CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Un examen detenido de los argumentos presuntamente fundados en la experiencia o la razón esgrimidos a favor de la pena de muerte revela su debilidad, y muestra que la pena capital apenas resulta defendible en clave racional.

No se puede argüir que la pena de muerte constituya una exigencia para la salvaguardia de la sociedad ni un acto de legítima defensa, ni que posea capacidades intimidatorias. Por el contrario, puede probarse que, lejos de resolver nada, la legalización de la pena de muerte genera embrutecimiento, sirve de cobertura a la lógica de la venganza, produce de manera intermitente el asesinato de personas inocentes, favorece la discriminación y la represión irreparables contra minorías, en casos políticos a menudo crea nuevos mártires, y expone a las sociedades que la permiten a hacerse merecedoras de la misma violencia cuya legitimidad en última instancia no niegan. El afán por justificar la pena de muerte radica más bien en ciertas fuerzas instintivas del psiquismo humano, que, aunque no sean del todo conscientes, conservan una eficacia extraordinaria.

Lejos de ser una solución, el uso de la pena de muerte se limita a dar la impresión errónea de que se están tomando “medidas firmes” contra el crimen; de este modo, el énfasis en la pena capital impide demasiado a menudo prestar atención y recursos reales al problema de la delincuencia en un Estado moderno y adoptar las medidas más complejas que son realmente necesarias para su tratamiento.

Esto obliga a quienes defienden la pena de muerte a empecinarse en el argumento de la retribución... y/o a recurrir a una fundamentación religiosa. Es, en efecto, posible una fundamentación religiosa (y esto se comprueba en el caso de las tres principales religiones monoteístas) de la legitimidad de la pena de muerte -cuando no de otros tipos de violencia-. Por lo que respecta al caso específico de la Iglesia católica, hemos podido comprobar que en su Escritura de forma parcial y en su Tradición de manera abrumadoramente mayoritaria tiene lugar la legitimación de la pena de muerte.

Aun si a esta constatación -difícilmente impugnable, como muestran los propios desesperados esfuerzos de los creyentes abolicionistas- quisiera objetarse que cabe de todos modos una interpretación abolicionista en perspectiva cristiana, la aceptación de la objeción no cambia en nada la gravedad de lo constatado, puesto que entonces habrá de reconocerse honradamente que esa equivocidad de la postura ante la pena de muerte sólo es explicable como el reflejo de una constitutiva ambigüedad doctrinal. Dicho de otro modo: nadie ha sido ni podrá ser capaz de probar que del conjunto de las Escrituras consideradas inspiradas y de la Tradición se deriva un absoluto “no matarás”.

La defensa de la pena de muerte a lo largo de casi toda su historia, y la posibilidad de una constante defensa de tal pena por parte de la Iglesia Católica no se deben, por consiguiente, a un inescrutable azar, sino a la constitutiva equivocidad de las fuentes de la Revelación, lo cual en ciertos temas como el que nos ocupa permite extraer de ellas prácticamente lo que se quiera. Al igual que es cierto el principio según el cual Ex contradictione quodlibet, así también puede afirmarse que Ex confusione quodlibet. La fe católica, como tal, no proporciona ni puede proporcionar criterios inequívocos para oponerse a la pena de muerte.

A esta luz se entiende la total confusión conceptual y moral de que adolece al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica, tanto en su versión oficial como en la versión popular ad usum Delphinorum.

Las implicaciones de lo dicho hasta el momento son tan curiosas como graves, y las desgranaremos en próximas postales.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 13 de Febrero 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile