CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Los tres proyectos de Jesús y el cristianismo naciente. Un libro de S. Vidal (y IV) 126-04
Hoy escribe Antonio Piñero


Concluimos nuestros reparos a la tesis fundamental de Senén Vidal en su obra “Los tres proyectos de Jesús”

Quinta dificultad: La institución de la Eucaristía no era conocida ni podía ser admitida por la comunidad judeocristiana de Jerusalén.

El que la Última Cena no contuviera ninguna institución de la Eucaristía explica perfectamente la ausencia de ésta -como ya dijimos- en los Hechos de los apóstoles (que refleja el judeocristianismo de Jerusalén) y en la Didaché (que refleja el judeocristianismo de la Diáspora). La mejor explicación de tal ausencia del tema de la institución eucarística en la iglesia de Jerusalén y en el judeocristianismo más primitivo es que ninguno de los dos judeocristianismos sabía nada de la Eucaristía. Se refuerza esta opinión con los datos, ya bien conocidos, de

Los judeocristianos de Jerusalén –a pesar de confesar que Jesús era el mesías verdadero- seguían siendo fieles judíos albergando una devoción extraordinaria por el Templo:

Lc 24,53 “Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”, y Hch 2,46 “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.” y 3,1: “Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona”.

• Santiago, el hermano del Señor, el dirigente de la iglesia de Jerusalén, según Hegesipo (mediados del siglo II) citado por Eusebio, Historia Eclesiástica II 23,44-8 era un celoso observante de la Ley:


Santiago era llamado ‘justo’ por todos, desde los tiempos de Jesús hasta los nuestros […] porque era justo desde el vientre de su madre, No bebía vino ni bebida espirituosa; no comía carne; la cuchilla no ascendió a su cabeza, ni se ungía con aceite ni utilizaba los baños [… es decir, era nazireo], acostumbraba entrar sólo en el Templo y de rodillas rezaba a Dios para que perdonara al pueblo. Y de tanto estar así sus rodillas se pusieran duras como las de un camello…”

La realización de un acto sacramental, expiatorio, fuera del Templo, estaba estrictamente prohibido en el judaísmo; por tanto para estos piadosos judíos también. Practicar la Eucaristía tal como la describe Pablo –además, con el significado de una ‘nueva alianza’- hubiera supuesto un acto de ruptura con el sistema religioso judío, hubiera significado fundar de hecho una religión nueva…, como ocurrió en cuestión de decenios con el cristianismo de tipo paulino, condenado por los judíos como absolutamente herético ya a finales del siglo I.

El judaísmo antes del 70 d.C., aunque no tenía propiamente en el siglo I una estructura similar a la de “sacramento” que desarrollarán más tarde los cristianos pasado el tiempo, sí tenían la idea básica: toda acción que conllevara el perdón, la gracia divina o la presencia divina había de hacerse en el Templo y por medio de los sacerdotes de la estirpe de Aarón y Sadoq.

En el judaísmo no cabe ni por asomo la idea de la “comunión o ingestión del dios”. Y la eucaristía cristiana, con su ingestión de vino y pan como sangre y cuerpo de Cristo se parece muchísimo a este concepto por muy simbólicamente que se entienda.

• Por último, para un buen judío beber la sangre del Mesías, aunque todo fuera entendido simbólicamente era absolutamente imposible. Es probable que lo consideraran un rito parecido a la omofagia (comer carne cruda) de los ritos dionisíacos y que fuera hasta repugnante para su sensibilidad, acostumbrada, por la ley de Levítico 17,14:


“Porque la vida de toda carne es su sangre. Por eso mando a los israelitas: «No comeréis la sangre de ninguna carne, pues la vida de toda carne es su sangre. Quien la coma, será exterminado” + 19,26 que ve en la sangre un elemento no comestible.

En síntesis, el que los miembros de la iglesia de Jerusalén practicaran una Eucaristía de tipo paulino hubiera sido abolir cuatro puntos fundamentales del judaísmo de su tiempo, del que eran fieles adeptos, a saber:

· La piedad apegada al Templo;
· El valor del sacerdocio derivado de Aarón;
· Los "sacramentos" de expiación del judeocristianismo;
· La alianza establecida por Dios en el Sinaí, reemplazada por otra nueva.

