejecimiento para abordar el tema. Las puertas del incipiente interés solo se abren si empiezo por términos como “gestionar la edad de los públicos de la empresa”, “el cambio demográfico”, “la intergeneracionalidad de los equipos” o “mantener actitudes y aptitudes durante toda la vida” para despertar el interés inicial. Pero en los medios de comunicación y en las encuestas que realizamos en el Foro Empresa y Sociedad, la palabra envejecimiento se usa tal cual para referirse al concepto global, sin eufemismos alternativos. En cuanto a contenidos, sigue siendo excepcional segmentar cualquier capítulo de la gestión según la edad. Me refiero a clientes, empleados o redes comerciales, pero también a las políticas de igualdad o a productos como los seguros de salud o los de coche, aunque no se lo crean.
Como son temas ligados entre sí, es habitual la referencia a los robots en conferencias y coloquios sobre el futuro que nos espera. En una de las últimas en las que he participado, relacionándolos con el cuidado a los mayores. Será porque el envejecimiento de la población no es un posible escenario de futuro, sino uno cierto, ya que la edad es de las pocas cosas que evolucionan linealmente con el tiempo. Los datos que refleja la última estadística sobre el padrón del INE contiene datos sugerentes:
- Hoy hay tantos niños menores de un año en España como en siglo XVIII.
- Dos provincias españolas tienen una edad media superior a 50 años.
- Somos un 16% de menores de 16 años y un 45% de mayores de 45. No es un error de mecanografía ni una casualidad, sino una combinación de números fáciles de memorizar.
A este paso, no sé si nuestros hijos sabrán qué es tener un nieto porque la media será de menos de uno per cápita. Quizá sí sabrán qué es un robot cuidador de sus mayores. Porque no habrá cuidadores para tanto mayor. Espero que la tecnología y el espíritu emprendedor nos ayuden a no perder el norte, y sepamos unir tecnología y trato humano para que los servicios básicos sean universales y de bajo coste. Y para que los androides sean cariñosos, intuitivos y guapos. Dicho de otra forma, confío en que la iniciativa personal siga anticipándose a los responsables políticos y económinos de la larvada quiebra de nuestro todavía estático sistema de bienestar, sobre todo de sus capítulos de pensiones y Seguridad Social.
Les sorprenderá repensar que las personas seguimos yendo por delante de las empresas e instituciones. Por ejemplo, en el uso de la tecnologías. Entre las grandes empresas es todavía más habitual que los directivos tengan coche de empresa que tabletas o smartphones de empresa. O ver a sus directivos utilizando un powerpoint para apoyar discursos con los que quieren seducir a audiencias presumiendo, paradójicamente, de ser innovadores. Parece algo a punto de cambiar, ya que la hiperconectividad y la comunicación vivas a través de formatos y aplicaciones multimedia que permiten aprovechar cualquier dispositivo en cualquier momento están poco explotadas. Yo aún no he recibido ninguna información procedente de una empresa a través de whatsapp, ni conozco ninguna aplicación que me presente de otra manera la información de alguna de las empresas que presume de transparente, pero me temo que pronto seré invadido.
También tenemos más asumido las personas que las empresas el hecho de que la sociedad española envejece. En mi día a día con empresas, no puedo utilizar la palabra envejecimiento para abordar el tema. Las puertas del incipiente interés solo se abren si empiezo por términos como “gestionar la edad de los públicos de la empresa”, “el cambio demográfico”, “la intergeneracionalidad de los equipos” o “mantener actitudes y aptitudes durante toda la vida” para despertar el interés inicial. Pero en los medios de comunicación y en las encuestas que realizamos en el Foro Empresa y Sociedad, la palabra envejecimiento se usa tal cual para referirse al concepto global, sin eufemismos alternativos. En cuanto a contenidos, sigue siendo excepcional segmentar cualquier capítulo de la gestión según la edad. Me refiero a clientes, empleados o redes comerciales, pero también a las políticas de igualdad o a productos como los seguros de salud o los de coche, aunque no se lo crean.
Como son temas ligados entre sí, es habitual la referencia a los robots en conferencias y coloquios sobre el futuro que nos espera. En una de las últimas en las que he participado, relacionándolos con el cuidado a los mayores. Será porque el envejecimiento de la población no es un posible escenario de futuro, sino uno cierto, ya que la edad es de las pocas cosas que evolucionan linealmente con el tiempo. Los datos que refleja la última estadística sobre el padrón del INE contiene datos sugerentes:
- Hoy hay tantos niños menores de un año en España como en siglo XVIII.
- Dos provincias españolas tienen una edad media superior a 50 años.
- Somos un 16% de menores de 16 años y un 45% de mayores de 45. No es un error de mecanografía ni una casualidad, sino una combinación de números fáciles de memorizar.
A este paso, no sé si nuestros hijos sabrán qué es tener un nieto porque la media será de menos de uno per cápita. Quizá sí sabrán qué es un robot cuidador de sus mayores. Porque no habrá cuidadores para tanto mayor. Espero que la tecnología y el espíritu emprendedor nos ayuden a no perder el norte, y sepamos unir tecnología y trato humano para que los servicios básicos sean universales y de bajo coste. Y para que los androides sean cariñosos, intuitivos y guapos. Dicho de otra forma, confío en que la iniciativa personal siga anticipándose a los responsables políticos y económinos de la larvada quiebra de nuestro todavía estático sistema de bienestar, sobre todo de sus capítulos de pensiones y Seguridad Social.
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Domingo, 27 de Abril 2014
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Comentarios
¿Cómo viviremos dentro de 15 años?
Te propongo un ejercicio de imaginación. Cierra tus ojos un momento, respira hondo tres veces y relájate. Ahora piensa en el futuro. En el tuyo y el de los tuyos. Sitúate dentro de quince años. Un horizonte que por un lado es lejano, porque ninguna de las caras más populares seguirá en el escenario, y a la vez cercano, porque te seguirá afectando en primera persona. ¿Qué sientes? ¿Qué ves? Disfruta del sueño. No sigas leyendo hasta que hayas dibujado tu situación, tus sensaciones y sentimientos. Concédete unos minutos de regalo. Párate.
Ahora toca despertarse poco a poco. Deseo que haya sido placentero.
El ejercicio sigue. Piensa ahora en el mensaje de los principales foros especializados en prospectiva, los internacionales en los que participan los gurús de las especialidades más avanzadas. No hace falta documentarse mucho para adivinar que predominan contenidos sobre tecnología, macroeconomía, cambio climático, energía ... ¿Qué te sugiere el contraste entre la opinión de estos sabios y tu propia sabiduría interior, la que ha brotado al cerrar los ojos?
En mi caso hay grandes diferencias, posiblemente compartidas. Hemos preguntado desde la Fundación Empresa y Sociedad y la probabilidad que conceden nuestros 1.300 Amigos que han participado a que se produzcan diversos escenarios empieza por los siguientes:
- La tecnología transformará radicalmente nuestras vidas, especialmente el sistema de bienestar (educación, salud, pensiones, dependencia).
- El envejecimiento elevará la edad media de la población en más de 10 años transformará la sociedad.
- Seremos más activos en iniciativas que permitan construir un futuro mejor.
- La ciudadanía reaccionará para erradicar las actuaciones políticas, económicas y sociales que ahora nos indignan.
- Cambiará el concepto de vivir bien, que no estará tan asociado al dinero como a disfrutar de lo que más apreciamos en nuestras vidas.
- Reorientaremos los hábitos de gasto, inversión y ahorro hacia una mayor sencillez y austeridad en un contexto económico más colaborativo.
- Crecerá una dimensión personal interior que potenciará una vida más coherente y abierta a las relaciones humanas y a lo común.
- Las jornadas laborales se reducirán casi una tercera parte y aumentará la dedicación a actividades de desarrollo personal y comunitario no remuneradas.
La consecuencia es que parece que es buen momento para impulsar un debate abierto e inspirador sobre contenidos más relacionados con la persona, con la psicología y la sociología, que enriquezca lo que hasta ahora nos plantea un sistema que también en el epígrafe sobre grandes tendencias necesita un cambio. Lo vamos a lanzar en torno a tres líneas:
- Sociedad y tecnología.
- Economía y empresa.
- Raíces personales.
Compartiremos los primeros pasos dentro de unos días, con la participación de los veintiocho autores del libro "Dentro de 15 años", de inminente publicación. Será en una jornada, que es sinónimo de viaje, de expedición, de aventura... Una ocasión de que quien esté interesado pueda presenciar en un ambiente de excelencia, junto a líderes reconocidos, ponencias, debates, visiones distintas sobre la situación de nuestro mundo dentro de nada.
Anticipo tres ideas.
La primera es que el futuro empieza ahora, de forma que todo lo que no hagamos cada uno en cada momento quedará sin hacer.
La segunda es que para crecer hay que interpretar el pasado y aventurar escenarios futuros. Pero diría que, mucho más aún, hay que ser capaces de reaccionar positivamente ante grandes momentos que siempre llegan por sorpresa. La vida está salpicada de escenarios imprevistos, que se multiplican cuando salimos de nuestros círculos de confort. Por eso parece enriquecedor buscarlos activamente no solo para estar preparados cuando se presenten sino, especialmente, para estimular la creatividad.
La tercera y última es tan personal para cada uno que parece mejor que el autor seas tú mismo.
Ahora toca despertarse poco a poco. Deseo que haya sido placentero.
El ejercicio sigue. Piensa ahora en el mensaje de los principales foros especializados en prospectiva, los internacionales en los que participan los gurús de las especialidades más avanzadas. No hace falta documentarse mucho para adivinar que predominan contenidos sobre tecnología, macroeconomía, cambio climático, energía ... ¿Qué te sugiere el contraste entre la opinión de estos sabios y tu propia sabiduría interior, la que ha brotado al cerrar los ojos?
En mi caso hay grandes diferencias, posiblemente compartidas. Hemos preguntado desde la Fundación Empresa y Sociedad y la probabilidad que conceden nuestros 1.300 Amigos que han participado a que se produzcan diversos escenarios empieza por los siguientes:
- La tecnología transformará radicalmente nuestras vidas, especialmente el sistema de bienestar (educación, salud, pensiones, dependencia).
- El envejecimiento elevará la edad media de la población en más de 10 años transformará la sociedad.
- Seremos más activos en iniciativas que permitan construir un futuro mejor.
- La ciudadanía reaccionará para erradicar las actuaciones políticas, económicas y sociales que ahora nos indignan.
- Cambiará el concepto de vivir bien, que no estará tan asociado al dinero como a disfrutar de lo que más apreciamos en nuestras vidas.
- Reorientaremos los hábitos de gasto, inversión y ahorro hacia una mayor sencillez y austeridad en un contexto económico más colaborativo.
- Crecerá una dimensión personal interior que potenciará una vida más coherente y abierta a las relaciones humanas y a lo común.
- Las jornadas laborales se reducirán casi una tercera parte y aumentará la dedicación a actividades de desarrollo personal y comunitario no remuneradas.
La consecuencia es que parece que es buen momento para impulsar un debate abierto e inspirador sobre contenidos más relacionados con la persona, con la psicología y la sociología, que enriquezca lo que hasta ahora nos plantea un sistema que también en el epígrafe sobre grandes tendencias necesita un cambio. Lo vamos a lanzar en torno a tres líneas:
- Sociedad y tecnología.
- Economía y empresa.
- Raíces personales.
Compartiremos los primeros pasos dentro de unos días, con la participación de los veintiocho autores del libro "Dentro de 15 años", de inminente publicación. Será en una jornada, que es sinónimo de viaje, de expedición, de aventura... Una ocasión de que quien esté interesado pueda presenciar en un ambiente de excelencia, junto a líderes reconocidos, ponencias, debates, visiones distintas sobre la situación de nuestro mundo dentro de nada.
Anticipo tres ideas.
La primera es que el futuro empieza ahora, de forma que todo lo que no hagamos cada uno en cada momento quedará sin hacer.
