Notas
Escribe Antonio Piñero
Decíamos ayer que –llegados a este momento de la aclaración y crítica de la obra de M. Saban–que es lícito preguntarse si un lector normal puede entender lo que pretende el autor. Creo que yo lo entiendo, simplemente porque este es mi oficio; pero el libro de M. Saban está dedicado al público en general. Debo recordar aquí que Saban había ya explicado cómo estas ideas de contraposición entre pensamiento teológico judío y el cristiano se habían hecho patentes en el “Diálogo” de Justino, y citaba para ello dos largos pasajes, que sintetizo a continuación. El lector observará a qué grado de divinización de Jesús había llegado ya el cristianismo en el siglo II. Este pensamiento de elevada cristología hacía ya prácticamente imposible que los judíos pudieran entendrse teológicamente con los cristianos. Justino pensaba así: Este mesías –según Justino en “Diálogo con Trifón” 126,2– es Dios, hijo del solo e ingénito e inefable Dios… está subordinado al Padre (126,5) y sirve a su voluntad; este Mesías es el que se apareció a Abrahán y a Isaac y a Jacob y a los demás profetas y es el descrito como verdadero Dios… (127,1): Cuando Dios dice en las Escrituras: “Subió Dios desde donde estaba Abrahán” o “Habló Dios a Moisés”, y “Bajó el Señor…” no imaginéis –argumenta Justino Mártir– que es el Dios ingénito quien sube o baja de ninguna parte… (12,4) ni otro alguno de los hombres vio jamás al que es Padre inefable y Señor de todas las cosas y también de Cristo mismo, sino que es su Hijo, que es también Dios por voluntad de aquel, y Ángel por estar al servicio de sus designios. Ese mismo Padre quiso su Hijo que naciera humano por medio de la Virgen y que en otro tiempo se hizo fuego para hablar con Moisés desde la zarza… Yo aquí me imagino –no sé si erróneamente– que en las refutaciones de Trifón al pensamiento de Justino (especialmente a lo largo de los capítulos 109-141 del “Diálogo”) se harían de algún modo presentes las nociones incipientes judías sobre la Merkabá (la carroza en la Dios es transportado) y los “dos poderes en el cielo” (el de Dios y el de su Sabiduría/Logos/Palabra Agente Mesiánico). Pero no es así. Ni Justino ni Trifón parecen tener la menor idea del asunto. No hay noticia alguna de la Merkabá en el “Diálogo”. Y antes de seguir me permito un nuevo inciso: M. Saban se olvida de indicar a qué capítulo pertenecen tales citas, que son las añadidas por mí entre paréntesis, es decir, 126,1-6 y 127,1-5. A este propósito añado que en diversas ocasiones el autor no cita el ligar de dónde toma las frases que transcribe, al igual que unas veces señala al traductor de la versión española utilizada en algunos libros y otras no. Curiosamente añado también que en el texto citado de Justino (en concreto 126,1) este no afirma claramente que Ezequiel haya indicado que el mesías es precisamente el conductor de la Merkabá, sino que lo llama “varón” (es decir un “hijo de hombre”) sin más. Continúo con la explicación de M. Saban referida al siglo III d.C.: es posible que algún lector pueda vislumbrar qué es lo que quiere decir el autor cuando en las pp. 363-364 escribe: “El debate mesiánico en los siglos I y II no existía porque la concepción mesiánica judía se fundamentaba en que el mesías tenía algún grado de divinidad pero era esencialmente humano” (Me pregunto de pasada: si el debate no existía, por qué hubo el gran debate mesiánico entre Justino y Trifón parte de cuyos textos hemos citado arriba?). “Ahora bien, cuando ‘el asunto mesiánico’ (sic) se mezcló con el tema de la Merkabá apareció el problema de la divinización o no divinización del Mesías… La idea de Pablo era internacionalizar el judaísmo. Sin embargo, la generación del siglo II se dio cuenta de que para internacionalizar el mesianismo judío había que abandonar las características nacionales del judaísmo que lo enfrentaban políticamente contra el Imperio romano” (p. 448). “En realidad nosotros partimos de una hipótesis original dentro de las investigaciones de los estudiosos, a saber que el mesianismo dentro del judaísmo fariseo surgió para resolver el antropomorfismo divino del Dios de la Merkabá y así a través del mesianismo… anular la característica divina del Dios de la Merkabá” (p. 364). Me paro aquí y dejo a los lectores rumiando hasta mañana el significado de estas palabras que, me temo. les serán totalmente crípticas. Intenten adivinar qué significan, pues es un buen ejercicio mental. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 2 de Noviembre 2016
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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