CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero


Pregunta:

¿Estuvo Jesucristo en Egipto? ¿Emanuel fue el primer nombre dado a Jesús? y, es verdad que José se sorprendió cuando María le dijo que iba a dar a luz? Y la pregunta más complicada... es Antonio Piñero cristiano? Por lo que sé, no es creyente.


RESPUESTA:

Son muchas preguntas. Intentaré responder desde el punto de vista del historiador:

1. Estrictamente no lo sabemos. Probablemente no. No encaja con los otros datos de su vida y lo que aparece en el Evangelio de Mateo es mero material legendario.

2. No, sino Jesús (vea un buen diccionario bíblico). Pero sí es casi seguro de que para los cristianos primitivos Emmanuel y Jesús eran como sinónimos.

3. Todo eso es mítico. No lo sabemos.

4. Soy filólogo, escéptico, racionalista, agnóstico. Pero sin duda soy cristiano cultural. Soy hijo de Atenas, de Roma y de Jerusalén, quiera o no quiera.

Pregunta:


¿Existió Jesús realmente?


RESPUESTA:


Estoy realmente asombrado por la pregunta que se me ha formulado cientos de veces a lo largo de mi vida académica. Creí que estaba resuelta, Pero por lo visto, la cuestión acucia a mucha más gente de lo que me imaginaba.

Aquí tiene un elenco (tomado del índice realizado por la Dra. Carmen Padilla, y publicado aquí mismo) de lo que ya he respondido sobre este tema
Evangelios: qué se puede saber sobre la existencia de Jesús en ellos (7 agosto 2014, Blog)
Jesús, existencia histórica (Pr y Resp, 27 abril 2014, FBook y Blog)
Jesús, existencia histórica (PyR, 29 julio 2014, FB y Blog)
Jesús, existencia histórica (PyR. 7 mayo 2014, FB y Blog)
Jesús, existencia histórica a través de los evangelios (PyR, 3 agosto 2014, FB y Blog)
Jesús, existencia real (7 octubre 2014, Blog/FB)

En mi obra, recientemente publicada en tercera edición “Ciudadano Jesús” (www.ciudadanojesus.com). Tiene todos los argumentos en una buena síntesis.


Haría hincapié solo en dos cosas:

1. La mejor prueba de la existencia de Jesús son las cartas de Pablo. Comenta Gonzalo Puente Ojea: Pablo de Tarso, de cuya existencia real nadie ha podido seriamente dudar, afirma que «Santiago, Pedro y Juan, tenidos por columnas de la iglesia, nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de comunión» (Gál 2,8). Si Pablo pudiese creer que estaba negociando con personas no tenidas por él como testigos y fedatarios auténticos del mesías Jesús, cuando todavía no se habían escrito los cuatro Evangelios canónicos, habría que pensar de él que era un personaje irreal y fantástico creado por algún escritor esquizofrénico. Pero a nadie se le ha ocurrido aún plantear esta hipótesis de un Pablo chiflado. No se le ocultará al lector que el vínculo de sangre entre un individuo realmente existente como Santiago -que ni siquiera los «mitólogos» ponen en cuestión- con otro cuya existencia tiene que estar realmente «implicada» en la fe y en el parentesco con el sujeto de la noticia en discusión, suministrada incuestionablemente por Josefo, representa una referencia segura en cuanto a la existencia necesaria de ambos.

2. Otra prueba excelente que he explotado poco es el de las discusiones entre judíos y cristianos desde finales del siglo I. Por los Evangelios de Mateo y de Juan en general intuimos que detrás de las discusiones de Jesús y los fariseos y los judíos están las discusiones entre judeocristianos y judíos “normales” sobre cómo entender un buen monto de pasajes de las Escrituras comunes (la Bibllia hebrea o traducida al griego) que los cristianos aplicaban a Jesús (por ejemplo, lo del Siervo Doliente/Sufriente de Isaías 53) como profecías de que el Maestro Jesús era el mesías, y la negación de sus argumentos por parte de los judíos.

Estas discusiones siguieron por todo los inicios del siglo II (Epístola de Bernabé y de Ignacio de Antioquía) y tenemos una muestra estupenda de ellas hacia el 150 en el “Diálogo con Trifón” de Justino Mártir.

Ahora bien, si Jesús no hubiera existido y fuera solo un mito literario, cómo no se le ocurrió a ningún judío negarse a discutir con “unos locos”, como eran los judeocristianos desde su punto de vista y argumentar simplemente: “¿Para qué discutir? ¡Ese Jesús no existió nunca! ¡E un mito literario!”. Pues bien: jamás se les ocurrió eso… sino que siguieron y siguieron discutiendo –como digo desde el último cuarto del siglo I durante toda la mitad del siglo II– sobre si se le podían aplicar a Jesús tales o cuales pasajes de la Escritura o no. Por tanto, discutían sobre un personaje real, cuya tradición se mantenía viva!

Es un argumento súper contundente, según creo.


3. Y, por último: léase el Nuevo Testamento de cabo a rabo, especialmente si les fuere posible en griego, y verá que es una obra complejísima, hecha por la mano de múltiples autores, con opiniones a veces contradictorias sobre cristología, moral, o cómo entender la Iglesia… Una obra así, tan larga (cerca de quinientas páginas en formato bolsillo, sin nota alguna) es absolutamente imposible de falsificar y de ningún modo se explica sobre meras especulaciones o creaciones acerca de un “mito literario”. Me parece imposible y sencillamente increíble que pueda mantenerse tal idea.


4. Y en general respecto a las tesis de los “mitistas” (Jesús nunca existió; es un puro mito literario), creo que debe tenerse como probablemente seguro lo siguiente: como norma general debe adoptarse el argumento más “económico”, sencillo y que explique a la vez el mayor número de datos posibles, aunque quizá no todos. Así: se puede explicar más fácilmente la existencia real de Jesús que probar la existencia histórica de un fraude masivo por quienes lo han inventado a partir de una fusión y concentración en su persona de mitos religiosos previamente existentes. En otras palabras: para un historiador independiente del mundo antiguo plantea muchos menos problemas partir del supuesto de la existencia histórica de Jesús –independientemente de las reinterpretaciones posteriores- que de lo contrario.


La existencia misma del cristianismo, con sus episodios inmediatos de cierta persecución de sus adherentes por parte de las autoridades, que implicaba sufrimientos por parte de quienes daban testimonio, se explica mucho más fácilmente -desde el punto de vista del historiador profesional de la Antigüedad- presuponiendo la existencia de Jesús, que imaginando ésta como una pura invención…, y además reciente.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Lunes, 18 de Abril 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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