NotasHoy escribe Antonio Piñero El que asentó y defendió el nuevo método de crítica histórica fue, sin embargo, Martin Dibelius (1883-1947), cuyo libro “La historia de las formas del Evangelio (Die Formgeschichte des Evangeliums, Tubinga 1919) vino a ser como el escrito programático de la nueva escuela. El nombre del método se debe al título de esta obra, aunque el mismo Di¬belius se dejó influir por el filólogo clásico Eduard Norden, quien en 1913 dio a su libro Agnostos Theos (“El Dios desconocido”) el subtítulo de "Investigaciones sobre la historia de las formas de la locución religiosa”. Dibelius había de aplicar luego este método también a los Hechos de los Apóstoles en su colección de artículos Aufsätze zur Apostelgeschichte (“Artículos sobre los Hechos de los apóstoles, Gotinga 3ª ed.) 1957. El punto de partida de M. Dibelius fue la consideración de la actividad misionera de la Iglesia primitiva, que –según él- influyó decisivamente en la transmisión de las tradiciones sobre Jesús. Dibelius expuso dos principios, que serían estimados como axiomáticos por sus seguidores: 1) Los evangelios sinópticos no son obras literarias en sentido estricto, sino literatura menor destinada al pueblo (aquí confirma lo que había dicho ya K. L. Schmidt), y 2) los autores de los evangelios sinópticos no son verdaderos autores, sino compiladores que no habrían hecho otra cosa que poner marco geográfico, temporal, etc., a los materiales llegados hasta ellos después de un largo camino en el que había intervenido toda una comunidad transmisora. Ellos no habrían hecho sino enmarcar las unidades pequeñas o -formas- provenientes de la tradición oral. Cada uno de estos principios fue más tarde contestado agriamente por investigadores posteriores. Sobre todo el segundo provocó, con el tiempo y como fuere reacción, otra “revolución” en el estudio de los Evangelios y del Nuevo Testamento en general: el método de la historia de la redacción o análisis histórico de la composición, que estudia el proceso de plasmación de un libro hasta su estado definitivo, a partir de los elementos mínimos u originales, y cómo el autor aporta mucho más a la obra definitiva que la mera colección y transmisión de materiales previos. Una palabra sobre el termino técnico "Sitz im Leben" que nombramos varias veces en la nota anterior: fue acuñado por Hermann Gunkel en el estudio de la literatura del Antiguo Testamento, y lo aplicaba a las circunstancias sociorre1igiosas típicas en que se origina y emplea un género literario. Así lo definen G. Flor-L. Alonso Schökel, en su Diccionario terminológico de las ciencias bíblicas. Por tanto: al usar la misma terminología para el contexto vital (Sitz im Leben) se observa cómo el método de la historia de las formas no es más que la transposición a los Evangelios sinópticos del método de la historia de los gé¬neros literarios, tal como Gunkel lo había aplicado, ya en la primera mitad del siglo XIX, a algunas partes del Antiguo Testamento, especialmente al Génesis y a los Salmos. Gunkel, a su vez, había sido influido por Johann Gottfried Herder, quien fue el primero en comprender que la tradición cristiana de los evangelios había tenido una prehistoria, en la cual se observan determinadas formas de tradición y no otras. Volvemos a Dibelius: así pues, para este significativo investigador el contexto vital para el surgimiento concreto de estas formas preliterarias que luego se reúnen en los Evangelios fue la predicación misionera, a la que añadió también, en segundo lugar, la liturgia. No avanzó demasiado sobre Schmidt, pero fundamentó mejor estas propuestas, e insistió más en lo misionero/predicación que en la liturgia como ambiente que moldeaba tradiciones…, llegando incluso a inventar nuevas. Como se observará, la historia de las formas parte de la importancia de la tradición oral en los inicios de los Evangelios. “Al comienzo era el kerygma” (la “proclamación” misionera), no cesaba de repetir Dibelius; el evangelio fue predicación antes que escritura. La tradición precede a la escritura. Durante un tiempo de veinticinco a treinta años la materia básica de los evangelios fue predicada en la comunidad primitiva, verdadera creadora de esa tradición oral. Y atención al vocablo “creadora” porque ha de entenderse también en un sentido pleno: no sólo reúne tradición previa, sino que al proclamar, crea. En este punto los autores que practican la historia de las formas son deudores de una cierta manera de concebir el desarrollo de la tradición oral en las literaturas populares, muy común a comienzos del siglo XX entre los estudiosos de esas literaturas, según la cual la tradición oral crece como los círculos concéntricos en el agua, constantemente, y, al tiempo que au¬menta, se desvirtúa y se aleja de su origen. Esto es verdad, sólo que hoy se han añadido otras perspectivas. Como vemos, Dibelius negaba por tanto originalidad literaria a los autores últimos de los evangelios. No hubo entre ellos personalidades literarias que compusieran obras de una pieza. Según esto, los evangelios no son textos literarios que deban su existencia a la personalidad de un escritor, sino obras de recopilación, que constan de gran número de historias y dichos aislados, pero que han llegado a formar bloques o conjuntos por medio de determinados nexos redaccionales. De aquí la fórmula clásica: los evangelistas son transmisores, no autores. Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 1 de Agosto 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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