Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Tal como prometí ayer transcribo hoy los párrafos conclusivos del libro, porque creo que pueden ser de interés general: Hoy día asistimos a un cierto resurgimiento del interés por la literatura apócrifa neotestamentaria, en especial por los evangelios. Mucho de ello se debe, en círculos esotéricos o afines de nuestros días, al deseo morboso de encontrar en este corpus de escritos no admitidos como sagrados por la Iglesia oficial, algunas verdades, más o menos interesantes o comprometidas, que esa misma Iglesia, sobre todo la católica, habría pretendido ocultar a la vista de los fieles. Además algunas personas creen poder encontrar en la enseñanza secreta de Jesús, que parcialmente transmiten algunos apócrifos sobre todo los de Nag Hammadi y afines, la cara oculta de Cristo. Frente a este interés se debe insistir en varias cosas. Primera: estos textos apócrifos no pueden hoy ocultarse. Son manuscritos conservados en museos e instituciones públicas; no son ya propiedad de las iglesias cristianas, sino de las ciencias de la Antigüedad --la filología y la historia antigua-- que deben estudiarlos, y de hecho lo hacen, como cualesquiera otros documentos que nos han legado los pasados siglos en Occidente. Segunda, como la Iglesia libró y ganó la batalla contra ellos sobre todo a partir del siglo IV, hoy día no tiene interés ninguno en mantenerlos ocultos. Insistimos en que la inmensa mayoría de las ediciones modernas de los evangelios apócrifos está realizada por eclesiásticos con las bendiciones de los obispos respectivos. Tercera: es importante tener en cuenta la fecha de composición de los evangelios apócrifos. Como hemos sostenido ya, la inmensa mayoría son muy tardíos, y los más antiguos de todos, como el Evangelio gnóstico de Tomás y el Protoevangelio de Santiago, son en su forma actual al menos posteriores cronológicamente a la composición de los evangelios aceptados como canónicos. Da la casualidad que los escritos de Marcos, Mateo Lucas y Juan son los evangelios probadamente más antiguos de todos los que se conocen. Sólo este dato coloca de inmediato a estas obras apócrifas evangélicas en el rango de la literatura de ficción, a la vez que arroja luz sobre el valor y trascendencia de estos textos: en verdad casi sólo valen para la historia de la teología y de las ideas religiosas del siglo II, o posteriores a él, y no para desvelar auténticos secretos de la vida de Jesús o de los orígenes del cristianismo. Y una última y clara consecuencia: prácticamente toda la segunda parte de este libro, que está basada en los evangelios apócrifos –menos, como dijimos, la primera sección de la sección dedicada a “Jesús y el sexo”- es pura ficción: no corresponde a ningún Jesús de la historia, sino a uno legendario, a veces desagradable. Y si la imagen de Jesús que de estos evangelios apócrifos se desprende es la que hemos intentado presentar a nuestros lectores, podemos preguntarnos al como indicamos en el Prólogo: ¿es éste “otro Jesús” -muy diferente en verdad al que conocemos comúnmente- más interesante y complejo que el que se trasluce a través de la lectura crítica de los evangelios reconocidos como oficiales? ¿Resultaría hoy productivo y operante esconder o escamotear estos documentos apócrifos a los ojos de los “cristianos de a pie” como si la imagen del Jesús que de ellos se desprende fuera una maravilla por contraste con la que nos proporcionan otros textos antiguos aceptados como canónicos por el común sentir de las iglesias cristianas? Al lector le toca juzgar y responder a estas cuestiones aunque el autor se ha expresado ya con claridad. Así pues, quien esto escribe deja la última palabra al lector. En la segunda parte de este libro el autor no tiene ningún interés personal por esta imagen –todo lo contrario-, sino que se ha limitado a recomponer la historia que de modo confuso, deslavazado, repetitivo y hasta cierto punto notablemente aburrida nos presenta el abigarrado conjunto de nuestros apócrifos evangélicos. Es muy posible que se perciba así gráficamente que el acercamiento al Jesús de la historia, el único que en verdad interesa, debe hacerse a través de los documentos más cercanos cronológicamente a Jesús, los evangelios canónicos, aunque de la mano de la crítica filológica e histórica. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 18 de Octubre 2014
Comentarios
|
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
Secciones
Últimos apuntes
Archivo
Tendencias de las Religiones
|
Blog sobre la cristiandad de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |