Bitácora
Nos estremecemos ante los efectos devastadores del terremoto de Haití al igual que hace pocos años nos estremecimos ante los efectos devastadores del tsunami en Indonesia. Ciertamente nos sensibilizamos ante la pérdida traumática de muchas decenas de miles de vidas humanas y ante las imágenes de televisión que muestran tanta miseria.
Cuando ocurren estas terribles tragedias nos movilizamos con generosidad. Organizamos campañas de solidaridad, cuestaciones benéficas en las iglesias, maratones televisivos, partidos de fútbol amistosos con la participación de jugadores famosos, etc. Pero las miserias de Haití no son nuevas. Verdaderamente, como se ha pregonado en los medios, Haití es el país más pobre del continente americano pero existen al menos otros veinte países en el mundo que son más pobres que Haití, con muchos millones de personas con una esperanza de vida que apenas alcanza los 40 años, con más del 90% de analfabetos y malviviendo en unas condiciones de vida paupérrimas.
Ante todo este dramático panorama sólo nos movilizamos cuando nos enseñan por televisión los efectos de una terrible catástrofe. Pero la catástrofe humana es estructural, permanente… Y no sólo en Haití, en África, o en buena parte de Asia está instalada esta catástrofe humana. Sin ir más lejos, también en el mundo rico como la Unión Europea y Estados Unidos está creciendo el número de pobres. En la Unión Europea celebramos en 2010 el Año Europeo contra la Pobreza y la Exclusión Social porque existen 80 millones de personas catalogadas como pobres.
Hablar claro
Frente a esta realidad, el Presidente de la Comisión Europea afirma que “podemos lograr que estos 80 millones de pobres se conviertan en ciudadanos de pleno derecho”. Probablemente el Presidente Barroso está cargado de buena voluntad pero se sabe muy bien que ese objetivo no se va a cumplir como no se cumplen los Objetivos del Milenio y tantos otros Programas de Ayuda al Desarrollo. Hay que decirlo muy claramente, todas estas acciones están concebidas desde la compasión, desde la caridad, lo cual es positivo y saludable pero absolutamente insuficiente ante la profundidad y calado del problema. Problema éste que se origina en el propio modelo económico que tenemos.
A simple vista se puede asegurar que algo falla cuando con una mínima parte del dinero que se ha gastado para sanear el sistema financiero se podría acabar con tanta miseria humana, o cuando es el Ministerio de Sanidad y Política Social, y no, el de Economía, el que trata de luchar contra la pobreza en Europa, o cuando le conceden a Mohamed Yunus el Premio Nobel de la Paz y no el de Economía. Algo falla realmente en nuestra forma de concebir la economía. Tenemos un sistema económico que incentiva y estimula las desigualdades, y economistas de prestigiosas instituciones y responsables políticos pretenden combatirla sólo con limosnas. No sé si cabría hablar de excesivo cinismo e hipocresía pero sí al menos de una gran miseria intelectual en el plano económico. Miseria intelectual que está en el origen de otras muchas miserias materiales que afectan ya al 80% de la población mundial.
Cuando ocurren estas terribles tragedias nos movilizamos con generosidad. Organizamos campañas de solidaridad, cuestaciones benéficas en las iglesias, maratones televisivos, partidos de fútbol amistosos con la participación de jugadores famosos, etc. Pero las miserias de Haití no son nuevas. Verdaderamente, como se ha pregonado en los medios, Haití es el país más pobre del continente americano pero existen al menos otros veinte países en el mundo que son más pobres que Haití, con muchos millones de personas con una esperanza de vida que apenas alcanza los 40 años, con más del 90% de analfabetos y malviviendo en unas condiciones de vida paupérrimas.
Ante todo este dramático panorama sólo nos movilizamos cuando nos enseñan por televisión los efectos de una terrible catástrofe. Pero la catástrofe humana es estructural, permanente… Y no sólo en Haití, en África, o en buena parte de Asia está instalada esta catástrofe humana. Sin ir más lejos, también en el mundo rico como la Unión Europea y Estados Unidos está creciendo el número de pobres. En la Unión Europea celebramos en 2010 el Año Europeo contra la Pobreza y la Exclusión Social porque existen 80 millones de personas catalogadas como pobres.
Hablar claro
Frente a esta realidad, el Presidente de la Comisión Europea afirma que “podemos lograr que estos 80 millones de pobres se conviertan en ciudadanos de pleno derecho”. Probablemente el Presidente Barroso está cargado de buena voluntad pero se sabe muy bien que ese objetivo no se va a cumplir como no se cumplen los Objetivos del Milenio y tantos otros Programas de Ayuda al Desarrollo. Hay que decirlo muy claramente, todas estas acciones están concebidas desde la compasión, desde la caridad, lo cual es positivo y saludable pero absolutamente insuficiente ante la profundidad y calado del problema. Problema éste que se origina en el propio modelo económico que tenemos.
A simple vista se puede asegurar que algo falla cuando con una mínima parte del dinero que se ha gastado para sanear el sistema financiero se podría acabar con tanta miseria humana, o cuando es el Ministerio de Sanidad y Política Social, y no, el de Economía, el que trata de luchar contra la pobreza en Europa, o cuando le conceden a Mohamed Yunus el Premio Nobel de la Paz y no el de Economía. Algo falla realmente en nuestra forma de concebir la economía. Tenemos un sistema económico que incentiva y estimula las desigualdades, y economistas de prestigiosas instituciones y responsables políticos pretenden combatirla sólo con limosnas. No sé si cabría hablar de excesivo cinismo e hipocresía pero sí al menos de una gran miseria intelectual en el plano económico. Miseria intelectual que está en el origen de otras muchas miserias materiales que afectan ya al 80% de la población mundial.
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Catedrático de Economía Aplicada (Universidad de Sevilla), Joaquín Guzmán Cuevas es autor y/o coautor de 15 libros sobre Sistema Financiero, Pymes, Economía Andaluza, Economía Española, Economía Mundial y Economía-Etica, así como autor de más de 30 artículos científicos en revistas nacionales e internacionales. Ha impartido docencia en las universidades de Sevilla, Huelva, Jaén, Nebrija (Madrid), Complutense (Madrid), Florencia (Italia), Nottingham (Reino Unido), Atenas (Grecia), Brno (Rep. Checa), Aquisgrán (Alemania), además de en otros foros académicos-empresarial y universidades de verano. Secretario General de la Sociedad de Economía Mundial (SEM), es Miembro del Comité Editor de la Revista de Economía Mundial, de la Revista de Estudios Andaluces y de la Internacional Entrepreneurship and Management Journal (Springer). Joaquin Guzmán murió debido a una cruel enfermedad el 25 de agosto de 2012. Con nuestra gratitud y respeto.
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