La segunda es que para crecer hay que interpretar el pasado y aventurar escenarios futuros. Pero diría que, mucho más aún, hay que ser capaces de reaccionar positivamente ante grandes momentos que siempre llegan por sorpresa. La vida está salpicada de escenarios imprevistos, que se multiplican cuando salimos de nuestros círculos de confort. Por eso parece enriquecedor buscarlos activamente no solo para estar preparados cuando se presenten sino, especialmente, para estimular la creatividad.
La tercera y última es tan personal para cada uno que parece mejor que el autor seas tú mismo.
Quizá se está gestando silenciosamente un cambio social de grandes dimensiones. O no. El momento no puede ser mejor. Pero depende de cada uno y de las burbujas en las que vive. Porque “lo común” es de todos y depende de todos.
La cuestión no es tanto qué me da la sociedad como qué le doy yo para que, una vez más, esta crisis sea de nuevo un escenario de renacimiento. ¿No es posible? Se dice que en situaciones excepcionales, lo más razonable es no ser demasiado razonable. Confieso que así lo he vivido en lo profesional y en lo personal, con resultados positivos inimaginables a priori. Una de las opciones es ir impulsando debates sobre los cambios que nos gustarían. Desde tratarlos en nuestras conversaciones y grupos habituales hasta rescatar espacios como los de la añorada “La Clave”. Así será más fácil ir escribiendo en el cuaderno de nuestra vida en vez de leer sobre ella en el periódico.
Esbozo a continuación algunas cuestiones para intentar aterrizar.
Incorporar contenidos sobre psicología y sociología intergeneracionales en los foros especializados en el futuro
Los principales foros especializados en el futuro de la humanidad abordan grandes temas de la agenda política y económica. Predominan la geoestrategia, la energía, el cambio climático, la tecnología o la macroeconomía. Pero no incluyen exploración alguna sobre las claves que hacen que la constelación de pueblos, comunidades y culturas sean capaces de imaginar utopías como las que generaron las vanguardias y revoluciones históricas ni, mucho menos, el misterio del mundo interior de las personas. Apenas se debate sobre cómo será la evolución de quienes tienen que razonar, sentir y actuar en escenarios aceleradamente cambiantes. Ni, mucho menos, se contempla que lo protagonizarán unas nuevas generaciones que son muy diferentes a las actuales.
Apostar por nuevas formas de participación y organización social que complementen al sector público, al privado y al tercer sector
La sociedad es algo más que el sector público, el privado y el tercer sector, que han perdido legitimidad y credibilidad institucional. Una ciudadanía más educada e interconectada está poniendo en marcha nuevas formas de actuación colaborativa que parece que empiezan a ser eficaces en pequeños grupos con la vitalidad de lo nuevo y mucho más dinámicas para facilitar la participación directa de las personas temas de interés común.
Vivir con luces largas utópicas, discretas y virales
Nos hemos obsesionado tanto por lo inmediato que no hay espacios para soñar. Los altavoces son para los portavoces políticos, con los empresariales en la sombra, que mueven los hilos de una maraña de comunicadores que tienen el micrófono abierto mientras argumentan a favor del sistema. La discreción del resto, los que históricamente han abierto horizontes, los amigos del futuro, hace que les percibamos como parte de la mayoría silenciosa y discreta.
Equilibrar deconstrucción y tradición
Parece que el progreso tiene que ver con encontrar un equilibrio entre lo esencial de un aprendizaje consolidado y la deconstrucción continua. Los avances más disruptivos, incluso los tecnológicos, suelen convivir con ideas tan tradicionales y universales como la búsqueda de la sabiduría vital, la espiritualidad, la felicidad, el amor o la solidaridad.
Buscar activamente escenarios improbables
Para crecer hay que interpretar el pasado y aventurar escenarios futuros, pero mucho más ser capaces de reaccionar positivamente ante grandes momentos que siempre llegan por sorpresa. La vida está salpicada de escenarios improbables, que se multiplican cuando salimos de nuestros círculos de confort. Por eso parece enriquecedor buscarlos activamente tanto para ser más creativos como para estar preparados para cuando se presenten.
Ser optimista y apostar por el progreso
Aunque el futuro sea complejo e incierto, incluso inimaginable, solo cabe el optimismo tanto desde el ángulo racional como del emocional. La historia está llena de pronósticos pesimistas incumplidos, aún más si son catastrofistas, por lo que vale la pena seguir apostando por el progreso como una tendencia clara si nos mantenemos activos y actuamos con sabiduría.