Tampoco convencen en absoluto los argumentos de muchos investigadores, que siguen a Joaquim Jeremias, de que estos dos textos primitivos (Hechos de los Apóstoles y Didaché) no citan la eucaristía porque era un “secreto” que había que guardar ante los paganos, como hacían los adeptos de las religiones de misterios.

En nuestra opinión, ocurría exactamente lo contrario: los cristianos paulinos estaban interesadísimos en sostener ante esos adeptos a los misterios que la eucaristía cristiana era muy superior en todos los sentidos a sus molestas, costosas y largas iniciaciones.

Y con esto concluimos:

A pesar de estas cinco dificultades, tengo un gran respeto por la obra de Senén Vidal que comentamos. Me parece un esfuerzo sobrehumano por responder a las candentes cuestiones planteadas por los métodos histórico-críticos y por la historia de las religiones sobre el salto teológico que, en mi opinión, existe entre el pensamiento teológico de Pablo y el de la comunidad de Jerusalén y, mucho más, entre la teología del Apóstol y la de Jesús. No creo que se haya resuelto el problema, pero es un intento respetable, inteligente, serio y bien informado. Hace reflexionar y en algunos momentos encandila.


Síntesis de resultados sobre el tema más imporatante tratado en estas cuatro notas/comentario anteriores sobre "Eucaristía y judaísmo":


El punto clave de la argumentación está en la historicidad, o no, de las palabras y acciones en esta Cena. Por ello sintetizo y presento lo más claro y breve posible aclaro los puntos principales.

I.

Los textos más primitivos acerca de la Eucaristía son, por orden cronológico, los siguientes:


• Pablo: 1 Corintios 10,16-17 y sobre todo 1 Cor 11,23-26

• Marcos: 14,22-25. De él dependen Mateo y Lucas. Éste último muestra características especiales

• Hechos de los Apóstoles, que debo citarlo ahora más ampliamente, porque ha dado lugar a malentendidos: Los Hechos de los apóstoles (de la misma época que el evangelio, del que constituye la segunda parte) mencionan la “fracción del pan” en diversos pasajes: 2,42.46; 20,7.11; 27,35. El más interesante es 2,46:
- “Diariamente acudían unánimemente al Templo, partían el pan en las casas y tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón”.

El resto de los pasajes dice exactamente lo mismo, “partir el pan”, sin ninguna mención a lo que hoy entendemos por eucaristía con su referencia al cuerpo y sangre de Cristo. Así:

- 2,42: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión [reuniones en común], a la fracción del pan y a las oraciones.”

- 20,7.11: “El primer día de la semana [es decir, el domingo; los primeros cristianos iban el sábado a la sinagoga y el domingo celebraban sus reuniones particulares], estando nosotros reunidos para la fracción del pan…”; “Subió luego [Pablo]; partió el pan y comió; después platicó largo tiempo, hasta el amanecer. Entonces se marchó”.

En la segunda parte de su Evangelio , los Hechos de los apóstoles, Lucas utiliza fuentes muy distintas (véase si no los dos relatos, contradictorios, sobre la ascensión) a las que sigue en lo esencial.

• Evangelio de Juan 6,51-59.

• Didaché o “Doctrina de los doce apóstoles”, 9,1-5.


II.

Del examen atento de estos textos se debe concluir:


A. Respecto a la tradición paulina:

- Examinados todos los argumentos lingüísticos y comparatistas, se concluye que la interpretación más segura históricamente, con mucho, es que Pablo recibió el sentido y significación de la Última Cena –como eucaristía y rito conmemorativo- no por tradición, sino por revelación. Todos los argumentos en contrario tienen mucho menos peso absolutamente, teniendo en cuenta las palabras misma de Pablo y que argumenta una y otra vez en sus cartas que su “evangelio” procede por revelación divina.

- Por tanto, lo más probable es que el Evangelio de Marcos, cronológicamente posterior a Pablo y paulino en su teología esencial, no represente una tradición antigua e independiente. Depende sólo de Pablo. En todo caso esa presunta tradición no puede provenir del judeocristianismo de la iglesia madre de Jerusalén, como se dirá en IV.

