CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


Hoy escribe Antonio Piñero


Concluimos hoy el tema sobre Jesús según Mosterín. De la muerte de Jesús escribe:


“La Palestina de la época era un país en efervescencia religiosa y política. El año 6 había habido una revuelta contra los tributos imperiales, que los romanos habían aplastado implacablemente. Quizás Jesús se acordaba de ello. Predicadores apocalípticos y carismáticos recorrían los campos o se retiraban al desierto. Los esenios seguían a un “maestro de la justicia” de ideas escatológicas no muy distintas de las de los jesusitas. Muchas ideas y frases - como “la lucha entre la luz y las tinieblas”- estaban en el aire y aparecen tanto en los textos esenios como en los evangelios e incluso en los gnósticos.

“Cuando finalmente Jesús se decidió a subir a Jerusalén, su presencia y la de sus seguidores armados resultó lo suficientemente conflictiva como para que las autoridades judías estuvieran asustadas, temiendo una alteración del orden público que provocara la represión romana. Los sacerdotes saduceos que gobernaban el templo y el país se curaron en salud, denunciando ellas mismas a Jesús por rebelión ante el procurador romano, antes de que este interviniese de oficio.

Los sumos sacerdotes y fariseos convocaron entonces el Consejo y preguntaban:

« ¿Qué hacemos? Ese hombre realiza muchas señales; si dejamos que siga, todos van a creer en él y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar sagrado y la nación”(Jn 11,48) »

“Los sacerdotes tenían razón en temer por su propia existencia y la del templo, si una nueva rebelión estallaba, como acabaría ocurriendo unas décadas más tarde, cuando los celotes judíos se rebelaron con éxito inicial contra la ocupación romana. La represión de Roma fue tremenda y el templo de Jerusalén quedó arrasado, lo que conllevó la desaparición definitiva de la teocracia sacerdotal israelí. Esta vez, sin embargo, la prudente actuación de los saduceos evitó cualquier represión romana generalizada.

“Aunque los discípulos de Yeshúa nunca representaron un peligro serio para Roma, en estas cuestiones de orden público no se podían correr riesgos. Jesús había sido aclamado como rey davídico por sus seguidores en Jerusalén y había provocado altercados en el templo. Los romanos lo toleraban casi todo, excepto el desorden y la rebelión, que siempre reprimían implacablemente. En ningún caso podían permitir que un galileo acompañado de gente armada y que ya empezaba a provocar alborotos se autoproclamase rey de los judíos sin intervención ni autorización de Roma.

“Los romanos castigaban el delito de rebelión con la muerte en la cruz. En el año -4 el general romano Quintilo Varo había aplastado una rebelión de fanáticos (zelotai) judíos y había hecho crucificar a dos mil de ellos. En Palestina, el reinado (−37 a −4) de Herodes había sido satisfactorio para los romanos, pero no se había logrado encontrar un sucesor del agrado de Roma. En el año 6, Octavio César Augusto impuso el gobierno directo de los territorios judíos por un procurador romano. Poco después, la orden de que los judíos debían pagar un tributo a Roma provocó un levantamiento armado, instigado por los galileos más ardientes. Solo a Dios había que pagar tributos. La rebelión fue aplastada de un modo implacable, y quizás el niño Jesús fue testigo de la feroz represión.

“También entonces, hacia 30, el procurador romano Poncio Pilato (Pontius Pilatus) juzgó a Jesús como agitador peligroso. procedente de la levantisca Galilea, y lo hizo ejecutar mediante la crucifixión, un tipo de muerte especialmente infamante y oprobiosa (mors aggravata), reservada para bandidos y rebeldes.

“Los romanos contemplaban con tolerancia e indiferencia todas las religiones. Si sentenciaron a muerte y crucificaron a Jesús, eso no pudo ser por sus ideas religiosas, que a los escépticos romanos les traían sin cuidado, sino por representar un peligro para Roma, por su pretensión de autoproclamarse rey de los judíos, y por su intento de rebelión en Jerusalén. Desde luego, Jesús no era el único predicador carismático judío que sería crucificado por los romanos. Las autoridades imperiales consideraban como su principal tarea el mantenimiento de la pax romana, y cualquier agitador de los calenturientos judíos palestinos era una amenaza latente para el orden público.

“Si Jesús hubiera sido acusado de un crimen religioso, habría sido entregado a la autoridad judía del Sanedrín. Si hubiera sido condenado a muerte por esta, habría sido ejecutado por lapidación (como Esteban o Jacobo luego) o ahorcado, o quemado, o decapitado. Pero los judíos no crucificaban. La crucifixión era la forma típica de ejecución infamante de los romanos. Que Jesús fuera crucificado es señal inequívoca de que sus jueces y ejecutores fueron romanos, y de que su crimen fue político: la rebelión. La acusación de proclamarse “rey de los judíos” era política, no religiosa.

“Cuando Jesús fue arrestado, sus discípulos lo dejaron en la estacada.

« Todos lo abandonaron y huyeron (Mc 14, 50).  »

No asistieron al proceso. Y, tras el fracaso de la intentona, solo se ocuparon de escaparse y negaron cualquier conexión con su líder preso. No se acercaron a la cruz en que Jesús pendía crucificado, y ni siquiera se ocuparon de enterrarlo. Fue enterrado en una fosa común por los romanos (o bien por un desconocido de Arimatea).

“Así, la vida del Jesús histórico acabó en el más rotundo fracaso, incomprendido y abandonado por sus familiares, paisanos, seguidores y discípulos, entregado como un facineroso a las autoridades romanas, y ejecutado del modo más oprobioso, como un bandido cualquiera”.



Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


Miércoles, 25 de Agosto 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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