Estamos a tiempo de no ser una generación perdida para los más jóvenes
Los más jóvenes llevan un tiempo desconfiando del sistema institucional, rechazándolo o ignorándolo como no había hecho ninguna generación anterior. Es posible que sientan que no le deben nada ni a algunas instituciones ni a quienes ejercen un anticuado concepto de poder. Y consideran cómplices no solo a su numerosa corte, sino también a quienes tenemos edades parecidas a sus padres, porque nos quejamos en privado pero parecemos sedados en público y no actuamos. Además, hemos diseñado un sistema de bienestar insostenible y les hemos endeudado por muchos años.
Con estas ideas o con otras, me gustaría conectar con ellos y que nos recuerden más con una sonrisa que con un reproche. Parece que tendremos tiempo, considerando la edad de jubilación legal que mantenemos a ultranza y la creciente longevidad. Pero será necesaria una buena combinación de sueños, coraje contagioso, persistencia pragmática y un sentido del humor que empiece por caricaturizarnos a nosotros mismos.
Esbozo a continuación algunas cuestiones para intentar aterrizar.
Incorporar contenidos sobre psicología y sociología intergeneracionales en los foros especializados en el futuro
Los principales foros especializados en el futuro de la humanidad abordan grandes temas de la agenda política y económica. Predominan la geoestrategia, la energía, el cambio climático, la tecnología o la macroeconomía. Pero no incluyen exploración alguna sobre las claves que hacen que la constelación de pueblos, comunidades y culturas sean capaces de imaginar utopías como las que generaron las vanguardias y revoluciones históricas ni, mucho menos, el misterio del mundo interior de las personas. Apenas se debate sobre cómo será la evolución de quienes tienen que razonar, sentir y actuar en escenarios aceleradamente cambiantes. Ni, mucho menos, se contempla que lo protagonizarán unas nuevas generaciones que son muy diferentes a las actuales.
Apostar por nuevas formas de participación y organización social que complementen al sector público, al privado y al tercer sector
La sociedad es algo más que el sector público, el privado y el tercer sector, que han perdido legitimidad y credibilidad institucional. Una ciudadanía más educada e interconectada está poniendo en marcha nuevas formas de actuación colaborativa que parece que empiezan a ser eficaces en pequeños grupos con la vitalidad de lo nuevo y mucho más dinámicas para facilitar la participación directa de las personas temas de interés común.
Vivir con luces largas utópicas, discretas y virales
Nos hemos obsesionado tanto por lo inmediato que no hay espacios para soñar. Los altavoces son para los portavoces políticos, con los empresariales en la sombra, que mueven los hilos de una maraña de comunicadores que tienen el micrófono abierto mientras argumentan a favor del sistema. La discreción del resto, los que históricamente han abierto horizontes, los amigos del futuro, hace que les percibamos como parte de la mayoría silenciosa y discreta.
Equilibrar deconstrucción y tradición
Parece que el progreso tiene que ver con encontrar un equilibrio entre lo esencial de un aprendizaje consolidado y la deconstrucción continua. Los avances más disruptivos, incluso los tecnológicos, suelen convivir con ideas tan tradicionales y universales como la búsqueda de la sabiduría vital, la espiritualidad, la felicidad, el amor o la solidaridad.
Buscar activamente escenarios improbables
Para crecer hay que interpretar el pasado y aventurar escenarios futuros, pero mucho más ser capaces de reaccionar positivamente ante grandes momentos que siempre llegan por sorpresa. La vida está salpicada de escenarios improbables, que se multiplican cuando salimos de nuestros círculos de confort. Por eso parece enriquecedor buscarlos activamente tanto para ser más creativos como para estar preparados para cuando se presenten.
Ser optimista y apostar por el progreso
Aunque el futuro sea complejo e incierto, incluso inimaginable, solo cabe el optimismo tanto desde el ángulo racional como del emocional. La historia está llena de pronósticos pesimistas incumplidos, aún más si son catastrofistas, por lo que vale la pena seguir apostando por el progreso como una tendencia clara si nos mantenemos activos y actuamos con sabiduría.
