CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía III 67-69

La semana pasada tuvimos la ocasión de asistir a las gestiones de Pedro encaminadas a la búsqueda laboriosa de un sucesor y al debate sobre las características precisas para la elección. Pedro no tuvo ojos para otros candidatos al margen de su preferido, que no era otro que el antiguo publicano Zaqueo. El personaje había tenido un gozoso encuentro con Jesús según el texto canónico del evangelio de Lucas. Jesús había caído muy bien al antiguo publicano, que tuvo deseo de conocer a Jesús sin intermediarios. Y Zaqueo, su gesto y sus actitudes arrancaron de Jesús un elogio sin dudas ni condiciones.

Zaqueo fue el elegido como sucesor

Zaqueo fue, pues, el elegido. Su resistencia topó con la dialéctica de Pedro. Las razones del candidato para verse libre del cargo no tuvieron ni fuerza ni gracia ante la clarividencia de Pedro. El que no quería en principio se vio obligado por los argumentos y la caridad del Apóstol. No podía Zaqueo, en efecto, presentar a nadie que lo superara en erudición ni en preparación para un cargo tan importante. Sus reticencias se vinieron abajo ante el ataque inmisericorde de Pedro. “Si crees que hay otro que merezca el cargo más que tú, preséntalo”.

Disciplina

Seguía luego Pedro hablando de las obligaciones del cargo de obispo, del jefe de quien depende toda la acción de la Iglesia. Menciona, como es natural, a los presbíteros, a los diáconos y a los demás hermanos. Sus consejos pueden resumirse con la frase de San Ignacio de Antioquía: Nihil sine Episcopo (Nada sin el obispo). Y en esencia, una palabra, concentra la función personal de cada cristiano como miembro de su comunidad: disciplina (o actitud).

Ventajas del matrimonio

A diferencia de los Hechos Apócrifos, esta literatura presta una atención particular al matrimonio. El autor recomienda con obsesión la castidad y reprocha con ardor el adulterio y sus funestas consecuencias. Pongo la versión del capítulo 68 de la Homilía III, porque en ella vemos el criterio de Pedro interpretado por el Pseudo Clemente:
“No sólo inculquen el matrimonio a los jóvenes, sino también a los de edad avanzada, no sea que el apetito ardiente lleve la peste a la Iglesia con ocasión de la fornicación y el adulterio. Pues por encima de cualquier pecado, Dios abomina la impiedad del adulterio, porque no sólo destruye al pecador, sino también a los que comen con él y con él conviven. Pues se parece a la rabia, que por naturaleza contagia su propia locura. Así pues, por la castidad que se apresuren a celebrar las bodas no sólo los presbíteros, sino también todos. Ya que el pecado del adúltero llega a todos a la fuerza. Pero el procurar que los hermanos vivan la castidad es la primera obra de misericordia, pues es la salud del alma, porque la salud del cuerpo es el descanso” (Hom III 68,1-4).

En otros pasajes compara el autor la gravedad de ciertos pecados, y el adulterio queda prácticamente a la altura del homicidio. Lo dice Pedro con claridad: “Dios abomina la impiedad del adulterio por encima de cualquier pecado”. La práctica de la vida de castidad es la primera obra de misericordia. Es incluso la salud del alma. Por estas razones, el autor la recomienda. Es por lo tanto una de las obligaciones de los presbíteros el procurar el matrimonio para todos los fieles, empezando por ellos mismos.

Las bienaventuranzas

Sigue Pedro insistiendo en la necesidad de una vida de caridad mutua. Para ello, nada mejor que hacer una glosa detallada de los consejos de vida contenidos en el discurso sobre las Bienaventuranzas. Así recomienda Pedro la práctica de la caridad para todos, particularmente, para los más necesitados: “Alimentaréis a los hambrientos, proporcionaréis bebida a los sedientos, vestiréis a los desnudos, visitaréis a los enfermos, ayudaréis en la medida de lo posible a los que están en la cárcel, acogeréis de buen ánimo en vuestras propias moradas a los peregrinos, a nadie odiaréis” (Hom III 69,1). El tema de las bienaventuranzas es un tema socorrido en varios pasajes de esta literatura. No en vano es uno de los discursos más famosos del Profeta Verdadero.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro









Domingo, 6 de Abril 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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