CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Jesús de Nazaret y “El mal y la conciencia moral”. Jesús de Nazaret y la violencia (III) (627)
Escribe Antonio Piñero

Seguimos comentando el libro de R. Armengol, en la parte que afecta a su opinión sobre Jesús de Nazaret.

Escribe Armengol:

La ideología teológica y moral de las iglesias cristianas contiene al menos tres capas, tres ideologías superpuestas no siempre acordes entre sí. Primero, la ideología originaria de Jesús, segundo, la del Apóstol Pablo, que en parte se opone a la de Jesús y en tercer lugar la ideología creada, al menos desde el Concilio de Nicea en 325, por el magisterio de las iglesias cristianas a lo largo de su historia. Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y otros teólogos contribuyeron a edificar una ideología religiosa eclesial que contradice la primigenia de Jesús. Esta ideología eclesial superpuesta a las dos anteriores permite y alienta el poder temporal de la iglesia y justificó la violencia.

Se hace evidente que una doctrina violenta no es la de Jesús y que la doctrina eclesial, especialmente en los siglos XVI y XVII, en alguna medida guiada por Santo Tomás, adquirió la primacía, derrotó y suplantó la ideología originaria. ¿No fue Jesús quien acorde en gran parte con la teología judía que nunca reprobó en su totalidad recomendaba el perdón y el auxilio al enemigo y al que andaba errado?

Comentario:

Me centro en que Jesús “no tiene una doctrina violenta”. La primera idea a comentar es A) Jesús y la violencia; y la segunda B) Jesús y el amor a los enemigos

A) Jesús y la violencia

Atención, traté este tema hace poco, en “Compartir” de 7 de abril de 2016. Por ello ahora resumo lo más brevemente posible: elimino algunas cosas y añado otras. Indico de nuevo que quien esté interesado puede encontrar el texto completo en mi ensayo “Jesús y la política de su tiempo” (Apéndice a la novela de E. Ruiz Barrachina, “El Discípulo”, de Ediciones B, Barcelona 2010, pp. 217-311). Y buena parte de lo que digo aquí lo recojo naturalmente en mi libro, que va por la tercera edición “Ciudadano Jesús” (véase www.ciudadanojesus.com).

1. Me parece totalmente cierto que Jesús no condena expresamente nunca la violencia (al menos moral). Jesús, además, no es solo predicador de la bondadosa misericordia de Dios, sino también el anunciador de la condena inmisericorde de la divinidad, que castiga a los peores males si no se le hace caso. Siempre se habla del amor predicado por Jesús, siempre se le presenta como “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29 y 21,5) y se olvida sistemática o unilateralmente que tiene Jesús otras facetas muy duras. Recordemos:

- La predicación de Jesús del Reino de Dios implica violencia política, porque debe subvertir el status quo social y político existente - Según Lc 24,21 ( "Nosotros esperábamos que sería él el que iba a liberar a Israel"), los discípulos tenían una idea clara de Jesús como mesías también político y “guerrero”, en el sentido de Gedeón, es decir, con la total ayuda divina, de modo que la lucha final contra los invasores de la tierra de Israel, tierra de Dios y solo de Dios sería llevada a cabo por los ángeles y no por los hombres . Pero lo que importa es la concepción de fondo: los judíos galileos del siglo I jamás podían considerar una liberación de Israel que no implicara sedición del Imperio y alguna clase de guerra. Me explico: La predicación de Jesús del reino de Dios en la tierra de Israel, con sus típicas características de bienes materiales y espirituales que la divinidad habría de conceder en esos tiempos, supone un cambio tal de la situación política y social que no podría conseguirse sin una acción armada con la ayuda de la divinidad. En cualquier caso, los romanos tenían que ser expulsados de la tierra de Israel, propiedad sólo divina, lo que naturalmente no ocurriría sin violencia.

- Las furiosísimas diatribas contra los fariseos. Los ejemplos más famosos están el Evangelio de Mateo que quizás exagera las tintas para mostrar al Maestro como un decidido adversario de los fariseos siendo así que probablemente era uno de ellos, la menos sui generis. Véase Mt 23,13-29 y Lc 6,24ss y 11,42ss. Tales fariseos no aceptan sus prédicas contra el reino de Dios

- Las gravísimas amenazas contra las ciudades que no han oído su mensaje: condenadas en el inminente Juicio Final (Mt 11,21 y Lc 10,13).

- La amenaza general de sentencia condenatoria al fuego eterno a quien, igualmente, no se disponen debidamente por la penitencia que él proclama a aceptar la venida del reino de Dios y a disponerse a entrar en él (Mc 9,43; Mt 18,8; Lc 12,5);

- Jesús rodeado de discípulos que no eran precisamente un modelo de benignidad (“Envió Jesús mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no lo recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?»” (Lc 9,52-54).). El nombre arameo de Pedro, Simón Barjonah, ha sido interpretado por diversos investigadores como “Simón, el forajido”, es decir, el celota. Igualmente el sobrenombre de dos de los discípulos predilectos de Jesús, Santiago el Mayor y Juan, como “Boanerges” o “hijos del trueno” (Mc 3,17), alude sin duda a un espíritu celota, más bien agresivo

- Jesús jamás condenó la violencia de los celotas o sus principios. En las dos fuentes más antiguas de la tradición sinóptica (el relato de Marcos y el conjunto de dichos atribuidos a Jesús conocido como Fuente Q) no aparece ninguna condena explícita de la violencia. Este argumento ha sido minimizado subrayando que se trata de un puro argumentum ex silentio, es decir, la simple falta de una condena expresa no prueba nada. Pero este silencio de Jesús sobre los celotas y su recurso a la violencia adquiere todo su sentido si se lo compara con la condena dura y sin restricciones de saduceos y fariseos, e incluso con el implícito rechazo por parte de Jesús de los partidarios de Herodes Antipas Mc 3,6; 7,1-8; 8,15; 12,18-27). Por otro lado, esta ausencia se hace también muy destacada si se piensa que el espíritu de los celotas desempeñó una función muy notable en la vida espiritual de la época de Jesús, de la que no podía estar ajeno. Por tanto, es posible ver en este silencio el signo de que el Nazareno había mantenido con estos patriotas algunos lazos…, que –según los evangelistas- no era conveniente divulgar.

- Jesús tenía entre sus discípulos un celota al menos, Simón el “cananeo” (Mc 3,18; Mt 10,4; Lc 6,15; Hch 1,13), como discípulo íntimo. Es muy improbable que lo hubiera elegido sin comulgar con su ideología. El apelativo “cananeo” significa “celote” (arameo qanna’), no un “individuo que procede de la ciudad de Caná” como se ha pretendido. Según Brandon, el evangelista Marcos, al emplear el vocablo griego kananaios y no zelotés, intenta conscientemente despistar a sus lectores y ocultar que Jesús había escogido para formar parte del selecto grupo de los Doce a un admirador público de la doctrina celota. Lucas, por su parte, o es menos precavido o no le concede tanta importancia porque las circunstancias de sus lectores son otras: en 6,15 escribe claramente “Simón, el celota” (griego zelotés).

Seguiremos comentando el aspecto de Jesús como “sedicioso contra el Imperio”, aunque este aspecto no suponga que Jesús pueda ser calificado estrictamente –en mi opinión– como un “galileo armado” con todas las evocaciones que este sintagma comporta a quien lo lee o escucha.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Sábado, 30 de Abril 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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