Estamos a tiempo de no ser una generación perdida para los más jóvenes
Los más jóvenes llevan un tiempo desconfiando del sistema institucional, rechazándolo o ignorándolo como no había hecho ninguna generación anterior. Es posible que sientan que no le deben nada ni a algunas instituciones ni a quienes ejercen un anticuado concepto de poder. Y consideran cómplices no solo a su numerosa corte, sino también a quienes tenemos edades parecidas a sus padres, porque nos quejamos en privado pero parecemos sedados en público y no actuamos. Además, hemos diseñado un sistema de bienestar insostenible y les hemos endeudado por muchos años.
Con estas ideas o con otras, me gustaría conectar con ellos y que nos recuerden más con una sonrisa que con un reproche. Parece que tendremos tiempo, considerando la edad de jubilación legal que mantenemos a ultranza y la creciente longevidad. Pero será necesaria una buena combinación de sueños, coraje contagioso, persistencia pragmática y un sentido del humor que empiece por caricaturizarnos a nosotros mismos.
Una colección de textos de los siglos XII y XIII y las circunstancias de su interpretación también son capaces de inspirar un futuro mejor.
Ayer tuve la suerte de volver a escuchar la cantata Cármina Burana en el Auditorio Nacional con varios de mis mejores amigos y de situar algunas sensaciones y reflexiones en el contexto que estamos viviendo.
Es conocido que Cármina Burana no es una joven alemana, sino el título de una colección de poemas de los siglos XII y XIII de una zona de su Baviera (“Canciones de Beuern”) que se encontraron en 1803 en pleno proceso de secularización de una abadía benedictina. Entre sus singularidades, se puede decir que es la colección laica de versos medievales más grande que se conserva, en una época en que apenas había obras de este tipo que no fueran de carácter puramente religioso.
Se nos presentó, por tanto, la oportunidad de repensar las ideas de sus más de 300 cantos sobre la alegría de vivir, los placeres terrenales y el disfrute de la naturaleza, todo ello como contrapeso y crítica inteligente a las élites sociales y eclesiásticas que ostentaban el poder en una época en la que todavía no había empresas ni sindicatos. Elogios al amor, al juego y a lo sencillo que está al alcance de cualquiera, en un ambiente de cotidianeidad para los lugareños de entonces, aunque salpicado de exaltaciones al destino y la suerte como componente de la vida.
En la versión orquestal hecha por Carl Orff de 25 de sus canciones intervienen orquesta, solistas y coros, en los que se alternan luminosidad, fuerza y sensibilidad, con una magistral percusión que mantiene un ritmo rico y contagioso y algunos paréntesis para voces blancas que hacen de contrapunto a los momentos más explosivos. El fragmento más conocido es “O fortuna ”, que inicia el preludio y cierra con fuerza el final, con su “Fortuna imperatrix mundi” que subraya que todos dependemos también de la suerte, incluso los poderosos.
Una oportunidad también de repasar el momento que estamos viviendo y revitalizar ideas como la importancia de recuperar lo valioso de nuestra historia, que tiene mucho que aportar a la frenética velocidad con la que vivimos, sin apenas espacio para el pensamiento, para interpretar tendencias ni para imaginar un futuro deseable. Una oportunidad de cuestionar el papel de cada uno en relación con el pérfido sistema de poder e inmovilidad institucional que hemos construido y la tentación de limitarnos a vivir en un pequeño entorno acogedor para lo nuestro y los nuestros. Una oportunidad de revisar qué es de nuestra sabiduría vital, que no sé si es tal cuando no es motor de libertad, posicionamiento y actividad ante cualquier circunstancia, incluso las relacionadas con la buena o la mala fortuna.
