Bitácora
Como el doping en algunos deportes, la corrupción ha penetrado con fuerza en sectores económicos muy dinámicos en España, y en general, en numerosos países avanzados en los que parecía que había quedado totalmente descartada por la regulación y por la ética de los negocios, ¿qué está pasando?
La corrupción se interpreta en economía como un coste de transacción, como el precio de un servicio de intermediación en el que el suministrador del servicio aprovecha una renta de situación que le permite ingentes márgenes de beneficio.
La teoría macroeconómica financiera considera que este coste de la corrupción formará parte de un comportamiento maximizador de utilidad, si su valor presente es inferior al beneficio futuro actualizado de la operación; esto se verá facilitado en un entorno en el que la rentabilidad esperada de las inversiones es muy elevada, lo que llevará a que la corrupción sea particularmente intensa en periodos y zonas de fuerte expansión.
El problema de la economía y del economicismo es que se abstiene de considerar si la renta de situación está éticamente justificada, o si aprovecha una coyuntura delictiva debidamente tipificada.
En ambos casos, la economía como ciencia contemporánea abandona la investigación sobre la corrupción y da paso a otras ciencias sociales. Sin embargo, ante este gesto de Pilatos, la microeconomía financiera proporciona una pista de investigación: en efecto, al considerar el coste y el beneficio de la corrupción, el agente económico procede a un cálculo de riesgo, cálculo que incluye tanto las posibles consecuencias judiciales, como los posibles efectos de rechazo social.
Corrupción ruinosa
En otras palabras, la corrupción puede no ser económicamente rentable si existe un riesgo elevado de consecuencias negativas. Y aquí probablemente reside una de las claves explicativas de fenómenos tan curiosos como los acontecidos en Marbella, ciudad en al que la práctica de la corrupción no parecía tener ninguna consecuencia que no fuera positiva (véase el respeto general por numerosos implicados antes de que estallara el caso).
Si la sociedad se muestra dispuesta a aceptar alegremente el dinero opaco es obvio que el umbral de riesgo para la corrupción disminuya. El pasotismo de una sociedad que se enriquece en todo menos en sus valores fundamentales es lo que mejor explica el fenómeno de la corrupción.
Corregir la situación requiere replanteamientos de los sistemas educativos desde la escuela primaria hasta la universidad. En esta última, es especialmente relevante la necesidad de un cambio radical en la enseñanza de la ciencia económica que introduzca desde un principio el juicio ético sobre los fríos mecanismos de optimización de los agentes económicos. Si, por lo menos los economistas aprendieran a condenar el dinero pervertido, habríamos empezado a dar un paso adelante contra la compasión y sus secuelas.
La corrupción se interpreta en economía como un coste de transacción, como el precio de un servicio de intermediación en el que el suministrador del servicio aprovecha una renta de situación que le permite ingentes márgenes de beneficio.
La teoría macroeconómica financiera considera que este coste de la corrupción formará parte de un comportamiento maximizador de utilidad, si su valor presente es inferior al beneficio futuro actualizado de la operación; esto se verá facilitado en un entorno en el que la rentabilidad esperada de las inversiones es muy elevada, lo que llevará a que la corrupción sea particularmente intensa en periodos y zonas de fuerte expansión.
El problema de la economía y del economicismo es que se abstiene de considerar si la renta de situación está éticamente justificada, o si aprovecha una coyuntura delictiva debidamente tipificada.
En ambos casos, la economía como ciencia contemporánea abandona la investigación sobre la corrupción y da paso a otras ciencias sociales. Sin embargo, ante este gesto de Pilatos, la microeconomía financiera proporciona una pista de investigación: en efecto, al considerar el coste y el beneficio de la corrupción, el agente económico procede a un cálculo de riesgo, cálculo que incluye tanto las posibles consecuencias judiciales, como los posibles efectos de rechazo social.
Corrupción ruinosa
En otras palabras, la corrupción puede no ser económicamente rentable si existe un riesgo elevado de consecuencias negativas. Y aquí probablemente reside una de las claves explicativas de fenómenos tan curiosos como los acontecidos en Marbella, ciudad en al que la práctica de la corrupción no parecía tener ninguna consecuencia que no fuera positiva (véase el respeto general por numerosos implicados antes de que estallara el caso).
Si la sociedad se muestra dispuesta a aceptar alegremente el dinero opaco es obvio que el umbral de riesgo para la corrupción disminuya. El pasotismo de una sociedad que se enriquece en todo menos en sus valores fundamentales es lo que mejor explica el fenómeno de la corrupción.
Corregir la situación requiere replanteamientos de los sistemas educativos desde la escuela primaria hasta la universidad. En esta última, es especialmente relevante la necesidad de un cambio radical en la enseñanza de la ciencia económica que introduzca desde un principio el juicio ético sobre los fríos mecanismos de optimización de los agentes económicos. Si, por lo menos los economistas aprendieran a condenar el dinero pervertido, habríamos empezado a dar un paso adelante contra la compasión y sus secuelas.
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Catedrático de Economía Aplicada (Universidad de Sevilla), Joaquín Guzmán Cuevas es autor y/o coautor de 15 libros sobre Sistema Financiero, Pymes, Economía Andaluza, Economía Española, Economía Mundial y Economía-Etica, así como autor de más de 30 artículos científicos en revistas nacionales e internacionales. Ha impartido docencia en las universidades de Sevilla, Huelva, Jaén, Nebrija (Madrid), Complutense (Madrid), Florencia (Italia), Nottingham (Reino Unido), Atenas (Grecia), Brno (Rep. Checa), Aquisgrán (Alemania), además de en otros foros académicos-empresarial y universidades de verano. Secretario General de la Sociedad de Economía Mundial (SEM), es Miembro del Comité Editor de la Revista de Economía Mundial, de la Revista de Estudios Andaluces y de la Internacional Entrepreneurship and Management Journal (Springer). Joaquin Guzmán murió debido a una cruel enfermedad el 25 de agosto de 2012. Con nuestra gratitud y respeto.
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