B. La tradición sobre la institución de la Eucaristía no es sólida ni uniforme:

- Mc y Mt: incluyen palabras eucarísticas, pero no mencionan la institución y que la alianza sea nueva.

- El Texto Breve de Lucas (Lc 22,15-19a): menciona sólo las palabras eucarísticas sobre el pan; no hay institución; no hay vino; no hay alianza nueva.

- El Texto Largo de Lucas (Lc 22,15-20: el que más se parece al de Pablo) menciona que la Cena es pascual, trae palabras sobre el pan y el vino, menciona la institución del rito en memoria de Jesús y califica a la alianza de nueva.

• Los Hechos de los Apóstoles (refleja tradición del grupo de judeocristianos palestinos de Jerusalén) y la Didaché no saben nada de la institución, ni de memorial alguno ni nueva alianza; su “fracción del pan” no es una eucaristía; es una mera comida comunal de acción de gracias.

• El Cuarto Evangelio nada sabe de la institución de la eucaristía, pero sí menciona comer el pan/carne del Revelador Jesús.

Los testimonios son dos contra cinco.

C. La tradición sobre la Última Cena como pascual es menos sólida aún:

- Sólo lo presenta así Marcos (únicamente en el contexto de la preparación de la Cena; luego se olvida por completo de ello). Mateo y Lucas no son un testimonio independiente, pues copian de Marcos.
-No aparece en Pablo, ni en el Evangelio de Juan (que en 13,1 lo niega expresamente) ni en la Didaché, ni indirectamente en los Hechos de los Apóstoles.

Los testigos son, pues, uno contra cuatro

III.

Si aceptamos que Jesús fue un judío fiel a su religión hasta el final de su vida, la institución de la eucaristía no encaja en absoluto con sus creencias:


- Jesús no quiso fundar un culto nuevo ni una religión nueva;

- Jesús no pensó que “quedaba superada la mediación del culto en el Templo”;

- Jesús pudo entender su muerte como expiación” en un sentido muy diverso a lo que por este vocablo se comprendería más tarde en el cristianismo;

- Jesús pudo entender su muerte como salvadora en un sentido muy distinto al que por este vocablo se entendió luego en el cristianismo.



IV

Tanto en Jesús como en el judeocristianismo, aceptar la institución de la Eucaristía –tal como la transmite Pablo, y tras sus huellas Marcos-, significaría explotar en mil pedazos su religión judía.


- Se prueba con textos cómo el judeocristianismo de Jerusalén es profundamente judío. Sólo se diferencia del resto de los judíos por su creencia en que Jesús era y fue el mesías verdadero.

- En el judaísmo/judeocristianismo no cabe ni pensar en una ingestión de la carne de un dios, ni en sentido simbólico.

- En el judaísmo/judeocristianismo no cabe ni pensar en beber sangre ni en un sentido simbólico.

- En el judaísmo/judeocristianismo el que los miembros de la iglesia de Jerusalén practicaran una Eucaristía de tipo paulino hubiera sido abolir cuatro puntos fundamentales del judaísmo de su tiempo, del que eran fieles adeptos, a saber:

• la piedad apegada al Templo;
• el valor del sacerdocio derivado de Aarón;
• los ‘sacramentos’ de expiación del judeocristianismo,
• la alianza establecida por Dios en el Sinaí, reemplazada por otra nueva.

- La ausencia de la institución de la Eucaristía y del rito conmemorativo de repetición del acto en memoria de Jesús tanto en los Hechos de los Apóstoles y en la Didaché se explica mejor por el desconocimiento de la institución y rito recordatorio que por cualquier otra razón. Es decir, nada sabían de la institución de la Eucaristía ni la comunidad madre de Jerusalén ni el judeocristianismo de la Diáspora.

Todo lo expuesto son análisis de textos y argumentos de tipo histórico. No corresponde a ningún deseo oculto de “arrimar ningún ascua a sardina alguna”, ni a partido religioso previo, ni se oculta, ni se deja de citar ningún texto que haya al respecto.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com







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Sábado, 23 de Enero 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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