La lección, de la que espero disfrutar al menos durante unos días, se completó con algunas otras características de la interpretación. En directo, con la voz humana por encima de la orquesta en momentos brillantes, con un coro de niños junto al de adultos y con un director que acababa de cumplir 80 años y unos apellidos que reflejan con claridad que es ciudadano del mundo. Un trabajador autónomo que ha inventado su propio trabajo, que exporta, sin oficina estable, que innova para las multinacionales y los gobiernos, transmite ideas universales con un lenguaje que entiende todo el mundo y que no se ha jubilado a los famosos 65. Por eso los cariñosos aplausos del público, culto, de clase media, enfervorizado pero aparentemente consciente de la profundidad de los variados matices del conjunto. Como mis amigos y yo, esperanzados en que no solo seamos espectadores pasivos ante el presente del que somos cómplices y ante un futuro diferente que podemos empezar a construir desde ahora mismo, aunque sea improbable.
Es conocido que Cármina Burana no es una joven alemana, sino el título de una colección de poemas de los siglos XII y XIII de una zona de su Baviera (“Canciones de Beuern”) que se encontraron en 1803 en pleno proceso de secularización de una abadía benedictina. Entre sus singularidades, se puede decir que es la colección laica de versos medievales más grande que se conserva, en una época en que apenas había obras de este tipo que no fueran de carácter puramente religioso.
Se nos presentó, por tanto, la oportunidad de repensar las ideas de sus más de 300 cantos sobre la alegría de vivir, los placeres terrenales y el disfrute de la naturaleza, todo ello como contrapeso y crítica inteligente a las élites sociales y eclesiásticas que ostentaban el poder en una época en la que todavía no había empresas ni sindicatos. Elogios al amor, al juego y a lo sencillo que está al alcance de cualquiera, en un ambiente de cotidianeidad para los lugareños de entonces, aunque salpicado de exaltaciones al destino y la suerte como componente de la vida.
En la versión orquestal hecha por Carl Orff de 25 de sus canciones intervienen orquesta, solistas y coros, en los que se alternan luminosidad, fuerza y sensibilidad, con una magistral percusión que mantiene un ritmo rico y contagioso y algunos paréntesis para voces blancas que hacen de contrapunto a los momentos más explosivos. El fragmento más conocido es “O fortuna ”, que inicia el preludio y cierra con fuerza el final, con su “Fortuna imperatrix mundi” que subraya que todos dependemos también de la suerte, incluso los poderosos.
Una oportunidad también de repasar el momento que estamos viviendo y revitalizar ideas como la importancia de recuperar lo valioso de nuestra historia, que tiene mucho que aportar a la frenética velocidad con la que vivimos, sin apenas espacio para el pensamiento, para interpretar tendencias ni para imaginar un futuro deseable. Una oportunidad de cuestionar el papel de cada uno en relación con el pérfido sistema de poder e inmovilidad institucional que hemos construido y la tentación de limitarnos a vivir en un pequeño entorno acogedor para lo nuestro y los nuestros. Una oportunidad de revisar qué es de nuestra sabiduría vital, que no sé si es tal cuando no es motor de libertad, posicionamiento y actividad ante cualquier circunstancia, incluso las relacionadas con la buena o la mala fortuna.
La lección, de la que espero disfrutar al menos durante unos días, se completó con algunas otras características de la interpretación. En directo, con la voz humana por encima de la orquesta en momentos brillantes, con un coro de niños junto al de adultos y con un director que acababa de cumplir 80 años y unos apellidos que reflejan con claridad que es ciudadano del mundo. Un trabajador autónomo que ha inventado su propio trabajo, que exporta, sin oficina estable, que innova para las multinacionales y los gobiernos, transmite ideas universales con un lenguaje que entiende todo el mundo y que no se ha jubilado a los famosos 65. Por eso los cariñosos aplausos del público, culto, de clase media, enfervorizado pero aparentemente consciente de la profundidad de los variados matices del conjunto. Como mis amigos y yo, esperanzados en que no solo seamos espectadores pasivos ante el presente del que somos cómplices y ante un futuro diferente que podemos empezar a construir desde ahora mismo, aunque sea improbable.
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Editado por
Francisco Abad
Coautor del libro "Dentro de 15 años", impulsor de cambios considerando megatendencias sociales (envejecimiento, comunicación hipermedia, emprendedores) y consejero independiente de empresas (www.abest.es). Fundador de la Fundación Empresa y Sociedad. @FranciscoAbadJ
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850